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La Universidad de Puerto Rico:

Taller magistral para Granell y Compostela

 

 

Texto: Rosa María González Lamas. Fotos: Viajes & Vinos, Fundación Granell, Biblioteca Virtual Fandom, Trianarts, Universidad de Puerto Rico (C)

 

 

Probablemente quienes frecuentan la Praza do Toural en Santiago de Compostela no imaginen que parte de lo que se encierra en el Pazo de Bendaña, donde ubica la Fundación Eugenio Fernández Granell, tiene una impronta caribeña de sol, verdor y calidez que une con elasticidad este desconocido foro de arte gallego con un esplendor cultural del siglo XX en Puerto Rico, vinculando también la frondosidad de los espacios verdes del alma mater por excelencia de esta Isla con los del del parque compostelano bautizado con el nombre de este genio universal, cuya obra quizás no se ha reconocido en toda su magnitud.

Es curioso que dos de los más influyentes personajes del arte puertorriqueño hayan sido gallegos. Primero Granell, y luego Francisco Vázquez Díaz, “Compostela”, crearon un pórtico de la gloria para el arte moderno en Puerto Rico aún desconocido para muchos, incluidos los propios gallegos de la diáspora y los que permanecen en Galicia. 

De 1940 a 1960 comenzó en Puerto Rico una dramática transformación socio económica relacionada a una nueva etapa política en su relación con los Estados Unidos. La educación fue uno de los dínamos clave de esa metamorfosis, en la cual la cultura alcanzó nuevas cotas de fulgor como uno de los reflejos más brillantes de la identidad puertorriqueña y de la nueva posición estratégica que Puerto Rico apostó por desempeñar en las Américas y el mundo.

Es en ese contexto que hay que entender el rol de la Universidad de Puerto Rico como una fuerza motriz de esa etapa de progreso. Gracias a la visión humanista y la pasión por el pensamiento de Ortega y Gasset y la nueva generación de autores españoles que tuviera Jaime Benítez, primero rector del Recinto de Río Piedras y luego presidente de la Universidad, la Universidad de Puerto Rico se convirtió en un espacio de libre pensamiento y vocación hispánica con repercusión internacional, que acogió a muchos españoles exilados tras la Guerra Civil, unos tan ilustres como el Premio Nóbel de Literatura Juan Ramón Jiménez, y otros más discretos como los gallegos Sebastián González García, Eugenio Fernández Granelll  y Francisco Vázquez Díaz.

Aunque llegaron en momentos distintos, los dos últimos aprovecharon la tarima que les brindó la Universidad para compartir su obra y enriquecerla, proyectando a un emigrado gallego del más alto nivel cultural.

Nacido en La Coruña y educado en Santiago de Compostela, el polifacético Eugenio Fernández Granell tuvo una inicial vocación musical que abandonó para explorar otras manifestaciones como la escritura o la pintura. Sería en su exilio en República Dominicana cuando dio rienda suelta a ese talento pictográfico que la Guerra Civil pusiera en pausa. En Quisqueya conoció a André Breton, propulsor del movimiento surrealista, un encuentro trascendental. Tras estancias en República Dominicana y Guatemala que incidieron fuertemente en su carácter, Granell llegó en 1950 a Isla del Encanto, convirtiéndose la Universidad de Puerto Rico en su taller de creación y labor.

No le era extraño el lugar donde había protagonizado dos exposiciones previas, en 1946 y 1949, con obras que fueron dejando en evidencia la influencia de la historia caribeña en su quehacer artístico. Estas exhibiciones le pusieron en contacto con el entonces rector Benítez, quien le invitó a integrarse a la cátedra universitaria en su Recinto ríopedrense. Allí comenzó como profesor de Historia del Arte en la Facultad de Humanidades, pero su quehacer se multiplicó como profesor de pintura y conferenciante en ésta, hasta convertirse también en Director de su Sala de Exposiciones. Allí realizaría incluso exposiciones colectivas, algunas con alumnos como Julio Rosado del Valle, uno de los grandes artistas plásticos del Puerto Rico del siglo XX. Granell enseñó también arte en otros recintos universitarios y realizó un abarcador trabajo literario a la par que pictórico.

Como parte de su quehacer magisterial y de investigación, en 1954 viajó a París para acompañar a grupos de alumnos y también exponer en una galería parisina obra que realizó en la Universidad. La relación con sus alumnos fue muy importante y, bajo su liderazgo, en 1956 y con algunos de ellos se creó un colectivo conocido como El Mirador Azul, concebido para promover el surrealismo. Algunos estudiantes, como Rafael Ferrer o Cossette Zeno, pasarían a convertirse en algunos de los artistas locales más importantes de vanguardia. El nombre surgió de una residencia pintada de azul donde el grupo se reunía para pintar y practicar juegos surrealistas. De este modo Granell contribuyó a la renovación de la plástica puertorriqueña. En 2014 la Universidad del Sagrado Corazón organizó una exposición con obras de Granell y este grupo.

Granell prosiguió en la Universidad de Puerto Rico, ascendido luego a catedrático auxiliar y luego catedrático asociado del Departamento de Bellas Artes. Durante este tiempo tomó varias licencias para realizar estudios de investigación fuera del país. Tras pasar temporadas en Nueva York, en 1960 se plantea enseñar y estudiar allí y renuncia a la Universidad, dando por concluida su fructífera estancia en esta isla caribeña, donde su espíritu innovador y comunicativo orientó a muchos hacia la vanguardia artística.

Durante su permanencia en la Isla realizó otras exposiciones. En 1952 hizo una de pintura en el Ateneo Puertorriqueño. Posteriormente su obra fue parte de otras muestras como “Presencia del exilio español en San Juan de Puerto Rico”, realizada en 1998 en la Sala de Exposiciones de la biblioteca del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico, así como una exhibición póstuma realizada en 2014 en la Universidad del Sagrado Corazón. Actualmente la colección del Museo de Arte de la Universidad de Puerto Rico conserva una pintura de Fernández Granell.

Considerado el último pintor surrealista español, Granell logró un estilo definido que reflejó de manera diáfana el mestizaje cultural de su experiencia española y de la cuenca caribeña donde residió y trabajó, un territorio donde el mestizaje también es rey y los colores vibrantes y el folklore forman parte de su esencia. Con ellos convivieron formas amorfas que transmitían melancolía y pesar, quizás por la España que dejó.

La escultura fue denominador común entre Granell y Francisco Vázquez Díaz, “Compostela”, quien tuvo con Borinquen un vínculo que duró hasta su muerte en 1988. La obra de este artista gallego de la diáspora curiosamente había integrado una exhibición organizada por Granell en la Universidad de Puerto Rico en 1951.

Nacido en Santiago de Compostela, “Compostela” fue el escultor oficial del 5to Regimiento de la Segunda República y autor de bustos de ilustres de España y Puerto Rico, a donde se exiló tras la Guerra Civil y una estancia en República Dominicana. A Puerto Rico llegó en 1940 y pronto realizó una exposición en la Universidad de Puerto Rico. Allí conoció a la que sería su esposa, la Dra. Margot Arce, con quien formaría una familia una vez se asentó en la Isla y se casaran en 1942. 

La Universidad de Puerto Rico fue también su foro artístico, tanto como profesor, como escultor, pues realizó encargos para la misma. En 1943 comenzó una labor docente a través de su Escuela de Artes Industriales. Pero en 1948, tras una reforma curricular, se le hizo una oferta para continuar enseñando, que no aceptó por el pobre salario.

La renuncia a la Universidad no significó el fin de la docencia para “Compostela”, quien luego se convirtió en profesor de la Escuela de Artes Plásticas. Su quehacer como escultor fue tan fundamental que se le considera el padre de la escultura puertorriqueña por su extensa obra monumental y por haber fundado los Talleres de Escultura de la Universidad y del Instituto de Cultura Puertorriqueña. Desde esas plataformas formó a una generación de escultores que trabajaron piedras y las maderas locales.

La Editorial de la Universidad de Puerto Rico publicó en 2016 una biografía suya, hecha por su hija, Carmen Vázquez Arce, que recopiló y analizó el trabajo del artista en España y Puerto Rico. La publicación incluye el primer Catálogo de la obra del artista, presentado en soporte electrónico, así como una rica selección de documentos históricos.

Granell y “Compostela” fueron dos talentosos gallegos de la diáspora unidos por una labor magisterial, una pasión por la escultura, unas sólidas convicciones políticas, un vínculo con la Universidad de Puerto Rico, una obra influida por el Caribe y un legado artístico con eco en los estudiantes de los que fueron mentores. Pero, por sobre todo, un dúo que refleja a la Galicia más universal, como el propio Camino de Santiago.

La Fundación Eugenio Fernández Granell es el único museo del mundo dedicado íntegramente al surrealismo, y no alberga únicamente obras de este autor, sino también de otros pintores de relevancia en el movimiento. Es una joya que Santiago de Compostela como destino turístico debería de potenciar más y que muestra el camino de ida y vuelta de la diáspora gallega y el alto nivel cultural de algunos de sus emigrantes.

Por su parte, la obra de “Compostela” es tan vigente que sus icónicos pingüinos de madera humanizados integran una muestra que se exhibe actualmente en el Museo de Arte del Recinto de Mayagüez de la Universidad de Puerto Rico.

Los vínculos de este gallego en la diáspora con Puerto Rico y su Universidad fueron tan inquebrantables que su voluntad de mantener su obra expuesta en museos de Puerto Rico se materializó con la donación del archivo y parte de su obra artística al Museo de Historia, Antropología y Artes del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico. La colección cuenta con documentos, fotos, manuscritos y dibujos y otros objetos y piezas, entre las que están los pingüinos de madera, que también se compartieron con el prestigioso Museo de Arte de Ponce. Ambos museos realizaron exposiciones de la obra del artista, el de la Universidad en 2011 y el de Ponce entre 2018 y 2019.

A estos dos gallegos se unió un tercero, Angel Botello, nacido en Cangas de Morrazo, llegado a la Isla en 1941 para una exhibición en la Universidad, donde no llegó a ser docente. Ésa fue la primera de otras exhibiciones en la Universidad. Botello tuvo etapas de entradas y salidas de Puerto Rico, permaneciendo mucho tiempo en Haití. En 1953 decide regresar a Puerto Rico para radicarse definitivamente en la Isla, donde montó célebres galerías de arte, que se beneficiaron del auge del turismo en la Isla. Murió en Borinquen.

 

14 de junio de 2021. Todos los derechos reservados ©

 

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