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Mourvèdre, Mataró, con varios nombres y plantada en muchos sitios del mundo, la Monastrell es una variedad levantina y majestad de Jumilla, un área de transición en el Sureste de España entre el Mar Mediterráneo y la meseta manchega, con amplios valles y planicies rodeadas de montañas entre Albacete y Murcia, lo que hace a la DO Jumilla, una de pocas denominaciones de origen pluricomunitarias en España.

Conocida es Castilla y León por su meseta, pero menos que la castellana es la meseta de Jumilla, con altitudes entre 400 y 900 metros, que casi la equiparan a la primera.

Esa altitud, con distintas exposiciones, le otorga condiciones climáticas muy favorables a la buena condición sanitaria de las uvas que allí se cultivan, propiciando los cultivos orgánicos. El clima de la región es de tipo continental, influenciado por la cercanía del Mediterráneo al este y de la meseta de La Mancha por el oeste, con veranos muy calurosos e inviernos muy fríos. Es un clima soleado y árido, con unas 3,000 horas de sol al año, y un régimen de lluvias irregular, en el que la mayor parte del tiempo éstas son escasas, pero en algunas ocasiones, torrenciales.

Otro factor importante en Jumilla son sus suelos. Pardos, pardo calizos y calizos, en general poseen una gran capacidad hídrica y mediana permeabilidad lo que permite subsistir a las viñas en condiciones de sequía prolongada, aprovechando bien el agua disponible. Suelos pobres en materia orgánica, su estructura no permite la propagación de la filoxera, son de pH alto y baja salinidad y poseen una textura franca y franco-arenosa que les confiere una buena aireación. Por este motivo entre las viñas de Jumilla hay una enorme cantidad de cepas muy muy viejas, plantadas en pie franco y sin injertar.

Pero quizás el elemento más refulgente del terroir de Jumilla es su uva, la monastrell, que ocupa el 80% de las viñas de esta dominación de origen.

Sexta en superficie plantada entre las variedades españolas, la monastrell es una variedad cultivada desde hace siglos, posiblemente ya antes del XVI, y de la que ya hay referencias en el siglo XVIII cuando se la presume oriunda del antiguo Reino de Valencia. Para inicios del XX, en España tenía presencia no solo en el litoral mediterráneo, sino también en Rioja, Canarias, Navarra, La Mancha e incluso Castilla y León.  Hoy es una variedad autorizada en distintas denominaciones de origen vitivinícolas de la cuenca Mediterránea, aunque también en algunas de La Mancha y Extremadura.

     
Es una variedad muy resistente a la sequía, lo que la hace idónea para tiempos de calentamiento global. Sus vinos tienen acidez media-baja, aromas peculiares, relativamente resistentes a la oxidación y son ricos en alcohol, muy pigmentados, tánicos y estructurados, poseyendo un alto contenido en antioxidantes de tipo tánico que, en las zonas con veranos y otoños de noches más frías, favorecen la estabilidad del color y su potencial de evolución.

 

 

Una historia de vinos

 

El cultivo de viña en Jumilla es ancestral, habiéndose hallado restos arqueológicos con tanto como cinco mil años y semillas de vitis vinífera que datan de unos tres mil años antes de Cristo.

Las cualidades de la región y sus uvas hicieron hizo que Jumilla fuera un importante suplidor de vino a granel a principios del siglo XX, cuando el resto de Europa sufría los estragos que la filoxera había hecho a la mayoría de sus viñas. Pero un siglo después, el escenario en Jumilla es otro, con una metamorfosis hacia los vinos embotellados que comenzó en las últimas dos décadas. Entre uno y otro, la creación de la DO Jumilla en 1966 y un Consejo Regulador para supervisarla.

En un contexto propicio para el cultivo de la Monastrell, los tintos de esta variedad han descollado como vinos con carácter que en Jumilla encuentran uno de los enclaves donde pueden expresarse con mayor esplendor.

Pero si conocidos son esos tintos con vocación de guarda, menos conocidos de Jumilla son sus vinos dulces, un lujo embotellado por lo escaso y lo eventual. De esos vinos de los que más vale hacerse con una botella cuando aparecen, porque es un enigma cuánto puedan tardar en volver a aparecer. Son como los vintage de Oporto, vinos frutos de la mano de Dios y la naturaleza, con la diferencia que algunos dulces jumillanos no se fortifican por ser vinos dulces naturales.

De histórica elaboración, a los vinos dulces de la denominación de origen Jumilla les distingue el ser elaborados íntegramente con la variedad monastrell, cuyo carácter afrutado y aromas típicos se persigue prevalezcan en la elaboración.

“A los sumilleres les gusta su frescura, su talante increíblemente frutal, y su cuerpo y color, que casi te tira más a un vino tinto, que a un dulce”, dice Esther González de Paz, Directora de Comunicación de la DO Jumilla, añadiendo que los dulces de Jumilla sorprenden por sus taninos y calidez, una explosión aromática de fruta y una singular acidez que les hace ideales compañeros de aperitivos y postres, pero también de platos creativos y, aún más interesante, incluso coctelería. Algunos de estos vinos se encuentran en las cavas de los mejores restaurantes del mundo.

La elaboración de dulces de monastrell en Jumilla es histórica, pero su volumen de producción es casi minimalista, apenas 0.06% de la producción total de la denominación de origen. Muchas bodegas los elaboran, pero en poca cantidad, al punto que algunos no llegan a salir al mercado. En la campaña 2019-20 se elaboraron poco más de doce mil litros de vino dulce y de licor, de los que alrededor de un 40% se exportó.

Actualmente hay disponible en el mercado una decena de vinos dulces de monastrell, algunos con soleras muy antiguas, como uno de bodega Olivares, y otros también con largas crianzas en barrica, com Lacrima Christi, de Bodegas BSI y que se comercializa sin añada.

Pero a pesar de esa exigua oferta el futuro de los dulces de Jumilla parece que podría ser tan dulce como su contenido. “Podríamos decir que se puede prever un ligero crecimiento en esta oferta, dado que existen bodegas con su dulce en fase de experimentación, y también con nuevos proyectos de elaborar dulces, pero con otras uvas, como por ejemplo Bodegas Luzón que acaba de lanzar un Sauvignon Blanc de maduración tardía muy interesante”, anticipa González de Paz.

Los dulces jumillanos son una manera diversa de mirar a una región que gana cada vez más adeptos entre consumidores y profesionales, y que la enriquece, aportando diversidad.

 

21 de febrero de 2022. Todos los derechos reservados (C)

 

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El lado dulce de Jumilla

 

Texto: Rosa Maria Gonzalez Lamas. Fotos: Facebook Jumilla y bodegas (C)