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Como la canción de Serrat, los vinos de Terra Alta también nacen en el Mediterráneo aunque los compases de sus botellas aún no suenen a tanto volumen como el pentagrama de uno de los catalanes más universales y la de esta histórica canción, insignia de la música española. La realidad es que, a pesar de su magnífico paisaje y la expresividad de algunas de sus variedades de uva más emblemáticas, la segunda denominación de origen en extensión de viña plantada en Cataluña y la que más crece en esa comunidad es básicamente una gran desconocida para los consumidores fuera de ese entorno regional.

Ubicada a unos 200 kilómetros al sur de Barcelona y fronteriza con Aragón, la comarca de Terra Alta no es una región costera, pero sí una que vive un sólido romance con el Mar Mediterráneo y tiene tres unidades diferenciadas de paisaje agrícola: los Valles, el Altiplano y La Plana. El clima es de Mediterráneo interior, con mucho sol y poca lluvia que contribuyen a la concentración frutal y aromática de las uvas, a su identidad y a su buen estado sanitario por el clima seco.

Es cálido el verano, y también se nota el frío en el invierno, cuyas fronteras el cambio climático difumina cada vez más con las del otoño. Pero a pesar de que las estaciones del año no estén quizás tan demarcadas como antaño, Terra Alta goza de buenas amplitudes térmicas entre día y noche, lo que contribuye a la maduración de las uvas durante su ciclo vegetativo.

Además del clima y del sol, Terra Alta se precia del tesoro de sus suelos, ricos en caliza, pobres en materia orgánica y con un mosaico profuso en texturas, tantas como 17, entre las que se destaca el panal, no el de la dulce miel de abejas, sino un suelo con millones de años de antigüedad, limoso y esponjoso, que permite a las raíces de las vides penetrar las entrañas del viñedo y extraer de él todo lo que necesitan para relucir, contribuyendo a que los vinos sean suaves, afrutados y golosos.

De esa suma de clima, sol, altitudes entre 350 y 550 metros de altitud, y suelos con mineralidad y acidez nacen tintos y blancos con mucha concentración frutal y también buena concentración alcohólica. La mayoría de ellos son tintos, aunque sean los blancos los que quizás hagan a Terra Alta una región singular y especial.

Porque Terra Alta se escribe con el abolengo de la garnatxa blanca, garnacha blanca, región que Joan Arrufí, presidente del Consejo Regulador de esta denominación de origen, define como su cuna, por estar muy bien adaptada a la zona y concentrar gran parte del inventario de esta cepa. En Terra Alta se cultiva el 90% de la garnacha blanca de Cataluña, el 75% de la garnacha blanca española y un tercio de la garnacha blanca del mundo, lo que no es poco decir considerando que esta variedad también es uno de los brillantes de uva de otras importantes regiones del mundo.

De tonalidad amarilla intensa, la garnacha blanca es una variedad que produce vinos de acidez media alta por lo que muchas veces se emplea en ensamblajes a los que aporta acidez. Pero su sensibilidad a la oxidación hace que en solitario se pueda emplear en vinos con algún tipo de crianza oxidativa o en barrica.  

“La garnacha blanca está muy buen adaptada a la zona. Es una uva que necesita mucho sol, es delicada en cuanto a floración y halla en el de Terra Alta un microclima muy interesante para su cultivo”, explica el presidente del Consejo Regulador de esta variedad que representa una cuarta parte de la superficie de viña plantada en la denominación y una similar porción del volumen del vino elaborado. 

Es precisamente la denominación de origen la que se ha empeñado en convertirla en una estrella fulgurante. De ahí que, en la más reciente revisión de su reglamento, uno de los cambios más importantes sea haber creado el distintivo “Terra Alta Garnatxa Blanca 100x100”, que protege y regula a los vinos blancos elaborados íntegramente con garnacha blanca.  

No es solo cuestión de que el vino en la botella sea 100% garnacha blanca, sino que para poder exhibir este distintivo “Terra Alta Garnatxa Blanca 100x100” hay que cumplir una serie de parámetros como que la uva haya sido certificada como DO Terra Alta por al menos cinco años; que las viñas tengan una edad mínima de ocho años, edad a partir de la que la calidad de los frutos es superior; que el rendimiento por hectárea sea un 15% inferior al aprobado por el Consejo Regulador; que el rendimiento por 100 kilos de uva prensada no supere los 65 litros; que los vinos no salgan al mercado antes del 1ro de febrero después de la vendimia; que el comité de cata de la denominación de origen los puntúe con un mínimo de 87 puntos de un total de 100; y que, además, cumpla con otros parámetros técnicos de grado alcohólico y acidez.

De acuerdo a Arrufí, las garnachas blancas de Terra Alta rinden vinos golosos y con volumen en boca, algo intrínseco de su personalidad en este territorio. Pero tan importante como estas cualidades es que, con la incorporación de nuevos elaboradores a la denominación de origen, se ha empezado también a modificar el atuendo de la uva, afinando con la elaboración matices que se le percibían con algo de rusticidad, para dar paso a unos vinos delicados y finos, con una gran panoplia aromática en la que convive lo floral, un abanico de expresiones frutales, e incluso alguna nota herbácea. Y algo adicional, vinos que están mostrando una enorme aptitud para crianzas largas, tanta, que los propios elaboradores se sorprenden de la complejidad y profusión organoléptica que son capaces de alcanzar, lo que, en consecuencia, les confiere una enorme versatilidad gastronómica. 

“Podemos tener vinos de garnacha blanca jóvenes, frescos y golosos, o propuestas en el extremo contrario, vinos con crianza tan complejos que incluso puedan resultar armoniosos con carnes rojas”, comenta Arrufí sobre el abanico de estilos de una variedad que el consumidor está descubriendo.

Vinos con raíces

 

En Terra Alta casi se pierde en el tiempo el rastro del vino. Hay constancia del cultivo de uva al menos desde 300 años antes de Cristo, fecha de la que datan las semillas de uva halladas en el poblado ibérico del Coll del Moro, el más antiguo de Cataluña, con lo que es muy probable que para entonces el néctar de dioses fruto de la vid mojara los labios de los habitantes.

La denominación de origen es otra cosa. Un proyecto de 1982 que se constituyó para facilitar al consumidor conocer el origen y las características de un producto con ese origen, situando a la región en el mapa de los vinos.

Como otras regiones españolas, la historia de Terra Alta estuvo tradicionalmente unida al concepto cooperativista. Pero desde hace unos 20 a 30 años ese escenario comenzó a cambiar con la incorporación de nuevas generaciones de elaboradores y nuevas bodegas que han estado potenciando las variedades autóctonas en proyectos primordialmente pequeños. Y esto ha tenido repercusiones, pues el crecimiento ha sido exponencial. Para el 2000 había unas 30 bodegas, en 2010 unas 45 y en 2022 hay ya 62, manteniendo una constancia en el número de viticultores y en la extensión de la superficie plantada de viña.

Las garnachas son la sal de Terra Alta, donde si entre blancas reina la garnacha blanca, en las tintas hay una magnífica representación de la tan en boga garnacha tinta, así como la garnacha peluda, una variedad con alto contenido en taninos vegetales pero que en condiciones de suelo y clima como las de Terra Alta tiene resultados muy favorables con aromas afrutados, buena glicerina y taninos amables cuando no se alarga su maceración.

No es exclusivamente garnachista la producción de la denominación de origen, que también tiene a la cariñena (mazuelo, samsó) como variedad preferente. “Nuestros cariñenas son más verticales y toleran bien el calentamiento global del cambio climático pues es una variedad de ciclo largo, que necesita más sol”.

La blanca macabeo (viura) y la parellada son otras de las variedades preferentes de la denominación, que pretende que quien abra una botella de sus vinos vierta en copa la esencia de la identidad de la zona y perciba que viaja a ella en cada sorbo. Esto, no obstante, no excluye que otras variedades como la syrah, la cabernet sauvignon o la chardonnay estén admitidas en el reglamento, aunque no tengan la preferencia de las autóctonas, que representan el 75% de la superficie de cultivo de la denominación de origen.

Esa valorización de la esencia y tradición como trampolines para un futuro con autenticidad y buenos auspicios también ha llevado a la DO Terra Alta a involucrarse en proyectos de investigación con el INCAVI (Instituto Catalán de la Viña y el Vino), entre otras instituciones, que estudian tópicos como la adaptación de variedades a las nuevas condiciones climáticas, pero también aspectos más técnicos del cultivo como pueden ser las podas o el riego.

Fruto de este esfuerzo y de un proyecto de ocho años, la denominación de origen logró en 2020 que se admitiera a la morenillo al Registro de Variedades Comerciales de España, lo que permite utilizarla para la elaboración comercial de vino e incluirla como variedad autorizada en el reglamento de la denominación.

La morenillo es una variedad tinta de poco grado y poco color que aporta mucha acidez a los vinos, así como una cantidad de aromas primarios. Se adapta a la climatología y terroir de la DO Terra Alta, con atributos como la sutileza, el frescor, la acidez, el especiado y la delicadeza. Estos atributos y su singularidad la convierten en un perfecto complemento para la garnacha y la cariñena. En Terra Alta hay plantadas unas 10 hectáreas de esta variedad, de la que hay cepas casi centenarias.

La terraza es la unidad de cultivo más común y es consecuencia de la interacción del cultivo con la variada orografía que presenta el terreno, disponiéndolo en diferentes pendientes y orientaciones. Los emplazamientos de terrazas más tradicionales son las llanuras y las laderas, diferenciados por pendientes inferiores o superiores al 10%, respectivamente. El resto de los viñedos se encuentran en terrazas abancaladas, los bancales, y los fondos de los valles, prácticamente sin pendiente y por tanto con un mayor aprovechamiento hídrico.

La denominación de origen apuesta por la sostenibilidad en viña. La superficie de cultivo se fragmenta en viñas de distintos suelos y cepas de diversa edad, aunque entre las garnachas y cariñenas hay bastante viñedo viejo pues a pesar de las ayudas europeas para la reconversión del viñedo, Terra Alta es una zona con bastante despoblación y con pobladores de mayor edad, que, sin gran ánimo de perseverar en las tareas agrícolas a largo plazo, mantuvieron tal cual sus viñas, lo que ha permitido que hoy pervivan esas cepas viejas.

Terra Alta se extiende por unos 850 kilómetros cuadrados en los que se enmarcan unas seis mil hectáreas de viñedo que abarcan 12 pueblos en los que residen unos 12 mil habitantes y unas 1,200 familias viven de la viticultura, lo muestra la importancia que tiene el vino en la actividad de Terra Alta, de la que es un importante motor económico.

El presidente del Consejo Regulador destaca el crecimiento importante que ha tenido la denominación de origen, que de 38 bodegas en 2001 ha pasado a tener 62, en un tránsito del régimen cooperativista al de iniciativas privadas y pequeños proyectos. Pero aún hay un gran margen para crecer. “Tenemos una producción de 35 millones de kilos de uva y apenas ocho millones de botellas”.

Entre ellas están unas especiales que el nuevo reglamento enaltece.

 

 

Más cambios al reglamento

 

Si se dice brisado quizás el lector desconozca de lo que se habla, pero si se dice Orange, naranja, ámbar, con certeza sabrá que se habla de los vinos blancos cuya larga maceración con sus hollejos le confiere este color. Son un tipo de elaboración inherente a Terra Alta a la que el Consejo Regulador ha dotado ahora de rango y pedigrí al incorporarles dentro del reglamento, creando un hito pionero: el convertirse en la primera denominación de origen en España y Cataluña, y una de las primeras del mundo, que incorpora y reglamenta una categoría de vinos naranja.

“Los vinos brisados se han hecho siempre. Pero en la denominación de origen tenemos el oído muy sincronizado con nuestros elaboradores, que están muy al tanto de nuevas tendencias, sus necesidades y potencial, como el gran potencial gastronómico que tienen los vinos naranja, que reglamentamos para poder caracterizarlos y de esta manera ayudar al consumidor en su elección”, subrayó el presidente del Consejo Regulador. Aunque los vinos brisados son una elaboración tradicional, la aplicación de técnicas modernas de vinificación les está aportado mayor finura y elegancia, con mayor acidez, pero menor graduación alcohólica y extracción de color.

Alerta a esas tendencias de mercado, Arrufí adelanta a DiVINIdades de Viajes & Vinos que el Consejo Regulador también está observando la atención que están generando en el consumidor los “vinos naturales”, para auscultar una posible definición y reglamentación teniendo en cuenta la elaboración y calidad del producto.

Ese oído atento a lo que dice el mercado para proyectarse al futuro también va unido hacia el progreso comercial de la propia denominación, que ha sido imparable en los últimos tres años. 50% de la producción se exporta.

“Ninguna denominación de origen en el mundo tiene una identidad tan potente como la de Terra Alta”, afirma Arrufí, quien entre sus objetivos para los próximos años apunta a dar a conocer la excelencia de sus vinos cuya producción y ventas aún tiene un enorme potencial de crecimiento, pero también de posicionamiento en el mercado, algo que entienden permitirá dignificar el cultivo de uva y producción de vino como actividad económica, ya que todos los esfuerzos que se realizan persiguen tener un retorno positivo para el agricultor y el productor a través de mejores precios por su producción.

 

Las líneas de trabajo de la DO Terra Alta en los últimos cuatro años se han fundamentado en varios ejes, sustentados en la regulación y el control de la producción para adaptarse a la realidad de la comarca e incrementar el valor añadido de viticultores y bodegas: primero, estudios técnicos para profundizar en el autoconocimiento de la denominación en pos de la profesionalización del panel de cata; segundo, las relaciones laborales para contribuir al crecimiento económico de la comarca; y tercero, la promoción para perseverar en el posicionamiento de la marca colectiva DO Terra Alta como sello de referencia y calidad.

 

Además de la incorporación de la tipología de vino brisado y el distintivo de “Terra Alta Garnatxa Blanca 100x100”, el reglamento que entra en vigor este 2022 incorpora también a los “vinos naturalmente dulces”, dentro de la categoría de vinos de licor. Los vinos naturalmente dulces proceden de uvas sobremaduradas o pasificadas, prescindiendo de cualquier tipo de adición de alcohol.

 

Del mismo modo, en las elaboraciones se incorporan también los vinos de guarda que tienen crianza en barrica, aunque, contrario de lo que sucede en otras denominaciones de origen, no requieren de un mínimo de tiempo en botella para poder comercializarse. Si bien la DO Terra Alta admite las categorías de envejecimiento Crianza, Reserva y Gran Reserva, los “Vinos de Guarda” tienen otros parámetros que ahora se definen con un envejecimiento mínimo de 12 meses en barricas de madera de roble, antes de embotellarse para su comercialización. No son la tipología de vinos más empleada por las bodegas de la DO Terra Alta, pero la denominación ha creado la categoría para abarcar a los vinos que no obedecen a criterios de las categorías de envejecimiento Crianza, Reserva y Gran Reserva, certificando algún tiempo de envejecimiento, algo que no sucede en otras denominaciones de origen que obligan a vinos que no se ciñan estrictamente a los tiempos de Crianza, Reserva y Gran Reserva, a salir al mercado sin ningún tipo de especificación sobre su envejecimiento.

La atención a la elaboración y el envejecimiento no está desligada de la valoración del terreno, que ya ha llevado a otras denominaciones de origen a realizar clasificaciones de sus viñas. La DO Terra Alta tiene un mapa de suelos y entre sus planes se halla el realizar un estudio para clasificar los vinos de la denominación de origen conforme la tipología de los terroirs.

Entre las modificaciones más importantes del pliego de condiciones está la del control de la trazabilidad del producto. En pro de la calidad de los vinos amparados bajo la Denominación de Origen Terra Alta, y en un paso más en la lucha contra el fraude, el Consejo Regulador ha acordado trabajar en la aprobación de una serie de parámetros que garanticen que el embotellamiento de los vinos con DO Terra Alta se realizará en las bodegas inscritas y situadas en la zona de producción que ampara la DO. De esta manera, el Consejo Regulador busca tener un mayor control de la trazabilidad del producto para evitar irregularidades y el uso fraudulento del producto con sello de calidad DO Terra Alta.

Terra Alta  ---cuyos imponentes paisajes capturaron la atención del mismísimo Picasso---- hoy es una Reserva de la Biosfera de la UNESCO. Además de las señas a nivel de variedades y vinos, la DO Terra Alta también tiene una identidad potente en la estructura de algunas de sus bodegas, joyas de la arquitectura modernista. Dos de ellas ---Bodega Cooperativa de Pinell de Bray (1918) y Bodega Cooperativa de Gandesa (1919)---, son parte de esas catedrales catalanas del vino, bienes culturales de interés nacional, y que hacen que visitar la zona tenga un atractivo aún más especial.

Ese espíritu modernista prevalece un siglo después, porque no cabe duda que la DO Terra Alta es una denominación de origen más que avizora, que ha sabido hacer con maestría de la tradición y revisión su vigencia y modernidad.

 

23 de febrero de 2022. Todos los derechos reservados ©

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La audacia modernista de una Terra con Alta aspiración de vino

 

Texto: Rosa Maria Gonzalez Lamas. Fotos: DO Terra Alta y Facebook (C)