Monte Real Cuvée, del monte al "blend"

Texto: Rosa María González Lamas. Foto: Viajes & Vinos (C)

Si lo pruebas a ciegas nada te haría pensar que tras su etiqueta se esconden más de cien años del vino de Rioja a los que el estereotipo colgaría un letrero de vino clásico, de ésos que exudan profusas notas de su contacto con la madera, un perfil inconfundible que para muchos bordea lo rancio como la ceniza al cenicero.

Nada de eso, En Cenicero, con mayúscula, se escribe una historia de larga y premiada tradición vitivinícola riojana que comenzó en 1890 y que hasta nuestros días ha sabido mantener una crónica en paralelo entre el orgullo por el pasado y la necesidad de ir moviéndose al ritmo que marcan los tiempos.

Es la historia de Bodegas Riojanas, fundada como culmen de una larga tradición vitivinícola familar con varios siglos a cuestas. Porque para perdurar hay que mantenerse vigente y manteniendo sus raíces, de ahí que a lo largo del siglo XX y lo que va del XXI la bodega acometiera reformas que le hicieran más acogedora de cara al público, pero también más eficiente a nivel fabril.

Las bases más influyentes para todo ello las sentó el enólogo francés Gabriel Larrendat, quien a inicios del siglo XX estuvo varios años en bodega dirigiendo la elaboración y el envejecimiento de sus vinos, pero, más que todo, ensalzando a El Monte, un importante viñedo del que salen varias de sus etiquetas.

Pero quizás lo más memorable que hizo el galo fue crear en 1933 la marca Monte Real, inspirada en aquel monte y en el deseo de crear un vino con más carácter que los clásicos de Rioja Alta de la época, y tan perdurable en el tiempo que aún sigue vigente hoy. Monte, por aquel viñedo especial, El Monte, cercano a Bodegas Riojanas, en el pueblo de Cenicero, en Rioja Alta. Y Real, porque la calidad de las uvas que allí se cultivan es sobresaliente y digna de la nobleza.

En Cenicero y otros bonitos pueblos de vino en Rioja, Bodegas Riojanas controla unas 100 hectáreas en las que la protagonista es la uva tempranillo, pero también reconoce a la graciano y a la mazuelo con algunas de las extensiones de plantación más grandes de toda Rioja para estas variedades de uva tinta.

Es precisamente ese viñedo El Monte de donde surge Monte Real Cuvée, presentado en 2020 y una de las más jóvenes etiquetas de esta bodega centenaria, que persigue que el vino en la copa sea precisamente la voz identitaria del viñedo, empleando en esa ecuación de personalidad de uvas esas variedades destacadas.

En Monte Real Cuvée se unen la tempranillo y la graciano de cuatro parcelas elegidas expresamente tras más de dos años de estudio para elegir los cuatro pequeños viñedos más adecuados para este vino de la finca El Monte. Las cepas de los viñedos tienen más de cuatro décadas y ubican a unos 450 metros de altitud.

Las distintas parcelas de viñedos se asientan sobre suelos arcillo-calcáreos, de origen miocénico, idóneos para producir las más altas calidades, con bajos rendimientos. Tres de ellas se dedican a la tempranillo y la cuarta a la graciano, una uva que adquiere cada vez mayor protagonismo en Rioja. Con este ensamblaje, Bodejas Riojanas rompe moldes ya que esa combinación no es habitual en sus vinos de Rioja con crianza, de ahí que sea un vino de edición limitada.

Así nació el Monte Real Cuvée 2017, un ensamblaje de tempranillo (67%) y graciano (33%) que con unos matices aromáticos avellanados, a ciegas te aprieta un botón que te recuerda los mismos matices en muchos vinos de Oporto, pero cuando lo bebes estalla la fruta, la salinidad, lo seco y es inequívoco que se trata de otra cosa. Porque es el armazón de abundante fruta lo que resplandece en este tinto de excelente estructura y frescura, que rompe estereotipos con lo que muchos se piensan son los vinos de una bodega centenaria, que se presumen brutalmente clásicas con predominio de las notas de madera, pero que con larga trayectoria dominan el ejercicio de integrar las notas de crianza de manera magistral.

Adornando esa fruta omnipresente y espesa, casi como mermelada de fresca mora, aparecen notas de sotobosque, suave toffee, hierbas aromáticas, café en polvo e incluso un delicado aroma ahumado que recuerda a las cocinas de leña, un conjunto que termina en un retrogusto especiado con recuerdos a pimienta negra. Un crianza hecho para disfrutar ahora o para que perdure hasta el futuro y que además es sostenible, libre de gluten y apto para veganos.

Tras la recogida de la uva ésta se sometió a una larga maceración para obtener aromas y colores más complejos. Ésta precedió a la fermentación en depósitos troncocónicos de acero inoxidable, empleando levaduras autóctonas seleccionadas en las mismas parcelas. El vino realizó su fermentación maloláctica y su envejecimiento en barricas nuevas de roble americano y roble francés.

A lo largo de sus más de 100 años de historia, los sistemas de elaboración han evolucionado, porque en Bodegas Riojanas la innovación no está reñida con el respeto a la tradición. Ser una bodega clásica no implica hacer un vino antiguo, y por ello se han incorporado las técnicas de vinificación más avanzadas que permiten una adaptación a las tendencias actuales del mercado. Igualmente se han ido lanzando a éste nuevos vinos, como un blanco de tempranillo blanco, que ofrecen un twist a la identidad más retratada de Rioja.

El vino ha cosechado numerosos laudos de la crítica internacional. Tiene el firme convencimiento de que hay que mirar al pasado para proteger el futuro.

11 de diciembre de 2021. Todos los derechos reservados ©

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