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Los lazos de rugby crearon lazos de vino amarrados por las aguas del Duero y la tinta de Toro. Rugby, un viejo juego de pelotas y a veces también pelotazos, es un juego de equipo, de encuentros y fue entre partidos y equipos que los cursos de Cristiano Van Zeller y Óscar Garrote coincidieron varias veces a uno y otro lado de La Raya, hasta que un día el gran Cristiano del vino ---que comparte nombre con el otro gigante del fútbol---  en uno de esos encuentros le dio un abrazo rompehuesos a Óscar sellando una nueva amistad y un nuevo encuentro entre España y Portugal. 

La botella hizo el resto. Porque cuando Van Zeller le obsequió a Garrote una de las suyas, el español desconocía que su adversario en el rugby no solo elaboraba vino, sino que hacía algunos de los vinos más grandes del país luso. 

Porque eso es lo que es Cristiano Van Zeller, un grande de Portugal, un goleador de botellas, un artista del ensamblaje y de grandes partituras con el rico patrimonio vitícola portugués, y una especie de rey Midas del vino, más que por lo que respecta al dinero, por su habilidad de crear un prestigio incuestionable a los proyectos que toca, cada uno edificado con certeza y talento para erigirse en pesos pesados del vino portugués.

Lo hizo primero con Quinta do Noval, lo hizo después con Quinta Vale Dona Maria, íconos del Douro que Van Zeller forjó hasta darles un lustre de muchos quilates, y lo está haciendo ahora con Van Zellers & Co., precedido por su gran trasfondo familiar en el mundo del vino, no en balde los Van Zeller son la familia que más tiempo lleva creando vinos de Oporto sublimes y longevos de manera ininterrumpida, desde que en 1620 su historia se enlazó con la del Douro y la producción de vino. En resumen, una pieza indispensable en la forja de la nueva era del Douro.

Así que, aunque al recibir la botella no tenía ni idea de quien era aquel grandullón con quien jugaba al rugby, tan pronto supo que se dedicaba al vino Óscar vio en Cristiano el padrino perfecto para potenciar una viña familiar con más de 150 años que tenía en Toro y cuya uva terminaba en los depósitos de otras bodegas.  

Si los Van Zeller llevaban centurias vinculados a la elaboración de vino a lo largo del Douro, los Garrote no llevarían centurias, pero sí tiempo en la restauración. Prosiguiendo la labor de sus padres  ---que con el Mesón La Fragua fueron el primer estrella Michelin de Castilla y León---, Óscar abrió un restaurante en 1999 y le bautizó Vinotinto, así, junto, no porque estuviera en el centro de Valladolid y se enlazara con los muchos vinos tintos que se elaboran en la provincia, sino porque había trabajado en las Islas Baleares como patrón de un barco que se llamaba exactamente igual al local. 

De vino algo sí sabía este marinero del Mediterráneo que vino a navegar las aguas del Duero y sus cepas viejas, un río de vino que une a España y Portugal y da origen a no pocos entre los grandes vinos del mundo. Por eso cuando supo que ese crac del vino portugués se había enamorado de esa viña toresana familiar tan vieja, decidieron comenzar a concretar ideas y fue así como dieron forma a un nuevo proyecto enológico en Toro: Hacienda Terra d’Uro.

Toro quizás era nuevo a nivel vinícola para el portugués, aunque sus vínculos con España no. En la década del 1970 estudió en País Vasco, participó activamente en la primera campaña electoral de la Transición y, a mediados de los ochenta, su estrecha amistad con Javier Hidalgo le llevó a Andalucía, donde casi como afición de amigos hicieron un vino de Jerez de pago, la Manzanilla Pasada Pastrana de Hidalgo La Gitana, un vino totalmente especial, procedente de un único viñedo de calidad excepcional que hoy sigue deleitando a los Sherrylovers del mundo.  

Y así, como las soleras de aquel vino, las de Van Zellers en España fueron con cada experiencia añadiendo una criadera de afectos por un país al que se siente indisolublemente unido y cuyo idioma habla a la perfección. 

Pero había una solera distinta y singular en Toro, y es que si Cristiano no había tenido antes vínculos profesionales con la región, el eco de la historia sí resonaba en la de los Van Zeller, cuyos ancestros lucharon en 1476 en la batalla de Toro que enfrentó a Fernando de Aragón y a las huestes de Alfonso V y el príncipe Juan de Portugal por el trono de Castilla y el poder monárquico en la Península Ibérica. Allí perdió los brazos defendiendo al rey portugués un antepasado de Cristiano, quien era el portaestandarte de Portugal en la batalla que dejó fuera de juego a Juana La Beltraneja y asentó en el trono castellano a Isabel La Católica. 

Con ese arraigo por Toro, por su historia y por sus viñas comenzó el proyecto en firme, y para bautizarlo escogieron al uro, un animal que precedió al toro. De este modo nació Hacienda Terra d’Uro con las viñas prefiloxéricas de aquella finca El Romeral, a las que poco a poco fueron añadiéndose otras para acrecentar los dominios de viña vieja.

Para ello la brújula fueron los relatos de viña que contaban que mucha gente sacó de El Romeral palos de vid y los fue plantando directamente por otras viñas de la zona, arrastrando toda la savia y saber del tiempo a cada nueva localidad. La búsqueda de los viticultores que habían plantado los clones en pie franco fue llevándoles a viñas enteras en el entorno de El Romeral, que poco a poco fueron adquiriendo hasta completar las 52 hectáras que tienen hoy alrededor de Villafranca de Duero, una localidad vallisoletana que reparte sus viñas entre dos denominaciones de origen castellano leonesas, Toro y Rueda. Casi todas en propiedad y algunas alquiladas, pero todas con la filosofía de manejo de El Romeral: mucho trabajo manual y poca invertención. 

Terra d’Uro tiene dos prioridades: primera la tierra, la viña, y segunda la calidad de los vinos”, explica Cristiano Van Zeller a DiVINIdades de Viajes & Vinos, sobre este proyecto con viña, pero sin bodega propia. 

La cosa comezó a tomar forma a partir de 2007 cuando comenzaron las primeras elaboraciones y ya se determinó comenzar a expandir la superficie de viñas en propiedad para cuajar un proyecto de mayor dimensión. Y a la finca emblema de El Romeral, con sus viñas prefiloxéricas de siglo y medio en suelos muy pobres pronto se arrimó también La Coscojosa, con viñas prefiloxéricas casi centenarias. Cascajo, arena y canto rodado son la alfombra de los suelos de estas viñas cuidadas en orgánico-ecológico, algo que favorece la climatología y suelos de Toro. 

De La Coscojosa precisamente salió URO la primera de las referencias de este proyecto. “Se elaboró de forma artesanal y tradicional, en un depósito abierto y pisando la uva como antaño, que dio para tres barricas de 500 llitros cada una”, rememora Van Zeller, añadiendo que hoy prosiguen con ese estilo de elaboración con cubas abiertas, bazuqueos, con vinificación integral, fermentando y envejeciendo siempre en la misma barrica. 

De esas viñas viejas buscaron hacer Toros modernos, alejados de ese perfil rústico y basto que tenían muchos tintos de la región.

En ello la acidez es clave para ganar en frescor y equilibrio. “Al principio muchos nos criticaban porque vendimiábamos antes que nadie, pero buscamos preservar la acidez natural al máximo, ya que el frescor es importante para hacer contrapeso a los taninos y para dar equilibrio al vino. Los vinos de Toro necesitan acidez”, apunta Van Zeller, explicando que en bodega empezaron poco a poco, haciendo distintos tipos de fermentación, experimentando con diversos tipos de barrica para ver cómo iban funcionando con el vino deseado. Una decisión que hoy día hace más sentido que nunca, ya que si bien las viñas viejas se regulan mejor y han sabido afrontar mejor los rigores del calentamiento global, algo que se ha notado en Toro ha sido la evolución del grado alcohólico de los vinos, que la acidez ayuda a contrarrestar. 

Tras las viejas luego aparecieron viñas más jóvenes, como Finca La Rana, que hoy tiene unos 40 años y cuyos racimos se destinan a La Enfermera, un vino condimentado por la historia de aquellos tintos de Toro poco envejecidos de la era de Isabel de Castilla. 

De maderas, las de roble, predominando las de roble nuevo y de mayor dimensión, que se utilizan para envejecimientos que duran entre pocos y veinte meses. Y para respetar la pureza natural del vino, en Hacienda Terra d’Uro ni se filtra ni se clarifica para resaltar ese toque de autenticidad toresana.

De La Coscojosa nació URO, de El Romeral el URO Selección y de La Rana, La Enfermera y un vino de parcela, el Terra d’Uro Finca La Rana, un Tinta de Toro con contacto de 12 meses con barrica de roble francés. Los dos primeros de la añada 2016, ya que Terra d’Uro saca al mercado los suyos con algo más de tiempo y mayor redondez. 

El URO realiza fermentación integral en barricas nuevas y destaca por sus notas a flores azules, bouquet garni y marcados afrutados a grosella en un vino de nariz compleja y paladar pulido y elegante al que le falta por crecer.  

El URO Selección ---que ensambla uva de casi un siglo de dos pequeñas parcelas de El Romeral y envejece 20 meses en roble francés---  es elocuente. Los vinos hablan y este lo cuenta todo. Que puede ser bebible, pero que su esplendor llegará en varios años mínimo, a pesar de ser de la cosecha 2016. Todo lo dice el vino que esta aún muy entero, con un color púrpura profundo, pero también perfecto para disfrutar así.  

Su nariz es golosa, pero mas compleja. Con su hermano mayor comparte el intenso aroma floral que convive con recuerdos a abundantes aromas a flores azules y a fruta oscura con matices como el toffee, la vainilla o el regaliz, que dan paso a marcadas notas a tocineta ahumada y chocolate, y puntos yodados y sanguíneos, que confirman la frescura de este tinto, potente, con nervio, pero gran elegancia, que termina con notas especiadas y ahumadas en el posgusto. Una potencia que no reniega de la estructura de las cepas centenarias, prefiloxéricas de las que surte su uva y al que el paso del tiempo favorecerá aún mucho más.

La Enfermera rescata en su nombre la imagen de la Reina Isabel confiscando vino para darlo a las tropas cual medicina en el campo de batalla, lo que le valió el mote de enfermera. De aquellos vinos más tempranos y con poca crianza, hoy se hace eco éste con un levísimo y corto contacto con el roble, que lleva apenas un par de cosechas elaborándose y en su añada 2020 destaca por su increíble frutosidad, su buen volumen y, sobre todo, frescura y perfil pulido, un vino para hacer a Toro cotidiano en cada copa. 

Con estas referencias el Douro Boy se convirtió en chico del Duero porque como afirma su socio Garrote, “el río es más fuerte que la frontera”. Por ello, aunque haya diferencias varietales, de altitud, de topografía, clima, ensamblajes e incluso caudal del mismo río, el quehacer de Van Zeller en el Douro comparte filosofía con Terra D’Uro en el Duero. Y quizás lo más arraigado de esa filosofía es la variedad de uva, que si en el lado castellano del río se llama Tinta de Toro, en el lado portugués es la Tinta Roriz, una variedad que Van Zeller conoce a la perfección pues fue precisamente su bisabuelo quien plantó por primera vez la variedad tempranillo en Portugal en la Quinta duriense de Roriz, de donde tomó su nombre cada vez que alguien se refería a las cepas que alguien sacó de la Quinta para plantarlas en otro lugar. “É da Quinta de Roriz, decían”.  

Y así como conoce la uva en el Douro, también conoce al dedillo sus singularidades a cada lado de la frontera. “La Tinta Roriz-Tempranillo es muy distinta según el sitio donde se cultive”, añade Van Zellers subrayando que al igual que para sus proyectos en el Douro, para Hacienda Terra D’Uro es muy importante mantener el espíritu y carácter de la región, por lo que solo las variedades de uva autóctonas y emblemáticas de Toro forman parte de los vinos.  

En esa línea de trabajo, elaboran un rosado y en 2020 Terra d’Uro fue pionero en elaborar un garnacha 100% con contraetiqueta de la DO Toro, tan pronto el reglamento de esta denominación de origen avaló la elaboración de esta casta en monovarietal, vides de casi medio siglo que exprimen su jugo y luego pasan cuatro meses en barrica americana. Y para constatar los contrastes de la tempranillo en Toro y en el Douro, han elaborado una expresión transfronteriza de la misma variedad embotellada en dos referencias con nombre de vocal. “La O” es un Tinta Roriz del Douro, y “La U” es un Tinta de Toro de la región homónima en el Duero, lo que permite contrastar idéntica variedad en dos contextos distintos eslabonados por un mismo río que según el idioma y el lado de la frontera se escribe con O o con U. 

Y, aunque los Van Zeller tengan en João, hijo de Cristiano y jugador profesional de fútbol, un espacio para el vino y este deporte de multitudes, el rugby también sigue siendo un hilván entre los personajes y el proyecto, especialmente en lo que concierne al espíritu de trabajo en equipo y la habilidad de saber complementar trazos distintos de diversas personalidades elaboradoras y territorios. 

Hoy Hacienda Terra d’Uro tiene una producción de alrededor de medio millón de botellas, 80% de las cuales se comercializa fuera de España. El proyecto no quiere aumentar producción, pero sí tiene la intención de continuar su gesta de recuperación de viñedo viejo y seguir transformando sus uvas en vinos de calidad. 

Dentro de esa línea de trabajo algo que contemplan es poder extraer nuevas partituras a la música de esas parcelas añejas, buscando singularidades de partes de la viña que puedan ser embotelladas en solitario. Pequeñas producciones de partes especiales y excepcionales de un viñedo, a fin de poder mostrar también más ricos matices de los vinos de Toro. 

Junto con Garrote y Van Zeller cuentan también en Terra d’Uro con el enólogo y socio Javier “Pipa” Ortega y el apoyo de Felipe Castrillo, del proyecto Pico Cuadro, una bodega en Ribera del Duero que también se beneficia de la asesoría de Van Zeller. 

Lejos de históricas batallas militares y de aquella división del Nuevo Mundo que pactaron en la toresana Tordesillas portugueses y españoles, en en el Toro del siglo XXI, Oscar, Cristiano y los suyos han sabido volver a unir las dos partes de la frontera, su pasado y su futuro. gracias a la amistad, al trabajo en equipo, a la misma uva y un mismo río de vino. 

¿Dónde comprar? El Almacén del Vino de B. Fernández (Puerto Rico), Vinotinto (Valladolid)

 

23 de febrero de 2023. Todos los derechos reservados ©

 

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Cristiano Van Zeller

Porque de Toro ha salido vino desde hace mucho, mucho tiempo, tanto que se dice que en las naos que fueron llegando a América tras el encuentro de dos mundos, se embarcó uva toresana con el fin de plantarla en los nuevos territorios y poder disponer de vino para variados menesteres. Tan colonial se hizo la uva que incluso en la que fuera la casa de Alonso Manso, en el centro del pueblo de Toro, hay una bodega subterránea donde yacen secretos de vino entremezclados con barricas quizás más vetustas que las vides de El Romeral. 

En esa historia de vino en Toro no puede cambiarse ni la lluvia, ni el sol, ni el suelo, ni la vid, una Tinta de Toro de bayas más concentradas y pequeñas que su hermana tempranillo, como resultado del clima y entorno en el que crece, y que se exprime en vinos muy estructurados, carnosos, concentrados, potentes y muy afrutados. Pero lo que sí pudo cambiarse fue la forma en cómo se manejaba la materia prima, y así de los vinos recios, bastos, sobremaduros y alcohólicos que por mucho tiempo dominaron la oferta, gracias a distintos elaboradores se fue pasando a vinos más refinados que reflejaron esa metamorfosis de la Tinta de Toro y sus vinos, tanto en vendimia, como en bodega. 

 

 

Oscar Garrote

TERRA D’URO: donde el Douro y el Duero confluyen en Toro

 

Texto: Rosa María González Lamas. Fotos: Viajes & Vinos, Van Zellers & Co. y Hacienda Terra D'Uro (C)