Garzón es el proyecto que ha colocado a Uruguay en el foco internacional con sus tintos y blancos atlánticos de clase mundial. Ubicado en Maldonado, comenzó como un proyecto ambicioso de empresario Alejandro Bulgheroni, cuyas botellas son fruto de la visión enológica del reconocido consultor italiano Alberto Antonini, a quien una de las cosas que más sedujo de este proyecto fue que gran parte del suelo tiene una alteración de roca granítica especial, en un entorno natural con semejanzas que le aproximaban a las Rías Baixas, lo que le hizo suponer que allí podía cultivarse bien la variedad albariño.

No era el primero en intentarlo, pues con años de adelanto también lo había hecho la bodega uruguaya Bouza, propiedad de descendientes de gallegos que también habían apostado por esta cepa blanca, con muy buen resultado.

No quepa duda de ello. Este Garzón Albariño de la añada 2018 está tan bien logrado que a ciegas engañaría sobre su origen que le aproxima a las sensaciones organolépticas de algunos de los vinos de albariño más elegantes y complejos de Rías Baixas.

Como ellos, el Garzón Albariño declina la ruta de la exuberancia de tantos vinos de esta variedad con un enfoque comercial y de volúmenes, para decantarse por el sendero de los albariños más austeros, que comienzan más bien discretos en boca para luego explayarse en matices que confirman su alta calidad.

Una chispa cítrica estrena los aromas de esta etiqueta, que luego pasan por una suavísima fragancia a flores blancas que dan paso a recuerdos a delicada manzana asada, melocotón, más flores por las que al oxigenarse se escapa alguna rosa, e incluso notas a mentol que tientan a dejarlo en copa para permitirle seguir exhibiendo nuevos matices perfumados.

Pero su boca es tan atractiva como la nariz y es complicado abstenerse de seguir disfrutando sorbos que terminan haciéndolo breve, con una acidez presente, pero que se percibe algo más moderada que la de los contrapartes gallegos, lo que hace al vino más amable en boca, donde es untuoso, pero ligero, y termina con gusto a toronja, y algo más de amargor.

El vino es joven, pero complejo, fermentado en depósitos de acero inoxidable, donde luego reposa entre tres y seis meses con sus lías, para estabilizarse y ganar esa grasa en boca. Y sus 14 grados de alcohol son prácticamente imperceptibles por el gran equilibrio que logra en sus partes. Un vino altamente recomendado que ejemplifica el potencial de la albariño como cepa noble, una variedad que se esparce con cada vez más velocidad por el mundo y aparenta haber hallado en Uruguay un terruño adecuado para expresar su grandeza, algo que podrá constatarse más adelante degustando añadas antiguas del vino para conocer su evolución.

Además de lo que confiere esa proximidad atlántica, en Garzón se hace un meticuloso trabajo con sostenibilidad y mínima intervención en viña, en la que destacan suelos de balasto, una especie de roca atemperada fruto de la fragmentación de algunos de los suelos más viejos del planeta. Se trata del material que se usa para dar estabilidad a las vías de los trenes, con el que también se hacen adoquines, y que ofrece un buen drenaje y minerales que absorben bien las raíces de la viña.

19 de agosto de 2019. Todos los derechos reservados ©

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