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A la Castilla tinta del Duero la han empezado a salpicar manchas blancas de vino. Como en las viñas, como en la historia, en cuyos capítulos siempre entremezclaban blancas con lo más oscuro de las tempranillos, en perfecta convivencia entre el suelo y el cielo al que han sabido llevar muchas de las botellas que han sazonado sus vinos con alguna pizca de las variedades que se esparcían por todo el entorno del Duero español.

La historia se ha pintado de matiz piel de uva en el epicentro de Castilla y León, casi con demarcaciones de color que delineaban a Rueda como el territorio tradicional de vinos blancos, a Toro como el de tintos y a Ribera del Duero como el de claretes, un estilo que junta de formas diversas lo blanco y lo tinto para obtener un vino con poco color.

Porque a excepción de en Bodegas Vega Sicilia  ---lugar de vino sui generis donde dominaban los tintos y en la primera mitad del siglo XX llegó a elaborarse también un vino blanco---, la Ribera del Duero era tradicionalmente una zona de tonos rosados, siendo únicamente en la década de 1960 que las cooperativas empezaron a elaborar tintos, una producción que se consolidó en la década de 1970 cuando se empezó a establecer una cultura de tintos en la Ribera.

Pero por entre ese mayúsculo espacio castellano leónes se han alzado casi desde siempre, y más bien con discreción, cepas de albillo mayor, una uva de trasfondo, de la que se echaba un poco a los tintos para sacar partido de su glicerina, y así suavizarlos haciéndolos más elegantes en el paladar.

No es esta la única cualidad de la albillo, uva de maduración temprana, racimos compactos, color dorado, bayas pequeñas y lenta oxidación, que además de aportar untuosidad y volumen, perfuma con sus intensos aromas y sensaciones amieladas y equilibra el vino con su compensada acidez.

Lo curioso es que siendo una variedad cuya presencia en la zona se pierde en el tiempo, no sea una de las autorizadas para elaborar vino en el estandarte de los vinos blancos en Castilla y León, la DO Rueda, que recién ha sugerido que pudiera estar incorporando dos nuevas variedades francesas, chardonnay y viognier, a las verdejo, palomino, sauvignon blanc y viura con las que ya está permitido elaborar.

Porque si bien es cierto que si los blancos de la Tierra de Sabor se concentran en Rueda, no menos lo es que precisamente esa viognier fue una de las variedades que exploró hace unos quince años Bodegas Vega Sicilia en su coqueteo con la posibilidad de retomar la producción de blanco y elaborar un gran blanco en la Ribera del Duero que, además de esta cepa de referencia en el Ródano, consideraba también la marsanne, la rousanne y la chardonnay, y que se sepa, ninguna variedad blanca española.

Aquel segundo capítulo blanco vegasiciliano no llegó a ver la luz como contemplado, Rueda se mantuvo incólume en el liderazgo blanco de la comunidad, pero quedaron semillas de curiosidad por poder disfrutar en copa de blancos castellano leoneses elaborados fuera de Rueda.

Vendimia. Foto: Bodegas Valduero (C)

Una nueva era blanca

 

Quizás esa espinita, el gran crecimiento global que han tenido los vinos blancos, los fuertes vínculos de algunos elaboradores con su territorio y el hambre de diversidad que permea en el consumidor han hecho que algunas bodegas en el Duero castellano se hayan subido al tren de potenciar el patrimonio vitícola autóctono de la región para en los últimos años comenzar a añadir etiquetas blancas del Duero a sus portfolios tintos.

Nada distinto a lo que está sucediendo en el Douro portugués, que está apostando cada vez más por sus vinos blancos, o en la DOCa Rioja, que a fines de la década del 2000 determinó potenciar su producción de vino blanco para lo que admitió nuevas variedades autóctonas y de fuera de la región, con la diferencia de que su reglamento ya permitía la elaboración de vinos blancos con contraetiqueta de la DOCa Rioja, mientras que en la Ribera del Duero los blancos aún permanecen desamparados de la denominación de origen.

Que se lo digan a Yunquera (García Viadero Albillo), el primer albillo al cien embotellado como blanco, pero obligado a ampararse en la indicación geográfica de Vinos de la Tierra de Castilla y León a pesar de elaborarse en plena Ribera del Duero burgalesa. Una apuesta pionera de la riberísima Bodegas Valduero que con esta etiqueta abrió surcos para la llegada de más blancos con el ejemplo de este vino que sorprende por su buena evolución y aptitud para medianos recorridos combinando frescor, untuosidad y matices a frutas de hueso.

La albillo es la única variedad blanca autorizada por la DO Ribera del Duero, aunque no para elaborarse en solitario. Por eso muchas bodegas de esta denominación de origen pusieron también un pie en la DO Rueda para complementar en blanco y negro su producción, y otras incluso trascendieron la zona para llegar a otras regiones como Valdeorras, Ribeiro o el Bierzo para plantar una enseña blanca.

Pero a algunas bodegas ribereñas como Dehesa de los Canónigos le sigue gustando más la albillo y por ello, en lugar de en Rueda, apostaron por lanzar etiquetas blancas con uvas cultivadas en Ribera del Duero de singularidad y calidad excepcionales.

«La idea surgió de la inquietud que tanto mi hermana Belén, enóloga, como yo, teníamos por una variedad que nos trae tantos recuerdos de nuestra infancia, tan nuestra y tan identificada con la Ribera del Duero. Es por ello que hemos pretendido que, lejos de ser comercial. sea un vino que refleje la tipicidad y la singularidad de la albillo mayor en su maxíma expresión », relató a Divinidades Iván Cid, de Dehesa de los Canónigos en Ribera del Duero.

En 2015 Dehesa de los Canónigos comenzó a rebuscar entre sus cepas viejísímas ribereñas para hallar albillos que pudieran dar pie a un blanco en solitario que reflejase la pureza de la variedad en Ribera del Duero, su autenticidad y singularidad. De este modo, esos albillos de más de 80 años intercalados en viña centenaria que antes se empleaban para el tinto Solideo, desde 2015 comenzaron a formar parte de un monovarietal blanco, elaborado solo en añadas excepcionales a partir de una fermentación a medias entre inox y barrica francesa de un uso, y un poco de crianza en madera y botella para hacer un vino con gran cuerpo en boca, auténtico y fresco que expresa la pureza de la albillo. Solo se han elaborado dos añadas  ---2015 y 2016---  de este blanco que se comercializa como un Vino de la Tierra de Castilla y León, con una muy exclusiva producción de apenas 974 botellas que han tenido muy buena aceptación.

Las cepas viejísimas de albillo son también el protagónico denominador de otros blancos de la zona, como los de Dominio del Águila, Félix Callejo o el Lagar de Isilla.

Para su Dominio del Águila Albillo Viñas Viejas la bodega surte sus uvas de la zona burgalesa de La Aguilera, pueblo natal de Jorge Monzón, quien antes de montar su propio proyecto estuvo inmiscuido en el proyecto experimental del nuevo blanco en Vega Sicilia, así como otro blanco experimental a partir de albillo en Bodegas Arzuaga Navarro que, en su momento, no llegó a ver la luz.

En Dominio del Águila las cepas blancas de más de 70 años están intercaladas con las blancas en viñas muy viejas, como manda la tradición. Allí, a entre 800 y 900 metros de altitud, Monzón practica una viticultura con certificación orgánica y, en este vino, tras haberlos pisado un poco, los racimos se fermentan enteros en barrica de roble francés. Tras la fermentación el vino envejece entre 12 y 14 meses en barrica, con sus lías, pero sin bâtonnage.

Viñas Viejas con albillo entremezclado.
Bodegas Lagar de Isilla.
Foto : Viajes & Vinos ©

Muy añejas son también las albillo de Lagar de Isilla, una bodega situada un poco más al este de Aranda de Duero, que elabora también un escasísimo monovarietal de albillo a partir de cepas viejísimas en vaso de entre 70 y 90 años de edad. Entremezcladas con tempranillos, las albillos se esparcen por diferentes pagos con diversidad de suelos que aportan diferentes matices al vino, con tonos florales, cítricos y minerales, además de recuerdos a frutos secos, resultado de su fermentación y crianza en barricas, donde se somete a crianza en lías por medio año.

Este Lagar de Isilla Albillo es un Vino de la Tierra de Castilla y León, indicación con la también comercializa blancos Bodegas Félix Callejo, que con la añada 2012 estrenó El Lebrero, un blanco de guarda elaborado a partir de mosto flor de albillo fermentado en barrica, donde reposa luego con sus lías por once meses y que llama la atención por gran aromaticidad, magnífico equilibrio, frescura y redondez.

Otros con indicación de Vino de la Tierra de Castilla y León son Matañizal, un blanco joven, monovarietal de albillo de Bodegas Castillo de Peñaranda; Magna Vides, con su Alba Vides de albillos centenarios, Dominio del Pidio Albillo proyecto guiado por Bodegas Cillar de Silos, o el blanco albillo de Bodegas Clunia, un proyecto del Grupo Príncipe de Viana en tierras castellano leonesas que roza los lindes de la Ribera del Duero sin pertenecer a su denominación y que elabora un blanco albillo procedente de viñas en altitud que superan los mil metros sobre el nivel del mar. A esta altura, el clima extremo y los suelos arcilloso calcáreos confieren frescura e identidad varietal al vino. Este albillo se elabora a partir de mosto yema que fermenta en barricas grandes de roble francés donde luego permanece unos cinco meses.

Pirulés.
Foto: Viajes & Vinos ©

Más que albillo

 

La albillo es quizás la blanca más extendida en el territorio de la Ribera del Duero, pero no la única. Otra variedad autóctona de la zona es la pirulés (alarije), una variedad blanca casi denostada que ocasionalmente aparece por las viñas de la región y que bodegas como Kirios de Adrada han rescatado para elaborar un blanco, donde la funden con la albillo con una vocación de sacar partido a diversas variedades blancas menos conocidas en Ribera del Duero.

Además del de Kirios de Adrada, otros alarijes son los que en el poblado de La Aguilera en Ribera del Duero dan vida a Alma de Cántaro Alarije, el vino blanco que la bodega Magna Vides elabora con fermentación  y crianza de 12 meses en barricas usadas de roble francés. O los Alarijes del proyecto Sabinares, ubicado en la DO Arlanza, en tránsito entre Ribera y Rioja, y donde además de esta variedad se cultiva albillo, viura o la variedad suiza Chasselas, que se funden en un complejo blanco de guarda.

Porque las variedades internacionales también tienen presencia en la región donde aparecen blancas como la chardonnay, la viognier o la sauvignon blanc.

Chardonnay fue la variedad escogida por una bodega de referencia en Ribera del Duero, Arzuaga Navarro, que embotella Fan D. Oro, un blanco con predominancia de chardonnay de unas dos décadas de edad cultivadas en la finca La Planta, que se destaca por su altitud de 900 metros y suelos arcillo-calcáreos con la roca madre sin fragmentarse, a menos de un metro de la superficie. El vino se fermenta en roble francés nuevo y se somete a un poco de bâtonnage al final de la fermentación. Seis meses reposa ahí antes de embotellarse como un vino fresco y elegante.

A no demasiada distancia de esta bodega y rozando la frontera de la DO Ribera del Duero está Abadía Retuerta, que desde 2011 elabora también un blanco, LeDomaine. Se trata de un vino de guarda, terroir y producción limitada, fruto de un accidente en el vivero que, a inicios de la década del 1990 confundió cepas de merlot con unas de sauvignon blanc. Luego de 15 años de investigación de esas viñas de sauvignon blanc, el vino salió formalmente al mercado a partir de la cosecha de 2011 como un Vino de la Tierra de Castilla y León, en un ensamblaje de 65% esta cepa y un restante componente de verdejo y otras variedades blancas que se someten a fermentación en barrica usada, criándose luego el vino durante seis meses con bastoneo de lías. Abadía Retuerta tiene también plantado un poco de godello y de gewürtztraminer.

Menos azaroso otro sauvignon blanc, el que Bodegas Torremilanos elabora en el extremo arandino de Ribera del Duero y que a 40% de esa variedad suma 10% de viura y 40% de tempranillo blanco, quizás el único fuera de Rioja, y las arma con una fermentación y crianza sobre lías en barrica de roble, para salir al mercado como Peñalba López Blanco, la marca con la que la bodega comercializa sus vinos no amparados en la DO Ribera del Duero.

Porque más autóctona que estas cepas internacionales es la verdejo que, fuera de Rueda, en Castilla y León tiene presencia en zonas como Cigales, donde hace unos años el CRDO admitió la elaboración de blancos y varias bodegas elaboran etiquetas a partir de esta variedad, junto con la albillo y la sauvignon blanc, las tres blancas autorizadas en esta denominación de origen del Duero castellano.

Verdejo en combinación con otras dos variedades internacionales, chardonnay y viognier es la apuesta de Bosques de Matasnos, que de una única parcela situada en uno de los puntos más altos de la Ribera del Duero elabora su blanco, una suma de tres uvas que, a pesar de estar en Ribera, se ampara en los Vinos de la Tierra de Castilla y León. Este vino de parcela única fermenta y reposa en barrica y se somete a una corta crianza para evitar que la madera opaque al vino. Las chardonnay empleadas en este vino se precian de ser las chardonnays plantadas a mayor altitud de España. 

Malvasía castellana
Foto: Bodegas Maurodos ©

Los blancos de Toro y otros matices blancos

 

A las albillos y alarijes-pirulés de la Ribera del Duero se le une el perfil blanco de la DO Toro, que sí admite en su reglamento la elaboración de blancos a partir de las variedades verdejo y malvasía, independientemente de que sean los tintos los que dominen en esta denominación.

Es la variedad por la que ha optado Bodegas Maurodos, que este 2019 estrenó su San Román Malvasía, variedad con que elabora su primer blanco en Toro.

La malvasía castellana es una variedad histórica en Castilla y León, especialmente en la zonas de Arribes de Duero, donde se elaboran blancos, y Toro, siendo Morales de Toro el municipio toresano donde ocupa su mayor extensión. Se trata de una variedad que se instala en los terrenos más pobres, más arenosos y también más frescos, y que tiene buena acidez aunque no es muy aromática ni produce vinos de alto contenido alcohólico. Tradicionalmente se empleó para la elaboración de claretes, mezclándose con uvas tintas, y antaño también se usó en mistelas que era tradicional ofrecer a los clérigos en la romería que acostumbraba a celebrarse el Sábado Santo. Junto con la verdejo es una de las dos variedades autorizadas en la DO Toro para elaboración de blancos, que siempre deben de tener un mínimo de 85% malvasía.

San Román recuperó esta variedad histórica con malvasías procedentes de un viñedo ubicado a 700 metros de altitud en Morales de Toro, con cepas de unos 60 años plantadas en pie franco sobre un suelo arenoso y cultivado con criterios de viticultura ecológica en la cosecha 2017, que se embotellaron en julio de 2018.

Viñedo San Román Malvasía
Foto: Bodegas Maurodos ©

“Usamos malvasía para nuestra etiqueta tinta PRIMA, pero en 2017 adquirimos una parcela de viña muy vieja en Morales de Toro, la cual es, además, más tardía y más fresca que otras parcelas. De ahí decidimos hacer un blanco en San Román que está mostrando muy buena evolución”, detalla Eduardo García, Director Técnico de Bodegas Mauro y Maurodos, quien opina que la malvasía toresana en pequeñas producciones puede gestar vinos muy interesantes, siempre que se trate de proyectos pequeños y muy cuidados.

No es el único proyecto blanco de la familia García que con la cosecha 2013 estrenó su Mauro Godello, un elegantísimo blanco de esta variedad que nació de la necesidad personal de su autor de elaborar un godello tras haber estado por más de una década elaborando un tinto en el Bierzo, Paixar. Las godellos para este vino proceden de un pequeño viñedo berciano y se trasladan a Valladolid para vinificarse y envejecerse en Tudela de Duero donde sita la bodega original de su proyecto de vinos, que en sus primeras añadas llegó a embotellar un blanco con etiqueta Mauro, elaborada con las uvas blancas que salpicaban el mar tinto de sus viñas.

Elaboración Mauro Godello
Bodegas Mauro
Foto: Viajes & Vinos ©

El San Román Malvasía no es tampoco el único blanco de Toro en proceso ya que este 2019 se estrenó el Dominio del Bendito Mi Verdadejo, un verdejo de viña en pie franco de la zona de Toro de la cosecha 2016 fermentado y criado en barrica de roble francés durante nueve meses con sus lías finas, y que pretende exponerse como un vino austero, profundo y complejo. Un blanco de esta variedad más asociada a la DO Rueda, y cuya escasísima producción de apenas 546 botellas se comercializará como vino de mesa.

Verdejo y malvasía son las variedades que también ha escogido la toresana Bodegas Fariña para sus dos blancos, un blanco joven de malvasía con DO Toro, su Colegiata Blanco, y un 100% verdejo, el Dolfos Verdejo Blanco, que se ampara bajo la IGP Vinos de la Tierra de Castilla y León.

Al igual que la DO Toro, la DO Arribes de Duero ampara tanto malvasía como verdejo, pero también permite albillos, un trío de variedades con las que allí se elaboran blancos.

Aunque más en Ribera que en Toro, otras bodegas como Magallanes apuestan por el blanco como en su etiqueta Cienfuegos, pero en este caso con una variedad autóctona castellana, la albarín, blanca, más asociada a latitudes menos durienses, como las de León, Asturias o Galicia. Con la albarín, en este vino que se comercializa bajo la insignia de Vinos de la Tierra de Castilla y León, su autor César Muñoz, enamorado de esta variedad por su aroma y acidez, la ha hecho convivir con otras dos grandes variedades blancas de la comunidad castellanos leonesa, la godello y la verdejo, para crear un vino muy estructurado y untuoso. El proyecto ha sacado la albarín de su entorno habitual de León ya que la bodega piensa que es más fácil vender blancos desde la Ribera del Duero que desde esa provincia.

Muñoz pensaba que era una variedad de uva que iría bien con el estilo de fermentación que quería para el blanco, y tras reproducir algunas cepas viejas de albarín de unos 40 a 50 años, en 1999 comenzó a trabajar con las fermentaciones en barrica hasta que una década después el vino comenzó a coger la forma que le pretendía, realizando su fermentación y luego una crianza de unos 9 a 10 meses en barrica también para lograr vinos con un largo recorrido.

Además de éstas, hay otras bodegas en la zona del Duero castellano que han plantado vides blancas aunque, de momento, de manera experimental y sin intención de elaborar a corto o mediano plazo. Del mismo modo, en la castellana Sierra de Salamanca hay también una expresión de Rufete Blanco, en Bodegas Cámbrico, y en la DO Tierra de Zamora otros blancos, ya que esta denominación admite su elaboración con variedades preferentes malvasía, verdejo y moscatel de grano menudo y albillo, palomino y godello como complementarias.

 

 

¿Un nuevo horizonte blanco?

 

La buena acogida de la nueva hornada de vinos blancos en la zona del Duero castellano ha estimulado a las bodegas que les elaboran a seguir apostando por ellos y profundizando en su elaboración.

“Estamos muy contentos con nuestro vino blanco de albillo. Aunque no hemos incrementado producción, lo que sí hemos incorporado es un huevo de hormigón que complementa muy bien con las barricas de madera en su evolución”, relató Noelia Callejo sobre El Lebrero, de Bodegas Félix Callejo, con una tirada de unas ocho mil botellas.

Por su parte, la buena respuesta que ha tenido en el mercado el blanco de albillo de Dehesa de los Canónigos ha llevado a la bodega a realizar una selección genética de la albillo plantada en sus viñas con el fin de preservar su autenticidad y poder aumentar la producción a largo plazo aunque sin exceder las cuatro o cinco mil botellas. Mayor es la producción del Valduero Yunquera que elabora entre 40 y 50 mil botellas anuales de este blanco de albillo, plantado de momento a través de 12 hectáreas que la bodega no descarta expandir y que llegaron también a surtir a Valduero Sobresaliente, un blanco de albillo de menor graduación alcohólica y bajas calorías que la bodega dejó de elaborar.

En 2017 los albillos en Ribera del Duero se esparcían por alrededor de unas 405 hectáreas, considerando que muchas cepas se encuentran entre variedades tintas en viñedos muy viejos. Esta cifra representa un importante crecimiento de la superficie en las últimas dos décadas ya que en 1997 las héctareas de albillo en la zona apenas eran 76.

Esa larga vida de la albillo es la génesis de una de las más nuevas etiquetas de blancos en la Ribera del Duero, el Arzuaga Albillo, un albillo de muy larga guarda procedente de cepas prefiloxéricas que tras su vinificación en la cosecha 2007 la bodega dejó pulirse durante 93 largos meses en barrica francesa, reposando sobre sus lías y con crianza oxidativa con mínima cantidad de sulfuroso. Un vino de mínima intervención y viñas de altitud en suelos arcilloso calcáreos que parecen sentarle tan bien a esta variedad, y que apuesta por lo autóctono de la zona en contraposición con el Fan D.Oro, la etiqueta blanca de chardonnay que la bodega ya elaboraba.

Precisamente su versatilidad a la hora de elaborar y su escasez es uno de los principales atractivos de la albillo, que lo mismo se adapta a vinos jóvenes, que a las fermentaciones en barrica, a las crianzas en éstas con lías o largos envejecimientos.

Entonces, con cada vez más bodegas elaborando blancos serios en la zona de Ribera del Duero, ¿debe de esperarse que la denominación de origen admita en su reglamento amparar la elaboración de vinos blancos para expandir el abanico de tintos y rosados? Es una necesidad sobre la que aparenta existir consenso entre los bodegueros de la región.

“Ribera del Duero tiene una gran oportunidad con la elaboración de vinos blancos con albillo, por lo que en Bodegas Félix Callejo seguimos apoyando y demostrando con nuestro vino El Lebrero la capacidad de esta variedad para elaborar grandes vinos y grandes vinos de guarda”, afirma Noela Callejo, quien confía que en los próximos años el CRDO Ribera del Duero permita a amparar bajo su contraetiqueta también vinos blancos.

¿Qué posibilidades hay de que así sea? Todas. Pero entre los bodegueros hay opiniones divididas sobre cómo debe de abordarse el tema de la elaboración de los vinos blancos en la zona de la Ribera del Duero.

Hay consenso en que la albillo debe de ser el eje mayoritario de este rumbo, pero mientras unos piensan que no se debe de descartar la ayuda de otras variedades, sean de España o del extranjero, siempre que se compruebe su buena adaptación a la zona, otros no ocultan su preocupación de que si esta autorización se cimenta sobre el inventario de variedades blancas autorizadas en toda la comunidad castellano-leonesa, pueda perderse la apuesta de identidad de la zona en la que muchos preferirían que la elaboración de blancos se cimentara sobre las variedades autóctonas específicas a la región.

De momento, la variedad albillo está aprobada y autorizada para el nuevo pliego de condiciones de la DO Ribera del Duero que se espera pueda terminar de delinearse una vez se conozcan los detalles de la nueva normativa europea que habrá que aplicar en breve, y así puedan tenerse los parámetros para incorporar todo lo que la denominación estime que hay que incluir en la actualización del reglamento.

Y aunque Bodegas Vega Sicilia aparcó su proyecto del elaborar un vino blanco en la Ribera del Duero, no lo ha descartado y quizás en este nuevo contexto se den las condiciones para retomarlo.

La nueva hornada blanca del Duero castellano leonés ha tenido buena acogida, y sin duda dará más que hablar. No tenemos duda que nos aguarda un futuro luminoso pintado de nuevos blancos del Duero español.

 

21 de junio de 2019. Todos los derechos reservados ©

 

PS. El 27 de julio de 2019, a pocas semanas de publicar este texto, el Boletín Oficial del Estado (BOE) español publicó la Solicitud de Modificación del Pliego de Condiciones de Producto de la DO Ribera del Duero, para amparar a vinos blancos elaborados a partir de la uva albillo real.



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Rosa Maria Gonzalez Lamas. Foto: Viajes & Vinos y Bodegas (C)