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Es Nabal, no naval, aunque la realidad es que navegue con la proa en rumbo a las viñas de tempranillo que se esparcen por Gumiel de Izán. Si viejas, mejor. En esa localidad del corazón histórico de la Ribera del Duero burgalesa, se exprime el tiempo en botella con vinos de jerarquía que remontan sus uvas a casi un siglo de buen vino.

Esmerados son los vinos del valle como el pueblo de Gumiel de Izán, uno de los mejor cuidados de España, que ostenta un pasado romano que se retrata en puentes milenarios y rubricó su existencia en el Medioevo, cuado se declaró villa real y era una ciudad amurallada. Eso no impidió que el influjo árabe llegara a la zona y fuera muy notable hasta mediados del siglo XV, dejando un legado arquitectónico importante en el que hay castillo, galerías subterráneas, además de un apellido, Izán, como el nombre del árabe que fue primer señor de la Villa.

Pero en esa heredad de la historia había también bodegas, una sincronía que convive con las ermitas, monasterios, castillo y murallas, fiestas religiosas, matanza y carnavales, enlazando pasado y presente como se enlazan los tiempos del vino en Bodegas Nabal.

Bodega familiar situada en Gumiel de Izán, aunque edificada en parte con viñas viejas, es un proyecto relativamente joven encaminado por gente muy experimentada que ha convertido el hacer vino en religión. Son los Navarro Balbás, que enlazaron las primeras sílabas de sus apellidos, Na-Bal, hilvando este nuevo capítulo de su historia vitivinícola con los de otros proyectos a los que han estado vinculados en Ribera del Duero y Arlanza, una menos conocida denominación de origen vitivinícola de Castilla y León.

Cuatro hermanos, uno de ellos experimentado enólogo, fueron poco a poco y por etapas dando forma a la casa del vino. Primero hicieron acopio de las viñas, muchas alrededor de la bodega y el resto muy cerca, repartidas en unas 30 hectáreas de parcelas lejos de ser grandes. Seis hectáreas son de viña vieja, joyas de la corona con una edad media de cepas de más de 80 años, combianadas a la pefección por un juego de parajes, suelos y orientaciones.

Después de tener bien afirmada esa zapata de viña el cuarteto del vino determinó en 2011 que había que construir una nueva estructura de bodega, lo que comenzó años después con la bodega de elaboración y terminó en 2017 con todo el proyecto para hacer y disfrutar del néctar de la vid.

Bodegas Nabal es pulcra, de última generación, y está pensada con la geometría de un trapecio y la gravedad de lo subterráneo, para optimizar el proceso productivo. Así, la uva entra directo de la cinta de selección al depósito, que puede ser de acero inoxidable, cemento o madera. Todo está pensado para funcionar por gravedad y por color  ---los depósitos en área azul, y las barricas en amarillo---, con la nave de barricas a entre seis y ocho metros de profundidad, y techos que casi doblan esa medida, con ecos de catedral de Jerez, para convertir al espacio en un divino templo de vino. Y con un túnel de barricas que rinde homenaje a las bodegas subterráneas que abundan en muchos pueblos de Ribera del Duero para traer al presente una historia muy longeva.

Es en este nuevo laboratorio de ideas donde Óscar Navarro, enólogo y director técnico, imagina y crea sus vinos más singulares.

La de 2014 fue la primera añada de estos vinos identitarios, diferentes, que en el primer semestre de este 2023 se espera llegarán a Puerto Rico de la mano de El Almacén del Vino de B. Fernández, ofertando un abanico de tonalidades y tiempos en botella resumidos en vinos muy elegantes, muy de la zona, con gran apego al terruño, ejemplificado por el uso de levaduras autóctonas y un juego de maderas entre roble francés y americano.

De muestra su Rosé. Hechizante. Un vino con una personalidad muy definida y reconocible que le sitúa, sin duda, entre las mejores referencias de los poco conocidos vinos rosados de la DO Ribera del Duero. Es un rosado de lágrima super elegante, de color asalmonado, con una fantástica nariz, muy fragante, floral y mineral, joven y nada exuberante, que termina en boca con un matiz muy salino. Casi en su totalidad tempranillo, sus uvas proceden de cepas con entre 20 y 25 años y se ensamblan con garnacha y albillo mayor de viñas más viejas. Este rosado joven se elabora íntegramente en acero inoxidable y sin contacto con el hollejo.

Las tempranillos proceden de diferentes parcelas situadas en Aranda de Duero y Gumiel de Izán plantadas en los años 1990 en suelos profundos de arcilla calcárea. Las garnacha y albillo mayor provienen de viñedo viejo plantado en vaso, situado entre La Aguilera y Gumiel de Izán, a mayor altitud que la otra variedad.

La albillo mayor es precisamente la uva protagonista del blanco, que no hace tanto se permitió amparar al abrigo de la DO Ribera del Duero, y que fermenta parte en ánfora, parte en acero inoxidable y parte en barrica de roble francés, para seguir una crianza en lías durante ocho meses en barricas grandes de roble francés y de acacia, donde coquetea por al menos ocho meses en contacto con sus lías. Las uvas nacen en cepas con más de siete décadas y crecen sobre suelo franco-arenosos en microparcelas en los pueblos de Peñaranda de Duero y Gumiel de Izán.

Son cuatro los tintos, el primero de ellos Valle de Nabal, un vino que toma el nombre de la finca, que como otras ha sido bautizada según lo indicado en la parcelaria que ha creado nuevas fincas. Este tinto 100% tempranillo tiene muchos recuerdos a clavel, fruta roja, especias,.y en boca se muestra muy redondo, con estructura media, fino, sin demasiada intensidad y con aristas. Las cepas tienen unos 35 años de edad, se fermenta con grano entero y el vino envejece nueve meses en roble francés y americano, 40% del cual es nuevo.

Fiel a la tradición y las categorías de envejecimiento más clásicas, Bodegas Nabal elabora un crianza, también íntegramente tempranillo, que expresa una muy elegante fruta más roja, mayor mineralidad y más notas de su contacto en madera. Su añada 2018 fue aún algo tánica, con mayor aporte de roble francés que de americano. Catorce meses envejece en sus barricas para luego reposar 15 meses más en botella.

Al crianza le sigue un Reserva, de la Familia, dominado por la tempranillo y sazonado con algo de albillo mayor. Se trata de un vino elaborado a partir de uvas seleccionadas entre viñedos especiales y centenarios de las zonas de Gumiel, y Villalba. La crianza vuelve a dominarla el roble francés con algo de americano, rindiendo un vino con mucha más fruta, fruta más madura, notas especiadas y estructura, así como textura en boca y hasta un punto cítrico en nariz.

El tope de gama es un Gran Reserva, que se ensambla a partir de tempranillo, merlot y algo de albillo mayor, que en su añada 2015 reveló mucha más fruta oscura, con especias como la canela y mejorana, y una mayor redondez en boca a pesar de elaborarse con uvas sin despalillar.

Sus tempranillos provienen de microparcelas situadas en suelos muy pobres y poco evolucionados en la ladera de la montaña, en la zona de Gumiel de Izán, seleccionadas de acuerdo con exhaustivos parámetros de calidad. Uvas procedentes de viñedos plantados entre 1900 y 1930, algunas de ellas plantadas en pie franco, sin injertar, viñas que resistieron a la filoxera y que conservan la raíz autóctona de la variedad original, todo ello en su conjunto resulta un vino que ofrece toda la pureza de su variedad y de su terruño, lo que se logra desde la misma selección de la uva, escogiendo racimos con raspones con buena maduración para vinificar sin despalillar.

Las uvas realizan maceraciones pre y post-fermentativas. Los remontados se hacen con un cubo y el vino envejece 25 meses en barricas de alta gama de roble francés, de los mejores bosques del país galo..

Los vinos de Nabal son veganos, utilizando proteína de guisante en su clarificación.

Además de la bodega, el proyecto, tiene una torre, que hace las veces de zona social, y un hotel rural.

 

19 de enero de 2023. Todos los derechos reservados ©

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Texto: Rosa Maria Gonzalez Lamas. Fotos: Suministradas