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Dos siglos de Veuve Clicquot Rosé

 

 

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Se quedó viuda a los 27 y fue una suerte para nosotros y ella porque a fines del siglo XVIII y principios del XIX solo las eran las viudas quienes podían tener la misma libertad social y financiera que un varón. Dicen por las esquinas que aunque la historia oficial fue que su François había muerto de fiebre tifoidea, la verdad es que una depresión le arrojó al suicidio, dando así un triste fin a un matrimonio que comenzó secretamente en una cava de vino. 

Aunque su bisabuelo y su abuela materna habían estado vinculados a Ruinart, la primera casa de Champagne, lo cierto es que Barbe-Nicole Ponsardin creció envuelta entre lanas. La moda había cobrado gran importancia tras la Revolución Francesa, así que era por ellas, las lanas, y la gran industria textil que latía esta región francesa antes de que las burbujas redactaran una indelible impronta en su historia. 

Fue con esos tejidos que los Ponsardin crearon su empresa, su fortuna y su influencia, una condición burguesa que permitió a Nicole vivir desahogadamente y marcando distancias con la Revolución y sus circunstancias sociales, a las cuales su padre puso especial esmero en no exponerla innecesariamente.

De él heredó el pragmatismo y la astucia empresarial que le permitió salir adelante tras quedarse sola con una hija al morir François. Contrario a ella, él era un soñador, y sus sueños eran de vino. Así que juntos, aunque con retos, emprendieron ese sendero, que Nicole determinó proseguir tras su fallecimiento. 

Y fue así como empezó la leyenda de una gran dama que dejó aquel comercio textil para enfundarse el atuendo efervescente del champán. Un industria que ella ayudó a definir gracias a su talento para identificar oportunidades en momentos de inestabilidad cultural y económica lo que lo llevó a ser con 40 años una de las empresarias más ricas y célebres de toda Europa y una de las primeras mujeres de negocios en dirigir un imperio comercial global. 

Aunque tradicionalmente se atribuye a un hallazgo fortuito de Dom Pérignon la aparición del champán, se dice que en realidad los vinos con burbujas se dieron a conocer mientras se manejaban toneles de champán, proclives a la efervescencia, en la Inglaterra del siglo XVII, una décadas antes de que lo hicieran en Francia. 

Poco después, a inicios del siglo XVIII, otro accidente provocó la aparición de los primeros champanes rosé. Porque en Champagne había y sigue habiendo vinos, tranquilos, y los tintos de mesa que entonces se elaboraban en la región llegaron a tener tanta fama como los de Borgoña. Así, en un viaje tortuoso hacia las prensas de vino, aquellas uvas tintas dejaron una muestra de color, que produjo un vino espumoso de color rosado muy pálido, más semejante a los tonos que rodean el ojo de las perdices, y ciertamente diverso al estilo más cristalino que se bebía en la corte de Versalles.

Todo este recorrido convivió con la ya Veuve Clicquot, reconocida por su gran talento para el ensamblaje de vinos, lo que la llevó en 1818 a concebir una nueva forma de elaborar champanes rosados, que distanciándose de aquel primer método accidental, utilizó el ensamblaje de vinos tintos y blancos para crear un todo que se destacara por su color, aroma y sabor como ingredientes de la ecuación de calidad. Así nació el primer champán rosé de ensamblaje, el Veuve Clicquot Rosé, que sumó los vinos tintos que tanto le enorgullecían, con vinos blancos de sumaron un champán más estructuradoy con más carácter. 

Esta innovación se sumó a otras que le valieron a Nicole Ponsardin un espacio a perpetuidad en la historia del champán, uno en el que sexo femenino ha ejercico una influencia trascendental. Porque además de crear el primer champán rosé de ensamblaje, la Viuda Clicquot fue también la artifice de los champanes brut, más secos que los que se estilaban entonces, y del proceso de removido en pupitres para aclarar el vino, respondiendo a la preferencia del consumidor que rechazaba los vinos turbios.

Fueron estos algunos de los hitos en un sendero que llevó a la sagaz empresaria no solo a crear una marca sólida y distintiva, sino también a internacionalizar al champán como producto.

El Veuve Clicquot Rosé se elabora aunando vinos de entre 50 a 60 crus, siguiendo los porcentajes de variedades que se emplean para la tradicional etiqueta amarilla brut que es emblema de la casa: entre 44 y 48% Pinot Noir, entre 13 a 18% Pinot Meunier, y entre 25 a 29% de Chardonnay. Entre 25 y 40% de los vinos empleados son vinos reserva, más añejos, procedentes de entre cinco y seis añadas distintas, a los que se suma alrededor de un 12% de vino tinto elaborado a partir de uvas tintas especialmente cultivadas y escogidas para dotar de equilibrio a este champán rosado.

Con el amarillo Clicquot y el resplandor refulgente de la luna llena, el rosa de la Veuve pintó los sabores de bocados de celebración, dulces y salados, con que La Bodega de Méndez, distribuidor de Veuve Clicquot en Puerto Rico, festejó estos primeros dos siglos del burbujeante ensamblaje rosé. Un incesante desfile de botellas con su cinto negro conmemorativo que derramaron su contenido por las copas de decenas de invitados que pudieron degustar las burbujas de este champán pero, sobre todo, su carácter de vino, el mismo que encandiló a la Viuda que las creó, segura de que los champanes rosé revalidan la vocación gastronómica de los champanes cristalinos. 

Aunque su aptitud se dirige más por la vía de algunos alimentos más contundentes como el atún, las frutas rojas, el pato, los camarones o el fiambre, a Barbe Nicole sin duda le habría cautivado coquetear con sabores del mundo en el Caribe, como anfitriona imaginaria de los invitados que armonizaron sus burbujas rosadas con bocados grasos y fritos como los emblemáticos bacalaítos puertorriqueños o las croquetas de queso, dos paradigmas del concepto armoniosamente gastronómico para las burbujas de champán, o los crudos y picantes, como los de un ceviche, los de un tartar de atún con pepino y wasabi o las bruschette de hummus, con una sutil nota de especias. 

Por supuesto, el Veuve Clicquot rosé va muy bien con muchos postres, como los malvaviscos rosados, los besitos de coco o las galletas de guayaba que adornaron la mesa de cumpleaños, pero especialmente con la “tarta” hecha hielera, que se ha creado especialmente para brindar en esta celebración. 

Del mismo modo que con este artilugio, la casa sacará al mercado una edición limitada en tamaño Jeroboam del Veuve Clicquot Rosé NV

Joyeux Anniversaire Rosé!

 

25 de octubre de 2018. Todos los derechos reservados ©

 

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Rosa Maria Gonzalez Lamas. Foto: Veuve Clicquot/LVMH y La Bodega de Mendez (C)