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Cultura del vino para quienes no quieren vivirlo "light"

El vino en 2021: un pronóstico

 

Rosa Maria Gonzalez Lamas. Foto: Viajes & Vinos (C)

Según como se mire, quizás al vino en el 2020 no le ha ido tan mal.

Es cierto que los parones de la hostelería han inflingido una dolorosísima estocada a las ventas de vino en casi todo el mundo, pero, en contraste, el consumo en las casas se ha disparado de manera exponencial y, encima, con vinos de calidad.

Quizás como nunca el tema vino estuvo en el foco de la información para los consumidores, quienes asistieron anestesiados a una pandemia informativa desdoblada en mil molduras para dar nuevas voces a las botellas del vino. Desde la educación más formal al más puro entretenimiento, nunca las redes sociales se vieron tan animadas e inundadas de vino como en los tiempos del COVID, cuando el confinamiento multiplicó con contagiosa velocidad vírica todo tipo de actividad informativa en Facebook, en Instagram y el largo etcétera de redes sociales que atraen como imán a toda suerte de públicos y actores.

Los Lives se volvieron cotidianos al punto que se podían pasar días y semanas enteros de Live en Live en un ininterrumpido viaje virtual por los vinos del mundo, y el Zoom acercó a bebedores a asuntos más o menos lúdicos, aproximando a catadores en degustaciones colectivas, a interesados a disertaciones ilustradoras, a zonas productoras a nuevos clientes potenciales, y a congresistas del globo al nuevo mundo de la educación, los eventos virtuales y la degustación online, incorporando además a amigos y allegados que vivieron como colectivo navegante una nueva forma de saborear el contenido de las botellas.

Las compras se hicieron más fáciles al toque de un clic. De listas enviadas por correo electrónico a tiendas online en toda regla, algunas montadas de forma apresurada, el vino decidió no escatimar en vías de escape en este período en que se convirtió en refugio y cordura de la mayoría de los que tenían los recursos económicos para sufragar su disfrute, reverdecido por la comodidad de obtenerlo sin necesidad de salir de casa. A la puerta llegaron miles de mensajeros de uva con botellas, reflejo de fidelidad o de curiosidad, ya que con los nuevos formatos muchos vendedores hicieron posible conocer de antemano la totalidad de su cartera de vinos, lo que permitió a muchos enterarse de botellas de las que quizás nunca antes habían escuchado hablar.

El mundo cibernético fue el escape de muchos profesionales del vino que quedaron sin trabajo y hallaron en las redes sociales un santuario para retener la vigencia, mantenerse al día y relacionarse con conocidos y desconocidos profesionales, anhelando conocer el momento en que todo estará “back-to-the future” y será salvo retornar a catas y actividades presenciales. ¿Llegará?

Quizás no para todos quienes han tenido que reinventarse ante el negro panorama de muchos de los establecimientos en que trabajaban, hundidos en un vaivén inescrutable de aperturas y cierres sin fin, temporeros o permanentes, que han replanteado esa profesión de servicio de vinos tan multiplicada con diplomas de todo tipo, cuya pertinencia la pandemia quizás ha puesto en pausa y para muchos en signo de interrogación. ¿Si han cerrado tantos miles de restaurantes y establecimientos, necesitaremos tantos sumilleres “al uso” en 2021?

Una pregunta muy pertinente especialmente tras el escandalazo que sacudió los cimientos de la Corte de Master Sommeliers, que en plena pandemia sufrió un verdadero terremoto de desprestigio tras las revelaciones de The New York Times sobre cómo los favores sexuales parecían convertirse en moneda de cambio para féminas que querían acceder a este hasta entonces cotizado título y ascender en el mundo de la sumillería, con unos silencios institucionales inicialmente tan ensordecedores que lanzaron a varias MS a renunciar a sus trabajados títulos como Maestras Sommelières. Una realidad bastante lejana al espejismo de la fama y la fortuna de tantos influencers del vino, para quienes todo es bello, maravilloso y sin imperfecciones en el mundo virtual, especialmente con las decenas de botellas que muchos recibieron libres de costo para hacerles promoción sin que se hicieran aclaración de ello, en contraste con los bolsillos casi quebrados de muchos cuyas economías se vinieron al traste con la pandemia e incluso los muchos restaurantes que tuvieron que deshacerse de sus colecciones de vino para generar flujo de caja durante el espasmo del confinamiento.

¿Qué quedará de todo esto en el nuevo 2021 y por qué dirección podría estarse moviendo el mundo del vino en el futuro más próximo?

De algo no cabe duda y es que el universo online del vino llegó para quedarse en lo que concierne tanto su idoneidad como vehículo de comunicación como plataforma de ventas. Irresistible la comodidad de ordenar y que traigan el vino a casa sin exponerse a virus o a tentaciones y sin duda aparecerán más proyectos en esta línea y veremos a más empresas subirse al tren de lo virtual y de las entregas, que para ser cada vez más competitivas tendrán que apostar por ser más ágiles y más económicas, aunque esto no exima del contacto personal para consolidar relaciones comerciales en el mundo del vino. No solo eso, sino que, con probabilidad, en 2021 veremos un desarrollo en el ámbito de las experiencias de vino online que incluso quizás repercuta en las experiencias presenciales, como congresos y eventos, que como ya se ha ido viendo en el ámbito gastronómico, incluso podría sugerir la desaparición de algunos eventos en sus formatos originales, para pasarse definitivamente a un formato virtual.

Pero como todo lo que pueda parecer excesivo, habrá una criba que estabilice la hiper abundancia virtual y gratuita de tiempos de la pandemia, las catas, los lives, resultado, sin duda, del hecho de la llegada de la vacuna contra el COVID-19 y de que las actividades profesionales se irán reactivando y los consumidores tendrán mucho menos tiempo ocioso del que muchos tuvieron durante el primer confinamiento, y de que muchas empresas tendrán que afinar sus finanzas para compensar las pérdidas de un tenebroso 2020.

En consecuencia, y en línea con la crisis y la post-crisis, muchos profesionales podrán volver a funcionar en sus coyunturas tradicionales, pero otros se reinventarán, colaborando con los establecimientos que fortalezcan sus ventas al consumidor final, dedicándose más a la formación o incluso a servir como guías en un mundo donde la cercanía, la comodidad y lo familiar se consolidarán.

Y en ese contexto, ¿qué beberemos? En Viajes & Vinos creemos que habrá que estar atentos a nuevas zonas emergentes.

Durante la última década anticipamos el ascenso de Portugal, que ya llegó y es parte del “mainstream” del vino, aunque siga siendo emergente en algunos mercados, donde rápidamente está expandiendo su presencia.

Más a futuro tal vez, consideramos convendría poner las antenas de atención en dirección a Austria, un país que elabora excelentes vinos y cuyas entidades reguladoras están haciendo ingentes esfuerzos de educación y promoción en mercados importantes tanto de las Américas como de Europa, con lo que pronto podría tener una posición más visible en el escenario enológico internacional.

México es otro destino productor que pensamos hay que monitorear por la gran expansión que han tenido sus casas vinícolas, por el gran peso del turismo  ---tanto nacional como internacional---  en el componente económico nacional, y por un aceleradamente creciente mercado nacional interesado por el tema vino, con un importante patrocinio de los productos mexicanos, y un incipiente potencial exportador.

Grecia, con extraordinarios vinos blancos, cada vez más valorados en las despensas de vino del mundo, es otro destino productor al que estar atento, así como muchos países de Centroeuropa, que están reconstruyendo con modernidad sus industrias vitivinícolas nacionales, al igual que ex-repúblicas soviéticas como Georgia, clave en la historia del vino del mundo, que con el boom de los vinos naturales y las elaboraciones en tinajas de barro  ---que seguirán ganando adeptos---, está teniendo un crecimiento importantísimo en algunos mercados asiáticos y europeos, como el del Reino Unido, que pudiera reverberar en otros mercados, como los americanos.

Precisamente Inglaterra es otro país productor que ha ido viendo la consolidación de su industria del vino, especialmente en lo que concierne a vino espumoso. Las botellas inglesas pudieran ser una punta de lanza para el país en el mundo, considerando el nuevo escenario económico post-Brexit, aunque en mercados como el de los Estados Unidos, esto estará supeditado al derrotero que los aranceles impuestos en 2020 por este país a muchos productos agroalimentarios de Reino Unido, Alemania, Francia y España, siga con la nueva administración Biden, que tiene muchas otras prioridades entre las que ésta no parece ser una inminente.

Por ello, habrá que abrir mucho los ojos a los propios vinos de los Estados Unidos, pero quizás no tanto a lo más tradicional de Napa, Sonoma, Oregón y Washington State, sino a nuevas zonas y estados productores, como son algunas en el propio estado de California, como Lodi, u otros estados como Michigan, Texas y Virginia, que están ganando prominencia y no solo podrían potenciarse a nivel doméstico, sino también en mercados de exportación.

Esto no debería circunscribirse a Estados Unidos, sino que hay que estar atentos también al surgimiento o renacimiento de zonas vitivinícolas en países consolidados, como es el caso de Bairrada, Trás-os-Montes y particularmente el Dão, en Portugal, tres regiones productoras de las que sospechamos estaremos escuchando a mayor volumen a partir del 2021. En Argentina, se atraviesan nuevos límites con regiones extremas en las que comienza a elaborarse vino, y en países como España también se romperán límites, pero más bien de altitudes, como la apuesta que están ya haciendo algunas bodegas en denominaciones como Ribera del Duero o Rioja, por mencionar dos de las más conocidas. El terruño seguirá ganando peso en la ecuación elaboradora, tanto de grandes como de pequeños proyectos en los que veremos más vinos con sentido de origen. Si hubiera que señalar una región que podría ganar visibilidad en el país, ésta quizás podría ser Jumilla, por su diversidad varietal, su patrimonio de cepas viejas y por el gran empeño que está poniendo en darse a conocer. En esa misma línea está Cariñena, que además ofrece excelentes relaciones precio-calidad y está promocionándose activamente en mercados internacionales. Atentos también a Arribes del Duero, un Duero casi silvestre y bastante incógnito en el que comienzan a surgir pequeños proyectos de jóvenes productores y algunos de ellos llegados allí desde otros territorios españoles. Es, también, posible que aparezcan elaboraciones de vinos espumosos en nuevas zonas.

Y aunque aún sus vinos no lleguen y quizás tarden un poco en arribar a muchos mercados, hay que abrir los ojos muy grandes hacia China como potencia vitivinícola a mediano plazo.

La ruta de futuro vendrá acompañada de un glosario de nuevos nombres de uva a los que acostumbrarse pues veremos variedades afincándose en nuevos territorios, pero, por sobre todo, veremos variedades recuperadas que se integrarán al quehacer cotidiano del vino. Es la línea de trabajo de muchos lugares, recuperando variedades pre-filoxéricas, variedades ancestrales que cayeron en desuso como ha sido el caso de la uva país en Chile u otras recientemente rescatadas en España y Portugal, o pretendiedo maximizar el potencial enológico de algunas variedades poco empleadas, siempre buscando aportar singularidad, proximidad y, de manera consecuente, aptitudes para sobrellevar cambios como el calentamiento global. No debería de sorprendernos también el nacimiento de nuevas variedades, pues en épocas de retos la respuesta ha sido el cruce de variedades para crear todos con lo mejor de varios mundos.

Las guerras comerciales que ya arreciaban antes del confinamiento COVID plantean un escenario especulativo en 2021, cuando el mercado se ha quedado con mucho inventario de cosechas pasadas y la del 2020. Nada más hay que pensar en el caso de Sudáfrica que tiene 300 millones de litros por vender, fruto de las restricciones del gobierno del país al consumo y a las exportaciones durante el estado pandémico. Este exceso es probable que afecte de manera particular al de algunos vinos de los países afectados por los aranceles impuestos por el gobierno de los Estados Unidos, que dejan en signo de interrogación el que podamos ver precios más bajos para muchos de ellos por el exceso de demanda y menor oferta en la mayoría de los mercados. Habrá mucho, mucho, mucho vino de dónde escoger y eso será un gran beneficio y una gran oportunidad para los consumidores. Pero esto también puede representar el fin de muchas etiquetas.

Algunos países productores han tomado medidas ante esta situación, como es el caso de Portugal, y en concreto el Douro, que siguiendo estrategias aplicadas tras la Segunda Guerra Mundial, han retenido algún inventario para no inundar al mercado y forzar a una baja de precios.

Por cierto, ¿puede este exceso incidir en los estilos de vino que se elaboren? Ante esa superior oferta, ¿optarán muchos por la destilación en crisis o apostarán por vinos con crianzas más prolongadas, crianzas innovadoras y atractivas a nivel de marketing como las submarinas, o quizás nuevas versiones como el vermut?

¿Qué tal del vino en lata, una tendencia que se acrecentó a lo largo del 2020? Sin duda en 2021 veremos nuevos formatos y éste puede ser uno de ellos, pero otro que estamos seguros acaparará seguidores es el de vino en formatos más pequeños, sea para cata, para colección o para la diversificación de la comercialización. No tenemos duda que en 2021 veremos más botellas en pequeña dimensión para crear nuevas experiencias de degustación o para hacer llegar el vino a más enófilos.

De lo que tampoco hay duda es que la apuesta por la sostenibilidad perdurará, con lo que seguiremos viendo más vinos elaborados con uvas de cultivos biológicos, vinos con menor intervención, y una mayor apuesta por todo lo que represente cercanía, tanto en vino como en productos agroalimentarios, como una forma de apoyar las economías de proximidad. El interés por los vinos "naturales" persistirá, pero igualmente comenzará a valorarse su calidad de manera más crítica, y no por el mero hecho de su "naturalidad".

El terruño cobrará más valor y no solo se seguirá apostando por la identidad singular de un espacio de cultivo, sino que la geología será un elemento en alza en el conocimiento sobre los vinos. Más que hablar de si una barrica es francesa o americana, el origen de los suelos, su tipología y el impacto de éstos en el perfil de vinos en concreto será un tópico que tendrá una mayor consideración en el aprecio de un vino, con lo que términos como terciario, cuaternario o calcáreo, entre otros, se incorporarán a lo cotidianeidad vinícola de manera consustancial.

Un reto, no obstante, será el impositivo. Porque de algún lugar tienen que compensarse los gastos extraordinarios provocados por la COVID, y el vino y los espíritus destilados siempre han sido un chivo expiatorio para generar recursos con nuevos tributos. Así que no debería de sorprender a nadie que algunos gobiernos apostaran por penalizar a estas bebidas para detrimento de sus productores y consumidores.

Para combatirlo, el enoturismo. Nada como poder disfrutar del vino en su lugar de origen y, aunque los traslados sean aún un tema prohibido para muchos viajeros internacionales, para los nacionales, el enoturismo es no solo una actividad lúdica y turística que ofrece bastante seguridad, sino también un punto de ventas importante para la bodegas, especialmente para los pequeños productores que tradicionalmente tenían a la hostelería y restaurantes como principal plataforma de ventas y han visto sus recursos muy afectados por los retos de salida que el cierre de muchos de ellos impusieron a las ventas de sus vinos. Entre las actividades turísticas, el enoturismo puede verse muy beneficiado por realizarse generalmente en condiciones de distanciamiento y aire libre aptas para la nueva realidad COVID. Si bien es cierto que muchos viajeros internacionales aún no podrán disfrutar de estas experiencias en vivo, la realidad es que en la mayoría de los destinos el enoturismo es una actividad primodialmente copada por turismo nacional. Habrá que ver si a los pasaportes vinícos, también se exigirán otros controles, como vacunaciones contra el COVID o pruebas específicas para descartar cualquier contagio.

¿Vino con cannabis? En algunos mercados sí y en otros no. ¿Vino en lata y en bag-in-box? En algunos mercados sí, y en otros no, o menos.

¿A qué otras cosas consideras deberíamos prestar atención en el mundo del vinos en 2021? Piensa, y a final del año compara si acertamos o no estos pronósticos.

 

6 de diciembre de 2020. Todos los derechos reservados (C)

 

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