Meses después, a inicios de de 2020, se presentó en sociedad el vino, casi rozando el estallido de la pandemia del COVID-19 y de la hemorragia de pérdida de vidas casi con tanta memoria como las cepas que dan vida al Martín Códax Finca Xieles, una coincidencia que no puede pasar desapercibida en tanto retrata la necesidad de valorar las raíces, la capacidad de resistir adversidades, la firmeza de una sólida base que permita perdurar en el tiempo y la habilidad de lograr encajar las partes de un todo con discreta elegancia, merced a la sabiduría que confieren la intuición y el quehacer que se ganan con el paso del tiempo.

Por eso, a las cepas viejísimas de blanco albariño que son la génesis del Martín Códax Finca Xieles hay que tratarlas con delicadeza y postín para que puedan revelar toda su autenticidad y fulgor, de ahí que, tras su selección manual, las uvas fermenten en huevos de hormigón de 1,700 litros, recipientes en los que luego permanecerán criándose sobre durante seis meses más.

Contrario a los tintos de cepas viejas que descollan por su concentración e intensidad, este blanco homenaje a la esencia de las Rías Baixas   ---su granito, su albariño, sus cepas viejas, tanto las de uva como las del ancestral saber de sus viticultores---  el Martín Códax Finca Xieles 2019 es un vino que sobresale por su gran elegancia y rectitud.

El vino se estrena en nariz con una apabullante aromaticidad que rezuma mineralidad. A medida que se oxigena en copa se inicia un desfile de sensaciones que van desde las notas cítricas y ácidas como las del limón y la toronja, al contraste de una pizca de manzana asada y más manzana, pero Granny Smith, piedra mojada, abundantes pétalos de rosa, recuerdos anisados, a eucalipto, mentolados, con pizcas de jengibre, humo y fruta de hueso en almíbar.