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Romaneira: en la nube del vino

 

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Una nueva era

 

Por eso, esta quinta ancestral y antaño muy afamada del Douro (no en balde sus vinos fueron los primeros vinos de Oporto subastasdos por Christie’s en 1872), no pasó desapercibida para el mago del olfato Christian Seely, quien en 2004 halló una finca y bodega en declive y vinos malísimos, pero convencido tanto de su potencial, propuso a la empresa para la que trabajaba comprarla, y al ésta no aceptarla, determinó adquirirla él mismo en conjunto con otros socios.

Así comenzó una nueva era para esta bodega con uno de los terrenos mejor calificados del Douro, cuyos vinos, de la mano de Seely y el enólogo consultor António Agrellos dieron un giro radical. La metamorfosis incluyó nuevas plantaciones, incluidas variedades internacionales, para complementar la magia de la más autóctona y emblemática touriga nacional, gran protagonista de la viña, y así insertarse en la revolución de vinos tranquilos en el Douro.

Construyeron también allí un hotel de lujo, que llegó a ser Relais & Châteaux y a alojar a Brad Pitt y a Angelina Jolie. La primera casa, la quinta velha, un espacio más orientado a los trabajadores y a la operación y, la segunda, Dona Clara, la casa de los patrones, parte de una extensión hecha en 1854, amplia y cómoda al punto de llegar a tener almazara de aceite, chocolatería y hasta salón de cine donde está la piscina interior y ubicó la bodega original.

En 2013 la Quinta cambió de propietario, quien determinó cerrar el hotel para convertirlo en su remanso privado en Portugal, pero no así prescindir de Seely, quien mantuvo una participación en el proyecto, y junto con Agrellos, aportó su savoir-faire en el vino para continuar con la producción que se tornó el foco de acción de la quinta.

Seely construyó también una nueva bodega casi a la entrada de todo el paraje, un establecimiento de producción moderno y con tres niveles subterráneos donde los vinos tranquilos han cortado el paso a los fortificados para convertirse en los grandes protagonistas de este proyecto vitivinícola en una de las mayores y más hermosas propiedades de la región, hoy líder de calidad en la producción de vinos tranquilos manteniendo también el encanto de los vinos de Oporto.

Hoy Quinta da Romaneira es afamada por sus vinos, que incluyen dos líneas, Sindo y Quinta da Romaneira, todos elaborados con uvas de la propia finca. De la primera elaboran un blanco y dos tintos y de la segunda un blanco, un rosado, un tinto y un reserva de variedades autóctonas del Douro, un monovarietal de touriga nacional y otro de touriga franca, y otras dos etiquetas monovarietales con castas internacionales como la syrah y la petit verdot, además de ensamblajes de castas portuguesas con syrah (touriga franca/syrah y touriga nacional/syrah). La bodega elabora también tres vinos fortificados de Oporto, tawnies, blancos, un LBV, un vintage y un tawny de 10 años, así como un aceite de oliva.

 

7 de junio de 2018. Todos los derechos reservados © Más noticias de Vinos y Bebidas.

 

 

 

Una fama ancestral

 

Consta en registros que en la Romaneira ya había plantada viña en los siglos XVII y XVIII. Para entonces se la consederaba una de las principales fincas del Douro, tan importante que incluso aparece señalada en un mapa del célebre Barón de Forrester. De su fama se hacía mención en obras de grandes autores del siglo XIX, quienes hablaban de la sedosidad, cuerpo y aroma de sus vinos, una fama que se atribuía a la touriga nacional, que hoy ocupa un 40% de la superficie de su superficie de plantación.

La Quinta se forjó de la conjunción de varias propiedades pre-filoxéricas, la mayor parte de las cuales se clasificó como “Vinho de Feitoria”, el nivel más elevado en las demarcaciones pombalinas de 1757, que le permitía exportarse a través de la Feitoria Inglesa de Oporto, el centro comercial de exportación al Reino Unido.

Desde su fundacion hasta el siglo XX, Quinta da Romaneira tuvo tres propietarios: los Sousa Guimarães, dona Clara de Lacerda y Monteiro de Barros, quien en 1940 expandió la quinta al contorno que le conocemos hoy.

De dimensiones exorbitantes y caminos estrechísimos, la Quinta está perfumada por los aromas del monte, un perfume balsámico a enebro y laurel, y adornada por un horizonte de viña y olivar, que convive con socalcos romanos que se arrastran al río. Suelos de xisto y granito por donde se ven algunas aceitunas moran conjuntamente con las incipientes uvas, así como con otros frutos como los higos y hierbas aromáticas como la lavanda, todos en sintonía con el rumor del agua que se desliza por enormes piedras, enlazando el sendero entre dos casas del lugar.

 

Se demora casi 20 minutos en recorrer los seis kilómetros que separan la entrada hasta su casona señorial. A paso lento y cuidadoso, como si se tratase de un rally esquivando huecos de un pavimento denostado, se tambalean los vehículos en cada adoquín de la estrecha calzada que desciende a las entrañas de la Quinta da Romaneira.

Además del pavimento, es reto la niebla matinal que pulula en las alturas y que envuelve a la Quinta y a sus visitantes de un aura de misterio que al atravesarse va desvelando paisajes y al río en un descenso hacia un santuario, un mundo de vino clase aparte en la ribera del Douro.

Es como adentrarse en otro mundo, otro tiempo, un reloj detenido atravesado por antiquísimos muros de pizarra y viñas, docenas de ellas, desparramadas por entre el silencio de la mañana gris. Cuatrocientas hectáreas en el Alto Douro Vinhateiro, de viña 86 hectáreas, lo que convierte a ese territorio en una de las mayores quintas de la región, un espacio tan vasto y prolongado que sus senderos se extienden por tanto como 50 kilómetros, tres de ellos a la vera del río por donde llegó a contar hasta con tres paradas de tren.

Dicen que obtuvo su nombre del romero que había en el enorme jardín de flores y vides que es la Quinta, tan alto como si la rozasen las nubes y tan bajo como las plácidas aguas del río que casi bañan algunas viñas. Una campana a la entrada que se usaba para llamar a los trabajadores es emblema de este proyecto agrícola que marca la fecha de su fundación oficial en 1757, pues ya poseía viña desde tiempo antes.

 

Rosa Maria Gonzalez Lamas. Fotos: Viajes & Vinos (C)