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Un punto y seguido. Nada de nuevos párrafos. Como si el huracán María no hubiera forzado a una pausa el pasado 2017, el Plaza Cellars Fine Wine Celebration, uno de los eventos de vinos más importantes del Caribe reverdeció este 2018 con el respaldo de bodegas y enófilos, quienes mantuvieron su fidelidad al vino incluso tras los vientos de huracán y han ido superando las circunstancias con un doble apetito por la certidumbre de lo infaliblemente conocido y las novedades en botella que fueron a buscar a este evento de alta gama. 

Cincuenta y una bodegas de Estados Unidos, Francia, Italia y Argentina expusieron cientos de etiquetas de tintos, blancos, rosados y espumosos, en una oferta dominada por los vinos de los Estados Unidos, que en la última década han ido fortaleciendo su presencia en el mercado.  

La cita en el Sheraton Convention Center fue también una oportunidad para bodegueros   ---tanto los que se estrenaban en el mercado como los que ya le conocen bien---,  de tomar un pulso a un mercado que ha ido cambiando sus preferencias en la última década y que, de generaciones tempranillo o malbec, pasa por una cabernetización importante, algo que se reflejó bastante bien en la oferta de cata.  

Una de las novedades del evento fue su escalón digital, con una aplicación que permitió a los asistentes ordenar sus vinos predilectos directamente desde sus teléfonos móviles, eliminando los papeles de órdenes y los directorios impresos empleados anteriormente. 

Aunque varias horas no bastan para degustar toda la interesante oferta expuesta en el evento y conversar con sus productores o representantes, sí permiten sumergirse en muchas copas para compartir impresiones. 

Quizás uno de los pilares más sólidos de este Fine Wine Celebration fue la oferta burbujeante, un banquete cosmopolita de vinos espumosos que tuvo entre sus protagonistas a cavas como Viña Conchi, espumosos de albariño como Danza, o burbujas italianas. No obstante, quienes más alto enarbolaron la bandera del gusto en esta edición fueron los champanes franceses, una categoría que sin duda ha contribuido a incrementar de manera importante el valor de las importaciones de vinos de Francia a Puerto Rico entre 2017/18. 

Aunque Plaza Cellars lleva en su cartera varias casas de Champagne, la impronta en esta ocasión la pusieron Bollinger, Laurent-Perrier y una maison que se estrena en el mercado, Jacques Copin. Copin es un pequeño productor, bodega familiar que tuvo su génesis en la segunda mitad del siglo XX y que entra al mercado como una de las bodegas exclusivas de la colección de La Boutique du Vin. En Fine Wine presentó dos de sus etiquetas con signo personal. La primera su Assemblage Rosé, un champán rosé que llamó la atención por su muy intenso color rosado, un matiz inusual en la categoría, con buena fruta en boca, tonos de bollería, aromas a flores, salinidad y marcada acidez. También con signo de distinción su Cuvée Tradition Brut, una de las novedades más interesantes del evento, un champán super pulido casi dominado por la pinot meunier, con mucha estructura pero gran frescor y tonos minerales, florales y anisados.

Delicioso también el Bollinger Cuvée con sus aromas florales a té de rosas y buena untuosidad en boca, aunque mucho más fino en nariz, con tonos cítricos, a talco, intensas flores, puntos melosos, burbuja fina y gran vinosidad fue el Bollinger Rosé. Bollinger es célebre por su vinculación con los filmes de James Bond, una asociaciación que revalidarán en la próxima película de la saga del Agente 007 con una botella muy especial que probablemente saldrá al mercado en otoño de 2019. 

A la par que los jefes de estado y gobierno que celebraban en París el centenario del armisticio de la Primera Guerra Mundial brindaban con champán Grand Siécle, la casa Laurent-Perrier vertía otras burbujas en las copas de los enófilos portorricensis. Además de las de sus consistente Cuvée Brut y Laurent-Perrier Rosé, también las de un Laurent-Perrier Ultra Brut a medias chardonnay y pinot noir, fino, floral, afrutado, fresco y seco, y las del Laurent-Perrier Millésimé 2007, sin duda una de las botellas más sobresalientes de todo Fine Wine Celebration, un champán verdaderamente fascinante, ensamblaje de chardonnay y pinot noir casi a partes iguales, que tras su elaboración sin ningún vino en contacto con madera, reposaron ocho años en bodega para entregar un vino espumoso super elegante y para no escupir, fresco, fino, lineal, sápido, con delicadas burbujas y mucha persistencia.
 

Los rosados siguen de actualidad y uno de los estrenos en Fine Wine Celebration fue Notorious Pink, un rosado francés de garnacha que llamó la atención por su botella “frosted glass” con un contenido ecléctico más mineral que afrutado, seco, con una pizca de curry, salinidad y un final a naranja. Pero fue Sacha Lichine quien mantuvo su evangelio rosé del sur francés a todo volumen y entre su colección rosada el atractivo de su más joven etiqueta, Rock Angel, un rosado que intermedia entre Whispering Angel y Château D’Esclans, que en su cosecha 2016 destacó por sus matices minerales, salinidad, buen volumen y persistencia. 

Una novedad interesante en este Fine Wine Celebration fue la presencia de vinos de Jerez como los de Bodegas Lustau, un referente en el marco de Jerez que presentó Fino Jarana con notas a almendra y aceituna y un fin envolvente en el paladar; Lustau Amontillado Los Arcos, más elegante y largo, con una nariz con matices a miel, melocotón y almendras tostadas que terminó en una boca seca y persistente; Lustau Solera Rich Cream un 80% palomino con 20% Pedro Ximénez que dejó notas ahumadas, a toffee y caramelo; y PX San Emilio, un vino con muchas capas que pasaron por la manzana asada y el melocotón maduro a las especias o el sedoso chocolate. 

España con sus vinos, como los de Jerez, siempre ha sido una de las presencias más destacadas del evento, que en esta edición tuvo blancos como los albariños de Pazo Pondal de la cosecha 2017, los de Adegas Galegas con Pedro de Soutomaior, que en primicia expusieron lo que será una próxima colección Castes de cuatro monovarietales  ---Loureiro, Caíño Blanco, Treixadura y Caíño Tinto---   habitualmente empleadas en ensamblajes blancos y tintos en Rías Baixas pero pocas veces en solitario, y el siempre magnífico Veigadares, uno de los grandes blancos de esta denominación de origen gallega tan popular en América.

Mayor presencia tuvo la España tinta con las propuestas de Buil & Giné en el Priorat o Príncipe de Viana y Albret en Navarra, que sirvieron Albret Crianza 2014 y el un vino de parcela, el La Viña de Mi Madre 2013, así como el indispensable rosado de Príncipe de Viana, su tinto joven de tempranillo de la cosecha 2017 y un más pulido Príncipe de Viana Edición Limitada 2014, un 50% merlot, 25% tempranillo y 25% cabernet sauvignon con mayor madurez, tonos de mora muy madura, recuerdos a pólvora, pimienta y buena fruta y salinidad en boca con taninos aún algo firmes. 

Rioja estuvo representada por los vinos de una institución como Marqués de Cáceres y la brisa más joven de los Lacrimus del grupo Rodríguez Sanzo, aunque los más perseguidos fueron sin duda los de Bodegas RODA, cuyo director general Agustín Santolaya fue uno de los grandes personajes del evento, tras varios años ausente de Puerto Rico. 

RODA presentó su Sela 2015 (82% tempranillo, 10% garnacha y 8% graciano de las viñas más jóvenes), un tinto afrutado, floral, con tonos de menta, taninos bastante domesticados, salinidad y redondez. Junto con esta etiqueta el RODA 2013 (97% tempranillo y 3% graciano, de cepas de más de 30 años), con aromas a fruta fresca, especias como la mejorana y tonos a nuez y matices tostados en boca, y el RODA I 2011, otro tinto sobresaliente en el evento, algo más evolucionado, con muchos aromas a confitura de frambuesa y tostados, con taninos aún presentes y especiado en boca donde se mostró largo y fino. 

Desde hace algunos años RODA tiene también presencia en Ribera del Duero con su marca Corimbo, que presentó sus añadas 2012, con más raza de Ribera destacando su fruta madura y algún tostado fino, y la 2010, un tinto en onda más mineral, aromas especiados y fruta mucho más madura tirando a ciruela. Ambos vinos aún por crecer.

De Ribera del Duero estuvieron también Grupo Pesquera, Rolland Legarreta, Trus con su blanco contraparte riojano Nivarius, pero la otra estrella de esta denominación en el evento fue Arzuaga Navarro, una de las bodegas españolas más consistentes y una indispensable en este evento que pudiera anticipar la primera estrella Michelin que la bodega aguarda para su restaurante gastronómico a cargo del chef Víctor Gutiérrez, donde se armonizan vinos como el Arzuaga Crianza 2015 con fruta, tonos especiados, mucha redondez y un largo recorrdio; el Pago Florentino 2014 un vino con DO Pago, elegante, monovarietal de tempranillo envejecido en roble francés y americano cono matices afrutados y torrefactos y una larga evolución por delante; el Reserva 2012 fue un tinto super pulido y redondo; el Reserva 2009 super afrutado, redondo y con buena acidez; y el Reserva Especial 2011, un tempranillo con un porcentaje de albillo con raspón que fue otro de los grandes destacados del evento con su perfil super elegante y lleno de fruta. Arzuaga Navarro también empezó a hacer la etiqueta Laderas del Norte, un tinto ecológico de parcela destinado a la restauración en España.

De Argentina destacaron los vinos de Domaine Bousquet, un proyecto de vinos orgánicos en Mendoza. Su Chardonnay 2016 discurrió por la onda de la frescura, con aromas minerales y cítricos a limón, un velo de vainilla en un vino con buen volumen gracias a su intenso contacto con sus lías que entregó un vino más afrutado en nariz y muy persistente. La bodega tiene otro blanco, Gaia, que ensambla chardonnay (con crianza en madera), pinot gris y sauvignon blanc (solo en contacto con acero inoxidable), muy fresco y mineral, con tonos cítricos, sapidez y gran persistencia. A estos blancos les complementaron un Reserva Malbec con notas tostadas y torrefactas en su cosecha 2016, y un Gaia Blend, ensamblando malbec, syrah y cabernet sauvignon afrutado, con notas tostadas y especiadas a pimienta negra. 

Estados Unidos trajo un repertorio de tintos y blancos de Washington State y distintos puntos de California. De Columbia Valley llegaron algunos de Château St. Michelle, como su siempre elegante Eroica Riesling, fresco, fino, floral con una pizca de jengibre en su cosecha 2016, así como Intrinsic con una colorida etiqueta roja y un vino con abundante fruta, notas balsámicas y tostadas. Un tinto en que dominó la Cabernet Sauvignon, más que abundante en la oferta estadounidense, como en Silverado o Wente, donde también hubo Merlot como en el Silver Oak Twomey. Zinfandel fue la uva protagonista del Seghesio Zinfandel, muy afrutado, especiado y dulzón. Interesante en blanco fue la propuesta de Pine Ridge, predominantemente viognier con chenin blanc de la zona de Clarksburg, con muchos recuerdos a piedra, piña, melón y una boca fresca, con sabores a melocotón, buen volumen y buena acidez.

Pero sin duda una de las novedades del evento fueron los de Alquimista Cellars, una propuesta excitante de chardonnays, pero especialmente pinot noirs, otra de las uvas favoritas del mercado. El proyecto es fruto de un proyecto de un ex seminarista y bioquímico, un « alquimista » que decidió dedicarse al vino como un cambio de vida, y a quien luego se unió un periodista y escritor. Así nació este proyecto en Sonoma con ramificaciones en Mendocino y Russian River Valley y vinos que buscan un perfil más bien europeo. Dos Chardonnays presentó en Fine Wine aunque su voz se oyó con más volumen en su oferta de pinot noirs, con tres magníficas etiquetas de 2016. La primera de Manchester Ridge, pálido de color, con abundante fruta, tonos almendrados y torrefactos, jugosidad, finura y persistencia en boca. La segunda, de Hawl’s Roost Ranch en Russian River Valley, super fino en nariz, con mucha fruta, redondez y una gran aptitud gastronómica. Y la tercera, Confluence 2016, de Russian River Valley, destacando también por su fruta, tonos especiados, finura y redondez.  

Valpolicella y Toscana fueron protagonistas de la oferta de vinos italianos, con la amplia selección del grupo Banfi o el Bell’Aja de Bolgheri, un vino toscano de Agricola San Felice con recuerdos afrutados a cereza, buena estructura, tanicidad, sustancia, elegancia y un fin tostado. Capitel de Roari 2013 fue un Amarone de Luiggi Righetti con matices cenizos, volcánicos y Campolietti 2014 un Valpolicella Ripasso de la misma casa que reveló aromas a cereza y grosella conviviendo con notas tostadas, una boca fina y especiada, aunque con resquicios de tanicidad. 

El evento se redondeó con una subasta de vinos donados por algunas de las bodegas, cuyos recaudos se destinaron a SER de Puerto Rico, una entidad que ayuda a la rehabilitación de personas con limitaciones físicas.

 

20 de noviembre de 2018. Todos los derechos reservados ©

 

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Plaza Cellars Fine Wine Celebration

 

Rosa Maria Gonzalez Lamas. Foto: Viajes & Vinos (C)