8 de junio de 2015 - Novedades de Viajes & Vinos
En esta edición:
ENODESTINOS - Ribeiro
GOURMET - Innovadora exquisitez
PROTAGONISTAS - Vinos de Portugal
BODEGAS - Quinta do Vale Meao
VINOS - Notas de cata de mas de 100 vinos
OPINION - Chefs, enologos y sommeliers
VINOS - La tinta de Rias Baixas
GOURMET - El abrazo de Compostela Gastronomica
ARMONIAS - Concordia y Zorita
TRENDS - Compras en Puerto Rico
Y además… Ribera del Duero desde otro angulo, Torres Wine Truck, nuevos restaurantes, trampantojos, tapones y otros.
Puede que el país atraviese una severa crisis, pero no se percibe en Oporto. No en el Palacio de la Bolsa. No en Essência Porto. Miles de botellas runrunean por los pasillos y salones de este edificio histórico por el que a lo largo de cuatro días decenas de miles de profesionales y aficionados ávidos de nuevas experiencias enófilas también desfilan con un entusiasmo arrollador que no deja dudas de que hay consumidores, y muchos, para el vino de Portugal.
Fue el último, más que un buen año para el vino portugués, uno memorable que quizás vio concretarse aquella promesa o esperanza que por tiempo se pregonó, pronosticando que el vino luso terminaría por diferenciarse y que sus vinos se tornarían en el próximo hit del panorama vinícola internacional, gracias al enorme patrimonio de variedades autóctonas de uva, a la tendencia de elaborar cada vez con mayor calidad y a su vocación cada vez más global.
Así que la pasada designación del Oporto Dow’s 2011 como vino del año de la revista Wine Spectator, donde en un alto palmarés también se situaron otros vinos portugueses como Chryseia 2011 (3ro) o Quinta do Vale Meão (4to), marcó un punto de inflexión, el arribo a una primera gran meta de una larga carrera, y el delineado de otros nuevos objetivos, en que año tras año Essência do Vinho ya había ido tomado relevo de etapas de divulgación.
Por eso no es de extrañar que a lo largo de poco más de una década 600 mil personas hayan de una u otra forma tenido algún contacto con el vino portugués y las acciones con que Essência do Vinho busca comunicarlo a través de numerosos eventos que culminan con Essência Porto, una magna cita anual de vino en Oporto que cada invierno persigue proseguir renovando el espíritu del vino y la gastronomía portugueses, irrespectivamente de la crisis económica en que pueda estar sumido el país.
Portugal es un país rico en vinos. Rico en zonas productoras y, sobre todo, rico en variedades de uva ---más de 250 castas autóctonas identificadas---, un patrimonio vitícola amplísimo y único que confiere a su producción la especial ventaja de una marcada personalidad. Vinos espumosos, blancos, tintos, dulces y fortificados con los que se puede recorrer el país de norte a sur a través de esas vides nacionales, en solitario o de la mano de cepas del mundo que conviven en armonía con las portuguesas, aunque sean estas últimas las que quizás más excitan el paladar.
En tierras lusas hay vinos atlánticos, tintos y blancos con finura y frescura, y algunos también con densidad y complejidad. Hay vinos más cálidos, con intenso color, mucha estructura y fruta jugosa y abundante, y hay vinos espumosos a los que los portugueses han conferido una gran aptitud gastronómica. Los hay fortificados con riqueza de matices, tonalidades y tiempos de crianza diversos, complejos en su buqué y envolventes y aterciopelados en el paladar. Y hay joyas dulces, longevas y enmarañadas de tonalidades que las vuelven objetos de culto y meditación. Un espectro amplio y variado y muchísimo más abarcador que el segmento de vinos de Oporto a los cuales hasta relativamente hace poco se circunscribía el conocimiento de los vinos de Portugal.
El norte, donde ubica Oporto es, precisamente el corazón de esta otra Enotria, la esencia del país y de sus vinos. Una región bendecida con una rica herencia cultural, tradición, historia, arquitectura, gastronomía, vinos y hospitalidad. Un legado único, del cual vino y paisaje son los elementos más valiosos, conformando un patrimonio histórico tan importante que en 2001 la UNESCO declaró patrimonio de la humanidad a los impresionantes paisajes de la región vitivinícola anclada en el río Douro.
El territorio del Douro encierra a una región pionera, demarcada y reglamentada en el siglo XVIII con un tesoro para compartir. Simultáneamente viña y río, el Douro atraviesa Portugal casi desde su frontera española hasta Oporto, ciudad bañada por el mar Atlántico. En esta región se elaboran varios tipos de vino, como los fortificados de Oporto, los vinos tranquilos de la DOC Douro, sus moscateles y espumantes. Todos nacidos de paisajes hermosos y rigurosos, donde las colinas salvajes fueron dando paso a generaciones de trabajadores que construyeron bancales para plantar las viñas de donde salen los vinos y que, según el momento del año, adornan sus colinas con almendros, cerezos en flor o vendimiadores. 250 mil hectáreas de suelos de esquisto de las que surgen anualmente 48.3 millones de botellas de vino, que descorchan en Essência Porto sus etiquetas más emblemáticas y otros secretos por descubrir, para brindar un panorama ilustrador del vino portugués.
Porque Portugal no es se circunscribe al Douro y Oporto, sino que en las últimas dos décadas ha ido potenciado la capacidad productora de otras regiones del país, unas más conocidas, como Setúbal, Vinhos Verdes o Madeira, con una larga tradición a cuestas, y otras que han tenido un floreciente impulso como el Alentejo, Bairrada o el Dão. Tan importante ese mapa variopinto, que en la selección de los diez mejores vinos de Portugal celebrada en Essência Porto, zonas como el Alentejo, tuvieron una sobrecogedora prominencia entre los finalistas y ganadores. Todas, además, tuvieron presencia en los expositores de 350 bodegas que mostraron unos tres mil vinos a lo largo de cuatro días en este evento por el que desfilaron casi 24 mil enófilos nacionales e internacionales interesados en probar la actualidad del vino portugués. ¡Casi seis mil personas diarias! Una cifra sobrecogedora.
Junto con esas degustaciones libres, un conjunto de cerca de 50 actividades, incluidas decenas de catas comentadas en el marco excepcional de los históricos salones del Palácio da Bolsa que permitieron a los asistentes conocer no sólo sobre aspectos específicos de los vinos portugueses, sino también de otros grandes vinos del mundo que saben que la exposición en este evento a orillas del delta atlántico del Douro es un baluarte de prestigio para el vino internacional, que cada invierno encumbra a Portugal, como el gran destino de vino por descubrir y a Essência Porto, como el principal eventos de vinos del país. Uno que Divinidades y Viajes & Vinos traen una vez más a sus lectores en primera fila, este año con una perspectiva muy íntima y exclusiva gracias a la privilegiada invitación de la organización del evento para formar parte del selecto panel de cata responsable de escoger lo mejor del vino portugués.
Portugal es, probablemente, el país productor que mayor repercusión está teniendo en este momento en la escena vinícola internacional. Y más que va a tener.
El vino portugués en cifras:
Exportaciones por valor de 725 millones de euros. 493 entre éstos correspondieron a vinos de Oporto y Douro * Exportaciones de vino representan el 1.5% de todas las exportaciones de Portugal * 45% del vino elaborado en Portugal se exporta * Portugal ocupa el 9no puesto del ranking del comercio internacional de vino * Portugal ocupa el 12mo puesto del ranking global de países productores de vino. (Fuente: Viniportugal)
Principales variedades:
Tintas: tinta roriz/aragonêz, baga, tinta amarela/trincadeira, touriga nacional, castelão, touriga franca * Blancas: alvarinho, encruzado, arinto, Maria Gomes/Fernão Pires
Dicen en Portugal que más que haber momentos para beber vino de Oporto, hay vinos de Oporto para cada momento que se quiere vivir, haciéndolos especiales y únicos.
Intensos y complejos, los vinos de Oporto se producen interrumpiendo la fermentación del mosto con aguardiente vínico, lo que les deja con un porcentaje de alcohol por volumen de entre 16 y 22%. Sus otros secretos son el ensamblaje de diversos vinos y el envejecimiento. Esto tiene como resultado una colección de vinos con distintas características, con diversos estilos, una importante riqueza e intensidad aromáticas, una gran persistencia de aromas y sabores, una diversidad de colores y niveles de dulzor, que fluctúan entre muy dulces, dulces, semisecos o extrasecos, dependiendo del momento en que se interrumpa la fermentación. En cualquier caso, a pesar de su alto nivel de azúcar residual por no haber completado la fermentación, son elegantes, equilibrados y envolventes, sin ser excesivamente dulces.
Hay, en el conjunto, dos grandes paraguas de vino, los procedentes de una sola cosecha y los vinos de mezcla, con varios estilos y unas categorías especiales conforme los tipos de envejecimiento.
Los cuatro estilos principales son:
Ruby: intensos y con mucho cuerpo, se envejecen en grandes cubas de madera o depósitos de acero inoxidable con el fin de preservar sus características originales, de ahí su tonalidad rubí, y su aroma con reminiscencias a frutos rojos. En este tipo de vinos, por orden creciente de calidad, se incluyen las categorías Ruby, Reserva, Late Bottled Vintage (LBV) y Vintage. Los vinos de las mejores categorías, principalmente el Vintage, y en menor grado el LBV, podrán ser guardados, ya que envejecen bien en botella. Se aconsejan especialmente los LBV y los Vintage.
Tawny: seleccionados para envejecer en pipas (barricas de madera de aproximadamente 550 litros), que al ir oxigenándose van adquiriendo un color ambarino y aromas más complejos y sutiles, predominantemente vainilla, caramelo y frutos secos. Las categorías existentes son: Tawny, Tawny Reserva, Tawny con indicación de envejecimiento (10 años, 20 años, 30 años y 40 años) y Colheita. Son vinos de mezclas de varias añadas, excepto los Colheita, que se asemejan a un Tawny con indicación de envejecimiento con el mismo tiempo de envejecimiento. Cuando se embotellan están listos para su consumo.
Blanco: se elaboran a base de uvas blancas y tiene un espectro de tonalidades de color y sabores que pueden ir del amarillo pálido al dorado, y de lo muy seco a lo muy dulce, dependiendo del tiempo de envejecimiento y elaboración.
Rosado: color rosado y frutalmente aromático con notas de cereza, frambuesa y fresa. Fáciles, agradables, y destinados a beberse jóvenes, los Oportos Rosé pueden tomarse solos o emplearse como ingredientes de coctelería. Se elaboran por maceración poco intensa de uvas tintas y sin ningún tipo de oxidación.
Categoría especiales Estilo Ruby
Oporto Vintage: procede de uvas de una sola cosecha y tiene un período de evolución en botella de entre 10 y 50 años a través de los cuales van cambiando sus matices de color rubí, aromas explícitos de frutos rojos y chocolate negro (primeros cinco años), a color granate, mermelada de frutos rojos y sabores a especial y tabaco (diez años), hasta llegar en su madurez a tonos dorados y frutas sutiles y complejas. Es un Oporto Ruby procedente de añadas excepcionales.
Oporto Vintage Single Quinta: un vino de una sola cosecha y una única procedencia.
Oporto Late Bottled Vintage (LBV): Oporto de una sola cosecha, excepcional, y embotellado luego de envejecer entre cuatro y seis años. De color rubí profundo, tiene mucha estructura e intensidad en el paladar. Un Oporto Ruby procedente de una sola cosecha excepcional.
Oporto Ruby Reserva: tonos rubí oscuro, cuerpo e intensidad en la boca, el vino resulta de una selección de los mejores vinos de Oporto de cada año que se combinan para crear un vino joven, poderoso, afrutado e intenso, pero a la par redondo y versátil.
Un año recorriendo miles de etiquetas de vino a través de lo ancho y largo de Portugal culmina en cada edición de Essência Porto, cuando un panel de cata internacional integrado por 25 profesionales del vino incluyendo sumilleres, periodistas especializados, Masters of Wine, y comerciantes de vino pasa minuciosa revista por un escogido de finalistas que han llegado a esta convocatoria por haber previamente obtenido altísimas puntuaciones a largo de todo el año en las catas que se publican en cada edición de la revista Wine. Cincuenta y cuatro etiquetas este 2015, que a lo largo de los meses previos habían recibido puntuaciones entre 18 y 19.5 puntos, es decir, un equivalente entre 95 y 98 puntos, lo que da una idea del cimero nivel de calidad del conjunto y lo competido de la selección final que evaluó 6 blancos, 38 tintos y 10 vinos fortificados y excluyó espumantes por entender que aún no alcanzan similar nivel de excelencia en Portugal.
El majestuoso e histórico Salón Árabe del Palacio de la Bolsa de Oporto fue el incomparable escenario de cata, donde cada catador en su mesa de trabajo a lo largo de varias horas pasó revista a ciegas por los vinos finalistas de esa criba anual. Un ejercicio muy individual en el que trasfondos, experiencias y paladares diversos definieron las valoraciones que cada uno hizo y, en las que a juzgar por la selección final, hubo bastante consenso en los sobresalientes y premiados.
Los grandes ganadores coincidieron con muchos de los vinos mejor puntuados por Viajes & Vinos, aunque no siempre en el mismo orden de preferencia. Hubo, además, muchos otros vinos sobresalientes, que no llegaron a quedar entre los premiados, pero que para beneficio de los lectores incluimos en esta edición.
Un dato muy interesante y a tener en cuenta es que a pesar de que el Douro acaparaba el mayor porcentaje de vinos entre los finalistas, fueron los vinos de la región del Alentejo los que obtuvieron más premios en el Top Ten. Un apunte muy a tener en cuenta sobre la evolución del vino en Portugal.
Vinos Fortificados
1º lugar - JMF Moscatel de Setúbal Superior 1911, José Maria da Fonseca, Península de Setúbal, un vino que es un prodigio de frescura y viveza considerando sue edad. De marcada personalidad, el vino tiene un color que raya en tonos de chocolate, con algún ribete verdoso, y nariz y en boca tiene tonos más dulzones y a ciruela en almíbar. Ver notas adicionales de cata más adelante.
Vinos Blancos
1º lugar - Quinta dos Carvalhais Branco Especial. Un vino del Dão con tonos melosos, de compota de fruta un punto algo oxidativo en boca donde fue salino pero un poco plano y no demasiado persistente.
Vinos Tintos
1º Menino António Alicante Bouschet 2012, Herdade da Malhadinha Nova, Regional Alentejano. Doblemente interesante este tinto, primero por provenir del Alentejo y segundo por estar elaborado con Alicante Bouschet (garnacha tintorera), que en muchos puntos de España es una uva menospreciada y los portugueses han sabido adoptar como una de sus cepas prometedoras, con numerosas elaboraciones mono y plurivarietales de muy alta calidad. Un excelente ejemplo de ello fue este tinto ganador, un vino con mucha fruta golosa, tonos tostados y salinos, y una boca muy aterciopelada que destacó por su elegancia y redondez.
2º Malhadinha 2012, Herdade da Malhadinha Nova, Alentejo. Un tinto más maduro y expresivo de su crianza con tonos de cedro, hojarasca y especias envolviendo su frambuesa profunda que convive con notas de sotobosque, en un vino con una buena estructura tánica, salinidad y una boca muy grata.
3º Quinta Vale D. Maria Vinha do Rio 2012, Lemos & Van Zeller, Douro. Van Zeller siempre ha sido reconocido como uno de los grandes productores del Douro y en este vino regala un vino para futuro, con fruta, especias, carnosidad, gran persistencia, potencia con elegancia, pero taninos aún algo por pulir.
4º Quinta do Ribeirinho Baga Pé Franco 2010, Luis Pato, Bairrada. Conocida también por sus espumantes, la región de Bairrada produce también magníficos tintos y posee una variedad de uva, la baga, que entrega matices muy balsámicos y está revelando un buen potencial para largos envejecimientos, lo que seduce a muchos grandes elaboradores de Portugal. Luis Pato es uno de los más reconocidos y en Bairrada hace este vino quizás sin tanta carnosidad, pero interesante por sus profundos tonos ahumados y minerales, profusos mentolados y eucaliptos y matices chocolatosos en boca donde termina con salinidad y mucha persistencia.
5º Terrenus Reserva Vinhas Velhas 2011, Rui Reguinga, Regional Alentejano. Un soberbio vino con gran complejidad y diversidad aromática y muy buena estructura en boca. En nariz proyecta tonos de fruta madura, con recuerdos a grosella y ciruela, sazón de anises, matices ahumados y recuerdos mentolados y a laurel. Mucha carnosidad, excelente acidez, taninos bastante pulidos en boca donde termina con una gran persistencia frutal y matices tostados.
6º Procura 2012, Susana Esteban, Regional Alentejano. Un tinto con mucha estructura y concentración de aromas, una nariz muy afrutada y floral, matices a cálida vainilla, expresiva mineralidad a piedra mojada, taninos bastante pulidos, mucha carnosidad y una boca muy densa, golosa, especiada y persistente.
7º Antónia Adelaide Ferreira 2010, Sogrape Vinhos, Douro. Un vino con buen cuerpo que ostenta el nombre de la gran dama del Douro, y que desplega tonos florales conjugados con matices torrefactos, buena fruta, acidez, elegancia y fina persistencia.
8º Dona Maria Reserva 2009, Júlio Bastos, Alentejo. Un vino con mucha fruta pero acidez más escueta, en el que aparecen matices tostados, buena carnosidad y algún punto “oportizado”.
Otros vinos sobresalientes del conjunto aspirante a Top 10 Portugal
Blancos
Soalheiro Primeiras Vinhas 2013 – Vinho Verde – Vinosoalleirus. Soalheiro es probablemente una de las casas más destacadas de la subzona de Melgaço y el conjunto de la región de Vinhos Verdes, donde elabora excelentes vinos a partir de la alvarinho. Este blanco elaborado con las viñas más viejas plantadas en la bodega (unos 30 años), que fermenta a muy baja temperatura en depósito de acero inoxidable, se estrena en nariz con finos toques de fósforo y delicados toques a madera, punto mineral a piedra mojada, anises, hinojo, y fruta blanca de pera que da paso a notas florales. Un vino que llena luego la boca con matices de almendra y que tiene una excelente acidez y gran frescura.
Tintos
Quinta do Monte d’Oiro Reserva. – Región de Lisboa – Quinta do Monte D’Oiro. Extraordinario tinto con interesante complejidad aromática dirigida por la línea de la finura con sutiles tonos tostados y mucha fruta, una boca golosa y una evidente corte atlántico de gran frescor, redondeado con una persistente finura y grandísima elegancia.
Luis Pato Vinha Pan 2010 – Beiras. Luis Pato. Frambuesa en convivencia con una destacada mineralidad con recuerdos a hierro, granito y pizarra, por donde luego aparecen ahumados y que es salino, pulido, elegante, largo y persistente.
Dona Berta Vinha Centenária Reserva 2010 – Douro- Hermani M. Verdelho. Tinto de matices muy mentolados y especiados, con mucho anís y clavo e intensa canela en un vino con buena fruta, aunque con una pizca tánica y una gran persistencia.
Batuta 2012. Douro. Niepoort Vinhos. Batuta es una de las joyas del Douro, un tinto con matices de fruta más fresca, nariz de cereza confitada, tonos tostados, carnosidad, mucha frescura, largo y muy elegante en boca.
Chryseia 2012 Douro. Prats & Symigton – cautivadora y sedosa fruta que sin ser tan expresiva está bien presente, con confitura de frambuesa envuelta en sutiles matices de café, recuerdos de rosas rojas, una gran elegancia y persistencia en el paladar con un final fino y especiado. Un vinoi para guardar.
CV 2012. Douro Lemos & Van Zeller. Tinto de color más intenso, con fruta oscura más evidente. Un vino muy atlántico, fresco, con notas salinas y tonos ahumados al final del sorbo.
Vinos fortificados
Barbeito Malvasia 2012. Madeira. Color dorado brillante, con recuerdos a mieles, tonos de almendra, frutos secos y orejones en boca, donde se percibe un delicado tono ajerezado, siendo también salino, con buen balance, acidez, dulzor y persistencia, puro maní.
Blandy’s Malmsey 1988. Madeira. Madeira Wine Company. Un muy fino fortificado de color ámbar cobrizo, recuerdos en nariz más intensos y dulzones a pasas sultanas que en boca no exageran su punto salino, y si magnífico refinamiento.
Dalva Colheita 1967. Vino do Porto. Vino de Oporto cobrizo, con matices a almendra, Jerez, naranja, orejones, con buena salinidad en boca y frescura a pesar de ser algo más untuoso en el paladar y muy persistente. Elegante y con buen equilibrio.
Porto Messias 1964. Vinho do Porto. Vinhos Messias. Sobresaliente y erudito Oporto que se estrena con tonos a nuez y concluyen con un final de avellana y almendra. Fresco, salino, bien equilibrado y profundo.
Uno de los ingredientes más prolíficos y apetecibles de Essência Porto es su amplio e interesante programa de catas. Entre éstas, una de las más especiales fue sin duda la dedicada a los moscateles, que Rui Falcão, el gran especialista en vinos de Portugal y probablemente uno de sus mejores comunicadores globales, condujo para un selecto grupo de degustadores en el incomparable marco de la Sala del Tribunal, uno de los espacios más señeros del Palacio de la Bolsa.
Uva expandida a través de toda la cuenca mediterránea, la moscatel es la gran protagonista de muchos excelentes vinos dulces, fortificados y también espumosos. Portugal explaya una larga tradición elaboradora de moscateles, con un sello de distinción, su sensación de frescura, dada en gran parte por el hecho de que las uvas acostumbran a vendimiarse antes allí.
Aunque es la provincia de Setúbal la que más se identifica con la elaboración de moscateles, muchos de ellos grandes joyas enológicas, hay otras zonas como el Douro, donde se elaboran moscateles de calidad tan elevada que incluso opacan a algunos vinos de Oporto. No obstante, al estar la región tan identificada con su fortificado más reconocido, los moscateles no siempre tienen la exposición merecida por el superior esfuerzo que conlleva promocionarlos en un contexto más “oportizado”.
En esta cata casi mítica, Falcão condujo a la audiencia a través de dos moscateles del Douro, cuatro de la provincialde Setúbal, y uno de Madeira, siete propuestas que pudieron catalogarse de rarezas, algunas por su extrema vejez y escasísima disponibilidad, otras por su elaboración, y otras por su procedencia de microparcelas. Vinos contemplativos, para disfrutar muy pausadamente y de manera meditada para extraer de ellos sorbos de historia del vino de Portugal y el sello de excelencia que caracteriza a muchas de sus gemas enológicas, como las que se pulen en piedras preciosas de moscatel.
Douro – 1980 by Siza Vieira. Adega Cooperativa de Favaios. Un vino que se elabora mediante oxidación y que muestra un intenso tono cobrizo, denso. En nariz tiene tonos a ciruela pasa, melaza de azúcar de caña, y puntos de naranja que dan paso a una boca almendrada, elegante, buen equilibrio dentre azúcar y acidez, un largo posgusto a avellana y gran sedosidad y finura. 18 grados de alcohol.
Douro – Secret Spot Casco VII, 40 años. Un moscatel procedente de una recóndita viña vieja cuya ubicación se desconoce y que es un ensamblaje de añadas. De tonos ambarinos, el vino más que un acompañate, es un postre en sí mismo. En nariz destaca tonos ahumados y tabaco de pipa, con una boca sencillamente exquisita, untuosa, especiada, con muchos recuerdos a almendra salada que dan paso a notas cítricas en un recorrido largo y fresco, con un punto dulce y una delicada reminiscencia a Jerez.
Setúbal. Moscatel Roxo 1990. JP Vinhos, S.A. Azeitão. La moscatel roxo es una mutación de la moscatel de Alejandría y se ha afincado en Setúbal con racimos de bayas más grandes, hollejos que dejan un tono rosáceo. Esta etiqueta es muy fresca, con una acidez derivada de unas vendimias más tempranas, agradable dulzor, pero breve final.
Setúbal. Bacalhôa 20 años de 1983. Moscatel de la cosecha 1983 que tras 20 años de envejecimiento en pequeñas barricas de roble americano de las que se decidió embotellar en 2003 apenas 2,200 botellas. El vino abre con tonos de vainilla, marcadas notas cítricas a naranja y limón, que dan paso luego paso a tonos torrefactos a chocolate, en una boca untuosa y muy persistente con buen equilibrio entre acidez y dulzor.
Setúbal. Jose Maria da Fonseca Trilogy. Tres añadas fusionadas, la de 1965, que compone 90% del ensamblaje, la de 1900 y 1934, fue la primera vez que Jose Maria da Fonseca, pioneros de los moscateles de Setúbal, elaboró Trilogy. Por este moscatel desfilan en nariz una caravana de tonos amaderados, a pasas, ciruelas, vainillas, caramelos y avellanas que desembocan en una boca fina, con fin de avellana, sedosidad, persistencia, y un largo posgusto que lo hace muy elegante, y con un magnífico equilibrio entre dulzor y acidez. 18 grados de alcohol.
Setúbal Superior. Jose Maria da Fonseca 1911. Una verdadera joya enológica por su complejidad e impresionante frescura. Un vino embotellado en 2014 luego de 103 años a lo largo de los cuales el vino se fue moviendo de barricas a damajuanas. Plétora de pasas en un vino goloso, con fin salino, y asombrosamente fresco para su centenaria vida. Irrelevante fragmentar el vino en cualidades o matices específicos cuando lo que destaca en él en su magnífica redondez como conjunto. Un vino que se hizo para conmemorar el 180 aniversario de la bodega, del que se produjeron apenas 180 botellas de 500 mililitros. Cada una cuesta 795 Euros.
Madeira. 1900 D’Oliveiras Moscatel Reserva. Un vino procedente de una minúscula parcela, de la que se elaboró un vino de moscatel de grano menudo en forma muy tradicional y sin intervención. La bodega, un proyecto familiar que empezó su andadura en 1850 e incluso conserva vinos que datan de ese entonces, decidió embotellar esta rareza de moscatel de 1900 por el que aparecen notas muy almendradas, sabores muy cítricos, marcados tonos a vino de Madeira e incluso alguna reminiscencia a queso Roquefort, y que en boca tiene un final algo alcohólico.
Maridajes: Sabores de Oporto y Madeira
Uno de los retos de los vinos fortificados es el de trascender el estereotipo gastronómico que casi los circunscribe a acompañantes de quesos, chocolates y postres, para abrirles la puerta a una amplia paleta de posibilidades de sabor que les permite fungir como compañía de una variada suerte de menús, de principio a fin.
Uno de los pilares del programa complementario de Essência Porto es su compendio de cenas y ejercicios de degustación alrededor del amplio espectro de vinos de Portugal, pero dos cenas especiales permitieron concentrar ese matrimonio armonioso entre los sabores portugueses y los de los vinos de Opoto y Madeira.
En Vilanova de Gaia y a orillas del Douro, Porto Cruz es un espacio enófilo que permite recorrer al vino a través de juegos sensoriales, videos tiernos y conmovedores sobre el compromiso de los elaboradores de la zona, e incluso la posibilidad de diseñar, escoger el estilo de vino de Oporto que mejor encaja con las preferencias de cada visitante. Allí es también la casa de los fortificados Dalva, excelentes, pero menos conocidos vinos de Oporto, que sirvieron de fuerza motriz a una de tres cenas de degustación protagonizadas por algunos de los jóvenes cocineros portugueses más talentosos.
Pedro Lemos regenta un restaurante homónimo, el único con estrella Michelin en la ribera oportiana del Douro, una que obtuvo en 2014 practicando una cocina de producto, de entorno, más manual y poco tecnológica y que, en sus palabras, apuesta por la manera tradicional de hacer las cosas.
Siguiendo un refrescante cóctel de Porto Tonic con Porto Dalva Dry White y cascara de naranja, Lemos dio paso a en Porto Cruz a cuatro tiempos de sabor, que recorrieron dos Oportos blancos, un colheita y un vintage, metódicamente pensados para armonizar cuatro platos.
Un Porto Dalva Blanco Dry de 10 años con muchos recuerdos a frutos secos encajó como guante de seda a un plato de carabineros, sepia y habas, al que añadió deliciosos tonos a nueces y almendras. Porto Dalva Colheita 1977, inclinado por la ruta de la vainilla, la salinidad y un largo retrogusto a almendra tostada con moderado alcohol y marcada acidez, fue compañía de un memorable atún con foie gras y setas, al que redondeó con sus puntos de dulzor y almendrados. Un afrutado Porto Dalva Vintage 2004 con recuerdos a ciruela fresca, polvo de café instantáneo, finos tostados y ahumados, y una boca fresca y almendrada armonizó casi como un tinto tranquilo un pichón con salsifí y trufa negra. Y un Porto Dalva Golden White Colheita 1971, con destacadas notas de almendra, salinidad y un final muy persistente y aterciopelado, cobró una dimensión más afrutada al contrastar tonos acaramelados y a limón que le despertó un postre de guinea, perlas sagú y lavanda.
Thomas Jefferson y muchos más sucumbieron a la seducción de los vinos de Madeira, tierra del futbolista Cristiano Ronaldo, quien comparte con los de Oporto-Douro, esa doble dimensión de fortificados y tranquilos. Los primeros, más conocidos, y entre los segundos ---amparados por la DO Madeirense---, algunos interesantes descubrimientos.
Para apoyarlos y garantizar su calidad, el Instituto de Bordado e Vinho de Madeira sirve de ente regulador, vislumbrando al vino como un producto tan artesanal como el bordado, de ahí que compongan un binomio de identidad y calidad madereinse. Con tanta riqueza turística como enológica, Madeira cuenta con ocho productores que disponen de un apoyo poco habitual, un servicio de bodega que el Instituto ofrece a pequeños viticultores para que allí puedan elaborar su vinos, utilizando al enólogo de su selección o al que les brinde la bodega institucional.
El Instituto fue anfitrión de una cena armonizada en el restaurante Cafeína, en el barrio portuense de Matosinhos, en que cautivó un fortificado Borges 10 años, con tonos salinos, almendrados, amaderados y tostados con buen equilibrio y largura en boca que planteó una armonía inédita, gloriosa e insuperable con una propuesta de sardinillas con caviar, tartar de tomate y aceite y escabeche de vinagre, a los que se impuso y redondeó rozando la perfección. Fortificado también un H&H Malvasía 15 años de Malmsey, con tonos más dulces a caramelo, pasas, mucha nuez, almendra salada, y un final salino, profundo y persistente para maridar una pera caramelizada con lavanda, muffin de nuez y helado de queso de Azeitão. Complementando estos fortificados, un delicioso Palmeira e Voltas 2013, un blanco de palidez extrema, mineral, floral, con tonos cítricos, gran frescura, y mucha elegancia en el paladar, que le hizo óptimo acompañantes para frutos del mar y frituras como un bolinho de bacalao con muselina de setas y coliflor. Este vino es uno de los que se elabora en la bodega institucional de la denominación.
Otra gran casa del Douro, Symington, fue la anfitriona en Feitoria Inglesa de una comida digna de la más recalcitrante nobleza de Downton Abbey. Toda una institución en Oporto, la Feitoria Inglesa era el centro de reunión de los protagonistas del vino de ascendencia inglesa cuando los miércoles tomaban una pausa entre el despacho de órdenes los martes y la toma de nuevas los jueves.
El edificio ---que funcionaba casi como una embajada en Oporto por ser propiedad de la monarquía británica, que luego la cedió a las casas inglesas de vino que posteriormente la adquirieron para celebrar allí diversos actos--- , traslada a los siglos XVIII y XIX, con una amplia galería de retratos con representantes de familias como Sandeman, Symington, Churchill o Taylor’s, estantes con la más fina loza inglesa, mobiliario de la época y un estilo muy “British”, en lo que respecta a la vajilla, mantelería y servicio en frac y con guantes blancos.
Un clásico menú inglés culminó con un postre de chocolate y una selección de quesos, ejemplificando el aura de estos dos ingredientes como idóneos complementos a los vinos de Oporto. Fondant de chocolate con mousse de tiramisù y sorbete de naranja para un Warre 1977 Vintage Porto, con muchos recuerdos a ciruela, reminiscencias a jalea de guayaba, y gran frescura, y para concluir con un dúo luso-inglés de quesos Serra Estrela y Stilton, un Graham’s 20 años, desplazándose por la ruta de las pasas y los frutos secos, que encajaron bien con el chocolate y la mousse, y también reveló toffees, destacadas notas de naranja y un fin muy almendrado.
Escoltado por juncos dorados como el trigo o el maíz se desplaza el río Douro en tránsito por un mar de vino desde el Atlántico a la frontera española. Entre nieblas el sol juega al escondite, mientras éstas envuelven discretamente a la vera del río limoneros y naranjos pletóricos de frutos, y un entramado de mimosas de motas louras pinta con color el verde del paisaje y el gris del día.
Mientras el río atraviesa el monte como si fuera un cañón esculpido a través de la pizarra, empiezan a aparecer por las laderas que se deslizan al río quintas, tan vetustas como majestuosas, rodeadas de viñas imponentes y señoriales.
A lo largo del surco del río la ruta se estrecha y se ensancha como si abriera sus fauces con hambre de degustar las viñas, mientras alguna embarcación solitaria navega sus aguas plácidas, inamovibles, como antaño lo hacían los rabelos cargados de toneles que luego desparramarían su contenido al mundo.
Unas viñas escalan socalcos que ascienden a la gloria y otras casi rozan las aguas, ansiosas de que las mojen los siglos de historia que redactan la pintura del que probablemente es el más imponente marco de vinos del mundo: el Douro.
Dueño y señor del vino y el paisaje, por su larga ruta hasta casi hasta la frontera española, el Douro va dictando la verticalidad de las viñas, donde las vides se acoplan con diversos métodos de conducción, y un vaivén de revelaciones sobre suelos.
Se atraviesa al Bajo Corgo, el Alto Corgo y en el recorrido se llega hasta Douro Superior y a Vila Nova de Foz Côa, en un microclima especial creado por una cordillera que protege de las lluvias, y una plata tectónica que propicia un clima mediterráneo del que surgen higos, naranjas y hasta olivares. Una zona vitivinícola que por mucho tiempo estuvo en un segundo plano pero por cuyas viñas están apostando cada vez más y más los grandes bodegueros de la comarca.
Alguna visión premonitoria del territorio habría tenido de él a fines del siglo XIX Dona Antónia Adelaide Ferreira, para querer anticiparse al tren. Si Champagne tuvo a su Veuve-Clicquot, la gran dama del Douro fue la “Ferreirinha”, la principal terrateniente agrícola de todo el Douro, quien en 1877 compró, además, 300 hectáreas de tierra virgen en Vila Nova de Foz Côa para construir allí una explotación modélica en la que aplicar su experiencia como empresaria agrícola duriense. Para ello esperó a que llegara el tren, porque esto le permitía enviar vino a Vila Nova de Gaia (donde estaban todas las bodegas de vino en Oporto) en apenas cinco horas, en contraste con los dos días que tomaba a los rabelos recorrer el río hasta llegar allí. Así que entre 1887 y 1895 discurrió la obra del proyecto, que su visionaria apenas pudo disfrutar porque murió al poco de concluirlo.
Esos fueron los orígenes de Quinta do Vale Meão, un espacio que como quiere decir Meão, está en el medio de las montañas en el Douro, que baña al proyecto por su frente y por detrás.
Al fallecimiento de dona Antónia la propiedad quedó siempre en manos de sus herederos, hasta que en 1994 su tataranieto, Francisco de Olazábal ---administrador del proyecto--- y sus hijos completaron el largo y tedioso proceso de comprar todas las partes de los restantes herederos para convertirse en propietarios únicos de la Quinta, fusionando las dos empresas separadas que la constituían en una sola. De este modo, en lugar de que una de las empresas vendiera uvas a la bodega para que ésta elaborara vinos, a partir de 1998 se aunó viticultura y vinicultura en una sola empresa para dar paso a los grandes vinos de Quinta do Vale Meão, que tienen por objetivo ser originales y complejos, jugando a mezclar las diferentes variedades de uvas del Douro expresadas en diferentes parcelas y los estilos que son fruto de las diferencias de los terrenos, de esquisto, granito y gravas aluviales.
Esta complejidad y originalidad fueron el fruto de una recoversión y una replantación del viñedo desarrollada a partir de 1971, cuando la construcción de una represa en la zona provocó una inundación en la finca, que obligó a re-estructurar las viñas. En ese ejercicio el viñedo replantado procedió a organizarse por casta, prestando especial a la touriga nacional, que por sus pobres rendimientos y dificultad de cultivo hasta entonces había estado casi abandonada, a pesar de tener una buena aptitud para el Douro Superior. La touriga hace un importante aporte a la calidad y originalidad de los vinos de la Quinta.
De sus hoy 270 hectáreas Vale Meão cuenta con unas 88 hectáreas de viña, entre las que también hay cultivos de leguminosas para poder crear un ecosistema. No usan herbicidas, pero no se manejan de manera biológica pues la bodega quiere poder intervenir si es necesario. El cultivo se reparte entre touriga nacional (40%), touriga franca (20%) y tinta roriz (25%), además de otras variedades como la tinta amarela, tinta barroca, tinto cão o sousón y algunas más en menores porcentajes.
La producción, que en su nueva etapa se estrenó con la cosecha 1999, está en manos familiares, con el experimentado don Francisco padre, a cargo de la dirección administrativa, y Francisco hijo a cargo de la enología y su dirección técnica. La filosofía de la bodega es fundir tradición con tecnología, de ahí que aúnen la vinificación en lagares con modernas tecnologías, con lo que han sabido edificar conservando los fundamentos que entienden también tienen valor contemporáneo y por eso no deben de descartarse.
Con este objetivo, la empresa restauró su bodega antigua respetando su diseño arquitectónico y recuperando sus grandes lagares, y añadiendo una expansión subterránea que permitió crear espacio para barricas y para estocaje. También recuperó la antigua bodega de Barça Velha, para dedicarla exclusivamente al almacenaje de los vinos fortificados.
Recibida la uva en vendimia, se despalilla y se bombea a los depósitos donde se le aplica un shock térmico de frío, y luego se traslada por tubos al lagar, para pisar allí las bayas y homogeneizar los mostos y lograr extracción antes del inicio de la fermentación alcohólica, pues la temperatura del cuerpo humano es la ideal para que la fermentación arranque.
Cuando el mosto va destinado a ser vino tranquilo, se pasa de los lagares a los depósitos. Luego se saca el vino de prensa, que se destila para elaborar el aguardiente vínica que se emplea en la elaboración del Oporto. La bodega siempre elabora de forma monovarietal y clarifica sus vinos antes de embotellar.
De toda la producción surgen cuatro líneas de vino. Los Meandro, una etiqueta de entrada de la que se elaboran 194 mil botellas repartidas en un tinto hecho con uvas de la bodega y un blanco con uvas compradas; los Quinta do Vale Meão, el vino top, con apenas unas 27 mil botellas; los Monte Meão, vinos monovarietales de monoterrenos que se producen sólo en años excepcionales, como por ejemplo una etiqueta de touriga nacional; y Vale Meão Porto Vintage, los vinos fortificados de Oporto que se elaboran todos los años pero se embotellan sólo cuando la calidad lo justifica.
El Meandro do Vale Meão 2012 es un vino pulido, equilibrado y en extremo mineral con recuerdos a pura pizarra en boca. En nariz tiene una plétora de tonalidades a mermelada, fruta confitada y silvestre, frambuesa, sotobosque, balsámicos y especias antecediendo sus matices a chocolate. Se elabora a partir de una mezcla de touriga nacional, touriga franca, tinta roriz y otras variedades portuguesas que luego hacen maloláctica en acero inoxidable y envejecen en barrica usada francesa.
El Quinta do Vale Meão 2012 es más intenso de color, más denso y con cuerpo más robusto y una sólida columna vertebral de fruta y equilibrio. En esta etiqueta aparecen más notas de crianza, vainillas, caramelos, cristal de anís, fruta de baya abundante e intensa, con un pase por boca largo, muy aterciopelado, y de meditación. Un vino profundo y muy elegante que invita a la siguiente copa, pero no por fácil, sino para reflexionar sobre ella. El vino hace maloláctica en barrica y se cría en barrica francesa nueva. Se elabora a partir de una predominante touriga nacional, acompañada de touriga franca, tinta barroca y tinta roriz.
Además de los vinos, Quinta do Vale Meão produce un aceite de oliva homónimo, de producción biológica, elaborado con las variedades verdeal, cordobil y cobrançosa de olivos centenarios plantados en 1887. La bodega tiene plantadas 32 hectáreas de olivar.
Video Douro Superior * Video Quinta do Vale Meão
Más OPORTOnidades de vino
No cabe duda que Dirk Niepoort es, además del elaborador portugués con probablemente la mayor proyección internacional, un gran curioso con tentáculos vinícolas que rozan cada vez más puntos geográficos de España y Portugal. Primero con los Douro Boys y ahora con su nueva pasión, la uva Baga, que le ha inspirado a moldear en la región de Bairrada un grupo a la usanza del primero y que ha designado “Baga Friends”, es, no obstante, en el Douro portugués donde Niepoort mejor revela sus habilidades como elaborador, con vinos capaces de conjugar territorio y finura, con inequívoca personalidad. Fue el caso de:
Batuta Tinto 2011. Douro. Un tinto con mucha fruta fresca en nariz, mayor juventud, intensidad y potencia, con una magnífica espina dorsal de acidez, que le augura un largo recorrido.
Redoma Branco 2011. Douro. Elegante blanco con tonos yodados y cítricos a abundante cáscara de naranja amarga. En boca se estrena fresco y ligero para luego ir ganando untuosidad y notas salinas, envueltas en un velo de fina vainilla que le aporta complejidad y elegancia.
Niepoort Colheita 99. Vinho de Porto. Simplemente divino. Finas almendras saladas con fruta roja fresca, idóneo tanto para postres cremosos como el flan o frutas frescas como fresas y naranjas.
Altano Blanco 2014. Douro. A pesar de que el clima que puede ser caluroso en exceso no propicia en demasía la elaboración de vinos blancos en el Douro, este Altano de Symington es un excelente ejemplo de las posibilidades blancas de la región, gracias a los vientos que refrescan sus viñas muy altas y que uniendo variedades como Rabigato y Viosinho, componen este blanco pálido, con mucha chispa, excelente acidez, recuerdos minerales y complejidad. En Douro Symington elabora también su Reserva de la Familia, un excepcional blanco con delicados tonos ahumados, que no se comercializa.
Druida Reserva 2012. Blanco del Dão, de la variedad encruzado. En nariz tiene tenue melocotón, recuerdos a maíz tostado, hinojo, humo y en boca un punto untuoso, con mucha chispa. Sedoso y envolvente termina con una gran salinidad.
Dalva Reserva Douro 2012. Los cautivantes fortificados tienen también su dimensión tinta tranquila, con mucha fruta, tonos tostados, y taninos bastante pulidos en un vino que es potente, equilibrado, profundo y muy mineral.
Ultreia Douro 2011. Uno de los tintos más seductores del Douro es obra del español Raúl Pérez quien elabora un vino muy afrutado y golosidad a cerezas, grosellas y frutas de baya, matices florales, muy pulido en boca y en extremo elegante.
Cabriz Touriga Nacional 2010. Dão. Un emblema de Portugal que también usan algunas bodegas en España, la touriga nacional es una cepa complicada de trabajar en viña pero que cuando se emplea en solitario crea vinos bastante interesantes, como éste de una de las bodegas más conocidas del Dão, que desplega mucha fruta, tonos minerales y a chocolate, carnosidad en boca y buen potencial de guarda.
Frei João Baga 1980. Bairrada. La baga es una variedad de uva que está revelando un muy interesante potencial para largas guardas, de las que este vino, con 35 años es un magnífico ejemplo. Conserva aún bastante fruta y frescura, curiosamente aún una pizca de tanicidad, y muestra tonos balsámicos.
Senhora do Convento 2011 Vintage Port. Touriga Nacional y Tinta Roriz a medias, éste es un Oporto muy jugoso y pulido, prolífico en fruta, y que busca abordar a las nuevas generaciones de consumidores con una ecuación de fruta, imagen y aptitud para coctelería.
Granito Cru 2013. Vinhos Verdes. El enólogo Luis Seabra revalida el nivel de esta etiqueta de alvarinho, un proyecto que tiene su origen en Melgaço y cuyas vides proceden de viñas más altas que permiten elaborar vinos con mucha acidez, que otorga una gran vocación de perdurar. Este blanco muestra la expresión más mineral de la alvarinho, que le envuelve en un atuendo de gran elegancia y le sitúa al nivel de otros grandes blancos europeos.
Los colores de Oporto en Coruña
Oporto fue la ciudad invitada de la más reciente edición del Fórum Gastronómico de Coruña. Como parte de su participación, Rui Falcão, una de las máximas autoridades en vinos de Portugal condujo una cata comentada de vinos fortificados de Oporto, a través de la cual se recorrieron varios de sus estilos, reflejados a través de sus colores, de los más rojos Ruby a los más castaños Tawny.
Burmester Colheita 1989 – caramelo, toffee, higos, cereza, tabaco de pipa, vainilla y hasta cereza evoca este vino ultra fino, aterciopelado y muy elegante que concluye con abundancia de sutiles notas a nuez en el paladar.
Poças 40 yr. – Un Tawny con recuerdos a higos, caramelos y profusa almendra que en boca es muy fino, salino, largo, goloso y super elegante.
Quinta do Vesúvio Vintage 2011. Plétora de frambuesa en este Oporto elaborado con uvas de una sola parcela del Douro Superior (más proximas a España). Aparecen también recuerdos a caramelo y una boca de acidez marcada y un punto algo tánico en un vino potente y pulido.
Quinta Nova LBV 2009 – tonos a fruta madura y ciruela en compota, matices ahumados y torrefactos, recuerdos muy mentolados y un final persistente pero sedoso y con un buen equilibrio entre azúcar y acidez.
Ramos Pinto Tawny 20 yr. – Dice Falcão que, en opinión de muchos, los Tawny de 20 años son los vinos más equilibrados. Éste destacó por sus matices cítricos y a té.
Sandeman Vintage 2011. La del 2011 es considerada una de las cosechas históricas en Oporto. Éste, más que un fortificado, es casi un vino tinto, con mucha frambuesa, recuerdos a violetas, pimienta que dan paso luego a tonos de pasa en un vino intenso y persistente.
Tapando el vino: Helix
Famosa por sus vinos, Portugal es también reconocida por su producción corchera y sus bosques de alcornocales que crean importantes ecosistemas en regiones como el Douro. EN NUESTRA PRÓXIMA EDICIÓN de Divinidades llevamos Dios mediante a nuestros lectores al corazón de la corchera más grande del mundo, Amorim. Cuatro billones de corchos al año sugieren la magnitud de lo que allí se cuece. En esta edición les compartimos una de las novedades de la empresa: Helix, un tapón de corcho destinado a vinos pensados para beberse jóvenes y que, en lugar de apostar por la tapa rosca, ofrece un tapón de corcho que puede extraerse sin necesidad de sacacorchos y volverse a colocar para preservar cualquier vino remanente. Un producto que dura unos dos años y permite a las botellas guardarse de pie o acostadas. Con su facilidad de apertura, Helix está pensado para ofrecer conveniencia, una consideración muy importante en el mercado. Es un proyecto conjunto de Amorim con una empresa de Estados Unidos dedicada a la producción de botellas.
Divinidades y Viajes & Vinos agradecen a Essência do Vinho su invitación a formar parte del grupo de profesionales internacionales que participaron en el programa especial Essência Porto y tuvieron el privilegio de integrar el selecto panel de cata que escogió los 10 mejores vinos de Portugal.
Es complicado determinar en qué punto del paisaje logra hacerse el retrato más diáfano de la esencia del Ribeiro. Si el caudaloso río Miño que, con sus aguas que arrastran la sabiduría de la historia y quienes la escriben, baña viñas en Castrelo y también enmarca las colinas pintadas de viña que se yerguen en su ribera opuesta. Si en las terrazas que, extendidas por las Riberas del río Avia, retratan esa herencia centenaria de los monjes, que escenifica en las viñas que rodean su Rectoral de Santo Andrés una estampa idílica y evocadora de otras grandes zonas productoras del mundo donde la confluencia de viña, uva y monasterio tienen por suma vinos grandiosos. Si en la Ribadavia medieval con su Castillo, su historia judía o las bodegas de excepción en el centro del pueblo. O si en las minúsculas parcelas que parecen pinceladas de vid en la más plana zona del río Arnoia, de cuyas extensiones diminutas pero uvas maravillosas se nutren las bodegas casi de garaje que también han dado mucha fama a la denominación.
Si algo tiene en abundancia el Ribeiro es una historia rica y prolongada en el tiempo, paisajes de inefable belleza, una arquitectura con sustancia y herencia, un conjunto de elaboradores preparados y apasionados de su territorio productor, y un patrimonio de variedades de vid único en el mundo. Una perfecta ecuación en la que la suma de muchos ingredientes resulta en una oferta amplia y de calidad en botellas, en la que productores de diversos tamaños elaboran toda una gama de vinos.
Dicen algunos de quienes allí elaboran que para conocer sobre vinos en Galicia hay que centrarse en el Ribeiro, donde convive en armonía el que probablemente es el más amplio número de variedades autóctonas de vid en toda la comunidad gallega, pero también donde yace una de las más dilatadas trayectorias comerciales de elaboración de vino en toda España, por no decir tres zonas de producción delimitadas por ríos y con perfiles bastante definidos a la usanza de los crus.
Se dice que ya desde antes de Cristo se elaboraba vino en la zona, primero con los romanos y luego con los monjes que se establecieron por allí. Pero fueron los comerciantes judíos de Ribadavia quienes hicieron descollar los Ribeiros fuera de la comarca a partir de su llegada en el siglo XI, cuando Ribadavia, el corazón del Ribeiro y a orillas del río Miño, se convirtió en capital del Reino de Galicia. Los judíos incluso se quedaron en la región cuando los Reyes Católicos los expulsaron de España a fines del siglo XV.
Poco a poco llegaron los Ribeiros a Francia, Portugal, Italia o Gran Bretaña, una fama que alcanzó su esplendor en los siglos XV y XVI. Tan próspero se volvió el vino del Ribeiro por ese tiempo, que ya a fines del siglo XVI se legisló para regular su origen, producción y comercio, lo que constituyó los primeros indicios de protección de una denominación geográfica en España.
Ejemplo de esa celebridad es un documento histórico hallado hace un par de años, donde se acusaba a Colón de negar a un cura moribundo su ración de vino de Ribadavia, con lo que la historia apunta a que los primeros vinos que se ha documentado viajaron a América con Colón fueron precisamente unos con origen en el Ribeiro, que surgió formalmente como denominación de origen en 1932, siendo la más antigua de Galicia y una de las más antiguas de España.
Un esplendor como zona productora que decayó hasta culminar con el ataque a la filoxera y ha vuelto a recuperarse en los últimos quince años, gracias a un esfuerzo importante de investigación vitícola, que ha permitido la recuperación de parte importante del patrimonio de vides autóctonas de la zona, lo que ha propiciado la reconversión y re-estructuración de las viñas en una apuesta por estas cepas nativas, lo que, unido a tecnologías punteras que se incorporaron en las elaboraciones y a enólogos más jóvenes y otros mayores con una fuerte sensibilidad hacia el territorio, ha propiciado que en el Ribeiro haya tenido lugar una especie de revolución vinícola.
Puede imaginarse el paisaje desnudo de hojas en invierno, el de las cepas cargadas de racimos en vendimia, o el de cuando vuelven a vestirse de flores y empiezan a proliferar embriones de racimos de uva que poco a poco van insuflándose del espíritu y cualidades de una nueva cosecha.
La del 2015 apunta que pudiera ser prolífica en el Ribeiro. Por las viñas de Beade empiezan a abundar esas microscópicas bayas verdes esparcidas a todo lo largo y ancho de un horizonte interminable de diversos tonos verdes entre árboles, grama y viña, que apenas quiebran con su color algunas margaritas de intenso mostaza o amapolas rojo carmesí plantadas al inicio de cada parcela, para avisar de cualquier posible problema con el viñedo y sus uvas.
A poca distancia de Ribadavia, Beade es una de las zonas más emblemáticas de la punta del triángulo que forma el río Avia y, en opinión de Ramón Espiñeira, probablemente la zona donde se den las mejores treixaduras de todo el Ribeiro y de esa localidad toma su nombre la Adega de San Roque, que tiene gran parte de las 110 hectáreas de sus socios esparcidas por este enclave en un zig zag de hileras verdes delineado por las diferentes orientaciones de cada plantación de cepas, que abarcan casi hasta donde se pierde la mirada y entre las que se hallan las que probablemente son algunas de las cepas más viejas de la denominación.
Delatan su edad sus troncos obesos, enroscados en sí mismos y por la viña como serpientes que se deslizan acechando al tiempo de las uvas. La primera cuenta que se tiene de ellos data de entre 1960 y 1962, que no quiere decir que hayan sido plantadas entonces, sino que fue entonces que empezaron a llevarse registros de vides, con lo que es difícil, de momento, determinar con precisión su verdadera edad.
A través de esas fincas y otras que hay en otras zonas del Ribeiro se distribuyen las treixaduras, godellos, albariños, torrontés, loureiros y uva albilla, además de garnachas, mencías y un poco menos de ferrón, sousón y brancellao con las que se moldea apenas un 3-4% de la producción total de la bodega. Unas uvas esparcidas a lo largo de 110 hectáreas, en promedio, una hectárea por viticultor y cada viticultor con entre 10 y 20 parcelas para conformar esa hectárea. Parcelas con vides conducidas en espaldera o con el antiguo formato de tutores hecho con estacas de palos de mimosa, aunque también haya alguna parcela abierta en dos por algún parral.
La Adega Cooperativa de San Roque de Beade, que así realmente se llama la casa que alberga los Terra do Castelo, se fundó como cooperativa al uso en 2004, cuando sus 104 socios, compuestos por familias de viticultores decidieron poder asegurar de manera continuada y a buen precio la salida de unas uvas de muy alta calidad, sin tener que depender de terceros. Lo del Castelo, porque hallar en la del Castillo de Ribadavia un símbolo de unidad para el sector.
Unidos viticultores de varias zonas, poco a poco fueron dejando atrás esa imagen tradicional de cooperativa de graneles baratos, para dar paso a un proyecto de elaboración de vinos de calidad y de menores volúmenes. Un cambio de filosofía al que aportó Espiñera, quien de Rías Baixas llegó a la bodega primero como asesor para un vendimia y luego se hizo cargo de su parte operacional, persiguiendo más eficiencia, rentabilidad y calidad en los vinos, enfocándose en elaboraciones a partir de godello y treixadura, y también algo de tintos de mencía.
Allí también en Beade están también los dominios Finca Viñoa, uno de los proyectos más jóvenes de la denominación de origen. En la cima del Ribeiro, con una bucólica vista del valle que se admira desde un mirador con una copa de su vino. Se tarda en llegar a ese destino con suelos de esquisto, granito y pizarra, transitando una estrecha ruta de ascenso que parece interminable y que marca una distancia de casi 200 metros desde el punto de partida.
Allí, a 380 metros, cerca de un letrero y una cruz que recuerda a la capilla del Ródano, una sólida mesa de granito, y un silencio inquebrantable que permite admirar con placidez vides y y degustar la magia del vino, se divisa en amplitud una parte de las poco más de 13 hectáreas que tiene la bodega, repartidas en tres orientaciones que miran a diversos puntos del sur, distribuyendo las variedades a través de diversas alturas. En 2011 vio la luz el Finca Viñoa, un blanco de ensamblaje protagonizado por la treixadura.
Si las viñas de Finca Viñoa ubican en lo alto del valle, en un punto más bajo de ese mismo valle del Avia están las de Casal de Armán, que miran frente por frente a la Rectoral de Santo Andrés. Parecería cualquier pasaje borgoñón o bordelés, incluso, con sus campanadas, pero no, es el reino de la treixadura rodeando la bodega, que por sus varios costados van redondeando con equilibrio la diversidad de las variedades plantadas y los suelos donde éstas se asientan, terrenos sábregos y algunas zonas de esquistos que año a año van cambiando la ecuación de procedencias para lograr una consistencia en el vino, de cosecha en cosecha. Se logra manteniendo la ecuación de variedades, pero maniobrando con su componente de treixadura conforme la procedencia de sus suelos.
A través de la abundancia o tamaño de los incipientes racimos en sus cepas, la viña frente a la bodega da testimonio de las variedades de vides y la evolución del ciclo vegetativo. Las torrontés con muchos zarcillos, racimitos bonsai, casi de Barbie, más adelantados en su desarrollo. Godellos y treixaduras con bayas más discretas. Sobre cada una va explicando detalles Javier González, enólogo y cuarta generación de una familia vinculada desde el siglo XIX a la historia del Ribeiro y que ha sabido capitalizar comercialmente un conocimiento de más de un siglo, con modernos métodos de elaboración. Así, familiar y de dimensiones no demasiado grandes es la bodega, que también comparte como proyecto, una casa rural con un extraordinario restaurante.
Los vinos de Casal de Armán no tienen tanta estructura en boca como los de otras zonas de la denominación, mostrando tonos más minerales, florales y salinos. La bodega posee unas 18 hectáreas de viña repartidas en diversas fincas, en las que hay plantadas treixadura, albariño, godello, y algunas variedades tintas como la sousón. En la bodega se elaboran predominantemente blancos (90%) y un pequeño porcentaje de tintos, distribuidos en un vino introductorio blanco que es Eira dos Mouros (7 Cupos en España), el Casal de Armán y luego otros dos vinos de parcela, el Finca Os Loureiros y el Finca Mi Senhora, mucho más afilados, elegantes y complejos. En tintos están el Eira dos Mouros y el Casal de Armán, vinos con ese fondo de frescura, mucha fruta y cuerpo más ligero, en la línea de sus blancos y todos, tanto blancos como tintos, con una espléndida aptitud gastronómica.
Castrelo es célebre por su puerto deportivo y las vistas casi a ras de suelo del imponente Miño. En esa orilla vinícola hay un pazo que se divisa desde las viñas de Bodegas Campante, que envuelto en nieblas o bañado por el sol, emana un halo de misterio y un garbo señorial que dejan huella en la postal del vinos de ese lado del valle.
Justo en Prado do Miño, casi colindando con el punto donde se ensancha el río está la bodega desde hace poco más de dos décadas, dando solidez a un negocio familiar en pie desde la década del 1940 y hoy regentado por su tercera generación, que da continuidad al proyecto que se inició elaborando vino en casa y comercializado tímidamente en barricas, por la región.
La historia de Campante va unida a la historia del Ribeiro moderno, al haber sido la primera bodega en embotellar vino en la denominación. Desde entonces hasta ahora su producción se ha guiado por la conjunción de las más avanzadas técnicas vitivinícolas y la preservación de las características tradicionales de sabor y aroma del vino regional, un esfuerzo que se reafianza con un plan estratégico que la bodega implementa con el objetivo de innovar y mejorar aún más su calidad, para responder mejor a las exigencias del mercado.
De sus vinos blancos bandera, Viña Reboreda o Gran Reboreda, la bodega ha ido expandiendo su cartera de etiquetas, para incluir el 3Uras y unas que se estrenan, Adeus, un treixadura-loureiro-godello, y A Teilleira, un godello monovarietal del Ribeiro. Un godello de cepas de unos 40 años procedentes de una de las tres fincas que forman una especie de triángulo especial de viña alrededor de la bodega, y que se complementa con una finca de loureiro y otra de treixadura, que compone el 70% de las uvas de Campante. De esta trilogía nace en 3Uras, un vino que no se elabora todos los años.
En Campante se vendimian y vinifican por separado las fincas conforme sus variedades de uva, pues los suelos y altitud de las parcelas incide en las particularidades de su producto. Elaborados los vinos, se catan y se va decidiendo a qué vino destinar cada partida. En su conjunto de vinos la bodega pretende que los suyos reflejen la finca de donde proceden, destacando fruta y notas florales.
Además de sus numerosos tintos y blancos tranquilos, hay en casa un mimado tostado, el Alma, un vino dulce natural que sigue la tradición recuperada de elaborar vinos tostados del Ribeiro, vinos naturalmente dulces. Si el Alma se elabora a partir de la treixadura, la bodega experimenta con un tostado de loureira, un vino de perfil totalmente diverso y que no tiene aún visos de comercialización.
En el valle del Miño está también Ramón do Casar, una bodega jovencísima que es espejo de una historia de sueños y superación.
Casar es la zona en que están viñas ---ocho hectáreas en total--- y bodega y Ramón es el padre de la familia, quien emigró a Venezuela en los años 1950, regresó a Galicia para casarse y tornó nuevamente a territorio venezolano para manejar sus empresas de elaboración de pan, que hoy siguen en pie. Entre viajes compró viña y empezó a vender uva, pero no satisfecho con los rendimientos de esa faceta de viticultor determinó hace un par de años edificar una bodega, integrada en el paisaje, minimalista pero muy funcional, y con unas vistas maravillosas del río, donde hace dos añadas se elaboran las dos etiquetas de la bodega, el primero un blanco 100% treixadura y otro blanco a la usanza del Ribeiro, con una mezcla de variedades de uva.
Pablo Estévez es el asesor enológico de la bodega, para la cual han vislumbrado un vino que se elabora íntegramente con uva propia, cultivada de manera integrada y respetuosa con el ambiente. El proyecto arrancó en 2013 con una cautelosa producción de unas 50 mil botellas.
Frente a la bodega y rozando el río, parcelas de albariño, aunque la variedad dominante en el cultivo es la treixadura, una uva muy sensible a las fluctuaciones del clima y la humedad en la zona.
De los vinos resalta su honestidad de vinos bien construidos en viña y bodega, muy redondos, directos, sabrosos, pero sin excesivas complejidades que amedrenten a quien les bebe. Son fáciles de beber, con buen volumen en boca, mucha frescura, como mandan los buenos vinos del noroeste Atlántico español, y con una excelente aptitud gastronómica. La bodega tiene previsto explorar alguna elaboración en madera en un futuro no distante.
Los de Ramón de Casar tienen, además, un atractivo muy importante, su cuidada imagen, muy visual, e inspirada en la nostalgia y emoción de esos viajes de la emigración gallega con los que se identifica la familia fundadora, para la cual han empleado fotos antiguas cedidas por Alberto Martí, fotógrafo de la emigración, presentadas de modo atractivo, moderno, singular y con muy buen gusto, que hacen a los vinos, inconfundibles. Todo son referencias a ese relato emigrante, con cartas de ida y vuelta entre esposo y esposa que antes se escribían en papel y hoy se relatan con treixaduras, e incluso empaques que asemejan maletas, para embarcar los vinos a todos los destinos posibles, como antaño hicieron gallegos como los de la familia de Ramón.
Pasando Ribadavia, y dejando el río que da nombre a esa ciudad monumental y al valle productor de vides, aparecen las aguas cristalinas del Arnoia y la transparencia de los vinos que se elaboran con vides que nacen en su valle.
Contrario a las elevaciones que abundan en la subzona del Avia, el valle del Arnoia se extiende por un paisaje más plano donde las parcelas se multiplican como panes y peces. Pasando por la parroquia de Paixón se llega a Viña Martín, y a los dominios de Os Pasás, un proyecto que toma su nombre del entorno donde ubica y que es uno de los proyecto de vino más sobresalientes del Ribeiro y probablemente también de toda Galicia.
El señor de la casa se llama Luis Anxo Rodríguez, pasado presidente del CRDO Ribeiro, y ahora totalmente enfocado en lo que más le gusta y mejor sabe hacer: el vino de su pequeña bodega familiar.
Ya su abuelo elaboraba vino y el empezó a dedicarse a él la curva de la década del 1990. Hoy, y a pesar de que no puede catalogarse como una bodega de garaje, la bodega conserva unas dimensiones reducidas y un espíritu íntimo de colleiteiro que Luis Anxo maneja con una visión tan artesanal como de sentido común, empleando técnicas de elaboración “antiguas” con las que anualmente se elaboran entre 20 y 30 mil botellas.
Los vinos de esta bodega son vinos con “raza”, sentido de origen, de su terruño y sus cepas, predominantemente treixadura en blancos (al menos un 60% de los ensamblajes) y en tinto, brancellao (al menos 50%), una variedad autóctona que da muchos tonos balsámicos y deja mucha untuosidad en boca. En la bodega se ensambla con otras cepas autóctonas tintas y más minoritarias. “Nuestro objetivo era recuperar el tipo de tinto que se elaboraba en Arnoia, donde no había mencías”, explica el bodeguero a Divinidades.
Tanto tintos como blancos (65% de la producción) destacan por su armonía, complejidad y, sobre todo, cautivadora gran elegancia, y en el caso de los tintos, además, su gran vocación de porvenir. “Busco ser fiel al suelo y a la historia. No marco lo que quiero, dejo que los vinos salgan, con un objetivo de recuperar algo viejo”.
Así, quien afirma haber aprendido tanto de su familia como de la Escuela de Enología en Madrid, ha ido recomponiendo ese recuerdo en copa, con intuición, historia, técnica y sabiduría, ensamblando brancellaos con otras uvas como la ferrol o la caíno que para algo él ha sido uno de los pioneros en apostar por las variedades autóctonas en la elaboración, que en la década del 1980 podían ser menos del 1% de los productores de la DO Ribeiro.
“No buscamos vinos aromáticos ni expresivos en extremo. Nos preocupamos por hacer buena viticultura y buscar vinos honestos, muy a la vieja usanza”, explica, añadiendo que en los suyos, las analíticas milimétricas de laboratorio pasan a un muy segundo plano. El trabajo importante se hace en viña, una dedicación implacable que busca extraer la pureza con mínima intervención y con la atención de varios trabajadores a cargo de cuidar las que hay en el Arnoia, y otra que hay en Ribadavia, de donde sale un extraordinario vino blanco de parcela, A Teixa.
Junto con éste otros dos más, el Viña de Martín Os Pasás, y otro de más alta gama, el Viña de Martín Escolma, una producción muy limitada, que no se elabora todos los años y que surge precisamente del escogido de los mejores pagos, con un bajo rendimiento por cepa.
En 2001 la bodega empezó también a elaborar tintos con concentración, intensidad y un objetivo de guarda, para lo cual se escogen las mejores cepas, los menores rendimientos y luego se trabajan las crianzas en barricas y fudres de roble francés, y se pulen con un reposo prolongado en botella antes de salir al mercado. En promedio, un año de contacto en madera y luego dos a tres con la botella. En gama tinta se elaboran tres etiquetas, el Eidos Ermos, el A Torna dos Pasás, y el A Torna dos Pasás Escolma, en línea escalonada similar a la de los blancos. Tintos que envejecen con belleza y que atestiguan que los tintos gallegos pueden envejecer con tanta distinción como cualquier gran Rioja, Ribera, Burdeos o Borgoña.
Siguiendo esa línea de recuperar lo antiguo, la bodega coquetea con la elaboración de un tostado, cuya etapa experimental está aún muy incipiente.
Los vinos del Ribeiro
3Uras 2013. Treixadura, godello y loureiro con cuatro meses de crianza en lías y cuatro en botella. Un vino más delicado en boca que en nariz destaca por sus recuerdos mentolados, con un punto meloso de compota de manzana. Fácil, fresco, untuoso, goloso y largo, un vino que no cansa y es bueno para comer. Su cosecha 2014, catada de depósito y sin haber terminado su elaboración, tiene mucha garra y es más redonda, con buena acidez, y una boca sápida, menos untuosa y más ligera.
7 Cupos 2014. Blanco fresco que destaca por sus recuerdos a pera, flores y tonos a eucalipto.
7 Cupos 2013. Tinto fácil, fresco, sedoso y equilibrado que muestra notas a jugosa frambuesa e intensos tonos a pimienta. Ensamblaje de brancellao, sousón y caíño longo.
Adeus 2014. De color amarillo pálido, este vino fusiona treixadura, loureiro y godello que luego de elaboradas pasan dos meses un lías y uno en botella. En nariz arrastra recuerdos a flor de camomila, talcos, tizas, y en boca es fresco, sápido, con una acidez marcada y un buen retrogusto.
A Teixa 2012. Contrario al resto de los vinos de la bodega de Luis Anxo Rodríguez, que surten su uva de la zona de Arnoia, las del A Teixa, proceden de una parcela en el valle del Avia, también de suelos graníticos. Se elabora en fudre y Luis Anxo Rodríguez los describe como vinos más verticales, e inicialmente menos expresivos y golosos. Inicialmente, porque una vez se abre la botella se derrama una maravilla de vino que destaca por su gran untuosidad y volumen en boca, su óptima integración de la madera y su complejidad organoléptica. Una nariz con recuerdos de melocotón, fruta de la pasión, mucho anís, algún fino tono de nuez y recuerdos a frutas de hueso y matices minerales da paso en boca a un vino que ataca el paladar con un punto dulzón y de delicada acidez (la del 2012 fue una cosecha de acidez más contenida), finura y persistencia. En boca evoluciona mostrando tonos almendrados de su paso por madera, que revelan notas de curry en un vino graso, envolvente y delicioso.
A Telleira 2014. Godello monovarietal que ha pasado cuatro meses sobre sus lías y cuatro en botella. Arrastra aromas anisados, a eucalipto, hinojo y flores blancas, siendo muy amable en boca.
A Torna dos Pasás 2012. Tinto que se estrena con aromas muy especiados, balsámicos, a monte bajo, chocolates, abundante canela y pimienta, dando paso a un estallido de fresas y mucha fruta, que concluyen con un pase muy aterciopelado en el paladar. Una etiqueta que se elaboró por primera vez en 1997 y que fue pionera en el empleo de cepas autóctonas del Ribeiro.
A Torna dos Pasás Escolma 2010. Con mayor profundidad en nariz, aparecen moras, regaliz, algo de canela y nuez moscada, laurel, vainilla y toffees en un vino más elegante y sutil, con fruta abundante, taninos dulces y una salinidad que llega a retratar alguna nota a algas.
A Torna dos Pasás Escolma 2000. Ésta fue la primera añada de esta etiqueta, cuya cosecha fundacional se limitó a 400 botellas. Un vino que quince años después muestra una evolución sobresaliente, en la que destacan los tonos balsámicos, la fruta, los tostados, todo con la dosis adecuada que le confiere una sedosidad y gran elegancia que le equipara a cualquier gran vino de Rioja con muchos años a cuestas. Un gran vino.
Casal de Armán 2014. Destaca por sus tonos florales en nariz y salinidad en boca, donde es fino y goloso. Blanco que ensambla 90% treixadura, 5% loureiro y 5% albariño. Su añada 2013 tiene mayor estructura, redondez y salinidad en boca.
Casal de Armán Finca Misenhora 2013. Un vino de parcela del que apenas se elaboran 1237 botellas con una boca más fina y afilada, y algunos recuerdos melosos. Base de treixadura con algo de godello y albariño que se someten a crianza en lías en depósito de inox.
Casa de Armán Finca Os Loureiros 2012. Vino de parcela que se somete fermentación y luego crianza de seis meses en la misma barrica de roble francés de varios usos. Regala una muy buena integración de fruta y madera, con reminiscencias a polvo de almendra y café.
Colección Costeira 68 Con Barrica 2013. Una menos conocida etiqueta del proyecto Colección Costeira de Vitivinícola del Ribeiro-Viña Costeira, este blanco se elabora a partir de uva treixadura fermentada en barrica. Madera manejada con minucia que en nariz es casi imperceptible, aportando complejidad en la estructura de un vino elegante, fácil y muy gastronómico. En nariz aparecen flores blancas, recuerdos de pera y melocotón, una pizca de tostados y almendras terminando en boca con mucho equilibrio y una buena acidez.
Eidos Ermos (A Torna dos Pasás) 2013. El tinto de entrada de la bodega con muchos tonos balsámicos a laurel, recubriendo un fino matiz a chocolate y cedro que sazona una muy buena fruta con recuerdos a cerezas y grosellas muy maduras que casi rozan la ciruela pasa y la pasta de guayaba. En boca entra sedoso y envolvente, con persistencia frutal y un final especiado a canela.
Finca Viñoa 2013. Blanco que destaca por sus tonos salinos y sápidos, y matices muy afrutados que van desde la manzana verde a la piña jugosa, envueltos en un velo de tiza. Un vino goloso, con buena acidez y elegancia. 92% treixadura, 2% loureiro, 3% albariño y 3% godello se funden en este vino que pasa ocho meses en contactos con sus lías y que a pesar de este tiempo prolongado, no tiene una estructura pesada en boca. Los vinos de Finca Viñoa estarán disponibles en Puerto Rico a través de Toma PR!
Ramón do Casar 2013. Aproximadamente un 70% treixadura, con un restante albariño y godello. Destaca por su ataque de reminiscencias minerales, cítricos y fruta de hueso, que en boca se torna salino, persistente y fresco, aunque untuoso. Su añada 2014, que saldrá al mercado en junio, es más expresiva a nivel aromático con tonos a cristal de anís y eucalipto, y tiene una boca mucho más fresco y mineral.
Ramón do Casar Treixadura 2013. Un monovarietal de treixadura con bouquet de manzana, melón, flores blancas y cítricos. Tiene una boca más fina, con acidez moderada, y un pase largo, untuoso y con chispa. Un blanco muy gastronómico que lo mismo va bien con dulces que picantes, con pescados, cerdo, guisos, arroces, carnes y ensaladas. Su añada 2014 tiene notables tonos a toronja y una boca grasa, untuosa y mayor persistencia en boca.
Terra do Castelo Treixadura 2013. Un vino joven que se elabora con uvas procedentes de todas las parcelas de la bodega. Estrena algo parco en aromas pero luego va abriendo muy paulatinamente con delicado perfume a manzana, recuerdos a fruta de hueso, y algún tono cítrico y tropical. Un vino de trago fácil y buena aptitud gastronómica que se desliza con untuosidad y sedosidad por el paladar y aunque es fresco, no tiene una acidez punzante y goza, además de un moderado nivel de alcohol.
Terra do Castelo Godello 2013. Similar elaboración a su contraparte de treixadura con recuerdos a camomila y tonos de pera. En boca también es fácil, con algún recuerdo meloso, una acidez justa y, aunque menos envolvente que el Treixadura, un buen volumen en boca que concluye con un largo posgusto.
Terra do Castelo Selección 2012. Los mostos más aptos de treixadura se destinan a este blanco con crianza en lías de entre 6 y 9 meses, que curiosamente le aportan recuerdos a una crianza en madera que el vino no tiene, como son la vainilla o el cigarro de pipa. Estos matices se complementan con tonos anisados, a pólen, concluyendo una boca afrutada, untuosa, y fresca gracias a su buena acidez.
Viña de Martín Os Pasás 2010. Blanco que ensambla 80% treixadura, 10% albariño y un restante 10% de lado y torrontés, no el argentino, sino variedades autóctonas gallegas. Ésta fue la primera viña que plantó el abuelo del propietario de la bodega. La del 2010 fue una buena cosecha en el Ribeiro. Éste es un blanco profundo, con color algo dorado y una nariz impresionante en la que aparecen tonos ahumados a incienso fino, melocotón puro, y abundante fruta de la pasión. En boca conserva aún buena acidez, y envuelve el paladar con sapidez y elegancia.
Viña de Martín Os Pasás 2005. A pesar de su década a cuestas es un vino aún con color bastante vibrante y sin dejos de oxidación. En nariz evoca tonos a miel y a manzana en compota. En boca se muestra fácil y muy bebible, aunque su acidez ya no es tan evidente.
Viña de Martín Escolma Blanco 2010. Un blanco muy salino, con tonos de frutos secos delicados y un delicado punto de miel y dulzor en boca. Complejo y equilibrado, sus uvas se vendimian por parcela y, aunque al principio también se vinificó así, fue algo complicado que se descontinuó aunque la bodega no descarta llegar a elaboar alguna etiqueta de pago. El primer Escolma Blanco se elaboró en la cosecha 2001.
¿Dónde comprar?
A Torna dos Pasás: Bodegas Compostela (PR) * Bodegas Campante: Classical Wines (EEUU) * Casa de Armán y Finca Viñoa: Próximamente disponibles a través de Toma PR! * Ramón do Casar: Próximamente disponibles en El Almacén del Vino de B. Fernández (PR) * Viña Costeira: Próximamente disponibles a través de Cien Vinos. Otros vinos del Ribeiro: Coto de Gomariz: Cien Vinos.
Ribeiro en Puerto Rico
Este pasado mayo la DO Ribeiro y varias de sus bodegas regresaron a Puerto Rico para completar la tercera fase de su plan exportador que tiene a la Isla como eje de sus esfuerzos de internacionalización. Varias bodegas participaron en dos eventos colectivos y en catas individuales en las que pudieron presentar las etiquetas que se espera pronto entren al mercado y mostrar la aptitud que tienen los vinos de esta zona productora gallega como complemento de la gastronomía local.
Las innovadoras exquisitices del Salón de Gourmets
La cita roza la treintena, que se alcanzará el próximo 2016, pero la edición de 2015, que aún sigue siendo la XXIX, del Salón del Club de Gourmets que se celebró este abril en Madrid fue una verdadera extravaganza de gusto, con novedades culinarias entre lo sagrado y profano del mundo gourmet.
Durante casi una semana, la mayor feria europea dedicada a los productos delicatessen reunió a poco más de 84 mil asistentes, casi 1,500 expositores y 35 mil productos, muchos de los cuales fueron estrenos en el mercado. Cifras superiores a las de 2014 a las que hay que sumar un programa con 465 actividades de promoción de productos que, unidas a los buenos comentarios de muchos asistentes y participantes dan indicios de la recuperación del sector alimentario en el mercado español.
De lo sencillo a lo obscenamente epicúreo, muchos bocados cautivaron y estimularon a repetir por su exclusividad, su refinamiento y, sobre todo, su innovadora exquisitez. Tradicionales como el caviar o el foie-gras, que vino enlazado de nuevos sabores, o ingredientes más comunes como la papa (patata), que algunas empresas fueron capaces de elevar a puntos de verdadero éxtasis gastronómico con novedosas combinaciones de sabor, fueron muchos los sabores que sedujeron a lo largo de los cuatro días que duró la feria, en la que también hubo bebidas, vinos, cervezas y destilados.
La papa cambió de atuendo para revestir a la tradicional frita con un envoltorio de sabores diversos, como los que exquisitamente elabora Snack Gold, imbuyéndole sabores a jamón ibérico o una pecaminosa patata con trufa negra, un sabor intenso e imborrable en la memoria gustativa que pronto se hallará en Costco en España y llegará también en breve a Puerto Rico. Otro sabor innovador fue el de caviar y uno recurrente en versión papa frita fue el chocolate, que fusionando dulce y salado ofreció una versión muy singular e innovadora de dos productos que tradicionalmente no se asocian pero sí lo hicieron en los Choc Chips o lo Choco crisps de Indeal, bien recubiertos de abundante chocolate belga.
Juego de dulce y salado fueron los bombones de Cabrales, mezcla poco habitual de chocolate, queso y sabadiego que tuvo en el estrella Michelin asturiano José Antonio Campoviejo y la empresa chacinera El Hórreo Healthy Food, una creatividad inusual en esta réplica de los petit fours que el chef elabora en casa y que ahora salen a la venta como bocado gourmet en la línea 1908, que inaugura la casa con el debut de este producto.
Los bombones de Cabrales, bañados en chocolate blanco, esconden en su interior la potencia del Cabrales más auténtico y la suavidad de la manzana asada, que doma la fuerza e intensidad de tan intensos sabores que hallan sus raíces en un postre pasado, el Mimoso de Chocolate Blanco y Cabrales con Salsa de Pera A la Vainilla y Helado de Avellana. Llegó, tiempo después, una nueva versión con sabadiego, concebida como "homenaje a la humildad" de un producto espléndido, típico de Asturias y a medio camino entre el chorizo y la morcilla.
Bombones también los de higo, que abundaron en los stands, y que en el de Indeal se explayaron como higos de chocolate blanco rellenos de crema de trufa, o higos rellenos de praliné, además de dátiles rellenos de almendra y bañados de chocolate.
Además de las papas fritas, el territorio chip también planteó novedades como los Biltong, snacks de virutas de ternera del Pirineo catalán sazonadas con especias mediterráneas o sudafricanas, o los siempre populares nachos de morcilla de Embutidos Cardeña, que también estrenó en el evento sus galletas de este ingrediente, perfectamente conjugado con los toques de mantequilla de las galletas.
El foie-gras nunca ha perdido su standing, que en Gourmets se planteó a un nuevo nivel con incorporación de nuevos sabores como el foie-gras con manzana y miel, con yuzu, o con gelatina de té y jengibre. El producto, además, compartió protagonismo con otros llevando la gula a un nuevo nivel de tentación, con productos como los de Marché Maréchal, que eslabonó lo mejor de España con el foie-gras francés en creaciones como el pimiento relleno de foie, el bombón de lomo ibérico relleno de foie, los rulos de magret de pato al foie-gras o los higos rellenos de foie-gras.
Una innovación procedente del mar fue el pláncton marino, un producto introducido en la cocina hace años por el chef Angel León, y que de su mano entra en una nueva etapa comercial con una versión liofilizada y otra hidratada que estarán únicamente disponibles para el sector hostelero. Del mar también las perlas de wakame, una suerte de caviar de alga, elaborado con materia prima gallega del grupo Porto Muiños, y de un muy sutil sabor marino.
Ese vínculo entre productos innovadores y alta cocina fue también protagonista de una serie de propuestas de Nespresso y cocineros como Paco Roncero o Sergi Arola. Éstos confeccionaron en vivo diversas recetas que pretendían trasladar el café al mundo salado, explorando sus aplicaciones gastronómicas a lo largo de toda una comida, y no sólo como una continuación del postre. Fue la muestra de Roncero, quien, entre otras cosas combinó tomate seco con café, hizo un escabeche de café y cilantro, un sorbete de café con nitrógeno liquido e hizo unas impresionantes galletas café, casi etéreas, que presentó con el helado con toques fríos de limón.
País invitado al encuentro fue Portugal, que se pone cada vez más en boga y que en el Salón Gourmets presentó diversas líneas de delicias congeladas, incluidos los famosos pasteis de nata, así como infinidad de quesos, mieles, empanaditas, vinos y licores.
Dentro de las bebidas hubo plétora de exotismo entre las cervezas artesanales, que se presentaron con infinidad de sabores rompedores como la chufa, las pasas, el whiskey de malta, la cereza, el limón, las castañas o la bellota.
Además de toda esta oferta de innovadora seducción, en el Salón de Gourmets hubo otros productos deliciosamente clásicos como los de Ávila, que celebró a Santa Teresa de Jesús con dulces o aceites de oliva, los jamones ibéricos de bellota, como los espléndidos y pecaminosos de 10 Vetas del Consorcio de Jabugo, y los torreznos de Soria, que encandilaron a los visitantes, con sus nuevos formatos sazonados y listos para freir.
El plato, entre viajes y trampantojos
Aspiran a ellos todos los mortales que persiguen bajar revoluciones o abrirse a un nuevo abanico de gentes, culturas y enriquecedoras experiencias que les permitan cambiar de perspectiva o enaltecer su cotidianeidad, tanto en el aspecto humano, como en el profesional. Conocer nuevas gentes, nuevos paisajes, nuevas historias y nuevos sabores son una de las razones que los cocineros hallan más apetecibles para abandonar sus cocinas y desplazarse por otros confines que les permiten ir echando en su equipaje un cargamento de nuevos ingredientes y nuevas ideas para plasmar en el plato.
Esos recorridos fueron el hilo con que se hilvanaron varias de las presentaciones que realizaron algunos cocineros españoles durante el pasado Fórum Coruña, que celebró su segunda edición este año, reuniendo alrededor de un eje de sabor, que fue del Atlántico al Mediterráneo, las experiencias de algunos de los más reconocidos cocineros españoles que compartieron su conocimiento mediante detalladas presentaciones que permitieron a los asistentes recorrer y comprender todas las etapas y destinos del proceso creativo que permitió crear sus menús.
El gallego Pepe Solla (Casa Solla, Poio) ha visto añadir a sus utensilios de cocina una maleta, que le ha permitido transportar sus sabores gallegos a otros puntos de España, pero también a Asia y las Américas, destinos que ha visitado en varias oportunidades a lo largo de los pasados años, participando en congresos, demostraciones, giras gastronómicas y eventos turísticos. De esos periplos ha vuelto su maleta cargada de ideas e imaginación para aplicar conceptos gastronómicos de otras cocinas, e ingredientes de éstas a la cocina tradicional gallega y a las excelentes materias primas gallegas de tierra y mar sobre las que se fundamenta la cocina de Casa Solla, donde ejerce Pepe como uno de los cocineros más innovadores del panorama coquinario de Galicia y España.
Por ello, en su lección magistral Solla hizo hincapié en su vocación de revisitar los ingredientes humildes, ensalzándolos con un sazón conceptual o con algunos ingredientes estampados en su pasaporte de sabor viajero. Al tradicional caldo de grelos lo convirtió en un cappuccino de esta berza. Al mejillón, un producto del mar gallego, lo tornó protagonista de un paisaje de las Rías Baixas en el que sobre una roca sirvió siete preparaciones distintas, mostrando un ingrediente humilde en su compleja sencillez.
Continuando el recorrido por el menú de su local, al centollo lo hizo eje de una crème brûlée que se sazonó con mayonesa de wasabi. Creó también unos falsos callos a la gallega, empleado cabezas de pulpo en vez de los ingredientes tradicionales, y añadiendo una berza rizada que hizo las veces de pulpito de la tierra, acompañada de garbanzos y dados de patata confitada. Y al brécol lo convirtió en cuscús y lo sirvió con una merluza al vapor con puré de coliflor. Al cerdo ahumado lo colocó como foco de atención de una tradicional filloa que se convirtió en “fajita Mexicana”, servida con guacamole, pimiento picante y chile serrano, reinterpretando en clave gallega esta tradicional receta de allende los mares. Y como era temporada de lamprea, coció y ahumó este pez pre-histórico y lo adornó con unas verduras convertidas en un falso risotto, a la par que le aportó a la lamprea tonos cítricos y frescos para contrarestar sus tonos grasosos. Para el cúlmen dulce creó una gominola con falso caviar de pera limonera, y a una tarta de Santiago la deconstruyó en formato helado.
Esos trampantojos (parecer lo que no se es en realidad) de los falsos callos de pulpo, el “risotto” de verduras o el falso caviar de pera fueron también la línea de varias de las elaboraciones del riojano Francis Paniego (Portal de Echaurren, Ezcaray y Tondeluna, Logroño), quien como recuerdo de las tapas de la afamada calle Laurel en Logroño, desarrolló un “cubo” de boletus con salsa bearnesa, unas “aceitunas negras”, que sirvió con queso, así como unas “gambas al ajillo”, a partir de unas alubias rojas puestas con un falso ajo hecho de los jugos de las cabezas de las gambas. Junto con éstas, trajo al fogón otros clásicos como las chuletillas de cordero, que sazonó con ali-oli, una merluza a la romana o un bacalao a la brasa al que incorporó la grasa del unto, además de recetas con la tradición de huerta riojana, o alguna preparación con cardo rojo.
Junto con Solla y Paniego, dos embajadores por el mundo de la cocina española, está Jordi Roca, uno de los hermanos que han cosechado muchísimos laureles con su El Celler de Can Roca, y quien, dedicado al lado más dulce de la cocina, ha incluso sido distinguido por la revista Restaurant como mejor chef pastelero del mundo, recorriendo también el mundo para compartir su creatividad azucarada.
De esas experiencias y de la gira gastronómica que los hermanos Roca y todo el equipo del restaurante realizaron el pasado año por Estados Unidos y varios países de América Latina, Roca expuso sobre los viajes que inspiran la cocina del Celler, un ingrediente indispensable que los fuerza a salir de la zona de confort para dar alas a la creatividad y al aprendizaje.
Las paradas en su tournée creativa hicieron su primera escala en la ahora tan de moda Habana, una capital que confesó aún no había visitado cuando en 2001 concibió su icónico Viaje a La Habana, un postre recordado por identificar a esta ciudad cubana con los habanos, y por intentar recrear el aroma de éstos en esta composición dulce.
A partir de ese viaje imaginario, de elaboración tan compleja que no se sabía si era más fácil viajar a La Habana que salir de ella, el Roca más dulce sí empezó a recorrer el mundo. De una escala en Japón se apropió del yuzu, para crear un postre tipo esponga con té verde, trozos de gelatina, infusion de hibiscus, litchi y helado de té. Desde Asia a Europa, donde una parada en vendimia hizo que conociera mejor los vinos dulces de la mano del elaborador biodinámico del Rheingau Peter Jakob Kuhn, y decidiera a partir de ahí incorporar vinos dulces a sus elaboraciones de postres.
Brasil ha sido una importante fuente de inspiración en sus postres y de su participación en el Festival de Tiradentes trajo al plato un trampantojo dulce que en su contraste de color simulaba unos huevos fritos, pero en realidad era un juego con tocinillo del cielo, coco rallado y helado. De ese país también le cautivó su tradicional pasta de guayaba con queso, que posteriormente transformó en un dulce recorrido por una vía láctea y tropical, donde se funden una dulce leche de oveja, crema helada de leche, sorbete de guayaba, dulce de guayaba y hasta algodón de azúcar para simular la lana de este animal. Y si de Brasil le encandiló la guayaba, de un viaje a la mexicana Veracruz le cautivó su vainilla.
Una experiencia que le marcó como creador fue su viaje por las Américas durante la gira que El Celler de Can Roca realizó el pasado 2014 y para la cual se crearon 56 nuevos platos pensados en los ingredientes y tradiciones de los destinos que se visitaron: Estados Unidos, Colombia, México y Perú. Así surgieron postres con chocolate y otros con café, espumas de maíz, azúcares de pisco, o cócteles que se convirtieron en helado con sabor a naranja, cilantro y piña, algunos de los cuales se han ido incorporado a la carta del restaurante.
El asturiano Marcos Morán (Casa Gerardo, Prendes e Hispania, Londres) propuso un viaje al pasado, presentado “clichés” de la cocina tradicional re-interpretados de forma que resulten entendibles para las abuelas responsables de transmitirlos a sus nietos. Cada plato del menú incluyó un elemento que le eslabonó al siguiente, una secuencia de simpleza y sabor que en el restaurante hace 25 escalas de las que se reprodujeron algunas en el Fórum, como las angulas al pil pil, que luego desembocaron en un pincho de merluza con anchoa y más adelante en una merluza en salsa verde. Un relato plateado y en progresión.
A pesar de que a la DO Rías Baixas se le ha pintado de blanco albariño, hay otro conjunto de cepas que aportan color a esta zona productora que no deja de buscar un abanico de posibilidades a sus vinos, de las cuales los menos conocidos son sus tintos de mar.
Hubo una época que no era así. Del mismo modo que en Rioja antes abundaban los blancos, hace medio milenio lo que predominaba en Galicia eran los tintos. Hasta mediados del siglo XIX la subzona del Salnés era una zona de tintos, pero con la llegada del oídio y posteriormente el mildíu alrededor de 1870, en poco más de 25 años se destruyó en la zona más del 90% de la superficie del viñedo.
Tan es así que cuando Ernesto Zárate fundó la tradicional Festa do Albariño de Cambados en 1953, la producción de blanco era incidental, y lo que tenía valor comercial eran los tintos, de los cuales en su bodega ---fundada ya en el sigloXVIII--- se producían 100 mil litros de espadeiro, una cepa que produce vinos con cuerpo, aromáticos, de color intenso y buena acidez.
Y, por ejemplo, en la parroquia de Rubiós, casi fronteriza con Portugal, la feligresía del vino se había cimentado sobre un bagaje tinto ya que el 99% de los vinos tintos que se elaboraban en las Rías Baixas procedían de allí.
En los viejos retablos de las iglesias, decorados casi todos con algún racimo de vid, se han identificado variedades como la tinta castañal y la albarello, y sin duda que en algunos hay también algún sousón, largo y compacto. O igual loureiro tinta, que se caracteriza por su aromaticidad; o caíño tinto, una uva de difícil cultivo, con racimos pequeños y hollejo grueso, con un ciclo largo de brotación temprana y tardía madurez, y taninos que pueden ser herbáceos y vegetales y se suavizan con su crianza en madera.
Pero con el inicio de la DO Rías Baixas en la década de, 1980, la albariño se convirtió en cepa emblemática de la denominación, haciendo que los viticultores dejaran de lado el cultivo de las variedades tintas autóctonas, uvas de ciclo muy largo que habitualmente se vendimian a mediados de octubre, contrario a las blancas que lo hacen durante el mes de septiembre.
Aunque la producción de tintos en Rías Baixas es muy minoritaria, hace aproximadamente una década algunas bodegas de la denominación como Coto Redondo, que se fundó con una vocación tinta, Zárate y Forjas do Salnés, comenzaron a manifestar una inquietud por elaborar una nueva suerte de tinto de la zona a partir de las escasas variedades autóctonas autorizadas, lo que dio pie a que el potencial de las elaboraciones tintas en la DO Rías Baixas se vislumbrara como un elemento diferenciador que apuesta por las variedades autóctonas con calidad y originalidad, y que que poco a poco comenzó a interesar a más bodegas en la producción de botellas coloreadas.
“Han sido razones sentimentales de la familia y el evidente cambio climático que nos permite esperar a la vendimia de las variedades tintas en octubre lo que nos ha llevado a reiniciar el cultivo de estas variedades. En estos momentos hemos replantado 1.5 hectáreas con espadeiro, caiño tinto y loureiro tinto”, explica a Divinidades Eulogio Pomares, heredero de la saga Zárate, sus blancos y tintos.
Así, de una escasa cifra que elaboraba tintos, hoy unas nueve bodegas ---Attis, Coto Redondo-Señorío de Rubiós, Datri Mar, Forjas do Salnés, Leoncio Padín, Pazo de Galegos, Pedralonga, Viña Moraima y Zárate---, tienen tintos amparados por el Consejo Regulador de la DO Rías Baixas, cuyo reglamento permite elaboraciones con las variedades preferentes caíño tinta, espadeiro, loureiro tinto y sousón, y otras variedades autorizadas como la mencía, brancellao y la pedral (rufete).
Para explorar la actualidad de esa menos conocido universo tinto, Viajes & Vinos participó en una cata de tintos organizada por el CRDO Rías Baixas, donde se exploró una muestra de nueve etiquetas, a la que añadimos otra de reciente introducción en el mercado.
A pesar que dentro del conjunto hay tanto jóvenes como tocados por la barrica, los tintos de Rías Baixas como conjunto son más bien vinos que tienen poco o ningún contacto con la madera y que en boca tienen un cuerpo más ligero, siendo muy afrutados y con un perfil muy atlántico de frescura, con un umbral de acidez quizás algo más evidente que la de otros tintos de similar estructura.
Attis Espadeiro 2012. Attis Bodegas y Viñedos. Primera cosecha de este tinto con producción limitada a apenas 352 botellas. Las uvas proceden de suelos graníticos de carácter arcillo-arenoso y luego de su despalillado realizan su fermentación alcohólica espontánea en barricas de 500 litros, maloláctica también de forma espontánea, y luego pasa 12 meses en barricas nuevas de roble francés. Se clarifica con clara de huevo y agua de mar antes de embotellar. Un vino con abundante fruta, recuerdos a cereza en licor, palo de rosa, violetas, laurel y un punto ahumado fino. De cuerpo ligero, en boca es fresco, jugoso de fruta y con una marcada acidez.
Attis Sousón 2012. Attis Bodegas y Viñedos. También primera añada de este tinto criado en barrica con producción limitada a 818 botellas, vinificadas de idéntica forma al espadeiro. Un vino fresco con recuerdos a jugosa cereza madura, flores, y algún tono ahumado. Buena acidez en boca y un fin muy salino.
Castañal 100 2013. Bodegas Valmiñor. El único vino elaborado con esta variedad ancestral que sobrevivió a la filoxera y se autorizó para elaborar en 2012. Valmiñor es la única bodega en contar con plantación de esta cepa, tres hectáreas en la subzona de O Rosal de la que salen apenas dos mil botellas. Este monovarietal fermenta en barrica usada y pasa seis meses envejeciéndose en roble francés y luego dos más en botella. Un vino con indiscutible originalidad, mucha personalidad y una elegancia subyugante. De intenso color en copa, en nariz tiene recuerdos a aceite de oliva, canela, grosella, abundante guayaba y un fino recerdo ahumado. En boca, donde perviven los balsámicos y la fruta, es bastante pulido y con un pase envolvente y aterciopelado por el paladar.
Manuel D’Amaro Pedral 2011: Producción limitada en este tinto de perfil muy fresco y atlántico, fácil de trago a pesar de no ser un vino simple. Abundante fruta con marcadas notas de jugosa frambuesa y flores rojas, un punto especiado y a regaliz, con algún tono vegetal y un final con un punto de tanicidad. Es un vino joven, sin pase por barrica donde la uva se despalilla y se fermenta el mosto con su hollejo, sin sangrar. La pedral es una uva delicada y complicada, vigorosa como la albariño, pero de cosecha tardía, que se recoge a partir de primeros de octubre, unos 15 a 21 días luego de vendimiar el resto de las variedades de uva.
Manuel D’Amaro Sousón 2013. Bodegas Coto Redondo. Un tinto joven muy gastronómico, amigable, fresco, floral, graso en nariz donde revela notas a cereza confitada, mucha fruta de baya jugosa y una pizca especiada en la punta del paladar. Poco más de mil botellas elaboradas de sousón (retinto) despalillado y estrujado que se fermenta en depósitos de acero inoxidable y completada ésta y realizada la maloláctica se estabiliza por frío y se filtra antes de embotellar.
Mencía Pazo de Galegos 2013. Bodega Pazo de Galegos. Ubicada en la subzona Ribeira do Ulla, es allí donde la elabora este tinto mencía 100% que se fermenta y cría en depósitos de acero inoxidable. Un tinto más próximo a los mencías jóvenes de otras denominaciones gallegas que a tintos del Salnés elaborados con otras cepas autóctonas más minoritarias. Igual que otros tintos atlánticos es fresco, con aromas de frutos rojos y un tono de incienso, terminando en boca con mucho equilibrio y buena aptitud gastronómica.
Pedralonga Tinto 2012. Adega Pedralonga. Mencía, caíño, espadeiro de la zona del Umia y un suelo arenoso se funden en este vino con destacadas notas florales a lavanda en nariz, moras, sutilísimo tono a pimiento verde. En boca es muy fresco, afrutado, pulido y tiene un fin especiado, salino y persistente. El vino realiza maceración post-fermentativa por varios meses y luego pasa un año en botella.
Viña Moraima 2013. Bodegas Viña Moraima. La caíño tinto es una cepa con la que algunas bodegas de Rías Baixas empiezan a coquetear en solitario. Esta primera iniciativa tinta de Bodegas Moraima la concentra como monovarietal para sorprender con un vino que destaca por su fruta jugosa y unos matices de cierta complejidad para un vino joven que no ha tenido contacto con la madera. De color brillante, pero poco concentrado, este vino tiene marcados recuerdos a tutti fruti, tonos florales a rosa, a incienso y evocaciones especiadas a pimienta. En boca tiene un paso muy fresco que termina en un marcado fin salino. Sólo 12% de alcohol, lo que lo hace muy agradable y fácil de tomar.
Xion Cuvée Tinto 2013 (Attis Bodegas y Viñedo). Ensamblaje de espadeiro, pedral, sousón con producción limitada a 2000 botellas que se estrenó con esta añada. Las uvas se despalillan y se someten a fermentación alcohólica espontánea en barricas de 500 litros, fermentación maloláctica espontánea y una crianza de seis meses en barricas de roble francés y depósito de acero, clarificándose luego con clara de huevo y agua de mar. Un tinto fresco, salino y fácil pero con algún punto de reducción que opacó la expresión de otros matices.
Zárate Caíño Tinto 2013. Bodegas Zárate. Uno de los elaboradores supremos de blancos en Rías Baixas, inquieto por demás en su exploración de nuevas elaboraciones, se apuntó hace un par de años también a los tintos con igual nivel de calidad, como este caíno tinto, una exigua producción de 750 botellas que es fresco en boca, con recuerdos florales a clavel y un ligero tono vegetal.
Zárate Loureiro Tinto 2013. Bodegas Zárate. Un vino más transparente, y con cierta nota de exotismo. Mayor expresividad aromática por donde además de la fruta aparecen tonos balsámicos, florales, a incienso y a mirra en vino con un cuerpo más ligero, y un pase por boca fresco y fácil. Producción limitada a 600 botellas.
Zarate Espadeiro 2013. Bodegas Zárate. Probablemente el más refinado de los tintos de Zárate, un vino muy elegante con abundancia de recuerdos balsámicos a eucalipto y laurel, una pizca ahumada, recuerdo a incienso, un pase por boca aterciopelado y un especiado final a canela. Apenas 500 botellas producidas.
Otros tintos de mar con DO Rías Baixas:
A Capitana – Darvelos - Goliardo Caíño - Goliardo Espadeiro - Goliardo Loureiro - Señorío de Rubiós Mencía - Señorío de Rubiós Tinto Condado (sousón, pedral, mencía y caíño tinto)
Además de éstos hay bodegas como Forjas do Salnés, que elaboran tintos, como un pinot noir, aunque no al amparo de la denominación.
BRIEFS
Torres wine truck
Bodegas Torres lanza una original e innovadora iniciativa para acercar el vino a nuevos consumidores, llevándolo a espacios de consumo generalmente ajenos a este tipo de bebidas. Se trata del primer bar de vinos itinerante de una bodega en España que, con el nombre de ‘The Torres Wine Tour’, recorrerá este verano diferentes ciudades para asistir a festivales musicales, ferias, citas gastronómicas y otros eventos, ofreciendo a los asistentes una alternativa de consumo de calidad.
‘The Torres Wine Tour’ se presenta en dos formatos: la versión sobre ruedas, un ‘wine truck’ o furgoneta de vino customizada, y la versión contenedor, con mayor capacidad y pensada especialmente para los grandes festivales de música, creando un espacio atractivo y moderno donde disfrutar de una copa de vino de una manera informal y desenfadada.
Según Miguel Torres Maczassek, director general de Bodegas Torres: “Queremos acercar el vino a nuevos consumidores, con una propuesta original y simpática, para que vean el vino como una bebida para disfrutar, para tomar con amigos, en cualquier lugar y en cualquier momento”.
BRIEFS
Abre “La Cava Bar & Restaurant” en Gurabo
Los amantes del vino y la buena comida ya tienen su nuevo rincón en el área de Navarro en Gurabo, con la inauguración de La Cava Bar & Restaurant. Este nuevo y moderno espacio ofrece una alternativa a las tradicionales cavas, ya que divide la experiencia gastronómica en tres áreas con ambientes distintos: la barra, el restaurante y la terraza. Además, cuenta con una cava de vinos para realizar degustaciones. La Cava Bar & Restaurant ubica en la carretera 931, en el centro comercial Praderas Shopping Center en el Barrio Navarro. Para reservaciones: Facebook: La Cava Bar & Restaurant o teléfono 787-510-5585.
Desde que el Fórum Gastronómico que se estrenara en Santiago de Compostela en 2008 se trasladara el pasado 2014 a La Coruña, la capital gallega se quedó huérfana de un evento gastronómico de alta cocina, algo en parte subsanado con la realización de Compostela Gastronómica, una cita que busca aproximar a la alta cocina y sus creadores de manera muy cercana al público en general, utilizando como punta de lanza y escenario natural el Mercado de Abastos, el segundo monumento más visitado de la ciudad e importante eje de la actividad comercial para sus residentes y hosteleros, porque el evento también persigue potenciar la compra y consumo de los productos disponibles en este excepcional centro de compras.
Para todos esos públicos, por varios días el Mercado adquirió vida como aula de degustación ofreciendo demostraciones a cargo de importantes cocineros del panorama gastronómico español, magníficas catas de vino y charlas educativas para hosteleros sobre cómo mejorar el servicio al cliente y rentabilizar su negocio. Siempre poniendo a las materias primas, especialmente las que se consiguen en el Mercado de Abastos como piedra angular del trabajo expuesto por los cocineros invitados.
La más reciente edición de Compostela Gastronómica no sólo reunió en el aula de la Plaza de Abastos a algunos de los mejores exponentes coquinarios de Galicia, Asturias y Castilla León, sino que también constituyó un food court efímero, en el que algunos de los locales de la ciudad ofrecieron tapas y vinos a precios módicos para degustar, en una de las naves del propio mercado.
Compostela Gastronómica programa una nueva edición para Navidad.
Ostras y albariño
Yayo Daporta controla el eje marinero de Cambados donde regenta un restaurante en el que, como no puede ser de otro modo, los frutos del mar son ingredientes fetiche. En Compostela Gastronómica, el cocinero, quien fue una de las estrellas del televisivo Top Chef español, mostró tres elaboraciones de las ostras de Cambados que en pareja con su hermana sumiller, Esther, se armonizaron con tres vinos de la bodega Lagar da Costa: Lagar Da Costa 2014, Lagar da Costa Barrica 2013 y Maio 5 Lagar da Costa 2012 criado en lías, todos a base de albariño y todos procedentes de la zona de Castrelo y un territorio muy específico que destaca por su salinidad.
Esto hace a sus vinos ideales para armonizar con la ostra, un producto que también destaca por sus matices ácidos y yodados, una materia prima con tanta personalidad que Daporta recomienda servirla cruda. Sus tres elaboraciones fueron una ostra acevichada con cilantro, lima y jengibre; otra con infusion de citronella y jengibre con agua, perfumada y sabrosa; y una tercera con bizcocho caramelizado de patata y fruta de la pasión servida con espinacas, el mejor de los tres maridajes por el equilibrio de sabores y con el vino.
Conservas con glamour
Pepe Solla (Casa Solla, Poio) sabe dar bien la lata. Le escurre el sabor hasta con la última gota a las latas de conserva y junta gotas de frutos de mar sólidos, con vinos con vocación de mar.
Es que las conservas no tienen que ser sólo comida de emergencia para tiempos huracanados, sino estuches con ingredientes de primera calidad con lo que uno puede ponerse muy creativo. Fue lo que hizo Solla, quien a los berberechos los condimentó con sazón para carne de cordero y acompañó con algas; a unas navajas les creó un fondo marino de gelatina, con algas y erizos; a unos mejillones los acompañó con una crema suave de espárragos; con una lata de zamburiñas creó una caldeirada de zamburiña con garbanzos, nabos y papas confitadas; y a una ventresca de atún la sivió sobre pesto y tallarines de calabacín.
Para acompañar las creaciones vinos singulares y poco conocidos, como un vino esloveno de Bodegas Cotar y la variedad Vitovska, un vino poco afrutado, pero con tonos tostados e interesantes a carbón, grafito y piel de naranja; y el albariño Crisopa, un blanco elaborado por Bodegas Nanclares fuera de la DO Rías Baixas.
Solla es de los cocineros que se ha lanzado también a elaborar un vino, el suyo, Catro Pés, un albariño criado en barrica que es largo, profundo, untuoso y especiado en la punta de la lengua.
Despensa gallega, cocina peruana
Supieron a Perú, pero las materias primas para elaborarlas se surtieron de la Plaza de Abastos de Santiago de Compostela. Fueron las creaciones del cocinero peruano afincado en Salamanca Víctor Gutiérrez, quien en Compostela Gastronómica compartió los secretos de las cocinas de su país natal, una de las que tienen más tirada en la actualidad.
Las creaciones de Gutiérrez primaron por su sencillez, pero con un telescopio muy enfocado en el sabor. La primera de sus elaboraciones fue un tiradito de zamburiña con pasta de ají, amarillo, yuzu, lima y pisco; una base de ensalada de quinoa, yogur y menta a la que se añadió cigala y un esférico de lima, en lo que fue una combinación de sabores contrastantes, de ahumado y frescor.
Después elaboró una pechuga de pichón marinada con aji panka, ajo y pisco, que espolvoreó con pimentón de La Vera, acompañó de algas encurtidas y sirvió con gotitas de batata y aceitunas liofilizadas.
León come gamba y más cosas
La chef Yolanda León (Cocinandos, León) trajo a Galicia la receta de éxito de su restaurante leonés, con una carta construida sobre materias primas de Galicia y León, y un menú que cambia cada diez días y sigue un formato de aperitivo, plato de cuchara, pescado, carne y postre. Algunos de los platos confeccionados incluyeron un “bollo de cecina”, o lo que es lo mismo, un pancito relleno de cebolla cocinada y cecina que se cuece al vapor al estilo japonés y se corona con lasca de cecina de León con aceite. Otro bocado fue una sopa de maiz con sardina con contrastes de dulce y salado, blando y crujiente, y una ensalada de caballa en escabeche de manzana reineta de León.