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Quinta Nova de Nossa Senhora do Carmo:

un atelier haute-couture de vinos del Douro

 

Texto: Rosa María González Lamas. Fotos: Viajes & Vinos (C)

Se puede llegar por aire, por tierra o por agua siempre que uno se detenga en la capilla. Hoy hay helipuerto, pero antaño se acostumbraba a hacer escala en la ribera del río para rezar primero allí y luego invocar con plegarias a la Virgen en su coqueta capelinha, arriba, en la Quinta.

Antes, arriba y abajo, y hoy, más bien arriba, desde el siglo XVIII el manto bendito de Nossa Senhora do Carmo ha estado protegiendo en su Quinta a los navegantes y peregrinos del vino. Antiguamente, a quienes le pedían completar sanos y salvos el turbulento recorrido que por las aguas del río hacían los rabelos que llevaban toneles de vino desde el Douro hasta Vila Nova de Gaia. Ahora, a quienes han escogido su capilla para pedir proteción en esponsales con que emprenden un viaje común por la vida y, por supuesto también, a las viñas, a sus vinos y a todos quienes han determinado enlazar sus vidas al néctar de uva.

La capilla del río, construida en 1721, llegó antes del edificio de la bodega, pero la capilla de arriba lo hizo en 1795, con posterioridad. Un antes y un después del 1764, fecha grabada en la fachada de la bodega, donde deja impronta de la historia luminosa y dilatada de la Quinta Nova da Nossa Senhora do Carmo, una de las grandes bodegas del Douro y una de las referencias de los vinos tranquilos de la más antigua región vitivinícola de Portugal.

Ya desde entonces, cuando la margen derecha del río donde ubica la bodega era la más valorada por su mayor exposición al sol durante el día, sobrevolaba a la Quinta un aire de grandeza. No en balde hasta 1725 fue propiedad de la antigua familia real portuguesa, que compraba uvas en los alrededores y vinificaba vinos en la Quinta.

Quinta Nova de Nossa Senhora do Carmo fue una de las que primero formó parte de los confines del Douro desde que en 1756 se demarcara como primera región vitivinícola demarcada y reglamentada del mundo, destacándose ya entonces la Quinta por su elaboración de « vinhos de feitoria », es decir, los mejores y más finos que, por este motivo, podían venderse a un mayor precio al exportarse. Una ruta por ese siglo XVIII y el XIX que discurrió paralela a una época de esplendor para la agricultura duriense, en la que aparecieron viñas y vinos, huertos frutícolas y molinos de agua construidos a lo largo de la corriente que fluye entre la Quinta y su viejo olivar.

Su historia más moderna, no obstante, la marcó la elaboración de vinos de Oporto de la casa Burmester, que tenía en la Quinta Nova de Nossa Senhora do Carmo, en pleno corazón de Cima Corgo, el eje de su operación de viña y elaboración. Ese fue el primer peldaño de una nueva crónica vinícola que en 1999 escribió un nuevo capítulo de calidad cuando la Fundación de la Familia Amorim escogió la tinta de la Quinta para redactar también el primer episodio de su particular aventura como bodegueros.

Amos y señores del corcho mundial y una de las grandes familias empresariales de Portugal, los Amorim tuvieron en Américo Amorim, además de un gran empresario corchero, a un visionario instintivo y apasionado del Douro, que consolidó ese romance cuando un día puso un pie en la Quinta y sucumbió de inmediato al encanto de su belleza paisajística, histórica y a su potencial comercial. No es difícil comprender por qué fue un flechazo, amor a primera vista urdido por el cupido de las viñas viejas, una casa señorial, un horizonte de río registrado inefablemente en la retina y, por supuesto, también la capilla a la Virgen, que grababa al espacio en el espíritu y el corazón.

Así, determinó adquirir de los Burmester la Quinta, con bodega y viña, además de la reserva de vinos de esa empresa, que entonces contaba con una mínima porción destinada a los vinos de mesa con DOC Douro  ---y ninguno etiquetado con la marca Quinta Nova de Nossa Senhora do Carmo--- y casi la totalidad a vinos de Oporto, entre los que se destacaban los Colheitas antiguos.

La idea de Américo Amorim era seguir con el proyecto, pero tras reformular la bodega en el Douro y las cavas de vino en Gaia, se dio pronto cuenta de que los volúmenes de producción que comportaba esa ecuación de mesa y fortificada no eran suficientes para hacer al proyecto rentable. Por ello, en 2005 determinó vender la marca Burmester a otra casa de vinos de Oporto, quedándose solo con la marca Quinta Nova de Nossa Senhora do Carmo, que permaneció como proyecto único, enfocado principalmente en vinos de mesa con DOC Douro.

Esa etapa de transición tuvo indeleble aroma de mujer. Como querubines de la Virgen, Ana Mota y Luísa Amorim echaron a volar sus alas de mujeres de vino transformándose en pilares de la nueva era de la bodega y su senda hacia lo que es hoy. La primera, Ana, encargada de la viticultura y la producción, y la segunda, Luisa, hija de Américo, de toda la parte comercial y de las otras dos bodegas que los Amorim adquirirían con posterioridad.

« Las mujereres tenemos un ojo clínico para las cosas y más elegancia en el trabajo. Somos perfeccionistas », dice Mota sobre la cara más femenina del vino en acción.

Coqueta, acicalada, inmensos ojos verdes de largas pestañas, Ana, como la Santa madre de la Virgen, ha estado vinculada a la Quinta Nova de Nossa Senhora do Carmo desde que los Amorim se hicieran con la propiedad.

Oriunda de Régua, esta experimentada viticultora nació en una familia sin relación con la viña, pero siendo aún adolescente determinó que su destino estaba en los viñedos del Douro, empezando a enlazar indestructiblemente ese designio con trabajo en otras bodegas del territorio antes de desembarcar en la Quinta Nova de Amorim en 2001, una era en que apenas ella y alguna otra enóloga eran las féminas que laboraban en el vino del Douro, un quehacer, el de ser mujer en el vino, que describe como muy difícil.

Por estar muy atenta a todo y a todos, y enfocada tanto en el macro como en el micro, fue aprendiendo en el camino y poco a poco constituyendo un equipo de enólogos residentes y un consultor, que han llevado a Quinta Nova de Nossa Senhora do Carmo a las más altas cotas de prestigio vitivinícola en Portugal, regida por el único imperativo de la excelencia, traducida en un objetivo de vinos de alta calidad, conceptualizados según el tipo de clientes.

Cuando Amorim entró al proyecto analizó las viñas, lo que permitió al equipo tener claro dónde estaban qué uvas en el proyecto que se extiende por unas 120 hectáreas, de las cuales 35 son de viña. Entre 1979 y 1981 ya la Quinta había sido pionera en estudiar las plantaciones monovarietales en el Douro, un proyecto que se abordó con Touriga Nacional, luego Tinta Roriz, y después Touriga Francesa. Tras la llegada de Amorim, entre 2003 y 2004 se plantaron nuevas cepas, todas tintas, que hoy forman parte de un inventario de variedades autóctonas portuguesas, en exclusiva. Las cepas tienen en promedio unos 45 años, aunque alrededor de un 12% de la población de vides de la Quinta corresponde a cepas centenarias entremezcladas entre viñas que son labradas con caballos.

Con este mapa de vides se forjó una arquitectura de marcas según el nicho de clientes, abordando en tinto y blanco escalones de alta calidad como las gamas de entrada, los Colheita, Reserva, Gran Reserva, así como algún vino de Oporto. El objetivo actual de la bodega es invertir más en esa conjunción de rótulos que pensar en el incremento de la producción total, mientras sigue reformulando su estructura para responder a ajustes técnicos y fermentación mecánica, con un mayor uso de la gravedad y menor de la extracción, transformando así un espacio heredado y pensado más para la elaboración de vinos de Oporto que para los vinos de mesa que la bodega busca potenciar.

Los pájaros y su piar pintan con matices sonoros el paisaje de encostas. Un recorrido entre cepas que alcanza unos ocho kilómetros que se pueden recorrer para admirar Tourigas Nacionales, Tourigas Francesas y Tintas Roriz como triunvirato de poder vitícola encabezando el jardín varietal plantado. La primera selección de uvas se realiza en viña, escogiendo escrupulosamente los racimos. La viña es el gran tesoro de la Quinta y su jardín extendido el ornamento que la embellece y que se enfrenta al río en magnitud. Todo el suelo es de esquisto y la viña generalmente está sana, ya que aunque haga calor, no se afecta por la humedad. No se emplean herbicidas a través de las 41 parcelas en que está delineado el viñedo, todas vinificadas por separado.

Patamares y viñas verticales diagraman la conduccción de las viñas propias, entre las que, frente a la bodega, hay una de tres hectáreas que este 2020 comenzaron a trabajarse con filosofia biodinámica. Ana Mota explica que lo biológico y lo biodinámico son cultivos sostenibles que contribuyen a la calidad final de la uva y el vino, aunque se pierda algo de cantidad, En los últimos años han estado muy atentos a los cuidados de la viña, respondiendo a las alteraciones climatológicas a lo largo del ciclo vegetativo, como que las cuatro estaciones de año no son tan marcadas, lloviendo en junio y enero, y siendo febrero más cálido.

La primera selección de uva se realiza en viña, con cuidado extremo. Los racimos destinados a vinos blancos o el nuevo rosado de la casa se prensan casi sin despalillar, y los de los tintos sí se despalillan, aunque si se persigue algo de estructura en el vino se añade algo de raspón. Las fermentaciones se realizan a baja temperatura con el objetivo de extraer más aromas. Es una vinificación de precisión que combina prácticas tradicionales con tecnología sofisticada y algunos equipos que ayudan a la automatización.

Llama la atención entre los depósitos el área que la bodega identifica como « Atelier do Vinho ». Ubicada donde antaño estuvieron los lagares de granito para elaborar vinos de Oporto, hoy se destina a los tope de gama de la bodega, vinos con concentración, pero también elegancia y longevidad.

Bajo el área fabril se ubica la cava de vinos históricos, la frasqueira de botellas que se reservan para catas especiales y no están a la venta. Y junto a ella la sala de barricas donde reposan en silencio gran parte de los vinos de Quinta Nova de Nossa Senhora do Carmo.

Además de Mota, guardián de todos estos tesoros es Jorge Alves, literalmente la otra mitad de Ana, ligado tan indisolublemente a ella como ellos a viña y bodega y éstas una a otra en una misma botella.

Natural de la región de Trás-os-Montes, vecina al Douro, Alves es enólogo e ingeniero agrónomo y ha sido reconocido por algunas de las más prestigiosas publicaciones especializadas de Portugal como mejor enólogo del país. Incorporado como enólogo a Quinta Nova de Nossa Senhora do Carmo en 2012, con picardía va repasando los vinos de la bodega, cuya estructura de marcas se fragmenta en dos: las que compran uva para su elaboración y a cuyos viticultores la bodega ofrece asistencia técnica, y las que la completan empleando íntegramente uvas de la Quinta, que son las que únicamente pueden llevar el nombre de la bodega.

Como vinos base están Pomares y Grainha, ambos en versiones tinta y blanca. El primero toma su nombre de los huertos del siglo XVIII que hay en la Quinta y Grainha lo hace de la semilla de uva. Su versión blanca 2018 revela un suave velo de ahumados y almendrados y un final con una pizca de jengibre y sándalo, un vino con paso amable por boca, versátil, con mayor expresividad aromática en nariz y buen volumen en boca. Este Grainha blanco funde Viosinho, Gouveio (godello) y Rabigato, a los que en años cálidos se añade también un poco de Fernão Pires (Maria Gomes) para mantener frescura. El vino fermenta en madera, 20% nueva y el resto de segundo año.

Para integrarse a la moda rosé, Quinta Nova de Nossa Senhora do Carmo también ha estrenado un rosado de la añada 2019 como novedad. Se trata de un vino ultra pálido a la vista, casi transparente, pero camaleónico en sus matices organolépticos. Si su nariz estalla en aromas afrutados a frutos rojos y tutti frutti, en boca es tan compleja que a ciegas no podrá determinarse si es tinto o blanco, es decir, un rosado que parece fácil en nariz pero que es en el paladar donde realmene muestra su complejidad. Tinta Roriz y Tinta Francisca son las variedades que integran su ensamblaje, que en su crianza reposa al 30% en roble francés. No es el primer rosado de la casa, que en 2015, cuando casi no había referentes rosés en el Douro, elaboró otro, aunque no concebido desde un inicio como tal, sino como un producto resultante del sangrado de un vino tinto.

Mirabilis es otra de las líneas de bodega. Bautizada con el nombre de una flor subtropical, su nombre evoca lo maravilloso y es una línea que empezó con la añada 2011 demarcando un debut para los vinos blancos portugueses de alto precio. A lo largo del tiempo el ensamblaje de variedades ha ido cambiando, siendo quizás el de la añada 2018 uno de los más logrados. Un 70% Gouveio, variedad que está teniendo un renacer en el Douro, se trata de un vino que se expresa quizás con mayor pureza que sus antecesores. Es un vino de inspiración borgoñona, redondo, fino, con aromas a flores blancas, una pizca de piedra mojada, recuerdos a humo y un final especiado a jengibre, que en boca es salino, fresco, equilibrado, con buen volumen, largura, finura y buen retrogusto. Joven, pero con gran potencial de recorrido, en su elaboración este Mirabilis se entiende con barrica de nueva de roble francés de 300 litros. Los Mirabilis, del que también hay un tinto, fermentan íntegramente en barrica nueva, mientras que los Grainha emplean madera de segundo uso.

Las uvas para los vinos blancos no son de la Quinta, aunque la bodega busca una propiedad situada a elevada altitud para poder surtirse de materia prima para su elaboración.

Bajo la línea Quinta Nova, la bodega elabora un Colheita, vino sin contacto con madera, ensamblaje de Touriga Nacional, Touriga Francesa, Tinta Roriz y Tinto Cão fermentadas al unísono para regalar un vino de perfil fresco, puro, afrutado y aromático. Su añada 2018 tuvo aromas a abundante fruta oscura, frambuesa, tonos de chocolate, regaliz, puntos balsámicos y sotobosque, con buen volumen en boca donde se expresó con golosidad, taninos firmes, evocación de tonos tostados y una pizca especiada.

A esta etiqueta le sigue un vino que sí envejece en barrica, el Quinta Nova de Nossa Senhora do Carmo Terroir Blend Reserva, un vino de terroir que en su añada 2017, una histórica en el Douro, se inclina a un perfil de intenso color e intensa fruta afín a muchos consumidores. Frambuesa, fruta de baya muy madura, tonos oscuros, enebro, hierbas aromáticas y tomillo tornan a este vino en fragante, anticipando desde la nariz su boca salina y fresca, que con el pase por el paladar confirma sus carácter goloso, taninos firmes y textura más densa.

El Quinta Nova de Nossa Senhora do Carmo Gran Reserva es un clase aparte. Se trata de un vino enorme, protagonizado por la Touriga Nacional de las primeras plantadas en parcelas monovarietales en el Douro y unos 45 años de edad, así como por un 25% viña vieja y otro 25% viña centenaria de una pequeña parcela de hectárea y media, susurro del pasado en la copa. Desde 2005 esta etiqueta ha sido una pieza fundamental de la bodega, la máxima expresión de su terroir y un referente entre los vinos del Douro. Su añada 2017 es hiperbólica, empezando por su color, denso, concentrado, púrpura profundo y una fruta contundente y golosa que le delinea como una explosión de cassis y frutas oscuras y azules, que luego incluso dejan ver algún tenue tono cítrico a limón y hasta la pulpa carnosa del melocotón. Inequívoca de su origen duriense, aromas a jara y violeta se remarcan en esta etiqueta en la que el chocolate en diversas texturas, desde el chocolate oscuro al polvo de Nesquik, van desdoblándose en la nariz, donde tampoco se esconden los recuerdos torrefactos, a grafito, tinta china, laurel, enebro, sotobosque, vainilla y toffee. En boca es un vino denso, potente, opulento y mayúsculo, tan elegante como imponente, con gran volumen y textura en boca, donde casi se puede masticar el esquisto en polvo, en un vino redondo, equilibrado, con taninos pulidos, un final especiado y un larguísimo recorrido que le convierten en un tinto espectacular, magnético, extraordinario, pero, más que todo, puro y transparente de su Douro de origen.

Siguiendo la línea de cepas muy viejas el Quinta Nova de Nossa Senhora do Carmo Grande Reserva Refêrencia es un tinto de viñas centenarias protagonizado por la Tinta Roriz (tempranillo) procedente de otra pequeña parcela de menos de hectárea y media. Su añada 2017 también es densa, muy concentrada, destacando por su fruta y textura, con evocaciones a frambuesa y mora maduras, tabaco, regaliz, chocolate, taninos pulidos y buen volumen en boca.

Para honrar el legado de Americo Amorim, fundador de este remozado proyecto de bodega, Quinta Nova de Nossa Senhora do Carmo elaboró en la grandiosa añada de 2017 Aeternus, un vino que procede de una pequeña viña centenaria en suelos de esquisto con muy bajos rendimientos y que reveló aromas a frutos oscuros, jara, especias, tabaco, balsámicos, torrefactos y a sotobosque, en un vino tan concentrado y estructurado como fresco y elegante. El vino, que inspira su nombre en la eternidad del legado de su homenajeado, apenas tuvo una producción de 3,700 botellas y se espera producir nuevamente en años excepcionales, como fue el 2017.

Como familia de corcho, todos los vinos top de Quinta Nova de Nossa Senhora do Carmo utilizan tapones de corcho con tecnología NDTech, que garantiza que están libres de TCA perceptible, un sistema pionero desarrollado por la corchera Amorim.

Además de la bodega que da vida al proyecto, en la Quinta hay una casa decimonónica convertida en hotel boutique entre viñas, estrenada en 2005 como primer proyecto de enoturismo abierto en una bodega en el Douro. El hotel se ha renovado íntegramente este 2020, añadiendo habitaciones hasta alcanzar las once, y contempla reabrir este junio con la certificación Clean & Safe que Portugal ha implantado en sus establecimientos turísticos para transmitir confianza al visitante de que ahí se toman las medidas de rigor para garantizar su seguridad en la era post-COVID 19.

Huéspedes y visitantes pueden disfrutar también de Patamar Kitchen, una oferta gastronómica casual complementada por Conceitus, el restaurante gourmet en el que el Chef André Carvalho pretende plasmar en el plato el paisaje y tradición culinaria del Douro, así de como un pequeño museo concebido por Fernanda Ramos Amorim, donde hay aperos de labranza y utensilios de elaboración, que recorren el espíritu antiguo del Douro, de la viña al vino y de la que Ana confiesa alguna vez secuestrar algún equipo que le ayude a tener mayor precisión en sus métricas vendimiales.

Una tradición de la bodega es culminar la vendimia con un agradecimiento a la Virgen del Carmen en su Capilla. Seguro que en 2020 habrá razones más que sobradas para repetir ese ritual, que esta cosecha celebrará también los 15 años desde que en 2005 Quinta Nova de Nossa Senhora do Carmo se refundara como proyecto de vinos.

 

23 de mayo de 2020. Todos los derechos reservados ©

 

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