13 de diciembre de 2015 - Novedades de Viajes & Vinos

En esta edición:

ANIVERSARIOS - Franco-Españolas

ESTRENOS: Decanter Hotel

PROTAGONISTA - Terreus en vertical

CHAMPAN - Yellow Week Veuve Clicquot

COCINEROS: Victor Martin, Juan Cuevas y Cillar de Silos

BODEGAS - Abadia Retuerta

RESTAURANTES: Tacos & Tequila by Patron

PERSONAJES - Eduardo Garcia

SIDRA - Trabanco

RON - Lo nuevo de Don Q

Y además… Los nuevos vinos de Cangas, Sabores de Jose Andres, Taste NY, Mural historico, Les Caves du Louvre, La Boutique du Vin Wine Bar, Vino egipcio, Cork Fashion, La renovacion del hotel El San Juan

Aunque la mayoría de sus cepas de tempranillo son casi centenarias, si por algo se destaca el conjunto de  añadas que abarca casi dos décadas de Terreus es por una imponente frescura y juventud. 

En una sociedad que ha tornado desechable mucho de lo que tiene algunos años, las viejas vides se erigen como uno de los reductos que aún respeta el consumidor, una efigie de sabiduría de la tierra, la uva y quien la acuna, que se busca presevar y mimar como piedras preciosas para un tesoro de vinos.

Allá por los senderos de Tudela, en esa Castilla recia y señorial donde los efluvios de las aguas del río Duero rocían las vides, las tempranillos cargan la fama de la historia, que siempre vio en esa zona periferal de la Ribera del Duero, una trinchera de uvas para vinos dignos de un altar.

Por allá se cruzó en el camino de Mariano García una parcela, la de Cueva Baja, y una confusa confluencia de Mauros que él se encargó de poner diáfanamente en claro, al adquirir la viña y darle forma a un nuevo vino, muy diferente del de granel que antes se elaboraba de allí. Así García, historia viviente de la modernidad del vino español, empezó en la década del 1990 a escribir con Terreus, que así designó al nuevo concepto en botella de Bodegas Mauro, un nuevo argumento de una historia de vinos que desde su primera añada, en 1996, lleva redactados trece capítulos que le han convertido en uno de los más seguidos seriales del vino de España y uno de los más valorados emblemas de su altura.

Sus capítulos se escriben en contorno con viñas rastreras, en vaso, salvajes, sin marco de plantación, casi un bosque de ramas verdes que en vendimia parecen barrer un suelo de arena y arcilla, ocultando unos troncos de impresionante grosor que testimonian su edad casi centenaria. Desde hace unos años, esos troncos sirvieron para rejuvenecer la viña que, entre 2001 y 2004, creó cepa nueva con viñas viejas, tomando madera de las cepas madres, reproduciéndola por selección masal y reponiendo por planta directa casi un centenar de vides, planteando en esa viña de la Cueva Baja una convivencia entre nueva savia y savia sabia similar a la que desarrolló en bodega el padre de Terreus y su hijo Eduardo cuando por el mismo tiempo empezaron a tocar a dúo la música del vino y el último a plantar raíces propias, aquilatando su historia y logrando respetar esa denominador común de experiencia conjugada con una lozana juventud de espirítu y una habilidad profética de anticipar el sendero del vino.

Con ese prólogo se redactó en Puerto Rico un capítulo histórico para esta etiqueta de la Tierra de Castilla y León, con la primera cata vertical de todas las añadas de Terreus que, a invitación de la sociedad enófila Bacchus, García dirigió en un paseo histórico de este vino de terruño extremadamente elegante que hizo escala en las 13 excepcionales añadas en que se elaboró desde 1996 a 2012.

Porque si algo dejó diáfanamente establecido el repaso de cada una de las añadas de los Terreus, es que son vinos que a pesar de su tiempo están lozanos, sorprendentemente jóvenes,  que hay que interpretar más bien con visión de futuro porque prometen un muy prolongado recorrido, en el que alcanzarán un mayor esplendor con la paciencia del tiempo, a pesar de su presteza para disfrutarse en este momento.

Este encuentro espectacular juntó botellas de las cosechas 1996, 1998, 1999, 2001, 2003, 2004, 2005, 2006, 2008, 2009, 2010, 2011 y 2012 de este Vino de la Tierra de Castilla y León con 40 privilegiados y exultantes conocedores de Bacchus, quienes se dieron cita en el restaurante Ruth Chris Isla Verde para escuchar con atención los relatos del enólogo sobre cómo descubrió este pago singular y cómo encarriló su camino hasta convertir al vino que allí tiene su génesis en una de las etiquetas señeras de los vinos españoles de alta gama.

El bodegero guío un tránsito por dos décadas de Terreus y también dos siglos diversos, haciendo hincapié en la importancia de preservar las características del terruño, repasando puntos relevantes de cada una de las añadas en las que el vino se embotelló, explicando los cuidados impartidos a la viña durante ese período, y cómo se manejaron la vinificación y el envejecimiento en cada una de las cosechas valoradas. “Esta cata me hace ilusión porque es la primera vez que cato todas las añadas a la vez, pudiendo ver su evolución a lo largo del tiempo”, dijo García.

Intensas notas afrutadas y especiadas prevalecieron a través del colectivo de añadas, que evidenciaron en los vinos una elegancia rotunda y una sorprendente vivacidad en las primeras tres cosechas (1996-1998-1999), trazos sostenidos a través de todas las añadas subsiguientes. Éstas se destacaron por una buena acidez, deliciosos sabores frutales a bayas rojas y oscuras, taninos refinados, un reflejo casi transparente de las características climatológicas de cada añada, un paladar sedoso y persistente, y una estructura redonda y equilibrada, promisoria de unos vinos con un recorrido impresionantemente prolongado, con sobresaliente figura y personalidad.

De acuerdo a Alex Canals, presidente de Bacchus, “ésta fue una cata histórica por ser la primera vez que tanto bodeguero como miembros de Bacchus pudieron evaluar el vino top de Bodegas Mauro desde una perspectiva tan abarcadora. Fue una oportunidad única para evaluar la progresión de Terreus y tener al propio Mariano García compartiendo su experiencia como creador de este atesorado vino”.

Bacchus es una organización de apreciación del vino que se fundó en San Juan en 1990 con un enfoque eminentemente educativo, la misión de incrementar el conocimiento sobre el vino a través de catas especiales de vinos de alta gama y la vocación de estimular la amistad entre sus casi 50 miembros.

Como preludio a este hito del vino, García fue también protagonista de otro encuentro enófilo pionero, que aglutinó por vez primera a las principales asociaciones enófilas de Puerto Rico alrededor de una figura cimera del vino. De este modo representantes de la propia Bacchus, La Cofradía Puertorriqueña del Vino, los Amigos de los Vinos de España y la Sociedad de Enófilos, de la mano de Ballester Hermanos, distribuidor de Bodegas Mauro y Maurodos, se congregaron en el restaurante el Chotis en Avila para una cena estelar en que enófilos y bodeguero se testimoniaron un agradecimiento y lealtad recíprocos y perdurables, ya que los vínculos del padre de Bodegas Mauro con Puerto Rico se remontan a la década del 1970.

García habló de sus proyectos de vino, incluyendo su joven GARMON, un pequeño proyecto familiar de alta gama en la DO Ribera del Duero, e introdujo también las nuevas añadas de Bodegas Mauro (VT Castilla y León) y Maurodos (DO Toro), tintos con una espina dorsal de tempranillo que se armonizaron de manera sobresaliente con un menú de sabores españoles y condimento  puertorriqueño concebido por el chef y restaurador español Mario Jiménez.

Jiménez propuso uso langostinos con risotto de espárragos para el Prima 2013 (DO Toro), plétorico de aromas a jugosas moras, que luego adquirió un carácter de madurez y tonos a chocolate; a Mauro 2013, con intensos aromas a bayas y notas especiadas, lo armonizó sublimemente con un majado de yautía que acompañó a una lubina fresca; para redondear a la perfección un supremamente elegante Mauro Vendimia Seleccionada 2011 con matices torrefactos a café instantáneo propuso unas chuletillas de cordero con papas a la leonesa y una salsa confeccionada con el propio vino; y para un más robusto San Román 2011 (DO Toro) con notas a grafito, menta y regaliz, una bifurcación salada de cochinillo confitado al estilo Chotis, y dulce con un flan de queso Manchego con el que armonizó de forma brillante.

El testamento de Terreus:

Este colectivo de Terreus dejó bien sentado su alto nivel, con una consistencia de promedio muy alto, que aún así dejó algunas añadas posicionadas en escalones de elegancia, complejidad y placer aún más elevados. Curiosamente, fueron cosechas más cálidas, como las de 2003 o la de 2006, donde los vinos se expresaron con mayor redondez. En este juego de tempranillos, que a veces se sazonaron también con garnachos, destacó, un corte transicional entre 2001 y 2003.

 

Terreus 1996: no es extraño hallar las viñas viejas salpicadas de algunas variedades de uva diversas, como es el caso del Paraje de Cueva Baja donde había vides de garnacho, que en la cosecha del 96, una de buena maduración y de vendimia tardía entrado octubre, ese garnacho se vendimió unos diez días con posterioridad a la tempranillo, con la que se ensambló luego de la vinificación. El vino se envejeció en barrica nueva francesa por sólo 16 meses, alcanzando 14% de alcohol. Del conjunto de Terreus, probablemente fue éste el vino que ya alcanzó una madurez y aptitud para disfrutarlo en esplendor, revelando en nariz un repertorio de jalea de guindas y guayaba, café instantáneo y cedro, con gran untuosidad y sedosidad en boca, un tanino dulce, marcado carácter especiado en la punta de la lengua y un elegancia suprema.

Terreus 1998: entre el anterior y éste hay una marcada diferencia de intensidad y estructura, a pesar de separarles un margen de apenas dos años. Nueces, almendras, balsámicos y té negro caracterizaron a este vino, algo cerrado y también algo tánico, que se destacó por su mayor intensidad.

Terreus 1999: Un vino muy redondo, que persistió en sus matices afrutados y algo ahumados que luego van dejando ver marcadas especias. Tiene aún mucha potencia y tanino, al igual que tonos de nuez.

Terreus 2001 – Buena acidez que luego se dosifica, y tanicidad aún perceptible. Aromas a monte bajo, tostado, almendras, caramelo, vainilla, tonos tostados, trufas negras, y chocolate caracterizaron a este vino potente y a la par elegante. Durante la cata, García explicó que a partir del año 2000 se empezó a hacer hincapié en el trabajo en viña, y una mejor remuneración al agricultor. Hoy día los viñedos de Bodegas Mauro se trabajan de forma ecológica.

Terreus 2003 – 100% tempranillo de una añada calurosa, que a la par que se siente un poco más maduro, también persistió en su acidez. Un vino más en línea de opulencia y suculencia, donde hubo tonos tostados y balsámicos a laurel, frutas más negras y maduras como la ciruela, frutos secos como almendra tostada, tonos tostados y salinos que se escabulleron por entre su fruta más madura y una gran sazón especiada en un vino redondo y con una gran untuosidad en el paladar.

Terreus 2004. Regresan los perfiles más delicados en este vino eminentemente de futuro, jugoso y algo secante, una tanicidad que dio firmeza y luego se difuminó en el vino. Este vino se envejeció por 32 meses en roble y navega entre su abundante fruta más roja, con recuerdos a arándanos y abundantes especias como la nuez moscada o la canela con un fondo mineral.

Terreus 2005: especias, canela, velo de vainilla, y matices posteriores a pimiento verde y a regaliz y un toque salino en el paladar surgieroen en este vino que se aproximó al de la cosecha 2004, pero con mayor finura.

Terreus 2006: una añada cálida, de acuerdo a García más que la precedente, en la que el vino se sometió a crianzas más largas de 32 meses. El vino se mostró más pronto para beber, con mayor estructura y untuosidad en boca, donde reveló una buena acidez y tanicidad. En nariz se destacó por sus diáfanos recuerdos afrutados entre jalea de arándanos y compotas, tonos lácteos a toffee, matices más balsámicos y una deliciosa pincelada torrefacta con final de café tostado. 

Terreus 2008: una cosecha más fría, con una vendimia más tardía que entregó un vino redondo y equilibrado, con nervio y a la par sedososidad. Un vino también pronto para disfrutarse, que, conjuntamente con su fruta, evocó memorias lácteas y a bollería, con puntos de brioche, cremas, budín, yogur y un recuerdo sugestivo de los célebres pasteis lisboetas de Belêm.

Terreus 2009: un vino de una cosecha cálida, que estresó mucho las vides provocando una vendimia algo más temprana en la zona. Listo para beber ya, este Terreus fue un vino carnoso en boca, con mucha fruta y sensaciones de pureza de la tierra, reminiscencias minerales a grafito y flores azules, conjugados en nariz con intenso aroma a vainilla, tonos lácteos, a caramelo y bollería.

Terreus 2010: el menos reluciente del conjunto al momento de la cata, a pesar de ser una cosecha muy buena que requirió una crianza menos prolongada de 26 meses de crianza en barrica francesa. 100% tempranillo, concentrado de color, con una boca untuosa y potente, aún con taninos firmes, y frutos de baya oscura que se vieron algo opacados por una predominancia de matices lácteos. Un vino aún por crecer.

Terreus 2011: Un vino con nervio, grande, con una óptima columna vertebral de acidez y taninos firmes pero dóciles, aún muy entero, y con una fruta formidable, finos aromas minerales a polvo de talco, una pizca láctea, tonos torrefactos y a grafito, multiplicidad de matices expresados con una gran finura, estructura y persistencia en boca, promisoria de un muy largo recorrido.

Terreus 2012: Un vino todavía muy joven, con buena estructura, buena carga frutal, tonos balsámicos, vainillas y aromas de bollería, que irán revelando nuevos matices a medida que el vino gane complejidad en botella, donde ya muestra su garbo y sendero por la ruta de la elegancia.

¿Dónde comprar?: La Enoteca de Ballester y Bottles (Puerto Rico), Alvarez & Sánchez (República Dominicana), Felipe Motta (Panamá), Vinci y Grand Cru (Brasil), Top Wines y Tierra de Uva (México), Lavinia y supermercados (España).

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Cuando más de un platillo se graba como inolvidable se sabe que el menú es uno de un nivel superlativo. Justamente fueron ésas las sensaciones que dejó el ejercicio a cuatro manos que confeccionaron el español Víctor Martín y el puertorriqueño Juan Cuevas, su anfitrión por segundo año consecutivo en el restaurante 1919 del hotel Condado Vanderbilt, donde se fundió lo mejor de Valladolid y de San Juan, hilvanando sabores con los gustos tempranilleros de Cillar de Silos, una bodega de la Ribera del Duero que, con copas, sedujo a los más exigentes paladares en San Juan con una experiencia degustativa llena de glamour.

Ésta fue la tercera visita de Martín (Trigo, Valladolid) a Puerto Rico, donde el pasado año también fue el huésped del 1919 y de la bodega, uniendo talentos en varias comidas de degustación en las que se intercaló la creatividad de los cocineros, develando con nitidez sus respectivos estilos culinarios y encandilando los paladares con su sofisticación y sabores limpios. 

Deliciosos hors d’oeuvres fueron llave a la experiencia, con bocados deliciosos como tacos de vieira o espuma de mofongo con camarón. Martín comenzó el paladeo sibarita con un rollo esponjoso de Martini, trayendo la coctelería al plato y acompañándolo con un bocado de crujiente relleno de ensaladilla rusa. Este aperitivo introductorio dio paso a un menú de varios platos iniciado por Cuevas con tartar de atún coronado con caviar y servido con minúsculos trozos de manzana, que se acompañó con Cillar de Silos El Quintanal 2012, un verdejo de Rueda más bien contenido, con algún tono meloso y más en la línea mineral que de aromas exuberantes a hierbas o frutos tropicales.

Para dar paso a las copas tintas, Martín presentó unos innovadores “callos” de bacalao con cecina y crema de setas simulando tinta de calamar, y coronado con un arroz inflado que aportó contrastes crujientes al conjunto. Cillar de Silos Crianza 2011 armonizó este plato, con una nariz delicada en la que prevaleció la fruta, pero también aromas a tabaco, pimienta, jugosa mora, y luego tonos de enebro, vainillas, tonos lácteos, chocolate y persistentes especias. Concentrado, este vino procedente de viñas e entre 20 y 25 años, que se envejeció durante 13 meses en roble francés entregó un vino concentrado, pero de taninos pulidos, con sabrosa fruta, especias y taninos pulidos.

Pero quizás el plato más sobresaliente del menú fue la sofisticada y creativa versión deconstruida que Cuevas confeccionó de un pastel, una creación con tanta autenticidad puertorriqueña como innovación y glamour. El tradicional pastelito de arroz confeccionado con leche de coco y un punto dulce casi de canela a usanza del típico arroz con dulce navideño, se sirvió sobre una tradicional y rústica hoja de plátano y se fue rodeando de trufas negras, carne estofada, chocolate con chile y foie-gras. Una verdadera glorificación de un platillo del recetario tradicional de Puerto Rico que supo servir con perfección la más excelsa sofisticación sobre un marco de rusticidad. Armonizando el manjar un Flor de Silos 2011, un vino de parcela, muy pulido en boca, que, a pesar de construirse a partir de una misma uva tempranillo y añada que las otras botellas, expresó matices más torrefactos, a toffee y jugosa frambuesa, vainillas y grafito, que resaltó las notas ahumadas al enlazarse con el pastel.  

La última etapa salada del recorrido fue un venado con castaña, en una presentación elegantemente minimalista de Martín, que dio paso a un plato de queso Moses Sleeper con trufas con gelatina de manzana y moscatel que confeccionó Cuevas inspirado en los tiempos en que trabajó con Alain Ducasse en Nueva York y su relación con la granja de Jasper Hill en Vermont.  

Para concluir la experiencia, Martín planteó un postre elaborado con sorbetes de cereza y yogur acompañados de trozos de bizcocho esponjoso de regaliz, una recreación en sólido de algunos matices del vino. Para estos dos últimos pasos, nada mejor que un Torresilo, el tinto top de la bodega,  también de la añada 2011, un tempranillo más denso y complejo, pero igualmente aterciopelado, con mucha fruta roja, recuerdos a sotobosque, hierbas como el romero, regaliz, tonos torrefactos y almendrado, salinos y ahumados, e incluso hasta flores blancas. 

Robero Aragón, propietario de esta bodega familiar en la Ribera del Duero burgalesa se unió a los cocineros en sus presentaciones gastronómicas. Cillar de Silos es una bodega familiar fundada en 1994 que tiene su eje en Quintana del Pidio. Sus vinos se han sostenido como unos de los favoritos de la Ribera en el mercado puertorriqueño, en el cual la bodega se introdujo hace unos 14 años. La selección de diversas propuestas de una misma uva y añada permitió constatar la magnificencia de la tempranillo en Ribera del Duero a través de los distintos matices que fue capaz de mostrar a partir de la diversidad de terruños de donde se originó y las vinificaciones y envejecimientos a que se sometieron, dictadas por las propias cualidades de la materia prima. El bodeguero anticipó que la cosecha 2015 va por la senda de ser muy buena, aunque de menor cantidad que la pasada. La bodega tomó su nombre del Monasterio de Silos y el pasado año creó un fantástico vermut, Golfo

La próxima etapa de este puente de sabor Atlántico apunta a ser la visita de Cuevas, a Trigo, tentativamente programada para mayo de 2016. El cocinero puertorriqueño en el pasado ha sido cocinero invitado de Casa José, en Aranjuez. 

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François Hautekeur estuvo dressed for success. Con los colores de moda. Gafas de sol con bordes color girasol. Corbata chic del mismo tono con logos de champán. Reloj naranja como el tono del sol ardiente al amanecer y cordones del mismo matiz sobresaliendo de sus zapatos color marrón. Modelo y creador de moda, con el signo ineludible de Veuve-Clicquot: sus burbujas y su color.

De amarillo se vistió una semana completa este noviembre con la Yellow Week Veuve-Clicquot, que como adorno más destacado contó con Hautekeur como invitado especial en Puerto Rico, para pintar de efervescencia un panorama de preludio navideño que día tras día por una semana, buscó mil y un patrones, del prêt-à-porter a la haute-couture, para vestir algunas de las burbujas más reconocidas del mercado.

Primero se movió entre automóviles, una etapa en la industria automotriz que describe como error de vida porque entonces aún no conocía el vino como “bebida maravillosa”. Descubierto ese milagro divino, decidió estudiar enología, un sendero que le llevó a crear estrellas para Veuve-Clicquot, como enólogo y parte de su equipo de cata.

Esa experiencia y la casualidad le estrenaron el pasado año en el Veuve-Clicquot Labor Day Week-End Experience, un evento tan exitoso que este 2015 extendió los tentáculos champañófilos a lo largo de una semana entera, haciendo refulgir aún más con su simpatía ese one-and-only amarillo Clicquot de norte a sur de Puerto Rico, con almuerzos en diferentes locales, una esplendorosa cita en el campo, noches de fiesta y hasta catas a ciegas, que pintaron los cuatro puntos cardinales de la
Isla de amarillo Clicquot. 

El Yellow Week surgió en Canadá, aunque algunos de los eventos desarrollados en su edición portorricensis 2015 son únicos a Puerto Rico. Es el caso del Yellow Country, una magnífica celebración campestre entre burbujas, en la que sus asistentes pudieron degustar millésimés 1988, 1989 y el 2004, aún no disponibles para la venta, y traídos especialmente para armonizar los sabores del chef René Marichal.

De todas las recetas probablemente la que más lograda fue una lubina con salsa miso, espárrago y micro habichuelas tiernas, un pescado con perfecta cocción y un tono ahumado que ensambló de forma superlativa con los tonos florales, cítricos, amelonados y a talco de un Yellow Label NV, un champán que junto con el rosado, Hautekeur describe como de más compleja elaboración por contener hasta 500 vinos diversos en su ensamblaje.

Como segundo plato, un champán Vintage 2002, con fino bouquet floral, a piña, tonos ahumados y una textura más algo untuosa, aunque siempre fresca, sumó puntos con una roulade de pavo rellena de peras, hierbas y nueces, sazones dulces y salados, ambos aptos para el champán. Por último, un postre muy de Acción de Gracias, un parfait de calabaza con caramelo salado, se enlazó bien con un champán demi-sec, un punto más dulce, pero sin excesos, en el que destacaron tonos almendrados, melosos y a panadería, pero también cítricos, y muy frescos, para contrastar. Un vino que, según explicó el enólogo, contiene una mayor proporción de pinot meunier y chardonnay que la habitual en Veuve-Clicquot, y que él recomienda decantar siempre que el postre sea muy dulce, pues la decantación ayuda a disminuir las burbujas, reduciendo la sensación de acidez para aproximar la dulzura del demi-sec a la del postre.

Natural de Lille y con herencia flamenca, pero de la belga Flandes, un acento franco-portugués que delata su actual residencia en Brasil, donde Hautekeur vela por los espumosos que una de las casas de LVMH, matriz de Clicquot, elabora en ese país, aunque ha formado parte de la decena de enólogos que integra el comité de degustación de burbujas en Champagne.

Hautekeur mencionó que entre las tendencias del champán se observa un mayor uso en coctelería y adelantó que para 2017 los clicquotianos podrían estar viendo alguna novedad estrenarse en la maison fundada por Nicole Ponsardin.

Call me Clicquot. Yellow Clicquot.

Cuenta Roberto Serrallés que de niño su padre llevaba un machete en el auto, y que cuando salían en expedición familiar a recorrer la isla de Puerto Rico de sur a norte por la famosa carretera de la Piquiña, él preparaba la ruta cortando trozos de caña de azúcar que daba a chupar a sus hijos para mantenerlos entretenidos en el tortuoso y prolongado recorrido.

Desde entonces, cuando han transcurrido varias décadas, la carretera que une a Ponce con San Juan se ha vuelto más recta y cercana, pero lo que no ha cambiado es esa atracción que sienten los Serrallés por la caña de azúcar, un producto con el que se enlaza la historia familiar por generaciones y da base a un negocio de ron, que gracias a la visión de Roberto, ha ido cambiando a lo largo de las últimas décadas para mantenerse siempre fresco, con una perfecta ecuación de innovación y tradición.

Es la línea que guía a la campaña publicitaria que Destilería Serallés ha lanzado este otoño para consolidar la imagen de las botellas de Don Q que por estas fechas hace ya un año decidió renovar la empresa.

La campaña se designa “Travesías” y visualmente proyecta una imagen muy redonda de Ron Don Q Cristal, dinámica, moderna, pero sin perder su esencia de tradición, herencia y autenticidad. El azul es el trasfondo refrescante y transparente del cielo y mar de Puerto Rico, que pinta este esfuerzo que combina un beat muy contemporáneo e imágenes retro que recuerdan los caleidoscopios cambiando con fluidez formas y colores, entre fantasía y realidad.

¿Sabías que la barra donde se vende más ron Don Q en los Estados Unidos se sitúa en Walt Disney World? El éxito es resultado de la promoción que realizó el gobierno de Puerto Rico en el Reino Mágico de Disney y resultado de la cual Serrallés se convirtió en un ron de la casa allí.

 

Gracias a la animación cobran vida la figura del Quijote, el escudo de los Serrallés, hojas de palma y de la caña de azúcar, los barriles de ron y hasta unas hojas cautivas en una de las filigranas tipo loseta de patio andaluz, que comunican el compromiso de Destilería Serrallés con el ambiente. Un retrato que a pesar de tener en los millenials y nuevos consumidores su objetivo principal, se aleja de los tradicionales festejos playeros o nocturnos, enfocándose en su lugar en personas de carne y hueso, gente diferente que puede llegar a consensos, gracias al diálogo y a compartir valores similares, aunque cuestione las cosas  ---lo que la campaña convierte en tema de conversación---, pero no la excepcionalidad de Don Q, ni su disfrute, ni la dedicación exclusiva de Destilería Serrallés a la categoría ron.

Esa excepcionalidad trae cosas nuevas que tienen como punto de partida el convencimiento de Roberto Serrallés de que el futuro del ron pasa por los rones especiales, especialmente los añejados, que siguen su filosofía de que para ser relevante hay que tocar temas que añadan valor.

Lo primero es la admirada botella conmemorativa del Reserva de la Familia Serrallés, un ron de colección del que sólo se han elaborado 1865 envasess, como el año de la fundación de Serrallés. Esta joya, por la que se han llegado recientemente a pagar 1,500 libras esterlinas en una subasta en el Reino Unido, es un ron ultra premium que se ha hecho luego de escoger las mejores seis barricas entre 36 que se añejan desde 1994, es decir 20 años de añejamiento, y no en promedio, sino literales, lo que le convierte en el primer single barrel rum de Serrallés, un concepto que tiene mucho éxito entre otros espíritus destilados.

Esta primera experiencia ha motivado a Serrallés a seguir apostando por rones que hace un tiempo tuvo la visión de poner a añejar, lo que permitirá lanzar un segundo single barrel rum este próximo febrero, un Signature Release Barrel con ron añejo de 2005, del que se producirán unas cinco mil cajas, de unas botellas más pequeñas, que, en principio, tendrán un costo mucho más asequible de $ 39.99 la botella. Este ron se venderá en Puerto Rico, Estados Unidos y Europa.

Siguiente novedad es el proyecto de un ron super premium Don Q especiado y añejado en barrica, un producto muy de alta gama que tendrá sabores como la vainilla, canela, nuez moscada y toques tropicales como el de tamarindo, y que también se espera haga su debut en los primeros meses de 2016. “Buscamos hacer el ron siguiendo parámetros de los escoceses, más pulidos, para poder cobrar nuestro producto más caro”.

Por último, Serrallés trabaja en un cuarto concepto, el de añejamientos especiales, en que los últimos meses del añejamiento del ron tendrán lugar en barricas de diversa naturaleza, como las de coñac, para aportar nuevos matices que sean distinguibles al consumidor.

Consciente de la “ansiedad nacional” sobre el tema de la caña, el ejecutivo también adelantó que es posible que pronto haya también novedades sobre el proyecto de plantar caña de azúcar, que se ha demorado un poco más de lo que a muchos hubiera gustado, sobre todo por la necesidad de adecuar el conocimiento de esta agroindustria a la evolución que ha tenido desde que dejó de plantarse caña en la Isla.

“Hacer renacer una industria que murió hace un cuarto de siglo es complicado porque no sólo el conocimiento sobre esa industria agroindustrial se perdió hace mucho, sino que la industria ha cambiado muchísimo en ese período. El conocimiento es el mayor reto para sacarla adelante,” explica Serrallés, quien destaca que plantar caña es un ejercicio que requiere mucho capital, tanto como unos USD $ 1,500 la cuerda, cuando se necesitarían plantar al menos diez mil.

Además del logro a nivel de imagen y cualidad de origen que impartiría una producción nacional, el cultivo de caña también permitiría reducir costos de producción, lo que haría a los rones de Puerto Rico más competitivos en el segmento a granel, tan importante en Europa, donde no hay subsidios. “70% del costo de un galón de ron es la materia prima. Los sobrantes de la caña son biomasa que se puede quemar, generando combustible, que es otro de los elementos que más cuesta en la producción del ron”, añade el empresario, explicando cómo de la agroindustria de la caña pueden surgir otras industrias.

En resumen, que gracias a la visión de Roberto y la experiencia de Serrallés, poco a poco,  honrando su herencia e historia con pasión, y con esa capacidad de desdoblarse como se proyecta el anuncio, van dando pasos cada vez más firmes para consolidar su liderazgo en la categoría del ron. Habrá gigantes, pero también hay Quijotes.

Bodegas Franco-Españolas se fundó en 1890 pero, a diferencia de otras grandes bodegas clásicas de Rioja, en lugar de hacerlo en Haro, lo hizo en Logroño, a orillas del río Ebro. Entonces ni siquiera estaba allí el puente que la conectaba con el centro del pueblo, aunque sí había viña, ésa que atrajo a los franceses y, en concreto, a Frédéric Anglade a esa zona vitivinícola, para compensar con uvas y vinos de Rioja las carencias que afectaban a Francia, aquejada por la filoxera.

A poco de la fundación de su proyecto, al de los Anglade se unió entonces capital español, creando una alianza “franco-espanñola” para elaborar vinos finos, dando génesis a Bodegas Franco-Españolas, que en 1922 dejó de ser también francesa para tornarse puramente roja y gualda.

Desde entonces y su primera cosecha de 1891, la historia de Franco-Españolas se enlaza con la de España y el mundo, pero también con la de sus consumidores, quienes con cada añada de las botellas que elabora han podido ir armonizando recuerdos imborrables de su propio devenir, añadiendo a sus sorbos un punto diverso de emoción, impulsado por el placer de las buenas memorias.

En 1933 terminó la Prohibición y con ella los vinos de Franco-Españolas empezaron a llegar a los Estados Unidos donde sus vinos iluminaban las más suntuosas celebraciones neoyorkinas en los hoteles Plaza o Waldorf Astoria. Después llegaron los tiempos revueltos de la Guerra Civil Española y luego el cierre de las fronteras y un aislamiento internacional que empezó a difuminarse en la década del 1950, cuando España entró a la UNESCO y se puso en el punto de mira de celebridades y políticos que visitaron el país y que lo mismo disfrutaban los vinos en bodega tras una corrida de toros, como Ernest Hemingway, que en el más riguroso protocolo institucional, como sucedió durante la visita del presidente estadounidense Dwight Eisenhower, a quien se sirvió Viña Sole, durante una cena en el Palacio Real de Madrid.

Poco a poco fue transformándose el país, el mundo y con ellos la industria del vino y la propiedad de la bodega, que en los ochenta del siglo pasado fue adquirida por Marcos Eguizábal, un maestro a quien la guerra civil truncó sus sueños de convertirse en enólogo, pero llegó a ser en un gran empresario que hizo de todo hasta alcanzar su aspiración de adentrarse en los negocios del vino.

Tras él llegó a la bodega a fines de esa década Carlos Estecha, quien desde entonces personifica en Franco-Españolas una figura que empezaba a cobrar prominencia entonces, la del enólogo, y que con su arribo y a partir de la década del 1990 comenzó a hacer mayor hincapié en la viña y el trabajo de las diversas parcelas en la elaboración del vino. Para él, tenaz y creativo artista, una tarea de respeto, la de hacer valorar la historia de la bodega, una, que en su opinión, es seña de un trabajo de base bien hecho. “Cuando una bodega ha estado funcionando por un siglo, es porque ha hecho algo bien. La historia, la tradición deben ser lo que dé valor al vino. Esa base tiene que tener una historia, no “historias”, contó en una ocasión a Divinidades.

Esa historia de saber hacer a lo largo de 125 años que transitan por tres siglos, fue lo que pretendió exponer la bodega en varias catas conmemorativas realizadas en las Américas, donde una historia en vertical de Grandes Reservas de Rioja Bordón, la etiqueta más reconocida de Franco-Españaolas, se sirvió en copa para analizar con sorbos de deleite el progreso del vino en su contexto histórico y en botella, donde se atesora de forma dinámica el tiempo y se redacta la impronta de la casa: una complejidad envuelta en discreción, que no ha perdido su identidad clásica, pero ha sabido reflejar de forma más evidente el trabajo de viña en cada sorbo.

El bordón, o cayado que acompaña a los peregrinos del Camino de Santiago, da nombre a esta etiqueta de Bodegas Franco-Españolas, por cuyo frente pasan los peregrinos en su tránsito por Logroño.

Bodegas Franco-Españolas elabora un blanco, Diamante, el blanco más vendido en México y del cual se obsequiaron botellas a la Reina Isabel de Inglaterra en conmemoración de sus 60 años de reinado, jubileo de diamantes.

 

Rioja Bordón puede maridarse con casi cualquier episodio histórico, pero más importante, con los  capítulos que han pasado a formar parte de las historias personales de quienes le beben. Para demostrar su longevidad de forma inequívoca, una cata conmemorativa de sus Grandes Reservas, que reunió en La Bodega de Méndez, importador de la bodega en Puerto Rico desde 1939, a Teresa Maroto, gerente de área de la bodega, y a una veintena de aplicados y emocionados conocedores, cautivados por las revelaciones de cuarenta y cinco años de la industria del vino de Rioja y de Franco Españolas retratadas a través de siete añadas: 1970, 1975, 1980, 1981, 1999, 2003, 2005. Una cata que dejó bien sentada la impresionante capacidad de añejamiento de estos vinos en cuyos ensamblajes predomina la uva tempranillo, y que sorprendieron por los aún vivos y sostenidos matices frutales de la cosecha de 1970, y la suprema redondez, elegancia y frescura de las de 1981 y 1999, probablemente las dos añadas más apreciadas de la colección, en la que vale la pena señalar, hubo varias etiquetas de cosechas que el CRDOCa apenas calificó como Buenas.

La cata se complementó con los sabores de la chef Lorraine Colón, quien para acompañar los vinos preparó un menú de sabores al que incorporó sazones de España. Las botellas se enviaron expresamente desde allá al Caribe para la ocasión, una para la que Franco-Españolas también editó una publicación conmemorativa y obsequió a los participantes con ejemplares del libro hecho por la bodega para conmemorar sus primeros 125 años.

Los Grandes Reservas de Rioja Bordón tienen una espina dorsal de tempranillo y surten ésta y otras uvas de sus ensamblajes de viñedos en Rioja Alta y Rioja Alavesa.

Tras la llegada de Estecha, Franco-Españolas empezó a apostar por las barricas, en lugar de los toneles en los que se había estado envejeciendo el vino hasta la década del 1980. Los Grandes Reservas de la casa se crían por un mínimo de dos años en barricas de roble americano de tostado medio, el predilecto del enólogo, antes de pulirse por tres años más en botella antes de salir al mercado. En bodega, el roble americano domina por nueve a uno al roble francés.

 

1970: Ensamblaje de tempranillo, mazuelo y graciano. A pesar de la turbidez del vino, éste mantuvo una relativamente buena acidez. Pero lo que más sorprendió fue la viveza de sus aromas frutales, a pesar de sus más de cuatro décadas. Arándanos, ciruelas, y tonos frutales que prevalecieron por entre los tonos dulces o los recuerdos a carne ahumada, que luego aparecieron junto con pizcas tostadas, almendras, y delicadas especias como la canela, que perseveraron en la punta de la lengua dando paso a un vino aterciopelado, envolvente y persistente en el paladar.

1975: Tempranillo, mazuelo y graciano repiten en el ensamblaje, que reveló frutas más maduras en nariz con recuerdos a higo, pasas, guinda en licor y menta. Algunos tonos especiados y algún resquicio de tanino apareció en boca, donde quedaba una discreta acidez pero también elegancia, pintada con un vino aterciopelado y equilibrado. Cosecha calificada como Muy Buena.

1980: Tempranillo y garnacha forjan este vino, untuoso y sedoso, con una acidez más marcada y en el que se destacan aromas más evolucionados y complejos a café, aceituna, ciruelas pasas, vainilla, hojarasca, almendras, tostados, puntos de chocolate y también algo de oxidación. Cosecha calificada como Buena

1981: Repite el ensamblaje de tempranillo y garnacha en un vino más vivo, con taninos sedosos y relativamente buena acidez. En nariz destacan sus recuerdos maduros a ciruela, higo, pasas que se sostienen en una boca notablemente afrutada, elegante y persistente. Cosecha calificada como Muy Buena.

1999: Al ensamblaje de tempranillo (80%) y garnacha (5%) regresaron el graciano (5%) y el mazuelo (5%) en un vivo mucho más vino y afrutado, aunque tal vez con algo más de nariz que boca. Maní, café, ajonjolí, grosellas, tonos yodados, y jalea de guayaba enmarcaron este vino sedoso y con aún buena acidez. Cosecha calificada como Buena.

2003: Repite el ensamblaje del 1999. Pervivió la viveza en boca, con un vino fresco y buena acidez que en nariz arrastró recuerdos a eucalipto, tabaco, arándanos y algún tufo de reducción. Cosecha calificada como Buena.

2005: Persiste el cuarteto de uvas, aunque se incrementan los porcentajes de mazuelo y graciano y se reduce el de garnacha. Derroche de fruta que ensambló a la perfección a la Rioja más clásica con la contemporánea. Frambuesas y también evidentes tonos de pimienta negra sobresalen en esta añada mucho más carnosa, de estructura fina, paladar pulido y sedoso, y prolongada persistencia en boca. Cosecha calificada como Excelente.

Además de sus Grandes Reservas, Rioja Bordón cuenta con contraetiquetas de Crianza y Reserva, además de un nuevo vino, Rioja Bordón RB, una etiqueta más moderna, a tono con el consumidor más actual que pretende abordar. Un 100% tempranillo envejecido 12 meses en barrica americana, su cosecha 2012 se destacó por sus tonos minerales a grafito, pimienta y abundante fruta.

El cencerro que se escucha en Lavandera da cuenta de la vía láctea de Asturias, una tierra célebre por el verdor de sus buenos pastos, sus vacas lecheras, sus quesos y la efervescente sidra.

Un producto que comienza a echar chispas entre quince y 20 días luego de concluida la vendimia de uva.  Es entonces cuando empieza la recolección de manzana, en lugares como las pomaradas de Sidrería Trabanco, que tiene en Lavandera, un concejo de Gijón, la sede de parte de sus facilidades de producción.

Allí ubican parte de las 100 hectáreas de pomarada en propiedad, que Trabanco se esfuerza por expandir, con el objetivo de consolidar su producción con más manzana propia que comprada. En esa tarea, la empresa también busca recuperar variedades antiguas de manzana.

Los toneles tienen entre 18 y 70 años y si bien el roble o el castaño son las maderas más utilizadas en su montaje, hoy también se empieza a utilizar el olmo, porque no aporta aromas ni sabores a la madera y es más económico. Una vez vaciado el tonel se limpia con agua a presión y cepillo.

 

Fue en 1986 que esta empresa familiar fundada en 1925 por Emilio Trabanco adquirió ese terreno en Lavandera para plantar manzanas. Con éstas llegó también una estructura histórica, un largo túnel de 105 metros construido en 1905  para unir las minas con el puerto de Gijón, al que la empresa le reconoció una gran aptitud para integrarse al complejo sidrero, emprendiendo una obra que lo convirtió el túnel en una sala de depósito con todo un acueducto de tuberías para transportar mosto y sidra entre ese sala y la sidrería cercana. Aromas de manzana se enlazan con el sonido de las gotas de humedad, del agua que se filtra por la tierra de un espacio donde reposa cerca de un millón de litros de sidra. A la entrada del túnel hay otra zona productiva con grandes toneles de castaño, doce, de 24 mil litros.

Antes del túnel se procesan las manzanas en las facilidades principales de Lavandera. Caen por gravedad. Se lavan un poco y se pre-clasifican para su entrada dependiendo de si se emplearán o no para elaborar la sidra Selección, que sólo puede hacerse con manzanas de Asturias. Luego se vuelven a lavar y se trocean para continuar rumbo a una de las ocho enormes prensas cuadradas de madera, donde por varias horas se exprime el zumo de la manzana y se “corta el llagar”, removiendo de los laterales hacia el centro para extraer el máximo partido de ese elixir del manzano.  Una vez prensado el zumo se va pasando a depósitos de fibra de vidrio y luego a enormes toneles de roble o castaño.

Allí comienza la fermentación, un proceso durante el que se van rellenando los toneles, hasta que unos cuatro o seis meses después se convierte en sidra. En el tonel se facilita el control de la evolución de la sidra, por eso allí permanece la sidra hasta el momento de embotellarse para la venta, aunque anteriormente se acostumbraba a embotellar mucho antes en el proceso.

Trabanco elabora varios tipos de sidra, desde la tradicional y la sidra en barril, a las sidras brut, como Poma Aúrea, además de vinagres que se trabajan a partir de las levaduras que se remueven para desacelerar la fermentación. La Poma Aúrea realiza su segunda fermentación en barriles especiales que permiten adquirir naturalmente el carbónico que le imparte una textura semejante a una elaborada a la usanza del método tradicional del champán.

Para las sidras achampanadas se sigue un proceso al de la sidra natural fermentada en el tonel, que al concluir el proceso se gasifica y añade azúcar. Trabanco ha lanzado AVALON, una nueva sidra gasificada, con azúcar añadida pero en menor cantidad, con lo que es semi-seca.

En Trabanco se trabaja mucho por cata, con dos enólogos, uno de ellos, de la familia.

Además de las pomaradas y las facilidades de elaboración en Lavandera, Trabanco tiene allí un restaurante Casa Trabanco. La sidrería tiene también unas segundas y  modernas facilidades de llagar en Sariego.

Los nuevos vinos de Cangas

 

 

 

 

Aunque se le identifica tal vez más con la sidra, lo cierto es que en Asturias se produjo mucho vino hasta fines del siglo XIX. Era la base de la riqueza asturiana hace siglos que cuenta con evidencia documental sobre las viñas que el Monasterio de San Vicente de Oviedo cultivaba en las laderas del río Narcea allá para el 781. Eran buenas tierras para el crecimiento y maduración de la uva.

Pero con el auge de la minería y hasta el beso de la diosa fortuna en Navidad, se fue poco a poco abandonando el trabajo en la viña en pos de otras actividades económicas. Hasta que a fines del siglo XX se fundó el Monasterio de Corias, en el que se mantuvo la tradición vinícola, y a partir de inicios del XXI se empezó un proceso de recuperación de viña impulsado por el amparo de la figura de calidad Vinos de Cangas.

Como en otras zonas del noroeste atlántico español, como la Ribeira Sacra, el terreno de los viñedos de Cangas es accidentado, con pendientes de todo tipo, situadas en el fondo de los valles por donde discurren, con lo que su cultivo se califica de heroico.

La orografía de montañas escarpadas y valles profundos y angostos hace posible la influencia de un microclima único que conjuga vientos secos y recalentados, inviernos muy fríos y veranos muy calurosos, mayor radiación solar y una pluviometría menor a la del resto de la comunidad asturiana.

El territorio productor asturianos cuenta con dos ejes. Uno, San Antolín de Ibias, más parecido al Bierzo, con terreno más pizarroso y una vendimia más temprana porque la uva madura antes (entre el 15 y 20 de septiembre) y otro, Cangas de Narcea más perfilado hacia Cantabria, con suelos más graníticos, y un clima con más lluvia y veranos muy calurosos.

Los vinos de Cangas utilizan variedades autóctonas de uva como la albarín blanco, que alcanza mucho grado y mucha acidez, la albillo, la blanca extra y también la moscatel de grano menudo, en blancas. Entre tintas destacan la albarín tinto, la verdejo tinto y la carrasquín, que es la uva mejor adaptada a la zona. Hay también plantada mencía, aunque en opinión a Luis Buitrón, un enólogo a cargo de numerosos proyectos en el noroeste atlántico y vasta experiencia en la zona, es una uva que no se adapta bien al territorio asturiano. Distribuidas mayormente en minifundios hay plantadas unas 75-80 hectáreas de viña pertenecientes a cinco bodegas, que se podrían incrementarse al concretarse algunos nuevos proyectos de bodega en el tintero.

Uno de los proyectos más jóvenes de la Tierra de Cangas es el de la bodega VidAs, que ha incursionado con muy bien pie en territorio estadounidense.  VidAs Vidas elabora tintos y blancos con y sin pase por madera. Del mismo modo Monasterio de Corias ha expandido su oferta con la línea Escolinas.

7 Vidas 2014. VidAs. Un albarín blanco joven con dos elaboraciones diversas por contener vinos de la zona de Ibias y de la zona de Cangas. El vino fermenta en acero inoxidable, no realiza maloláctica. Es muy pálido y tiene aromas a caramelo de eucalipto, tonos anisados y un punto meloso, tras los cuales aparecen matices a manzana verde, pera, mucho melón, tonos a limón y flor de tila. Es un vino seco y muy fresco en boca, donde es delicado, tiene una excelente acidez, y una fina persistencia.

Cien Montañas 2013 Blanco. VidAs. Un albarín blanco que fermenta en barrica usada. Tonos a almendra, vainilla, fruta blanca y un delicado toque ahumado y torrefacto sobresalen en nariz. En boca el vino muestra buena acidez en la punta de la lengua, y las reminiscencias a madera se apaciguan mientras que el vino se crece y afina en copa.  Un final medianamente persistente.

Cien Montañas 2013 Carrasquín Tinto. VidAs. El primer vino monovarietal de carrasquín, fermenta en barricas de roble francés y americano de 500 litros, trabajando la uva en cuatro formas diversas: enteras, pisadas, sin raspón y estrujadas.  Luego pasan a barricas más pequeñas para crianza.  Tiene un intenso color morado, y en nariz aparecen pinceladas de regaliz, chocolate, monte bajo, eucalipto, balsámico y muy pocos tonos de su pase por madera. En boca es aterciopelado y con una estructura no demasiado densa.

Escolinas Sobre Lías 2014. Monasterio de Cangas. Albarín blanco. En nariz aparecen tonos cítricos a naranja que dan peso al frescor de manzana, abundante hinojo y recuerdos a bombón de eucalipto. Buen volumen en boca, donde aparece un punto de carbónico y un fin salino que da paso a tonos melosos y amelocotonados. Un perfil similar tiene su cosecha 2013, en la que también se remarcan matices anisados.

Escolinas Wallaby 2012. Monasterio de Corias. Pluvarietal de albarín tinto, verdejo tinto y carrasquín, fresco, afrutado, muy atlántico, con aromas a mora, flan y eucalipto. Ligero de estructura y con sólo 12.5% de alcohol, es un vino que incluso va bien a pescados y guisos.

De la austeridad de los monjes y la frugalidad de una cuartilla de vino al día con que se alimentaban hace centurias hoy sólo queda el recuerdo pétreo de los claustros, la iglesia y las viñas en los linderos de la Ribera del Duero.

En esa frontera donde el Duero deja de ser Ribera, la denominación de origen, está Sardón, cuyo monumento más señero es el Monasterio de Santa María de Retuerta, fundado en 1146 y una de las principales obras del románico en la zona, declarado bien de interés cultural por su valor histórico y arquitectónico, y por un tesoro de vides que se erigen sobre un terroir único.

Lo descubrieron los monjes que se trajeron hace siglos para repoblar la zona. No sólo hacían vino, sino vino para la corte, pues no hay que olvidar que la cercana Valladolid fue capital del reino español. Pero con la desamortización de Mendizábal en 1835 los monjes tuvieron que marcharse de la Abadía, sumiendo a ésta en el abandono hasta el 1940.

En lúgubre lapso de poco más de un siglo se arrancaron viñas y dejó de elaborarse vino, hasta que la adquirió Prodes, entonces también propietarios de la vecina Vega Sicilia. Así la Abadía de Santa María de Rívola Torta, la orilla tortuosa que se conoce como Retuerta, se tornó finca agrícola hasta que luego la compró una empresa farmacéutica y, a partir de inicios de la década del 1990s, empezaró a recuperar y replantar viña, luego de haber hecho un estudio de suelos que permitió identificar las variedades de uva más aptas para cada uno, y los binomios parcela-uva para construir los vinos de la bodega. Fundada en 1996 bajo la tutela enológica de Pascal Delbeck, con ella nació un vino singular que de ella tomó su nombre: Abadía Retuerta.

De las 700 héctareas de finca hay plantadas unas 190 de viña, repartidas en 54 bien definidas parcelas que son el cimiento para una filosofía de vinos de pago que se trabajan con microvinificaciones por tipo de suelo, variedad, altitud y exposición solar, que no en vano Abadía Retuerta trabaja por alcanzar una denominación de origen propia que le permita firmar sus vinos no con su contraetiqueta actual de Vino de la Tierra de Castilla y León, sino con la de la DO Abadía Retuerta.

En el plano de viñas la parte más baja se pinta de arcilla, la media de cascajos y la más elevada, de calizas. Todas las viñas se conducen en espaldera y en algunos puntos de las parcelas hay torres anti-heladas que se emplean sobre todo en primavera.

Por allí se reparten tempranillos, alrededor del 65% de las variedades plantadas, que se complementan con merlot, syrah, petit verdot, sauvignon blanc que ha dado paso a un excluvio vino blanco, y cabernet sauvignon, aunque esta cepa se ha ido arrancando de los viñedos. Todo lo contrario se ha hecho con unas cepas prefiloxéricas halladas en viña, de variedad aún desconocida, pero que la bodega ha ido reproduciendo mediante selección masal para crear el vino más exclusivo de su producción.

La bodega, concebida y diseñada por el enólogo francés Pascal Delbeck, y consolidada por el actual viticultor y enólogo Ángel Anocíbar, es una de las más innovadoras y tecnológicamente avanzadas de Europa. Fue de las primeras instalaciones en España en apostar por el movimiento del vino sólo por gravedad, destacando su sistema de depósitos elevados con grúas, OVIs, con capacidad para trasladar seis mil litros de mosto o vino. También fue pionera al patentar un sistema propio para la extracción del vino, que permite trasegar los vinos sin mover la barrica, un ejercicio que se realiza con la ayuda de los OVIs que permiten extraer el vino de las barricas de los niveles más bajos para volverlos a verter en las que están colocadas en la parte superior del parque, unas dos mil barricas en total de las que un 80% es de roble francés y en la que reposan los vinos conforme dicte su evolución.

Una evolución que también se ha visto en la pirámide de etiquetas de la bodega, que con la misma uva ha ido creando una base firme sobre vinos de más calidad, como su Selección Especial, que representa el 80% de la producción, y en los vinos de pago, en lugar de la estructura piramidal previa en la que este grupo de vinos se colocaba en la cumbre y la base estaba compuesta por otros, como el Cuvée Palomar, una etiqueta descontinuada.

El vino de referencia de la bodega es el Abadía Retuerta Selección Especial donde se mezclan los mejores vinos de la añada, que se presenta como una perfecta radiografía de la finca, ya que el porcentaje de uva con el que se elabora es similar al de las principales variedades plantadas en el viñedo (75% Tempranillo, 15% Cabernet Sauvignon y 10% Syrah). Además, la filosofía de la bodega se basa en la elaboración de vinos que reflejen la personalidad de cada terroir (terruño), lo que conforma la esencia del vino de pago; unos vinos que se producen sólo si la añada tiene una calidad extraordinaria: Pago Negralada, Pago Valdebellón, Pago Garduña y PV (Petit Verdot). 

La bodega, que se precia de contar entre sus viñas con un encinar de tres siglos, es muy consciente del tema ambiental, habiendo plantado pinares y empleado aves de rapiña para controlar el ecosistema. Junto con los vinos elabora una sal de tempranillo, creada con sal de la isla de Ré, vino Abadía Retuerta y especias variadas.

Los vinos de Abadía Retuerta:

 

Selección Especial 2010: esta etiqueta representa el 80% de la producción de la bodega. La cosecha 2010 fue una añada fría que pasó 16 meses en barricas usadas de roble francés y americano. Un vino pulido que en boca reflejó armoniosamente la potencia de la Ribera del Duero. La nariz se escribió con abundante fruta negra, ciruela roja, cassis, tonos balsámicos a laurel, torrefactos a café e intenso cacao, e incluso un punto floral de lirio.

Abadía Retuerta Pago Garduña Syrah 2011: monovarietal de syrah, plantada en un pago adjunto a la bodega. Realizón fermentación maloláctica en barrica y envejeció durante 19 meses en barricas de roble francés. Un vino fresco, serio, fino, con taninos dulces y aterciopelado en copa. La nariz arrastra recuerdos minerales y a lavanda, con fruta oscura, tonos torrefactos y ahumados. Sólo 4660 botellas se produjeron de este pago en una de las mejores añadas de Abadía Retuerta.

Abadía Retuerta Pago de Valdebellón Cabernet Sauvignon 2011: un vino procedente de un pago ubicado a 850 de altitud y que se elabora con cabernet sauvignons muy maduros. Un vino muy complejo, grande, con mucha fruta, redondo y armonioso, robusto y elegante. En nariz se reveló muy floral, con tonos balsámicos a mentol y eucalipto, pimienta negra, y pimiento, aunque sin resquicios de verdor.  5,400 botellas producidas.

Abadía Retuerta Pago Negralada 2011 es un 100% tempranillo con una producción de 5,500 botellas que envejecen durante 19 meses en roble francés. Idéntico tiempo lo hace el Abadía Retuerta Petit Verdot, con una aún menor producción de 1,400 botellas.

Desde 2011 la bodega elabora también un blanco, LeDomaine, un vino de guarda, terroir y producción limitada, fruto de un accidente en el vivero que, a inicios de la década del 1990 confundió cepas de merlot con unas de sauvignon blanc. Lluego de 15 años de investigación de esas viñas de sauvignon blanc, el vino salió formalmente al mercado a partir de la cosecha de 2011, en un ensamblaje de 65% esta cepa y un restante componente de verdejo y otras variedades blancas que se someten a fermentación en barrica usada, criándose luego el vino durante seis meses con bastoneo de lías. Abadía Retuerta tiene también plantado un poco de godello y de gewurtztraminer.

Consolidado el proceso de recuperación de viña y elaboración de vino iniciado en la década de 1990, el plan estratégico para Abadía Retuerta dio paso a su siguiente etapa, la rehabilitación de la Abadía original para convertirla en un hotel de cinco estrellas entre viñedos y el único Relais & Châteaux de Castilla y León.

Así nació en 2012 LeDomaine, más que un hotel, un espacio de retiro sibarita, donde arte e historia son el eje de una experiencia de delectación en la que vino y gastronomía son el leit motif de un nuevo tipo de experiencia religiosa.

Fue precisamente la antigua vida monacal la inspiración para mantener las estructuras originales del convento que, equipadas con mobiliario contemporáneo, decoradas con esculturas vanguardistas, y dotadas de los servicios y tecnologías del siglo XXI, hacen más placentero el viaje imaginario a través del tiempo y del vino, que lo captura de forma dinámica.

Los reducidos espacios en que antes dormían los monjes hoy se han convertido en amplias habitaciones con vista a las viñas de tempranillo que rodean LeDomaine. Aposentos de decoración sobria para no desentonar con el marco de piedra del resto de la estructura, pero con todas las comodidades y el aliciente de contar todas con vista al viñedo, así como con el primer y único servicio de mayordomía en España, un mimo exclusivísimo del que han disfrutado huéspedes como Goldie Hawn o Kurt Russell, dos de muchas celebridades a las que la discreción y los gruesos muros de sólida y piedra han resguardado con privacidad.

Pero la verdadera vértebra del proyecto es su gastronomía del más alto nivel en un enclave excepcional y con la posibilidad de conocer el mundo del vino de la cepa a la copa.

Los huéspedes pueden desperezarse desayunando en el jardín interior al aire libre del claustro, o tomar relajadamente algún aperitivo o cóctel en el bar que, entre arcos ojivales, ubica en lo que fue la Sala Capitular del convento.

Para un almuerzo más sencillo y casual de tapas y cocina tradicional, la Vinoteca y, para meditar de noche, los manjares del Refectorio, donde se deja atrás la mesura de lo que fue comedor de los monjes para lanzarse sin red y con intimidad a los placeres de la gula a cargo del reconocido chef español Andoni Luis Aduriz, que asesora el proyecto y quien, en tándem con Pablo Montero como jefe de cocina, ha conseguido una estrella Michelin para este santuario gastronómico, apoyado en los productos de la zona y recursos de la propia finca que LeDomaine también ha transformado en una línea delicatessen artesanal con sal de vino tempranillo, miel o piñones del entorno.

Un “Menú Sacristía” con recetas como yemas de coliflor con queso Comté y jugo de trufa, pulpo lacado con emulsión de pimiento asado y topinambo, u oblea de mandarina, aceite de oliva y moscatel, conforma el menú más básico, que se complementa con el “Menú Caballerizas”, con royal de apio-nabo y caviar ecológico, pescado con azafrán o un costillar de lechazo, apenas una muestra de las que despliega en las mesas bajo la atenta mirada del impresionante fresco de "La Sagrada Cena”, pintado en el año 1670.

Piedra angular de esa experiencia michelinesca es el vino, con los excepcionales de Abadía Retuerta así como también botellas de la antigua bodega de los monjes, que atesora joyas vinícolas de la región y el resto del mundo.  

Conformado como proyecto enoturístico de lujo, LeDomaine ofrece un conjunto de experiencias singulares alrededor del vino y la gastronomía como visita a la bodega, dotada con sistemas de elaboración punteros en Europa; catas comentadas; aperitivos en el campo; sesiones de yoga; paseos a caballos; recorridos por viñedo y finca para conocer su flora y fauna; sobrevuelo de la Ribera del Duero en helicóptero; majestuosos espectáculos de cetreria que le trasladarán a los tiempos de Isabel o Águila Roja; cursos VIP de pastelería y panadería en las antiguas cocinas de la Abadía; visitas a panales de miel en el campo; y visitas a otras bodegas vecinas de nivel equiparable al de Abadía Retuerta. Actividades en y fuera de la finca, planificadas y coordinadas por los mayordomos, profesionales multidisciplinarios que buscan conocer con minucia las preferencias, necesidades y expectativas de los huéspedes para satisfacerles. 

A las habitaciones dobles y suites de la hospedería este verano se añadieron otras para alcanzar la treintena, y junto con ellas se inauguró también Santuario LeDomaine Wellness & Spa, con un servicio pionero e innovador de enoterapia y de spa sommelier, el primero del mundo, que diseñará sus tratamientos de bienestar a partir de un ritual de cata a ciegas de vino y aceite, luego del cual el spa sommelier analizará sus preferencias de gusto y aroma y recomendará las experiencias de spa para satisfacer sus necesidades individuales de bienestar, aproximando el ritual de cata y la experiencia del spa a la tradicional cata de vinos que transita todos los sentidos. 

La iglesia, amplia y austera, es también un marco sin parangón que complementa al hotel, con la posibilidad de realizar bodas, catas, cenas y congresos en un entorno incomparable y que no circunscribe su atractivo a enófilos empedernidos, sino que como el ángel símbolo de LeDomaine, permite revolotear y llegar a todos, convirtiendo a todo quien visita Abadía Retuerta en un apóstol epicúreo. La porción de la historia sobre LeDomaine publicó originalmente en Magacín Lifestyle de Otoño-Invierno 2015.

La receta se sazona con el inefable horizonte del mar Atlántico, la espuma de las olas y las pulcras arenas doradas que hacen de este pequeño espacio en la playa del Condado un marco inigualable para sentarse relajadamente a picotear sin prisas y conversar admirando ese panorama único, o para reunirse con amigos poniendo sobre la mesa cualquier buena excusa de celebración.

Es el marco que adorna el recién estrenado Tacos & Tequila, el más joven espacio gastronómico del Condado Vanderbilt, que trae a la mesa el sabor más glamorosamente casual del chef Juan José Cuevas y su equipo de cocina, y los formatos aún menos explorados de Tequila Patrón, el protagonista en la barra.

Es la esencia mexicana de los emblemáticos tacos, actualmente muy en boga, la que hilvana la experiencia entre mesa y tequila, con un amplio menú de opciones, más en línea fresca, ligera y saludable, como dicta el ambiente playero del local, que ofrece siete recetas de tacos para escoger, incluyendo dos versiones vegetarianas.

Suculento el taco de setas, innovador el taco de crujiente bacalao, sustanciosos los tacos de costillitas con salsa de tomatillo habanero, rábano, cilantro y maní, o pecaminoso el taco de cordero, con pimienta, yogur, cilantro, comino, rábano y pepino. En adición a éstos, Tacos & Tequila tiene opciones de cerdo, filete o pollo. Los comensales pueden ordenar individualmente tríos de sabores diversos, o la mesa completa puede pedir una selección más amplia, que convierte a los tacos en casi un regimiento de gusto. Complementándolos, otras propuestas como ensaladas, sopa de tortilla o quesadillas diversas, un elenco de sabores para el cual también hay complementos como tomatillo, piña, mango, o cremas picantes.

El otro protagonista del espacio es Tequila Patrón, una empresa con sede en Jalisco que, con este debut, marca el lanzamiento del primer establecimiento de su tipo lanzado en alianza con esta reconocida marca de tequila. El objetivo de este concepto, idea del gerente de alimentos y bebidas del hotel, es crear una nueva experiencia con tequila, haciendo que este destilado trascienda más allá de la típica margarita, proponiendo un sinnúmero de cócteles deliciosos para acompañar los tacos, como un adictivo Passionate Margarita, confeccionado con Tequila Patrón Silver, Tequila Patrón Citronge, fruta de la pasión fresca, especias, cítricos y chile rojo tailandés, o la refrescante sangría de tequila, que ensambla este destilado con vino tinto tempranillo de la Ribera del Duero. Y por supuesto, espectaculares margaritas, destacadas por la pureza de su textura alimonada. Patrón ha puesto a disposición de Tacos & Tequila parte de su inventario de cócteles, como fuente de inspiración para los tragos que el equipo de mixólogos crea para este nuevo local.

Los cócteles se confeccionarán con Tequila  Patrón y Patrón  Roca, e ingredientes frescos adquiridos a agricultores puertorriqueños, como es la línea que sigue la cocina del hotel. Además de tragos habrá shots de tequila y servicio por botella.

Patrón contempla organizar actividades temáticas en el local, donde no faltan postres verdaderamente sublimes creados por la chef pastelera Nasha Fondeur, como unos extraordinarios churros a la mexicana, crujientes y con canela, que se pueden mojar en vainilla con menta, la más cremosa salsa de caramelo, o chocolate, como la famosa versión de la canción de la vedette Iris Chacón. Hay, además, deliciosos flanes densamente cremosos, y otras delicias donde la cajeta, o dulce de leche, es ingrediente obligado.

Tacos & Tequila ofrecerá también aguas frescas, con variedades de piña y jalapeño, melón y citronela, y horchata de arroz.

Para cerrar con broche de oro la experiencia degustativa con sabor tex-mex, Tacos & Tequila ofrece también shots helados de café con tequila, una experiencia para repetir, como la del local, ubicado en el primer nivel del hotel Condado Vanderbilt en la Avenida Ashford.

La barra-restaurante ofrecerá servicio a los huéspedes asoleándose en los chaises lounges  en el pequeño tablado del hotel que abre al mar, y al que puede accederse cuando se abren los cristales de Tacos & Tequila, para dejar entrar un poco de brisa atlántica a condimentar la experiencia degustativa. Cuatro televisores de amplia pantalla plana otorgan al restaurante un aire de sports bar.

Tacos & Tequila abre diariamente de 11:30 am a 11:00 pm. El hotel ofrece una tarifa especial de USD $ 10 para sus comensales usuarios de valet parking que validen sus boletos en el restaurante.

 

 

 

Un aventura epicúrea con José Andrés en el Caribe

Entre cocina y humor, el español José Andrés y el puertorriqueño José Enrique, entretuvieron a una audiencia de locales y visitantes que se dieron cita en el Dorado Beach, A Ritz-Carlton Reserve, que este noviembre fue anfitrión del primer fin de semana culinario encabezado por José Andrés, encargado de Mi Casa, el restaurante bandera de este resort de lujo en Puerto Rico.

Una carpa con vista al mar albergó un tarima con cocina, casi un altar para consagrar el romance de sabor entre José Andrés y sus seguidores, y los de los chefs Eric Ripert y Anthony Bourdain que le acompañaron entre las olas atlánticas y las doradas arenas de la Perla del Caribe. En ese escenario, José Andrés hizo un recorrido creativo por una decena de recetas que emplearon la piña como ingrediente central, y alrededor del cual tejió platillos sencillos, en los que incorporó muchos ingredientes españoles para aportar novedad.

La piña se convirtió en base para un montadito de caviar, rociado con un aderezo de vinagre de Jerez y aceite de oliva extra virgen.  Ese mismo aderezo recubrió unas brochetas de piña con jamón ibérico condimentadas con una pizca de pimienta negra, y también fue el fondo de un plato de salpicón de langosta, inspirado en una receta de gazpacho, entre otras.

Pero el condimento esencial de la demonstración fue el humor, que permitió a José Andrés encender el ánimo de la audiencia, sirviendo de puente entre técnica, sabor y sentido común.

Esta demonstración fue uno de los ingredientes de una agenda intensa que abarco una noche de paella, una cena de gala confeccionada con los otros tres cocineros protagonistas de las jornadas, una cata de rones de Puerto Rico conducida por Don Q y Destilería Serrallés, y una barbacoa que unió a los cocineros del Ritz-Carlton con los puertorriqueños Enrique Piñeiro, Xavier Pacheco y Christian Quiñones.

Víctor Rosado, chef ejecutivo de Mi Casa by José Andrés, y Ramón Martínez, chef ejecutivo de Jaleo, apoyaron a los equipos.

Desde este diciembre, Mi Casa by Jose Andrés celebra noches de paella, todos los jueves.

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El “millonario” chef Walter Martino llega a Miami

El italiano Walter Martino, conocido como el “Chef del Millón de Dólares” emprende en Miami su primera aventura como restaurador con Kaori by Walter Martino, un estreno que coincide con la celebración de la feria internacional Art Basel.

Famoso por sus lujosos festines culinarios y por haber creado un plato de oro y diamantes que valió un millón de dólares, en Kaori Martino se ha vinculado a reputados especialistas de otras disciplinas para convertirse en un escenario de cocina internacional de fusión, que muestre diversas técnicas culinarias y sabores del mundo, de manera más asequible a una audiencia más amplia. Además de por esta creación para un jeque árabe, Martino diseñó la botella para L’Oro di Bacco, una botella de champán también con oro y diamantes a un costo de 1.7 millones de dólares

Martino gusta de la alquimia y la belleza para elevar las sensaciones de la alta cocina a una experiencia de los más altos niveles. El cocinero diseñador vive entre Ibiza y Mami y recorre el mundo ofreciendo sus creaciones a multimillonarios, celebridades y la realeza.

Kaori ubicará en 1250 S. Miami Avenue en el corazón de Brickell.

Maridaje ilimitado en brunch de Bar Gitano

 

Desde hace algunos meses el brunch se ha incorporado a la oferta de Bar Gitano, que acaba de lanzar el concepto “Bottomless Brunch Gitano” para reforzar la oferta de los sábados y domingos desde las 10:00 a.m. hasta las 3:00 p.m.

El menú del “Bottomless Brunch Gitano” creado por el Chef Ejecutivo, Carlos Vázquez, incluye una nueva versión de los platos de brunch junto a una oferta de “bottomless” sangría, Bloody Mary y mimosas.

Entre las nuevas incorporaciones a la carta: pancakes de ricotta con limón servidos con crema batida, fresas y Nutella; tostada francesa de pan de guineo con guineos caramelizados y crema batida; tortilla española con una adición de berenjena, ali-oli de azafrán y pan tumaca; Funky Mac-Gitano con salchicha italiana, plátano maduro, tocineta y huevo servido en un muffin con patatas bravas; steak a caballo con majado de viandas y salsa de salchicha; y un Gitano croque señora, con gofre de hierbas, salmón ahumado y bechamel de espinacas con huevos fritos.

Esta nueva oferta especial  --–que se incorpora en la del Brunch Gitano---  tiene un costo de $26.90 incluye un plato del menú especial de ‘bottomless’ junto a la elección ‘ilimitada’ durante dos horas de sangría, Bloody Mary y mimosas con jugos naturales. Las dos horas son por persona y empiezan a contar a partir del momento en que la orden se registra en el sistema.

Adicional a este menú, el brunch cuenta con una selección de las tapas del menú regular.  Los asistentes al brunch disfrutarán de valet parking libre de costo.

El restaurante está abierto al público de lunes a viernes desde las 4:00p.m. a 2:00a.m. (la cocina hasta las 12:00am), los sábados y domingos desde las 10:00 a.m. hasta las 2:00 a.m.  Bar Gitano esta convenientemente localizado en la Ave. Ashford 1302.  

 

 

J, lo nuevo de José Andrés en México

 

Se ha estrenado en México J BY JOSÉ ANDRÉS, el primer restaurante que el conocido cocinero español abre fuera de los Estados Unidos y que, además, marca su primera colaboración con W Hotels.

El encuentro de dos mundos y dos cocinas, la de México y la de España, es la fuerza motriz del sabor de este restaurante, cuyo menú es un homenaje a los ricos vínculos históricos y culturales entre ambos países. La J es un guiño a la primera letra del nombre del cocinero, así como a su restaurante emblema, Jaleo, en el cual se inspira.

De las tradicionales cocas mediterráneas, coronadas con erizo, al jamón ibérico o a unos clásicos huevos fritos servidos con caviar, J BY JOSÉ ANDRÉS eleva algunas de las especialidades del recetario español al nivel de una verdadera aventura culinaria. Un conjunto de platillos conforman el espíritu “España encuentra a México”, que funde ingredientes auténticos y emblemáticos de ambos países, tales como la clásica torta mexicana confeccionada con pan de mollete español, o el queso fundido mexicano, pero elaborado con quesos españoles. Así surgen además personales versiones de tacos, como el taco de lechuga con lengua de res marinada al estilo moruno, o el taco de pan, que transforma el delgadísimo y crujiente pan de cristal en tortilla cuadrada de taco, donde servir rabo de toro estofado. El menú también ofrece tortilla española deconstruida con flor de calabacín, tortos asturianos de maíz con cebolla confitada, mejillones ahumados en escabeche o un piquillo en nogada, inspirándose del popular chile en nogada.

La carta de cócteles reinterpreta algunos clásicos españoles con influencias mexicanas. La de vinos se enfoca en sorbos de España y México.

El cocinero ha vuelto a confiar al arquitecto español Juli Capella el interiorismo del restaurante, que cuenta con algunos símbolos que se han vuelto marca de fábrica de José Andrés, como la mesa de futbolín o una cabeza de toro. El restaurante es de alta cocina, pero con un espíritu, divertido y vivaz.

W Hotel Mexico City y su BY JOSÉ ANDRÉS ubican en Campos Elíseos 252, en la zona de Polanco.

For this information in English, press HERE.

 

 

 

Saborea a Puerto Rico en invierno

La primavera marca la cita anual, con demostraciones en una cocina efímera, la brisa del mar y miles de foodies congregados a orillas del Escambrón para ver y ser vistos. Diciembre, poco antes de estrenarse formalmente el invierno, marca el preludio a la Navidad con un encuentro tropical y sabroso, aunque menos multitudinario, lo que abona al disfrute más relajado de algunas de las creaciones de algunos de los más jóvenes cocineros de Puerto Rico.

Es el Saborea Puerto Rico Winter Party, que reunió en el área de la piscina del Marriott Courtyard Isla Verde a casi una veintena de restaurantes con un abanico de propuestas con eminente sabor de Puerto Rico, apostando por versiones innovadoras del recetario tradicional criollo y el uso de frutos y hierbas locales. 

Entre las propuestas predilectas de los asistentes, unos finos tacos de malanga con ceviche de atún, reducción de soya y emulsión de aguacate y polvo de chicharrón, de La Bodeguita de Manolo (Río Piedras); un lomo de cerdo ahumado con salsa de guarapo de caña, queso y escabeche de cebolla, confeccionado por el chef Fernando Parrilla de Asador San Miguel (Naranjito); una suculenta costilla de cerdo ahumada servida con ensalada de repollo con mangó verde, pan de maíz y salsa de guayaba, preparada por La Estación, a Neoyorican BBQ & Grill (Fajardo), otra prueba que lo ahumado está de moda y se ha convertido casi en un nuevo sabor; y el que, sin duda. fue el más favorecido, el de Zest (Water Club Hotel, Isla Verde), un ramen de huevo en un caldo de gallina y carne, servido con tripa de cerdo con chayote encurtido, fina complejidad que conjugó los sustanciosos sabores del caldo, con la delicadeza de toques cítricos.

El evento, organizado por la Asociación de Hoteles y Turismo de Puerto Rico, se regó con una amplia selección de rones y cócteles de ron preparados por Rones de Puerto Rico, y se condimentó con sones de bomba y plena que dejaron encendido el espíritu de Navidad.

Saborea Puerto Rico tendrá una nueva cita del 7 al 10 de abril de 2016 en la Playa del Escambrón.

La documentación arqueológica sobre la viticultura y la elaboración del vino del Antiguo Egipto es una de las más extensas y antiguas. La vid se cultivaba en el Delta del río Nilo desde el Período Predinástico (4000-3100 aC), y en las tumbas se depositaban jarras de vino para que el difunto las pudiese beber en el más allá.

En Egipto, el vino era una bebida de prestigio que consumían principalmente la familia real y los nobles durante las comidas, y se ofrecía a los invitados en banquetes. En cambio, el pueblo, en general, bebía cerveza y solo bebía vino en los festivales religiosos.  

El proyecto ‘Irep en Kemet’ (Vino del Antiguo Egipto) tiene como objetivo documentar el patrimonio arqueológico del Antiguo Egipto relacionado con la cultura del vino y poner de manifiesto la importancia de este legado en la región mediterránea. Primer proyecto internacional que estudia la cultura del vino en el Antiguo Egipo, su equipo lo dirige la doctora Maria Rosa Guasch Jané y está formado por Sofía Fonseca y Mahmoud Ibrahim.

En las paredes de las tumbas de los nobles del Antiguo Egipto se encuentran representadas escenas de viticultura y elaboración de vino que datan del Reino Antiguo (2575-2150 AC) hasta el Período Greco-Romano (332 AC-395 DC).

Gracias a la financiación de la bodega Perelada, la web www.wineofancientegypt.com incluirá la base de datos completa de las escenas de viticultura y elaboración de vino de las tumbas egipcias y un mapa interactivo con las fotografías. 

El equipo ha documentado y analizado todas las escenas de viticultura y elaboración de vino de las tumbas egipcias, e interpretado los datos recopilados (iconografía y textos) para entender mejor los diferentes aspectos relacionados con la producción de vino en el Antiguo Egipto. 

Se ha creado una base de datos bibliográfica para recopilar todos los libros, artículos, tesis, etc. relacionados con el vino y la viticultura y la enología en el Antiguo Egipto, y una base de datos de las escenas de viticultura y enología para documentar todas las pinturas y/o relieves y también los textos asociados a estas imágenes datadas desde el Reino Antiguo (2575-2150 AC) hasta el Período Greco-Romano (332 aC-395 DC). 

En el año 2013 se realizó una misión fotográfica a Egipto, con la autorización del Consejo Supremo de las Antigüedades (SCA), para fotografiar todas las escenas de viticultura y producción de vino de las tumbas del Antiguo Egipto. La misión se llevó a cabo debido a las dificultades de obtención de autorizaciones para publicar las fotografías de las escenas de viticultura y enología, y al hecho de que algunas nunca fueron dibujadas ni fotografiadas, y por lo tanto muchas de estas escenas no estaban disponibles para ser estudiadas ni publicadas. 

 

CON HISTORIA: El sabor de un misterioso mural

 

 

En un antiguo convento de monjas recientemente se halló un mural. Accidentalmente, mientras se realizaban trabajos de mantenimiento, se reveló todo un recetario de época y costumbres gastronómicas de señores y criados. Pero, ¿qué época? ¿De cuándo es ese mural de losetas cuidadas y brillantes sobre el cual no parece haber necesidad de restauración?  

Es la misteriosa polvareda que ha levantado el descubrimiento de este desconocido mural en el histórico Hotel El Convento en San Juan, un antiguo convento colonial por el que se dice se ven fantasmas y se escuchan voces, y que a lo largo de su centenaria historia ha sido también aparcamiento de autos, lugar de acogida de personas en necesidad, y sabe Dios cuántas más cosas hasta renovarse para convertirse en una hospedería que mira frente a frente la Catedral de San Juan Bautista de Puerto Rico y a la historia de una vieja ciudad patrimonio de la humanidad.

Por el amplio mural con figuras de época hay esparcida toda una despensa de ingredientes y estampas de corte eminentemente gastronómico. Pescados, panes, chorizos, jamones, bacalaos, aves, dulces, un cordero, conejos y algún que otro animal desconocido conviven con esclavas que limpian, pucheros, utensilios de cocina y sirvientes vienen del mercado y otros que presentan golosinas que confunden, planteando la incógnita de cuándo data el mural.

¿De la época conventual? ¿De alguna más reciente que recreó imágenes de entonces y algunas de difícil definición cronológica que pudieran haber sazonado aquella estampa colonial, como unos envases que carga un sirviente y que lo mismo pueden ser un cupcake que una piragua? ¿Es un mural antiguo que había sido ya restaurado pero que cayó en el olvido como podría sugerir una losa de un tono algo diverso y que aparenta haber tapado parte un trozo de la loseta inferior y del cabello de un sirviente? ¿Decoraba un comedor o una cocina? El fortuito descubrimiento de este hallazgo levanta dudas históricas, pero con una certidumbre: la inequívoca importancia cultural de la cocina y la trascendencia del sabor a través de generaciones.

Para ver el mural en detalle, presione este ENLACE.

 

 

LUGARES DE VINO: Taste NY… in Old San Juan

Se halla casi por casualidad. Un largo pasillo de techo altos con vigas que da a un patio interior es el nuevo espacio donde se halla un pedacito del estado de Nueva York, que ha escogido este recinto colonial español en el Viejo San Juan como la casa de su recién estrenada Oficina de Comercio y Turismo, un negociado creado para promover los secretos menos conocidos del estado, más allá de Manhattan, y también la rica despensa de alimentos y bebidas producidos en el Empire State.

El local y su ubicación pretenden aproximar ese sabor neoyorkino a los numerosos visitantes de todo el mundo que acoge el Viejo San Juan, con el objetivo de estimular el comercio interestatal, y también abrir una ventana a los sabores de Nueva York en el mundo.

Eje principal del esfuerzo es una tienda donde los visitantes pueden adquirir alimentos hecho en Nueva York, muchos de los cuales no están aún disponibles en el mercado de Puerto Rico, como son cervezas artesanales, refrescos, aguas minerales y hasta root beer. Hay también pretzels, quesos, sirope de maple y más sabores.  

Y entre los productos menos conocidos, vino. Porque a pesar de su importante industria vinícola y el tráfico étnico y turístico a la Gran Manzana, los vinos de Nueva York son aún grandes desconocidos en el Caribe a pesar de que entre ellos hay muchos con afinidades tanto a uvas predilectas en otros estados, como a la comida criolla.

Los vinos fueron traídos por Andrew Cuomo, gobernador de Nueva York, durante una reciente visita a Puerto Rico, y pretenden darse a conocer entre el público que visite la Oficina y los importadores locales de vino. Uvas como la riesling, la gewurtztraminer, o la menos conocida lemberger son algunas de las protagonistas de etiquetas tintas, blancas, rosadas y dulces tanto de Finger Lakes, Long Island, o incluso Brooklyn, donde hay una bodega urbana. Hudson River, Lake Erie o Niagara Escarpment son otras de las áreas viticulturales del estado.  

Desde 2011 Cuomo propulsó la industria vitivinícola del estado, propiciando una renovación de la legislación y regulaciones para estimular su crecimiento. Fue precisamente Cuomo quien creó el programa Taste NY para promocionar toda la producción agroalimentaria del estado de Nueva York. 

La Oficina y su Taste New York State ubica en la Calle San Francisco 260 en el Viejo San Juan.

 

 

LUGARES DE VINO - Les Caves du Louvre

En el siglo XVII se envejecía vino bajo el Palais du Louvre. Para un arte como el del vino, pocos lugares como aquellas cavas subterráneas que se conectaban con palacio a través de un túnel que permitía transportar el vino con plena seguridad.  

Con esa inspiración se ha creado Les Caves du Louvre, con espacio enófilo lúdico y didáctico en el corazón de París, creado en un local establecido por el sommelier del Rey Luis XV con el objetivo de invitar a los visitantes a descubrirle nuevas facetas al vino en un contexto que lo facilita.

El conjunto incluye un sala de terroirs, con muestras de suelos para conocer la importancia de su diversidad en el vino; una sala privada de catas en la que se pueden organizar degustaciones, reuniones o cenas; una sala de aromas; un mini laboratorio donde se realizan talleres de enología y los participantes pueden ensamblar su propio vino; una bodega de barricas que contiene vinos de 15 diferentes variedades de vid; una habitación donde los visitantes pueden embotellar sus propios vinos y crearle sus etiquetas en París; y un bar de catas.

 

 

LUGARES DE VINO - Debuta Decanter Hotel en el Viejo San Juan

Un poco de vino se vertirá en el Viejo San Juan y las habitaciones del nuevo Decanter Hotel, que se estrena este diciembre entre San José y la Luna, a orillas de la catedral y a pasos de la Plaza de Armas.  Decanter infunde nuevos bríos a un antiguo edificio colonial de fines del siglo XIX que se ha restaurado con todas las comodidades del siglo XXI sin perder esa esencia centenaria pintada por adoquines y fachadas de color.

Decanter cuenta con 20 habitaciones y suites, todas con nombres de uva que definen la decoración y ambientación de los espacios. Así los tonos cremosos y amarillo claro delinean las Riesling y Chardonnay, y los tonos más purpúreos las Syrah o Tempranillo, cuyos colores y aromas inspiran la decoración. Algunas con terraza con vista a los adoquines o edificios históricos de la vieja ciudad, un proyecto de restauración que se inició en mayo de 2014 y que hoy preserva elementos emblemáticos como los suelo tipo tablero de ajedrez, las escaleras originales del edificio.

El patio interior servirá de desayunador, y las habitaciones son de diseño minimalista, con baños modernos con ducha, en lugar de bañera, camas king en su mayoría; algunas estancias tienen también sofá.

Las habitaciones inspiradas en variedades de uva son una introducción a la selección de botellas que se servirá en el restaurante del hotel, un espacio acogedor que albergará una versión más casual del célebre L’Osteria regentado por el chef y sumiller italiano Cristian Crostelli.

La hospedería contará con una terraza al aire libre en la azotea, con espléndidas vistas de la ciudad colonial, su histórica Catedral y la Bahía de San Juan, y donde se pueden pasar las horas admirando el paisaje, mientras se disfruta de algún refrigerio con panorama inolvidable.

 

 

LUGARES DE VINO - La Boutique Wine Bar

 

Lo anunció Viajes & Vinos en primicia en Facebook el pasado verano y luego de una espera de varios meses ha abierto La Boutique du Vin en el Viejo San Juan. Con una ubicación inmejorable, la Plaza de Armas, puerta con puerta con la Alcaldía, y un mural de la Toscana italiana en que el castillo de Banfi casi se abraza con la Puerta de San Juan o el Fuerte de San Felipe del Morro.

Allí se puede escoger entre las 110 etiquetas de vino que hay disponibles en la tienda bar, porque una de las novedades del espacio es que, contrario a la de Hato Rey, tal vez es más bar que tienda. Un sitio para beber.

De cualquier modo que se mire es precioso. Enmarcado en paredes de piedra que recuerdan tantos antiguos pueblos europeos como esos parajes toscanos del mural, con un toque rústico, pero señorial, respetando la esencia colonial española con altos techos con vigas. Hay dos áreas con mesas comunales para disfrutar de cualquiera de esos vinos, o de la selección de vinos por copa, seis de ellos, que se irán rotando cada dos semanas. Y una larga barra, high-end, contrastando con las paredes. El objetivo, conversar, relajarse y disfrutar.

Si su selección de vino es por botella, éstas tendrán los mismos precios de venta de La Boutique du Vin en Hato Rey, pero se cobrarán cinco dólares adicionales por cargos de descorche. También habrá medias botellas disponibles y otra selección de destilados, con rones premium, vodka y otros aperitivos y digestivos. Para acompañarlos aceitunas, almendras y una selección de cortes fríos, quesos y picoteo, que se puede acompañar con un pan caliente, lo único templado en el menú.

Con tan céntrica ubicación, La Boutique du Vin es un imán para residentes del Viejo San Juan, visitantes de la ciudad, pero también turistas, un nuevo elemento que se integra a la ecuación del local. Para ellos, y también para los de Puerto Rico se ofrecerán cursos introductorios de vino en la parte inferior del establecimiento, un área a la que se adviene por una escalera que revela la antigüedad del edificio con ladrillos coloniales. Abajo hay varias mesas donde también se puede compartir, e incluso, si se juntan, hacer fantásticos cónclaves.  

Entre Boutiques, la de Hato Rey y la nueva del Viejo San Juan, habrá un puente de comunicación y reciprocidad que convierte al local en lo mejor de dos mundos del vino. La Boutique du Vin en San Juan honrará los beneficios de descuento que disfrutan los socios de la tienda de Hato Rey. Los residentes del Viejo San Juan pueden disfrutar de una membresía de cortesía en La Boutique sanjuanina. Y gracias a las facilidades de entrega de la empresa, los turistas pueden adquirir sus vinos y recibirlos en sus hoteles. O incluso sus canastas, porque también las confeccionan en la tienda. Como en Hato Rey. 

La Boutique du Vin Viejo San Juan abre de martes a sábado de 10 de la mañana a 10 de la noche, y los domingos de 11 de la mañana a 8 de la noche.  

Entre las pocas cosas que no tienen en la selección son vermuts, y es una pena porque no probablemente no hay un mejor plan de domingo en una ciudad con una herencia tan española como San Juan que ir a La Boutique a tomarse el aperitivo con vermut, esa bebida que ha hecho un sorprendente comeback, para luego perderse entre adoquines a degustar la historia de Puerto Rico.

El San Juan: la nueva gloria de la Gran Dama

 

Por él relucieron estrellas como Liza Minelli o Tom Jones. Por allí ha corrido a raudales el champán de la Veuve-Clicquot. Y por allí también celebridades de a de veras y wannabe celebrities se pasean por sus suelos de mármol y sus paredes y techos de caoba, deteniéndose en alguno de sus  bares o en ese eje central con una majestuosa lámpara acristalada, símbolo por excelencia del hotel El San Juan, que entre abril y noviembre de 2016 remozará su look, para devolver a su estructura el antiguo esplendor de sus días de gloria.

Cincuenta millones de dólares se invertirán para transformar nuevamente al hotel en esa “Gran Dama” que coronaba el cénit del Olimpo hotelero de Puerto Rico. Una tarea abarcadora que correrá a cargo del reconocido diseñador de hoteles Jeffrey Beers  y que sumergirá al hotel en una nueva clase de opulencia y sofisticación, con un giro de modernidad y minimalismo.

El vestíbulo del hotel es el gran protagonista de ese cambio de imagen, que devuelve a El San Juan elementos de sus días de gloria, cuando en la década del 1950 Luis Puro decidió hacer de él una nueva suerte de punta de lanza para recrear en San Juan el glamour turístico de una Habana que daba indicios de lo que podía avecinarse con la revolución cubana.

Su lámpara, más mágica en la imaginación que la misma de Aladino, es tal vez el elemento mejor conocido de esta hospedería, de la que se conoce menos que originalmente no se concibió con un fin turístico, sino de ser hospital militar, un brazo del aeropuerto que se estrenaba casi con el fin de la Segunda Guerra Mundial. El testimonio más evidente de ese propósito, es la ubicación de la estructura, de forma perpendicular, y no paralela, a la playa, para evitar que los vientos la desgastaran, y pudiera servir de eje a cualquier facilidad adicional que posteriormente fuera preciso construir para cumplir con el fin militar con que se creó.

Convertido en hotel del aeropuerto, aquél que utilizaba la tripulación de la extinta línea aérea Pan American como su base en San Juan, esa incipiente actividad coincidió en 1954 con los primeros indicios de la posible revolución en Cuba y el temor de muchos empresarios de que secuestraran sus inversiones en ese país.

Uno de ellos fue Puro, dueño de un imperio de colchones y almohadas, quien compró lo que entonces era un sencillo hotel, del cual su actual área de la barra con la lámpara apenas era una glorieta con vista al mar, con la visión de convertirlo en eje del desarrollo de una industria que transformara a Puerto Rico en una nueva meca del juego, capaz de reemplazar a La Habana si fuera necesario.

Para replicar en Puerto Rico los días de gloria cubana, contrató a dos arquitectos argentinos para dotar a El San Juan de una decoración verdaderamente espectacular. Primero fueron a Italia a buscar mármol de Carrara y luego se dirigieron a Madrid donde José Laguna, un maestro tallador, para que asumiera el timón del proyecto de transformar enormes cantidades de caoba roja traída de la República Dominicana en una verdadera orfebrería en madera, la que durante siete años, de 1955 a 1962, él junto con quince artesanos puertorriqueños se dedicaron a labrar a mano para dotar a El San Juan de un marco de madera sin parangón.

Así también se decidió buscar un protagonista indiscutible para el vestíbulo, que halló en su lámpara de cristal de roca, el punto focal e hilo conductor del hotel a través de generaciones. Treinta y cinco mil dólares se invirtieron entonces en esa lámpara maravillosa que unas seis décadas después vale 2.7 millones de dólares.

Ese suntuoso espacio, que luego se complementó con el Club Tropicoro, evocando el célebre Tropicana en La Habana, fue sirviendo de trampolín para el desarrollo de la zona de Isla Verde como distrito turístico, un área ubicada a lo largo de una playa de arenas doradas y aguas cristalinas como la lámpara, protegida por un arrecife natural y sin corrientes marinas, que la convierten en una de las más hermosas entre las muchas que tiene Puerto Rico.

Ese esplendor arropado por la opulencia de ese vestíbulo que atrajo a ricos y famosos, se recupera con la próxima renovación, que creará una entrada más palaciega para el hotel,  abriendo una nueva puerta de entrada, elevando la altura de marquesina donde los vehículos se detienen a dejar y recoger pasajeros, y añadiéndole, además, detalles donde el agua será protagonista, preámbulo al interior, del que se apoderarán las palmeras, que volverán a abundar en el vestíbulo para el que Beers, quien trabajó con el reconocido arquitecto brasileño Oscar Niemeyer, ha buscado un espíritu sofisticado y fashionista.

La transformación del vestíbulo pasa también por su mobiliario, que adquiere aires retro de los cincuenta, así como sus actuales espacios de bebida y comida, donde habrá cambios, como la creación de un espacio de vinos y tapas donde actualmente ubica el espacio de Starbucks;  la transformación de la barra circular más próxima al área del front desk en una espectacular barra de madera y mármol; el arribo de un celebrity chef; el enfoque del Gold Bar, a un costado del vestíbulo, en un punto de disfrute dedicado a la coctelería premium; y una nueva decoración para el Chico Bar, donde Johnnie Walker tiene su espacio lounge, que verá convertida su barra en un espacio tipo cava subterránea de vinos, con ladrillos. Además el Club Tropicoro, que ahora se moldea como anfiteatro, se convertirá en un junior ballroom. Y un anticipo: en mayo de 2016 El San Juan será hotel sede del Heineken Jazz Fest que, se rumora, pudiera tener a Carlos Santana entre sus invitados más estelares.

Ese remozamiento con toques vintage y aires modernos se expande también al front desk, cuyos topes se cortarán y abrirán para que el staff del hotel pueda moverse fuera de su espacio e interactuar más con los huéspedes que se registran o salen del hotel.

El área de las cabañas alrededor de la piscina tendrá un aire más tropical, se reformará el spa, y las habitaciones también tendrán retoques que las ensartarán más en la línea general del hotel, añadiendo, en especial, elementos de conveniencia en sus baños.

Con esta amplia renovación, El San Juan, un monumento histórico, pasará a integrar la cartera de hoteles de Curio, la marca top de Hilton, que agrupa hoteles independientes y destacables por su gloriosa individualidad. ¡Bienvenido 2016!

Herencia Espresso Bar: café isleño y cocina puertorriqueña con tradición

 

Como el alambique donde se hace el pitorro en la montaña, se revela en la retaguardia un comedor escondido con aire de casa de campo, sillas con asiento de paja, paredes de madera y un matiz rústico que se plasma también en la mesa, como un sortilegio de sabores genuinos que hallan en su versión tapa o en su ración completa capítulos deliciosos de una herencia coquinaria construida desde el fogón más casero de las madres y las abuelas.

Lo singular de esta “casa de campo” es que está en el corazón del distrito santurcino de Miramar, donde la bienvenida como se hace tierra adentro y era costumbre antaño, con un café puertorriqueño gustoso, que es la base de Herencia Espresso Bar, el primer espresso bar de esa comunidad, que además de con taza, celebra la herencia puertorriqueña con platos y cócteles creados por el chef Ángel del Valle y su socio Yamil Pomales.

Un siglo atrás estaba en el mismo sitio Eureka!, nombre curioso para un hotel de dimensiones enormes para un barrio pequeño. Reemplazado hoy por el hotel Miramar, es en éste donde ubica Herencia, con una antesala de cafetería, donde se hallan mesitas para disfrutar de algún refrigerio o un abanico de formatos para el café premium Gustos, sin prisas, o con ellas, pero siempre con el ojo puesto en lo que pasa en la calle, que se puede ver a través de un enorme ventanal. Una tradición que no ha cambiado en siglos, la del café en la mesa puertorriqueña, en cualquier momento del día.

El café puede ser tanto el único protagonista, como también el inicio y el fin de una experiencia culinaria que no persigue ser pretenciosa, sino auténtica, rebuscando en el recetario de las madres y las abuelas un menú capaz de plantearse en clave contemporánea, pero con un sabor genuino y tradicional.

Éste se sirve en la parte posterior de Herencia, un comedor de dimensiones más bien pequeñas que se abre con ventanales panorámicos, uno hacia el interior del hotel, y otro hacia una pared de hiedra. Allí desfilan propuestas como unas exquisitas empanadillas de conejo, almojábanas con coco coronadas con un delicioso guiso de bacalao con un tono dulce y una revelación final de culantro, un chillo frito con salsa criolla con un rico punto dulce, hummus de gandules, o una suculenta cazuela de arroz con guinea y camarones, todas con un indiscutible sazón criollo, y una base de ingredientes que potencian la despensa nacional y sus orígenes, a través de los cuatro puntos cardinales.

Natural de Manatí, Ángel del Valle estudió en The Culinary Institute of America en Nueva York, y cuenta con una vasta experiencia laboral en varios de los más importantes puntos de sabor de la zona metropolitana de San Juan. Pero sus orígenes están en el Barrio Tierra Nueva en Manatí, donde con su abuela y bisabuela aprendió a comer conejo, frituras que aún recuerda y son fuente de inspiración para Herencia. Le gusta el ají dulce, el culantro, el cilantrillo y los sofritos, el café y otros ingredientes criollos, que llegan muchas veces desde Barranquitas, Lares, Juncos, Yauco, y en otras ocasiones adquiere de agricultores que los mercadean en la Placita de Plaza, o busca él mismo por les senderos de Manatí. De su pueblo natal busca replicar una típica empanadilla gigante rellena, casi símbolo del sabor municipal, para integrarla al menú de Herencia. Carne de res empanada, churrasco con chimichurri de tomate, o mofongo son otros de los muchos platos especiales para el almuerzo.

Esa apuesta por la proximidad también se integra en la oferta coctelera, a cargo de Yamil Pomales, con tragos como el de la casa, sangría de mangó elaborada con vino blanco, ron, mangó y menta; el Mulato, confeccionado con ron Barrilito y un contraste en blanco y negro de café espresso y crema de coco; o el Herencia Mule, con ron Barrilito, limón y maví, una bebida fermentada y autóctona que cobrará relevancia en el menú líquido por la predilección que la abuela del cocinero sentía por ella.

En un marco donde abundan las antiguas fotos del área en blanco y negro, Herencia sirve desayuno, almuerzo y cena, y, a partir de esta Navidad, estrena también brunch los domingos. Hay además una oferta de emparedados, que se designan con nombres que rinden homenaje a lugares emblemáticos de la zona, como el San Gerónimo o el Dos Hermanos, una versión criolla del Reuben sándwich con corned beef, plátano maduro y mostaza de mangó. Los martes hay especial de tacos, con los “Taco Tuesdays”.

El espacio, situado entre la Capilla Gótica Nuestra Señora de Lourdes y el Departamento de Justicia, ubica en los bajos del hotel Miramar en el 606 de la Avenida Ponce de León y abre siete días a la semana, con horarios bastante generosos. Dispone de valet parking y en las noches tiene disponible como apoyo el estacionamiento del Departamento de Justicia. La última copa, se sirve en taza.

Primero fueron los romanos y ahora, Louboutin. Se sabe que ya en el siglo IV antes de Cristo había una conexión entre corcho y moda, y que este material que hoy asociamos más con los tapones de una botella de vino se empleaba ya en la vestimenta y los accesorios, especialmente en los zapatos con que se recorría todo un imperio.

En Portugal no dejó de caminarse así. Con zapatos y accesorios de corcho. Y como hoy la vanguardia consiste en mirar con nuevos ojos aquello tradicional que siempre estuvo sin que se le vieran sus más excelsas posibilidades, además de proliferar en algunas vitrinas mediterráneas, en el último lustro la moda con corcho ha trascendido las pequeñas tiendas tradicionales para tornarse cada vez más habitual en el imperio del lujo y lo chic. 

De su rigidez tubular ha ido ganando en movimiento, refinamiento y protagonismo mientras se pasea por las pasarelas de alta costura y se expone las boutiques más exclusivas. Moldeándose a la silueta femenina. Envolviendo sus curvas. Haciendo más estilizados y cómodos sus pasos. Ajustando su cintura y adornando su porte con complementos como carteras, zapatos, cinturones, sombreros, paraguas, estuches para gafas, chaquetas, además de piezas como kimonos, vestidos o  pantalones, que no han dejado indiferentes a los caballeros, quienes hallan también en el corcho un material con personalidad para algunos de los artículos, como las corbatas, que visten y que hoy, además de la firma de Louboutin, llevan con cada vez más frecuencia la de otros del Olimpo de la moda como Chanel, Dior, Stella McCartney, Suzaan Heyns, Prada, Chloé, Louis Vuitton, Dolce & Gabanna, Jimmy Choo o Diane Von Fürstenberg, quienes han hecho del corcho un textil más en sus ateliers.

Además de con esa vanguardia clásica, su popularidad tiene también que ver con la cada vez mayor conciencia y preferencia por productos sostenibles, lo que ha hecho que al corcho se le busquen dimensiones innovadoras, como la textil.

El corcho se ha instalado en el imperio del fashionismo de la mano de su emperador absoluto, Amorim. No se trata de adornar los vestidos con esos tapones que se coleccionan luego de disfrutar alguna botella de vino, sino de CorkFabrics, una línea de tejidos de corcho con diferentes diseños y características que nacen de un proceso patentado por esta empresa portuguesa en que el mismo material que se emplea para los tapones de corcho se somete a diversas operaciones de limpieza y procesos industriales que permiten obtener un producto “textil”, consistente, confiable, con la misma apariencia de los corchos y una flexibilidad natural que aporta comodidad a quien lo usa.

De este modo, los CorkFabrics con patrones de corcho natural se confeccionan de piezas de corcho natural cuidadosamente seleccionadas para obtener un patrón uniforme a partir de una materia prima que no lo tiene. Y los CorkFabrics con patrón aglomerado se crean a partir de visuales de corcho aglomerado obtenidos de la aglomeracion de residuos de la industria de tapones de corcho. En ambos casos el corcho se rebana de forma ultra fina para tornarlo flexible, luego de lo cual se lamina sobre un tejido para reforzarlo y permitir que se le puedan dar puntadas o pegarse para crear piezas únicas.

Fundada en el siglo XIX como una pequeña empresa de tapones, la portuguesa Amorim es la corchera más importante del mundo, un gigantesco emporio cuyo liderazgo no se circunscribe a la producción de tapones de botella sino que se cimenta también en su impronta innovadora que la posiciona como clase aparte entre otras del sector. Gracias a su fuerte apuesta por la investigación y el desarrollo, Amorim busca agregar valor a la materia prima que es el corcho, creando nuevos productos para diversos sectores y sacando partido de ese cada vez más creciente interés por los productos orgánicos de calidad.

El corcho es un material natural, ligero, cómodo, atractivo, poroso, impermeable, perdurable y reciclable que lo hace idóneo para industrias como la del calzado, para la que Amorim también ideó la marca Footcork. Como producto natural el corcho aporta originalidad, distinción y valor a los productos que con él se crean. Esto lo ha tornado muy apetecible para diseñadores que buscan abordar el diseño de moda desde una perspectiva de mayor sostenibilidad, como Stella McCartney, quien ha plasmado su filosofía, con corcho, en artículos como zapatos o carteras. Unas posibilidades sobre las que cada vez más diseñadores, y no sólo de moda, buscan ampliar su conocimiento.

Por ser material natural, la apariencia y color del corcho puede variar a lo largo del tiempo sin que el producto pierda sus propiedades inherentes. Los artículos de vestir que se elaboran a partir del corcho requieren un cuidado similar al de otros tejidos, como el suede. Su diferencia es que no es un textil “a la usanza” y su ventaja, que es ecoamigable. Y chic.

 

 

 

 

 

Sentados a la mesa alrededor de su copa el vino apunta maneras. Aún sin terminar de pulir despliega una acidez chispeante, tenues matices de tiza, fósforo y piedra mojada. Tiene recuerdos a manzana verde, un velo de flores blancas, una muy sutil pincelada almendrada fruto de su vinificación y crianza en roble, y una elegancia sin parangón. Es claro y directo. Fresco y serio. Sincero. Como él.

Hace una década transitaba los adoquines del Viejo San Juan y ya Eduardo García, sin canas aún en las sienes, hablaba de ese gran blanco que tenía como asignatura pendiente y que, consagrando cepas viejas del Bierzo, coloca a su nuevo Mauro Godello en el pedestal de grandes vinos blancos de España que siempre le aspiró. Tiene el vino un agudo sentido de dirección. Como él.

En contraste con su padre, a quien define como artista creativo a quien cuesta concretar sus ideas, él se define como hombre de acción que aterriza las suyas. Y ese Mauro Godello, 100% idea de Eduardo, lo ejemplifica. Es, probablemente también, la etiqueta más diáfana de la transición generacional de Bodegas Mauro, una metamorfosis ordenada y sin fisuras lograda por esa relación cotidiana donde conviven con entusiasmo dos tiempos de vino y de familia, contrastes complementarios que ensamblan un equipo de vinos superlativo.

A través del lente que retrata a Eduardo se cristalizan también los otros rostros García. Una fisionomía familiar, casi de marca de fábrica, que le enlaza con su hermano Alberto y su progenitor, Mariano, una leyenda viva del vino español.

Para Eduardo, además de eso, es su padre. El que de niño les llevaba frecuentemente al cine a ver películas complejas y profundas, más apropiadas para adultos que para menores, quizás porque en el fondo quería verlas él. Era una forma de compartir más con sus vástagos, para quienes siempre estuvo como padre a pesar de que su trabajo como creador y embajador de los vinos de otra prestigiosa bodega le hiciera viajar mucho y no estar tanto en casa con los suyos.

Además del cine también visitaban esa bodega y la casa de la abuela en el pueblo, donde en una esquinita comenzó Bodegas Mauro poco después de Eduardo nacer. “Venimos de un entorno humilde. Mauro era la casa de mi abuela, una mujer de pueblo, honesta, genuina, que quería mucho a su familia”, cuenta el bodeguero. En verano, amigos y parientes iban a faenar a la bodega, y meses después vendimiaban. Tareas que le agradaban, pero poco más.

Más le placía corretear por la calle con los chicos del barrio. Aunque mal, jugar al fútbol, y ser uno más, incluso para las borracheras, en las que recuerda haberse estrenado con un vino “malísimo” cuando tenía como trece años.

Dentro de su casa de Valladolid se bebía otra cosa. Mauro y Vega Sicilia. Coca-Cola, muy de vez en cuando. A los 15 ya ordenaba el vino en los restaurantes, pero no pensaba dedicarse a él. Se inclinaba por las letras, pero no le gustaba estudiar. No teniendo claro lo que quería hacer, su padre le sugirió estudiar viticultura y enología. Una idea que le agradó y pareció apasionante porque la elaboración de vino es multidisciplinar, abrazando viña, bodega, gastronomía, y gente, permitiéndole, además, viajar. “A mi padre le salió bien la jugada del vino porque no la forzó”.

Así marchó a estudiar a Valencia, una plataforma que luego le llevó a ampliar conocimiento y pericia por Borgoña, Burdeos y Napa Valley. De esos tiempos data el primer vino memorable que tomó a conciencia, un reserva de Rioja que compraron en un supermercado varios compañeros de estudios. El otro que tiene grabado es un Grand Cru Classé bordelés que bebieron él, su hermano y su padre cuando éste salió de Vega Sicilia, un punto de inflexión positivo para los proyectos de familia en los que Eduardo no había contemplado incorporarse a pesar de que siempre estuvo muy atento al devenir de Mauro.

Pero durante un viaje para ver una bodega que les ofrecían comprar en Rías Baixas, la persona encargada del proyecto San Román, en la DO Toro, renunció, con lo que su padre le pidió quedarse un tiempo allí hasta conseguir un reemplazo.

Era 2001. No lo olvida. Un año transcendental. Hizo su primer viaje de trabajo a Estados Unidos, se incorporó a San Román y luego a otros proyectos de vino personales que surgieron y le llevaron a quedarse en España para consagrarse a los proyectos de familia con especial mimo a esas cepas viejas de tinta de Toro que dan vida a San Román, uno de los tintos más refinadamente opulentos y reconocidos del panorama vitivinícola español y uno de los emblemas de esa denominación de origen.

Si su padre concibió la idea de ir a Toro y hacer allí un vino de viñas viejas, la ingeniería del proyecto de bodega es íntegra ejecución de Eduardo, quien creó la estructura empresarial, emprendió una expansión exponencial del viñedo y multiplicó por diez la producción, forjando incluso con su hermano una segunda marca, Prima. “San Román es el vino con que más me identifico. Lo parí a nivel gerencial y enológico. En poco tiempo hemos logrado mucho, más que lo que había hecho mi padre a mi edad”, apunta quien se define muy maduro desde niño y con una gran intuición empresarial.

Siendo muy observador y analítico aplicó ese instinto para enfocar Mauro cuando, también en 2001, asumió su dirección técnica adjunta. “Mauro tenía un nombre y estaba más consolidado. Vi que gustaba a todo el mundo y por eso mantuve el concepto de vino, optimizándolo, pero desarrollando también su dimensión de empresa, donde faltaban muchos elementos”, explica. Mejoró la viticultura para poder crecer más, persiguiendo más orden y mayor regularidad para traer al vino donde se sitúa hoy, un apreciadísimo tempranillo y, de momento, algo también de syrah, que se elabora con uvas de diversos puntos del Duero castellano y que pulió y estilizó con taninos más suaves, manteniendo la fruta, sus complejos matices y potencial de longevidad. Elaborado en el día a día bajo su dirección.

“No concibo el vino sin pisar viña y bodega”, sentencia quien forma parte de una nueva generación de elaboradores con menos prejuicios y mayor sensibilidad por el viñedo, respeto al clima, a un terreno y a las variedades de la zona que interpreta en botella. Un contraste con la de su padre, que pasaba más tiempo en bodega y hacía de la cata el fundamento de la mayoría de sus decisiones enológicas, y de las relaciones sociales, uno de sus más importantes tiempos de oficina.

“Me gusta hablar y estar con la gente, pero en mi entorno, cuando quiero. Mi lugar está en la bodega y la viña, donde me siento más a gusto”, confiesa quien quiere una vida más familiar y sólo aspira a ser un “tío normal” y por ello busca rodearse de gente de fuera del mundo del vino.

“Hay gente que piensa que lo bonito del mundo del vino es salir en prensa. Para quien lo ama es diferente. Es tener contacto más a nivel humano. Es un mundo muy bonito, de privilegiados, que te vuelve mejor persona”, subraya quien cree que hay que aprender a prescindir del ego y volcarse en hacer las cosas por uno mismo, sintiéndose a gusto por convicción propia y no por los halagos de la gente. “Mi trabajo es estar en la sombra y que las cosas funcionen”.

Él, en tanto que refulgente luz en la sombra en Mauro y Maurodos, es exigente, pero empático como jefe, preocupado por el bienestar de su equipo y también buen ciudadano del vino, solidario y socialmente comprometido, donando, incluso barricas de vino para proyectos benéficos. “Mi familia es generosa en lo que puede”.

A Mauro, San Román, la dirección técnica de Bodegas Leda, la elaboración de Ramiro’s, y su consultoría enológica en Paixar, un mencía de culto del Bierzo, se añade un nuevo proyecto de familia, GARMON, fusión de sus dos apellidos, un proyecto pequeño y personal de tempranillo en Ribera del Duero con el que los García buscan hacer un gran vino juntos en esa denominación de origen.

“A mi padre le ilusiona tener algo con sus hijos en Ribera del Duero”, detalla, adelantando que este proyecto, quizás más de capricho y que, en principio, se estrenará con la magnífica cosecha 2014, busca un vino muy puro, natural y aún más fino que el que él elaboró en Astrales, otra bodega que tuvo a su cargo, y tendrá una crianza de unos 20 a 24 meses. “De momento, lleva una buena evolución. Tenemos muy claro lo que queremos”. Una mayor finura que también cree es posible lograr en Toro, donde no descarta desarrollar alguna nueva etiqueta. “La tendencia en el vino va a ser más viticultura artesanal, más defensa de las variedades autóctonas en la línea de vinos de mayor nivel. La diferencia será cada vez más clara: creces en volumen y bajos precios o creces en calidad y personalidad a un costo mayor”.

En Mauro comenzará a practicar la biodinámica, en firme, y a certificar algunas de sus viñas como tales. Para cuando cumpla medio siglo la bodega, aspira a verla igual que donde está hoy. Siempre con personalidad, como la que él ha sabido impartirle a sus vinos desde que tomó su timón, gracias a la libertad que le ha dado su padre para hacer. “El ha respetado mi espacio y yo el suyo. Siempre nos hemos llevado muy bien aunque ahora haya algo de competición. Ambos somos muy temperamentales, pero también muy abiertos. Hablamos todo y no nos callamos nada”, dice sobre quien define como “el mejor asesor del mundo”.

Hace una década era un nuevo genio en botella. Hoy Eduardo García es, simplemente, el otro genio.

 

Este artículo publicó originalmente en Magacín Lifestyle de Otoño-Invierno 2015.

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“Creo que la sociedad actual mide mal el concepto de éxito.  Es bueno tener fracasos y derrotas porque ayudan a aprender y yo he tenido muchos errores, pero así he aprendido”.

 

Otro de estos eventos fue una cata almuerzo en La Bodega de Méndez que François designó “Aromas y Sabores” y como parte de la cual añadió al atuendo un antifaz black para sumergir a una treintena de curiosos en una experiencia de sentidos que buscaba evidenciar la importancia del olfato en el ejercicio de degustación.

Primero los “Sabores”. Para ello, con antifaz, y a ciegas, repartió jugos de maracuyá, tomate y piña, además de café negro, para con ellos repasar sensaciones ácidas, saladas, dulces y amargas, además de texturas como granulosidad, densidad o sedosidad. Con la nariz tapada se fueron probando todas estas muestras, que en ocasiones sólo acertaron a definirse bien al destapar la nariz, para que los “Aromas” revelaran en esplendor cada producto, dejando claro que el olfato es probablemente el sentido más importante a la hora de disfrutar del champán.

Precisamente la complejidad aromática es una de las señas de Veuve-Clicquot, algo que Hautekeur atribuyó a la proporción de vinos de diversas edades empleados en los ensamblajes de la casa, en promedio un 60% vinos del año y un 40% vinos reserva, de los que hay muchos en la maison. Otro de los elementos que definen la personalidad de los champanes de Clicquot es su vinosidad, lo que atribuye al empleo de mayores proporciones en sus mezclas de pinot noir. Ese perfil lo remarca una gran persistencia en boca, y una finura y elegancia de sus burbujas, que le confiere una gran frescura.

Todo estos matices se fueron constatando mientras se degustaban varios de los champanes de la casa, pero lo más delicioso que se comprobó en el ejercicio fue la magnífica aptitud del champán como acompañante de alimentos, una versatilidad muchas veces desaprovechada por desconocimiento, pero a la que en Francia le saben sacar mucho partido, siendo muy común comer con champán  y desarrollar menús de degustación que puedan acompasar bocado a bocado, de su principio hasta el postre y más allá, toda una colección de sabores, con champán. No debe de olvidarse que antes que espumoso, el champán es vino, y los muchos matices aromáticos, las diferentes texturas, dulzores y grados de acidez brindan muchas herramientas para jugar con armonías entre el plato y la copa.

Todo esto se constató con los varios champanes que eslabonaron un estupendo menú que el chef Paul Bouchard creó para armonizar con las burbujas de Clicquot. Sabores que él describió como un preludio del Día de Acción de Gracias, y que se conjugaron muy bien con los champanes de la Viuda.