En esta edición:
Vinos de nuevas latitudes:
un nuevo atlas de vino
Birmania * Bolivia * Brasil * Cabo Verde *
China * Colombia * Costa Rica * Cuba * Ecuador * Egipto * Escandinavia * Etiopía * Hawaii * Kenia * India * Indonesia * Inglaterra * Japón * Marruecos * Perú * Polonia *
Puerto Rico * República Dominicana * Tailandia * Tanzania * Venezuela
* Vietnam
Torre de Oña: la cara alavesa de La Rioja Alta
Entrevista a Juan Gil de Araújo, nuevo presidente del CRDO Rías Baixas
La reconquista del pisco
El vino gallego se une para innovar
Nuestra Señora del Trago Oliva
Cuzcurrita, los vinos del castillo riojano
El loco corazón de vino de Andrés Iniesta
Hatten Wines
Bali, Indonesia
Siam Winery
Tailandia
VINOS DE NUEVAS LATITUDES:
UN NUEVO ATLAS DE VINO
Otros, como el presidente estadounidense Thomas Jefferson, no cejaron en su empeño de implantar una industria vitivincíola nacional a pesar de los tropiezos poco fructíferos de sus esfuerzos por lograr que cepas europeas se adaptaran y proliferaran en la costa este de los Estados Unidos, donde ya había algunas uvas autóctonas.
Y abriendo más surcos entre nuevas latitudes empezó luego a desarrollarse el cultivo de la vid en las Antípodas hasta que se desarrolló una industria nacional, como lo hizo la estadounidense desde California, o la retomó Argentina, y poco a poco empezó a hablarse de un Nuevo Mundo en el vino a medida que nuevas regiones de Norte y Sur comenzaron a consolidar sus industrias vitivinícolas.
El cultivo de la vid tradicionalmente ha discurrido entre las latitudes 30 y 50 en los hemisferios norte y sur. Pero en épocas más recientes, el cultivo de vides y la producción de vino ha empezado a aparecer en lugares insospechados, traspasando las fronteras de lo que se consideraban las latitudes más aptas para la vid.
En la historia del vino siempre ha habido una nueva latitud. Una nueva frontera que traspasar. Desde sus orígenes mesopotámicos hasta su propagación por los cinco continentes, casi podría decirse que la difusión de la cultura del vino y la expansión de su producción ha sido resultado de un transporte incesante de vides a nuevas regiones geográficas, donde quizás antes no se pensó cultivar viña y elaborar vino. Es también el testimonio de superación del hombre en su voluntad de conquistar nuevos territorios y de su convencimiento sobre la posibilidad de sobreponerse a las limitaciones de la madre naturaleza con visión y tesón.
Los romanos esparcieron vides por Europa durante la vigencia de su Imperio cimentando lo que es hoy una de las más longevas civilizaciones vitivinícolas del mundo, cotizada al punto que mucha de la producción llegó con el tiempo a convertirse en botín de guerra.
Una expansión que intentó también reproducir Cristóbal Colón en su segundo viaje a América, en el que se aseguró de traer un cargamento de productos europeos para afincarlos en las nuevas latitudes del Nuevo Mundo, entre el que viajaron cepas de Tinta de Toro que, trasladadas con el objetivo de producir vinos americanos, no lograron adaptarse a las nuevas latitudes antillanas.
El calentamiento global ha tenido mucho que ver en esta tendencia, al generar condiciones más propicias de temperatura y exposición al sol en muchas de las zonas de “nueva latitud”, anteriormente consideradas poco aptas para el cultivo de la vid. Del mismo modo, el calentamiento global también ha obligado a que zonas donde se han visto ascender las temperaturas, busquen viñas en zonas más frescas, lo que ha llevado a que se planten viñas más al norte, como ha sucedido en algunos países de Europa.
Los vinos en este territorio hasta hace poco desconocido son también fruto de avances en técnicas de refrigeración y riego, y un mayor control sobre el crecimiento de las uvas que ha permitido el desarrollo de vides en condiciones en extremo controladas, descartando casi por entero la aportación del terruño y transformando la producción vitícola prácticamente en un experimento de ingeniería genética. Algo que plantea un debate y contraste interesante a la tendencia que se ve en el mundo vinícola de “vieja” latitud, que cada día se va inclinando hacia vinos cada vez más naturales y con menor intervención.
Pero sin duda alguna, el encanto generalizado por la producción de vino en nuevas latitudes surge del interés por el vino en general, el incremento de consumo a nivel global y la unificación y globalización del gusto.
Fue precisamente Tailandia, con sus viñedos entre las latitudes 14 y 18, el país que dio pie al término “nueva latitud”, uno que se ha esparcido casi de forma virulenta para abarcar destinos tan contrastantes como Dinamarca, Irlanda, Reino Unido, Polonia, Vietnam, la China, Indonesia, Etiopía, Perú, Cuba y otros lugares con incipiente producción.
A pesar de paralelismos, hay, no obstante, diferencias que marcan la producción entre ámbitos geográficos de “nueva” y “vieja” latitud.
Una importante es que el tiempo húmedo y caluroso de los trópicos propicia dos cosechas al año, una alrededor de febrero y otra entre septiembre y noviembre, lo que no brinda a las cepas un tiempo de descanso similar al que tienen en zonas productoras tradicionales en que las vides reposan durante invierno y parte de la primavera. Incluso hay una región, el Valle del Rio São Francisco al norte de Brasil, cuyo clima tropical la convierte en la única zona del mundo que produce dos cosechas y media anuales. Una limitación que algunas bodegas solventan forzando a sus vides a hibernar, mediante poda, controlando así el desarrollo de su ciclo vegetativo y vendimia.
Otro aspecto relevante es que en muchas de estas zonas no hay contrastes térmicos marcados entre día y noche que incidan en la adecuada maduración de la uva. Algo que, en algunos casos, se logra plantando en lo más alto, compensando con altitud la carencia de amplitudes térmicas y, en otros de zonas más frías, chaptalizando los mostos, añadiendo notas dulces para completar adecuadamente la fermentación alcohólica.
Un tópico muy distintivo de los vinos de nuevas latitudes es que en ellos se abre un nuevo abanico vitícola, donde no se dispone únicamente de vitis vinífera, sino que otras especies de vid ---como la vitis labrusca o la vitis bourquina--- más resistentes a ciertas condiciones climáticas entran a escena, incluso en forma híbrida, cruces entre vitis vinífera y otras especies de vid cuyo principal trazo es su resistencia a las enfermedades y temperaturas diversas.
Debido a la juventud de algunas producciones nacionales y a lo revolucionario de algunos proyectos de vino de nuevas latitudes que se han llevado quizás más bien de manera individual, son pocos los que entre estos territorios poseen reglamentos definidos sobre la producción, a diferencia de los que sí existen en otras zonas productoras de trayectoria más prolongada que cuentan con sus zonas viticulturales (AVA) y denominaciones de origen.
Algo interesante es que muchos proyectos de vino en nuevas latitudes, como es el caso de Tailandia y algunos países de América del Sur, han sido concebidos no sólo como centros de producción de vino, sino como proyectos enoturísticos, donde el atractivo del exotismo geográfico es en ocasiones una valente más importante que la propia calidad de la producción. Es decir, proyectos más turísticos que vinícolas, algo que también sucede con muchos en latitudes tradicionales.
“En Italia casi no disponemos de vinos de nuevas latitudes porque las redes comerciales de distribución aún no los proponen a los establecimientos, aunque en lo personal considero a los brasileños los más interesantes que he probado de la categoría. En concreto, los de Santa Catarina, en la octava latitud, reúnen tanto buena calidad como una personalidad definida”, señaló a Divinidades Lorenzo Giuliani, sommelier e instructor de la Academia Italiana Sommelier (AIS).
“El potencial de estas áreas se verá en años venideros, una vez personas de afuera con experiencia y pericia comiencen a establecerce en estas zonas, algo que simultáneamente estimulará el descubrimiento de nuevos terroirs, señala el Master Sommelier Serafín Alvarado, director también de educación para Southern Wines & Spirits, quien resalta que los vinos que se producen en zonas de nuevas latitudes apenas representan lo que las regiones que les dan vida podrían demostrar cuando se consoliden “a todo vapor”. Alvarado considera que aunque ya en ellas se produce algún vino interesante, lo más interesante en ellas es precisamente que todo está por hacer. “Brasil, Canadá, Inglaterra, Patagonia, Nueva York, Michigan y otros lugares representan un futuro que está a la vuelta de la esquina por los conocimientos y tecnología que hoy ya está a la mano”, pronostica.
En esta edición, Divinidades emite un pasaporte diverso a sus lectores, uno que les servirá de introducción en un nuevo viaje descubridor, en anticipo a lo que está por venir en el mágico mundo del vino.
El exotismo asiático y aloha:
Tailandia, Birmania, Indonesia, Vietnam y Hawaii
Siam Winery
Tailandia
Alemana de origen, la joven Puff llegó a Tailandia desde la Toscana italiana, donde tuvo a su cargo varias vendimias en Dievole. Siendo aún bastante joven quiso abrirse a nuevos retos, con lo que le dio una oportunidad a Tailandia por ser un nuevo país en el mundo del vino, precisamente lo que ella necesitaba porque entendía que Europa y el Viejo Mundo vinícola eran pequeños y llenos de trabas burocrácticas que obligaban a los bodegueros a dedicar más tiempo en el escritorio que en el terreno de producción, sin contar con que la tarea de poder adiestrar a otras personas sobre temas vinícolas y construir una cultura de vino en el país le resultaba especialmente apetecible.
Como en otras zonas del mundo, en Tailandia hay también temporadas de lluvia y sequía y calor. Las vides sufren como en otros países. La temporada de lluvias no es buena para que prosperen las viñas. Paradojicamente, en la más apta temporada seca, de noviembre a marzo, hay que regar para obtener vides de calidad. Por ello, el viticultor tiene que ir educando la planta sobre cuándo debe de iniciar su ciclo reproductivo, asegurándose de que todo el ciclo se complete en la temporada seca para que no haya riesgos de pobredumbre. Cuando las vides vuelven a prosperar en la temporada lluviosa, la uva se poda temprano, con lo que muchos viticultores realmente manejan dos “vendimias” anuales en viña, vinificando sólo una.
Siam Winery nació en 1986 sobre tres fundamentos: la visión de ofrecer a los consumidores vino como una bebida alcohólica saludable, la vocación de crear una cultura de vino en Tailandia y convertir al vino nacional en una buena armonía para la comida tailandesa, cada vez más en boga. Hoy es la principal empresa vinícola del sureste asiático.
Curiosamente, aunque fue en 1986 que se estableció una nueva era para el vino tailandés, en la Tailandia vitivinícola existen referencias tan antiguas como 1685, fecha en que llegaron al país las primeras vides. Junto con éstas llegaron también algunas botellas de Francia, que pronto encandilaron a la nobleza del país, ése que hicieron fílmicamente famoso Yul Brynner y Deborah Kerr.
Privilegio inicial para unos pocos, la demanda por el vino fue tal que en 1957 se determinó importar vides para probar su adecuación al clima local, dando génesis a una nueva etapa para la industria del vino tailandés.
En Tailandia hay tres regiones productoras principales. La primera, el Valle del Phu Rua, con dos dimensiones, una a altitud de unos 600 metros donde principalmente se cultivan chenin blanc y shiraz, y otra, la provincia de Phichit, a 300 metros, por donde se esparcen algo de blancas y tintas como la syrah, merlot, cabernet sauvignon y tempranillo. La segunda, Khao Yai (latitud 14.3) en el valle Wang Keow Nam; y la tercera, el delta del río Chao Phraya, que ubica más al sur y se destaca por sus viñedos “flotantes”, donde la vendimia se realiza en botes ya que las viñas se han plantado en islotes separados por canales de agua a la usanza de los cultivos de esa zona.
Siam Winery es la más relevante de varias bodegas que hay en Tailandia y su estructura ancla ubica en la provincia de Samutsakorn, a unas treinta millas al suroeste de Bangkok. Surte sus uvas de dos viñedos: Hua Hin Hills, el principal, donde hay una parcela experimental con más de 25 variedades de uva, además de un centro enoturístico y educativo, y el Tab Kwang. Anteriormente también lo hizo del emblemático viñedo flotante en el delta del Chao Phraya, pero como indicó la enóloga de la bodega a Divinidades, hoy no se usa con fines de elaboración de vino ya que las uvas plantadas en él, Pokdum y Málaga Blanca, dos uvas autóctonas, son uvas destinadas para consumo de mesa.
Toda la vendimia se realiza de manera manual y aunque la mayoría de los racimos se despalillan y prensan antes de fermentar, algunos se someten a maceración carbónica. Sólo algunos vinos se fermentan en pequeñas barricas de roble. Algunos vinos se crían en depósitos de acero inoxidable y otros en madera de roble y se filtran antes de embotellar.
El viñedo de Hua Hills, de donde proceden los vinos de la línea Monsoon Valley, surgió de un antiguo corral donde se domesticaban elefantes que hoy se han convertido en estrellas durante las visitas enoturísticas. Pero además de tener un atractivo turístico sin parangón, los elefantes en Siam ejercen un fin sustentable en viña, ya que su estiércol se emplea como composta.
“En el viñedo de Hua Hin Hill cuidamos a nuestros elefantes como si fueran parte de nuestra familia. En la medida de lo posible, les dejamos mantener un estilo de vida similar al que tenían antaño. Les alimentamos, pero también pueden buscar su propia comida en el área cercana al viñedo”, indica Puff.
El terreno es mayormente pizarroso y areno limoso, y allí se cultivan uvas para producir desde tintos de sangiovese, hasta moscateles fortificados, y blancs de noirs de syrah. Algo interesante que señala la enóloga es que, en Tailandia, la viticultura gradualmente se ha ido adaptado a prácticas orgánicas que minimicen el impacto ambiental y conduzcan a la sostenibilidad.
“Para el viñedo de Hua Hin Hill escogimos las cepas más adecuadas al entorno tailandés que son mayormente shiraz y colombard. Luego desarrollamos cada variedad empleando variedades sin semilla procedentes de todo el mundo, mezclándolas con nuestra uva. No empleamos uvas híbridas, construidas a partir de dos especies diversas de vitis”, indica.
Hoy, sauvignon blanc, merlot y cabernet sauvignon son las variedades en las que la bodega hace hincapié, por considerar que son gustosas y productivas a la hora de elaborar vino.
Las etiquetas indican cuál de las dos vendimias anuales, si la de invierno (diciembre a marzo) o verano (junio a septiembre) corresponde el vino, usando como referencia anual el calendario budista, que comienza en el año 543 después de Cristo.
Algo interesante es que algunos de los vinos de Siam Winery se cierran con tapa rosca, algo que intenta prevenir la fácil oxigenación que el clima cálido puede provocar cuando se emplean corchos. En cuvées, no obstante, sí se continúa empleando corcho como una manera de asegurar a los enófilos que la calidad de ese vino se asemeja a la que pueden experimentar con otros vinos del mismo nivel elaborados en el Viejo Mundo.
Siam Winery ha ido multiplicando su producción año tras año, una tendencia que no se espera disminuya habida cuenta de la creciente popularidad global de la comida y restaurantes tailandeses. La mayor parte de la producción de Siam se exporta, en concreto su línea Moonson Valley, que llega a países como los Estados Unidos, Reino Unido, Irlanda, los Países Bajos, Bélgica, Alemania, Japón, Suiza, Suiza, amén de a varios mercados asiáticos. Siam Winery tiene capacidad para elaborar 30 millones de litros de vino al año.
En opinión de Puff, la industria vitivinícola tailandesa ha evolucionado rápidamente en el último lustro. “Cada cosecha se torna mejor y mejor, y a medida que nuestro equipo crece, también incrementa su experiencia y pasión. Hoy día hay mucho más interés en el vino y, gracias a empresas como la nuestra y otras que han asumido como misión educar sobre vino a consumidores y empleados, hoy empezamos a ver el surgimiento de una cultura del vino en Tailandia y a más y más gente joven interesarse en probar vinos”, detalla la enóloga a Divinidades.
Mientras en el Viejo Mundo las vides hablan del pasado, en las nuevas latitudes, hablan del futuro. Y quizás nadie lo ha entendido y definido con tanta certidumbre como Kathrin Puff, enóloga alemana en Siam Winery, bodega pionera en Tailandia donde se dice se acuñó el término “vino de nueva latitud”.
“Para entender lo que es un vino de nueva latitud hay que rebuscar muy atrás en el pasado y mirar muy hacia adelante en el futuro”, declara Puff sobre este espacio de vino con múltiples oportunidades de experimentar en términos de agricultura sustentable y vinificación.
En opinión de la bodeguera, en el Viejo Mundo muchos pequeños productores no experimentan con la tecnología, ofreciendo un perfil de vinos que descansa casi enteramente en la “rutina” de lo que ofrece su viñedo, el microclima y las particularidades de cada cosecha. En contraste, el Nuevo Mundo ofrece una forma más joven de abordar la vitivinicultura, que permite generar mayor consistencia de año en año gracias a que los bodegueros están más abiertos a experimentar e innovar, fundamentando sus decisiones en una base de datos muy científicos. Esto permite que los vinos sean limpios y directos, fáciles de entender y consumir.
Los vinos de nuevas latitudes plantean más retos, están llenos de contradicciones y revuelcan todas las reglas. “El vino de nueva latitud es una fusión de Viejo y Nuevo mundos acentuado con un toque exótico y un nuevo mundo de vino por descubrir”, observa Puff sobre los vinos que algunos consideran una verdadera hazaña elaborar.
Pero Siam Winery no es la única entre las bodegas de Tailandia. Otra entre varias es Château de Loei, una bodega situada en la provincial de Loei en Phu Rua que elabora blancos dulces, extra secos y secos de chenin blanc, así como un tinto y un rosado de syrah.
Está además Mae Chan Winery, que posee el viñedo más al norte del país (entre latitudes 17 y 18), en una zona donde se funden selva y montañas. Esta bodega es el sueño de un magnate gemólogo chino-tailandés interesado en la enología que empezó a importar vino de Australia en la década del 1990s y en sus viajes al país se percató de las similitudes climáticas entre el sur de ese país y el norte de Tailandia. La bodega tiene plantadas chenin blanc, syrah (traída de Australia), cabernet sauvignon y tempranillo. El estilo de los vinos de Mae Chan se inclina más hacia Francia que al Nuevo Mundo, por lo que el proyecto es asesorado por enólogos bordeleses. La bodega cuenta, incluso, con su propio resort.
A pesar de que en Tailandia se empezó a vinificar hace más de dos décadas, el país aún busca desarrollar el carácter de su vino nacional. Los blancos son muy aromáticos y directos en su fruta, con muchas reminiscencias a los vinos del nuevo mundo en su frescura. Los tintos se caracterizan por su fruta oscura, textura de jalea, matices especiados y ahumados, con un cuerpo elegante, balanceado y una buena acidez más semejante a los del Viejo Mundo.
Muchos de los vinos tailandeses son ligeramente dulces y van muy bien con la comida tailandesa (picante), aunque se elaboran vinos secos con carácter europeo, ya que muchos de los enólogos allí trabajando son oriundos de Australia u Europa.
En contraste con la humedad tropical de Tailandia, aparece el clima seco y árido en el que funciona Hatten Wines, una bodega concebida con un fin enoturístico en Indonesia, curiosamente un país musulmán. Fundada en 1994, Hatten Wines elabora vinos en la costa al norte de Bali a partir de uvas locales como la Belgia, la Alphonse-Lavallée y Probolinggo Biru. Su producción de tintos, blancos, rosados y espumosos método champañés se complementa con un licor definido como Pino de Bali, inspirado en el famoso Pineau de Charentes de Cognac, ya que la empresa también tiene una destilería. Los vinos, concebidos con la comida y clima tropical de Indonesia en mente, tienen en el nacional su principal mercado.
El grupo que da vida a Hatten Wines tiene también bodegas en varios puntos del país, además de en Vietnam y Myanmar.
Las primeras uvas para hacer vino llegaron a Vietnam de la mano de Daniel Carsol, descendiente de una familia de vitivinicultores franceses de Avignon, quien plantó cepas en la montaña Ta Nung, cerca de la ciudad de Dalat. Antes, en Vietnam se hacía vino de uvas de mesa plantadas en el país que luego se mezclaba con otros jugos fermentados.
Carsol pasó casi dos décadas viajando por la antigua Indochina buscando lugares para plantar vid, afincándose en Vietnam, luego de intentos fallidos de hacer las vides prosperar en otras zonas vecinas.
Gracias a Carsol, la población local empezó a aprender sobre la viticultura, uno de cuyos retos en Vietnam es la acidez de los suelos. Aunque las primeras cepas que se plantaron no fructificaron, el segundo intento tuvo mejores resultados llegándose a plantar unas 30 mil cepas, que se cuidan mayormente con la ayuda de maquinaria. Entre éstas hay syrah, merlot, cabernet sauvignon y caladoc.
En Myanmar (Birmania) se cultivan vides y se crían vinos con el trasfondo de un paisaje de monasterios budistas a casi 1,300 metros de altitud, lo que hace al de Aythaya el viñedo más elevado de Asia, lo que genera bastantes buenas amplitudes térmicas entre día y noche. El proyecto, Myanmar Winery, vio la luz gracias a un empresario alemán que en 1998 importó cepas de Italia, como la moscatel, así como de Alemania y Francia y las plantó en colinas al este del país. Allí el clima se asemeja al de las zonas vinícolas en California y el suelo calizo a otras de Europa.
El turístico es el mercado principal para los vinos del Aythaya, que incluso cuenta con sus propias facilidades enoturísticas. No obstante, cada vez más birmanos se interesan por el vino, en este país donde no hay cultura de consumo para esta bebida.
En Birmania, está también Red Mountain, otro proyecto que empezó en 2002 y que cuenta con cepas que se trajeron desde Israel, pero también una buena colección de vides importadas de España, como la verdejo, la macabeo, la airén, además de garnachas tintoreras, cariñenas y, por supuesto, tempranillo, que da base a un ensamblaje de shiraz-tempranillo. La bodega también elabora vinos de pinot noir, chardonnay y sauvignon blanc, así como un cosecha tardía.
Y aunque en broma y serio, el estado pacífico de Hawaii está haciendo del enoturismo otro atractivo para sus visitantes. Maui y Big Islands cuentan con dos bodegas ---Volcano Winery y Tedeschi Vineyards--- que no se toman con demasiada circunspección la calidad de sus vinos, pero sí tienen muchas expectativas como centros turísticos y de entretenimiento.
La producción de vino en Hawaii enfrenta retos como la adaptación de técnicas de cultivo al clima, los altos costos de la importación de suministros desde los Estados Unidos y pocos trabajadores con experiencia en la viña. Esto ha llevado a tropicalizar algunos de sus vinos con ingredientes locales como piña y miel.
Entre las cepas de uva que se utilizan en Hawaii se incluyen la Carnelian y la Symphony, un cruce entre la garnacha gris y la moscatel de Alejandría, muy usada en los vinos dulces de la DO Alicante, en España y que fue la uva con la que Volcano se estrenó en la producción de vinos. Desde 2006 esta bodega hawaiiana ha incorporado Cayuga White y pinot noir a su inventario de cepas, cuyos primeros frutos esperan verse en 2013 cuando se produzcan las primeras cosechas que darán vida a monovarietales de cada cepa.
Nyetimber
Inglaterra
Latitudes del norte:
Inglaterra, Escandinavia y el Báltico
En los Juegos Olímpicos de Londres sin duda más que uno brindó con burbujas inglesas porque quizás ninguno más que el Reino Unido ha avanzado dentro del grupo de países productores no tradicionales de vino.
La producción en el país data de bastante atrás. Hay hallazgos de ánforas de vino pre-romanas en el Sur inglés que, si bien no certifican una producción de vino, al menos evidencian su consumo. En lo que se concuerda es que, al igual que en otras zonas europeas, fueron los romanos, apasionados del consumo de vino, quienes introdujeron las vides a Gran Bretaña alrededor del siglo primero después de Cristo, cuando se piensa el clima era más cálido que el actual. Al punto de que recientes pesquisas arqueológicas han descubierto evidencia que sugiere que durante la ocupación romana había una sólida producción comercial de vid.
Pero invasiones posteriores de tribus guerreras destruyeron mucho de lo asentado durante los siglos de ocupación romana, incluidas las viñas, que se desatendieron. Únicamente el restablecimiento de la religión cristiana estimuló un renacer de la viticultura inglesa, especialmente de la mano de los monasterios. Así, las viñas empezaron a proliferar en diversos puntos del país, ayudadas se dice, por un mejoramiento del clima.
El cultivo de vid y producción de vino comenzaron, no obstante, a declinar, entrando en un estado de parálisis durante varios siglos. Esto se debió, en parte, a la escasez de mano de obra provocada tanto por epidemias como por la disolución de los monasterios en 1536, a un alegado cambio climático que volvió al entorno más frío y húmedo, y a una transformación en las preferencias del paladar nacional que se inclinó hacia vinos más dulces y pesados.
De este modo el país entró en una etapa donde los británicos se dedicaron a la importación de los mejores vinos del mundo, algo que les resultaba más rentable que mantener una producción propia. Aún así, el cultivo de vid y la elaboración de vino en el país no cesó, habiendo incluso algunos viñedos muy renombrados.
Fue a partir de la segunda mitad de la década de 1940 cuando empezó la era moderna de la viticultura en el Reino Unido, con un renacer que se fundamentó en una nueva selección de variedades más aptas para el clima nacional, además de mejores técnicas de cultivo, control de enfermedades, una mayor aceptación del consumidor de los estilos surgidos de esas nuevas variedades y un cambio de predilección del paladar británico por vinos más secos.
Gracias a proyectos de investigación en viticultura se estudiaron unas 600 cepas europeas y estadounidenses que se convirtieron en la espina dorsal de la moderna industria del vino en Inglaterra y el País de Gales. Además se experimentó con los métodos de vinificación más aptos para éstas.
1951 marcó el hito productor, con la plantación en Hambledon (Hampshire) de un viñedo de la uva híbrida seyval blanc con fines enteramente comerciales, cuya primera cosecha vio la luz tres años más tarde. Pronto empezaron a surgir otras plantaciones comerciales, con las que también se introdujeron nuevas variedades de vid en el Reino Unido.
A partir de la década del 1960 empezó ya una expansión imparable que halló un eco importante entre 1976 y 1996 y, posteriormente, en años más recientes, cuando la demanda por vinos de Champagne y la imposibilidad de esta región francesa expandir su territorio de producción, hizo que muchos pusieran sus ojos sobre las zonas del Sur de Inglaterra como un complemento a la producción de espumosos franceses. Muchas, nuevas plantaciones, puesto que muchos viñedos plantados en décadas anteriores no sobrevivieron por diversas razones.
Nyetimber fue la primera bodega en el Reino Unido en elaborar vinos exclusivamente con las cepas autorizadas para la producción de champán (chardonnay, pinot noir y pinot meunier), con un objetivo de producir vinos espumosos, complejos, con personalidad, finura y sabor.
El proyecto inició su andadura en 1998 con la conversión de una finca convencional en un viñedo. Un cambio de propietario en 2006 repercutió en una exponencial expansión de la viña, refrendada con inversión en tecnología y la composición de un equipo de trabajo de envergadura internacional que cimenta su trabajo con pasión como principal fuerza motriz.
Nyetimber mantiene un total control del proceso de vinificación, empleando uvas enteramente de cosecha propia, lo que permite monitorear el proceso de elaboración de la cepa a la botella y permite elaborar vinos espumosos que capturen la esencia del viñedo, siguiendo el método champañés de segunda fermentación en botella. Los espumosos tienen una prolongada crianza en lías, con el objetivo de desarrollar complejidad, a la par que mantienen elegancia y frescura.
La bodega elabora varios espumosos, un Classic Cuvée a partir de chardonnay, pinot noir y pinot meunier; un Blanc de Blancs a partir de chardonnay; y un rosado de chardonnay y pinot noir en que esta última uva se despalilla a mano.
Pero además de Nyetimber hay muchas otras bodegas que producen vinos tranquilos, incluso en el País de Gales donde Ancre Hill, tiene hasta plantadas cepas de albariño. Muchas cepas de uva autorizadas en el Reino Unido son conocidas internacionalmente, como las blancas auxerrois, la rivaner o la chardonnay , pero las hay también autóctonas, como la Bacchus, o híbridos como la Kerner, la Madeleine Angevine, Faberrebe, mezcla de pinot blanc y Müller-Thurgau o la Ortega, híbrido de la Siegerrebe y la Müller-Thurgau. En tintas, se conocen la Dornfelder, la pinot noir, o cepas nativas como la Dunkelfelder. La producción de vino tinto está aún en minoría en el Reino Unido.
Tan natural se ha vuelto allí la producción de vino que en 2011 la propia reina Isabel se lanzó sin paracaídas al mundo del vino determinando plantar un viñedo con cepas tradicionales de Champagne en los alrededores de su Castillo de Windsor para también elaborar un vino espumoso inglés.
Vino inglés se refiere a vino que se elabora en Inglaterra de uvas cultivadas en el país. Vino británico se refiere a vinos elaborados en el país de mostos importados.
En 1984 en el Reino Unido había 281 viñas y 120 bodegas, una cifra que creció exponencialmente a partir de entonces, cuando casi se duplicaron los viñedos y se triplicó la superficie de producción. Unos montos que decrecieron a fines de la década del 1990, para luego volver a incrementar en 2008, aunque nunca a los niveles originales de la modernidad del sector.
En 1992, en el Reino Unido se creó una clasificación de vinos ingleses y galeses, similar a la apelación de origen controlada francesa, y un esquema vinícola regional, que perfeccionaría la antigua clasificación de vinos de mesa. Hoy día hay un comité de calidad integrado por miembros de la industria. Así, a partir de 2004 surgieron los English (or Welsh) Vineyards Quality Wine psr (producidos en una región específica), los vinos regionales ingleses o galeses, y los vinos de mesa.
La climatología es un reto a veces insuperable en nuevas latitudes, como las inglesas, que este año viven preocupadas por la incesante lluvia estival que ha hecho de este verano uno de los más fríos, húmedos y grises del siglo, amenazando con perder parte importante de la cosecha 2012 si las vides no cuajan bien en esta crucial etapa y atacan enfermedades al viñedo.
Vale distinguir, que en el Reino Unido se elaboran vinos tanto en Inglaterra como en Gales y Escocia. Y una distinción adicional, también se envasa vino elaborado a partir de mostos importados, una tendencia que ya tenía ecos en el esplendor del imperio británico, cuando se importaban materias primas a granel y se fermentaban en Inglaterra para vender a bajo costo.
Pero los británicos no son los únicos en explorar la viticultura al norte. Son pocos, apenas quince, pero representan a la industria vitivinícola sueca, desarrollada entre las latitudes 56 y 58. Se pensaría quizás más en sus estereotipadas rubias nórdicas, en esa monumental Anita Ekberg llamando con sensualidad a Mastroianni en La Dolce Vita, pero el caso es que Suecia no ha sido ajena a la tendencia irreversible de buscar cualquier espacio para producir vinos.
Aunque algunos también dicen que en la Edad Media se llegaron a cultivar vides en los monasterios que se establecieron en Suecia, fue realmente a fines de la década del 1990s cuando surgió el interés por la producción comercial de vino elaborado íntegramente a partir de uvas cultivadas en el país.
Zonas como Södermanland County, y la Isla de Gotland, donde hay mayor horas de sol, fueron las escogidas para que se afincaran las primeras bodegas de envergadura en el país, que luego se expandieron en la región de Scania, también una de las pioneras. Las primeras botellas de vino sueco comenzaron a comercializarse alrededor del 2000.
La producción vitivinícola sueca se rige por los reglamentos de la Unión Europea, a excepción de la regulación de derechos de plantación, una normativa que no aplica por la superficie plantada no exceder las cien hectáreas. No hay apelaciones de origen con especificaciones de calidad, con lo que los vinos se mercadean únicamente como vinos de mesa. Fuera de éstas, hay pocas normas legisladas a nivel nacional, entre las que sí se cuentan las variedades de uva autorizadas para la producción y la imposibilidad de mencionar añadas en la etiqueta.
En Suecia hay un amplio registro de variedades autorizadas para la producción comercial, con blancas y tintas conocidas, como la chardonnay, la riesling, la cabernet sauvignon, la merlot o la pinot noir, y otras que lo son menos como la Seyval Blanc o la Cabernet Dorsa. La Vidal Blanc, también empleada en Canadá, es una uva popular en Suecia, donde se producen vinos de hielo, ésos en que la uva se deja en la viña hasta diciembre o incluso más tarde, cuando se congela por las bajas temperaturas y se recolecta para extraer un mosto denso y extra dulce.
El reto de la industria productora de vino en Suecia es su distribución, limitada por el monopolio estatal que controla las ventas de bebidas alcohólicas y se basa en grandes volúmenes, y además obliga a pagar los portes del transporte de vinos producidos en zonas distantes, lo que restringe las ganancias de los productores de vino nacional, con pequeñas producciones. De ahí que parte de la limitada producción nacional se exporte o se destine a establecimientos propios donde pueda dárseles salida, como restaurantes u hoteles.
Lo cierto es que Suecia no es el único país nórdico y de la zona báltica con aspiraciones viticulturales porque por increíble que parezca también se produce vino en Finlandia, Noruega, y Dinamarca.
Los daneses figuran entre los mayores consumidores de vino de Europa, fuera de los países productores tradicionales y, ante ese hecho, uno tendría que preguntarse si el danés Peter Sisseck, creador de mitos como Pingus, apostaría por su tierra de origen para hacer vinos tan grandes como el renombre que ha adquirido la cocina nórdica en manos de autores como René Redzepi.
Después que Sisseck siguiera a su tío en sus proyectos bordeleses y luego llegara a la Ribera del Duero, en su natal Dinamarca se legalizó la industria vinícola, beneficiándose ésta además del calentamiento global que ha propiciado unas mejores condiciones para el cultivo de vid en el país.
Desde que cayeron esos prejuicios y en 2000 la Unión Europea aceptara a Dinamarca como país productor de vino a nivel comercial, el número nacional viticultores ha crecido de manera exponencial y Dinamarca ha ido profesionalizando su producción de vino que, a pesar de escasa, antes producía vinos caseros de bastante buena calidad. La producción ronda unas 20 mil botellas, algunas de las cuales se exportan.
El mejoramiento del clima a lo largo del ciclo vegetativo ha sido crucial en este esfuerzo, con una mejoría del tiempo en los meses previos a la vendimia, y unos inviernos más suaves y unas primaveras con menor riesgo de heladas. Lo ha sido también el desarrollo de cepas más apropiadas para la producción en climas más fríos.
La principal cepa danesa es la Cabernet Cortis, una cepa creada en Alemania en 1982 durante una investigación sobre vides resistentes a enfermedades. La Cabernet Cortis es una cepa de piel oscura, que madura temprano y es muy resistente al mildiu y a la botritis. Sus vinos son tánicos, intensos y de intenso color, con matices vegetales asociados a las Cabernets. Hay muchas otras conocidas como la pinot blanc, la chardonnay o la pinot meunier, pero abundan también cepas menos universales, y algunas surgidas gracias a la intervención humana.
Aunque no era el caso en sus inicios cuando se estrenó como vino de mesa, hoy día el vino danés sí puede incluir su procedencia geográfica en su etiqueta (Jutland, Zealand or Bornholm), al igual que la variedad de uva empleada y su añada. Los viticultores tienen que rendir cuentas a la Unión Europea, pero el hecho de que no reciban subsidios de ésta hace que se les exima de algunas exigencias, entre las que se resalta lo concerniente a la chaptalización, una práctica muy importante en el país debido a las condiciones del clima.
Un hito importante en la producción de vino danés fue el reconocimiento del Domaine Skærsøgård y su Don’s Pink con medallas en el concurso Effervescents du Monde, que evalúa espumosos elaborados con método champañés.
Por su parte, Polonia, el principal productor de vodka de la Unión Europea, aspira a potenciar una industria nacional de vino, al haberse eliminado un régimen impositivo que encarecía en demasía la producción de muchos pequeños productores y eximírsele de tener que realizar analíticas debido a su aún limitada producción. ¿La aspiración? Acaparar el 20% del mercado polaco del vino en dos décadas. Seyval Blanc y Rondo, otra tinta híbrida, figuran entre las principales cepas de uva en Polonia.
Hasta hace alrededor de una década la producción fue más bien para consumo local. Algunos viejos viñedos polacos incluso se forjaron cuando algunas regiones polacas estuvieron bajo dominio alemán durante la guerra. Con su vinculación a la Unión Europea, Polonia entró a formar parte de los países que no tiene un tope para la superficie cultivada de vid.
El minifundio es la característica principal de la industria. Los viñedos polacos se concentran en el sur del país, aunque también hay algunos al norte, plantaciones casi todas posteriores al 2000, con infinidad de cepas evaluándose, con el fin de determinar las más apropiadas para el cultivo. Dominan las cepas híbridas, cruces entre vitis vinífera y otras especies de vid cuyo principal trazo es su resistencia a las enfermedades y las bajas temperaturas.
Un reto importante de la producción es la tecnología limitada de vinificación, así como la falta de experiencia de los profesionales del sector, más habituados a elaborar vinos para consumo casero que volúmenes comerciales.
Latitudes africanas:
Egipto, Marruecos, Cabo Verde, Kenia, Etiopía y Tanzania
Mientras algunos enfocan sus cañones hacia América o Asia como los grandes mercados estratégicos para el vino, en el corazón de Africa late un potencial desconocido, del que apenas algunos que la miran desde fuera han empezado a sacar partido. No es el caso de las empresas nacionales que han comenzado a identificar un mercado emergente de consumidores y el potencial de negocio que éste podría representar para vinos elaborados en países africanos.
Por ello, de manera aún muy arriesgada y más incipiente que en otros continentes, en Africa algunas empresas avispadas se han lanzado a crear sus propios proyectos vitivinícolas. Bodegas que esperan tener en sus respectivos mercados nacionales un polo importante para su producción.
Se dice que las primeras etiquetas de vino de las que hay constancia se crearon en Egipto en algún punto entre el año 3000 y el 2890 antes de Cristo. Estampadas sobre arcilla, éstas hacían referencia a un vino producido en un viñedo dedicado al dios Horus. De más o menos esa época también datan las pinturas de algunas tumbas, que exhibían ilustraciones de viñedos con aspectos de manejo tan precisos ---lagares, parrales, ánforas---, que daban indicios de la sofisticación de la viticultura egipcia, milenios antes de que los griegos se destacaran por la suya. Un proyecto que tuvo un fin abrupto en el siglo VII cuando los árabes musulmanes conquistaron el país.
Pasarían muchos siglos hasta llegar a 1882, fecha en que surgió una nueva modernidad para el vino egipcio con Gianaclis. Nacionalizada en 1963, el gobierno mantuvo su producción por casi cuatro décadas para surtir a la industria turística nacional, antes de privatizarla. El mercado luego se liberalizó, lo que creó una competencia que llevó a consolidaciones de empresas, que finalmente acabaron en manos de Heineken, cuando esta empresa llegó al país en 2002. Nuevas empresas surgieron en esa década, lanzando nuevos vinos de los que se destacan los de bodegas como Domaine Gianaclis o Sahara Vineyards.
Variedades nobles como la syrah, la petit verdot, la merlot o la cabernet sauvignon son algunas de las cepas viníferas nobles que se cultivan en Egipto, aunque no se ha podido determinar con certeza cómo llegaron al país, aunque se piensa pudiera haber sido a través de Siria o Palestina.
De los nuevos proyectos es tal vez Sahara Vineyards el mejor consolidado. Fundada por un emigrante egipcio retornado que soñaba con poder hacer vino en su país, los viñedos de Sahara ubican como sugiere el nombre, en el desierto homónimo, cerca de El Cairo. Un proyecto asesorado por el enólogo y vitivinicultor español José Luis Pérez (Clos Martinet) y que contrasta con los viñedos donde se plantaba antes vid, el fértil delta del Nilo.
¿Cómo se maneja una viña en el desierto? Pues con mucha intervención humana. Se tienen que añadir los nutrientes, se aplican programas precisos de fertilización y se riega por goteo. Precisamente esta necesidad de regular lo que en otras zonas se busca suceda de manera cada vez más espontánea y natural, hace que el cultivo de vid en condiciones desérticas sea controlable y predecible. El clima desértico plantea también un valor importante y es que en el desierto son marcadas las amplitudes térmicas entre día y noche, favorables para que prospere y madure la vid.
Sahara Vineyards cuenta con tres productos para comercializar, todos blancos y monovarietales, incluido un blanc des noirs.
De esa cuna vinícola egipcia, el vino recorrió el continente de norte a sur, desde el territorio nordafricano con países como Marruecos, que también cuenta con una dilatada historia de producción, a la más joven potencia que es Africa del Sur.
De Marruecos ---que geográficamente pertenece a las latitudes tradicionales para cultivar vid--- se exportaba ya vino a Roma en época imperial. Pero fueron los franceses durante el período colonial terminado en 1956 quienes impulsaron la industria vitivinícola marroquí, plantando cientos de viñedos, ya que la mayor exposición al sol de las uvas hacían que éstas produjeran vinos más dulces y alcohólicos, empleados para dar fuerza a ejércitos en climas fríos.
El mayor impulso moderno de la industria nacional marroquí surgió con la prohibición de la Unión Europea de mezclar vinos comunitarios con otros de fuera, lo que decidió a Marruecos a propulsar su industria vitivinícola nacional, creando muchos estímulos para invertir en el sector.
Paradójicamente es el estado marroquí el mayor terrateniente vitícola en Marruecos, con unas 12 mil hectáreas de viña, algo que si bien sorprende en un país musulmán, se explica por los importante impuestos que aporta el vino al fisco marroquí, convirtiendo a Marruecos no sólo en un país productor de vino, sino en uno de los principales productores del vino islámico con una producción anual de unos 35 millones de botellas consumidas primordialmente en centros turísticos.
En la misma línea atlántica que ya roza Marruecos, y más conocido quizás por ser el punto atlántico donde se originan los disturbios ciclónicos que anualmente azotan al Caribe y el sur de los Estados Unidos en verano y otoño, el árido archipiélago africano de Cabo Verde tiene un curioso secreto por descubrir, los vinos que nacen a los pies de un volcán.
El Pico de Fogo es un volcán en la isla de Fogo, una de las que forman el archipiélago. A sus pies se halla Chã das Caldeiras, una pequeña comunidad y el único lugar de las islas que produce uvas en suficientes cantidades y exporta vinos de calidad.
Chã se halla a una altitud de 1730 metros, lo que en otros países haría la producción de vino dificilísima. Pero además de altitud, Chã tiene un microclima con amplitud térmica, buena pluviometría y ricos suelos volcánicos que favorecen la viticultura.
La tradición vitivinícola en Fogo tiene ya más de cien años e incluso para 1917 se habla de exportación a Brasil y a Guinea Bissau. La producción se volvió a intensificar en 1984, a través de esfuerzos de cooperación entre alemanes y caboverdianos. En 1995 el Pico de Fogo hizo erupción, destruyendo la mayor parte de la poca tierra arable. Tiempo luego de la erupción, los agricultores de la localidad se dieron a la tarea de recuperar las viñas.
Con la ayuda de una organización no gubernamental italiana y la Comunidad Europea, alemanes e italianos introdujeron tecnología para vinificación. Lo interesante es que Chã no disponía ni de agua potable ni electricidad, con lo que todo se movilizaba con plantas eléctricas y agua de lluvia.
Los tintos se elaboran de la uva preta tradicional y casi todos son para pronto consumo. Los blancos, a base de moscateles nativos y producen vinos más refrescantes y con agradables notas dulces, minerales y un alto nivel alcohólico que ni se percibe ni desagrada. Hay, además, una producción rosada y de vinos pasificados a base de moscatel. Para estos últimos las uvas se pasifican antes de fermentarse.
El vino más conocido de Chã se denomina Manecon, y es un vino casero tradicional, seco o semi dulce. Se elaboran blancos y tintos, siendo los tintos dulces los más populares. Aunque de elaboración casera, los vinos se usan tanto para consumo personal como para ser comercializados.
En Chã también se hacen destilados de uva, denominados Espírito da Caldeira.
Pero si bien las de Cabo Verde están en la costa atlántica africana, es realmente atravesando el continente y en su costa índica donde se hallan algunos exponentes de la nueva hornada de vinos africanos. Tres enclaves son Etiopía, Kenia y Tanzania.
De países como Etiopía prevalece la imagen de hambruna y sequía. Pero en el país hay una diversidad de climas entre los que se hallan algunos muy aptos para el cultivo de vid. De hecho, cuando Mussolini ocupó el país entre 1936 y 1941, la armada italiana plantó algunas viñas alrededor de Addis-Abeba.
En 2007 el gobierno etíope y la comerciante Castel unieron esfuerzos para lanzar un proyecto vitivinícola en toda regla, para lo cual Castel adquirió terreno en el valle del Rift, al sur de Addis-Abeba, para plantar unas 125 hectáreas de viña. El proyecto busca diversificar la agricultura etíope y aportar a la promoción de los productos del país.
Ubicado a unos 1,600 metros de altitud el viñedo es uno de los más altos del mundo. Uno de los retos de las zonas productoras de nuevas latitudes es que el clima no siempre propicia la amplitud térmica (contraste de temperatura entre día y noche) que favorece la adecuada maduración de la uva. En estos casos, la altitud compensa la latitud en lo que concierne a la carencia de ese contraste térmico. Unas condiciones climáticas que pudieran incluso permitir hacer dos vendimias anuales si se deseara.
En 2008 se plantó un poco de chardonnay, y un restante 90% tinto de syrah, merlot y cabernet sauvignon sobre un terreno ligeramente arenoso. Una amenaza a las viñas son los animales salvajes de la zona, como las hienas, las serpientes e incluso los hipopótamos, lo que ha obligado a cavar una fosa de unos dos metros alrededor del viñedo para protegerlo.
El proyecto busca vinos con un perfil ligero y afrutado. Los Estados Unidos, donde hay una numerosa comunidad etíope, será el principal mercado de estos vinos de los que la mitad se destinará a la exportación.
Kenia, tierra de atletas de largas distancias, tiene también viñedo. Uno ubicado a dos mil metros de altitud, también con el trasfondo del Valle del Rift. Allí se hace una trilogía de color en vino denominado Leleshwa, en una bodega llamada Rift Valley.
A Kenia, lugar donde pasó su infancia, llegó James Farquharson desde Sudáfrica luego de recibir una invitación por e-mail para hacer un vino de calidad en su país natal. Y como era aventurero, se lanzó.
No era la primera vez que se intentaba producir vino en el país. Ya la empresa que financia este proyecto vitivinícola, Kenya Nut, lo había intentado en la década del 1990s sin demasiado éxito.
La bodega no busca hacer un gran vino francés sino un vino digno, sencillo y expresivo del carácter local de Kenia. Un vino que tenga buena salida en el mercado interno, en el que como vino nacional tiene la ventaja de que no le aplican los altos aranceles de los vinos de importación. Una producción que actualmente alcanza unas 80 mil botellas que esperan multiplicar hasta alcanzar los tres millones.
Uno de los retos principales de elaborar en Kenia es la falta de referentes por su ubicación, casi rozando la línea ecuatorial y a gran altitud, con lo que el proyecto requiere de mucha inventiva e innovación.
En Tanzania, la innovación fue retomar un proyecto social que había apostado por el vino como motor de desarrollo y retomarlo para lanzarlo a nuevas altitudes. Alto, por supuesto, están los viñedos de CETAWICO (Central Tanzania Wine Company), ubicados en una planicie a entre 1,100 y 1,200 metros de altitud en el poblado de Hombòlo en la zona de Dodoma (a unos 700 kilómetros del Ecuador) donde en la década de 1990 se inició un proyecto vitícola de la organización humanitaria italiana San Zeno, de Verona, que cuenta con proyectos en varios continentes.
Los primeros resultados favorables de la viñas plantadas por el misionero a cargo se vieron truncados con el traslado de éste a un nuevo proyecto, con lo que viñas y vino decayeron al no quedar a su cargo manos tan experimentadas.
Quince años más tarde, el ingeniero y empresario italiano Fiorenzo Chesini, que había ido a la zona a excavar pozos de agua y había realizado trabajos para bodegas en Italia, redescubrió aquel proyecto y decidió retormarlo y ampliarlo, convencido de la posibilidad de mejorar su calidad y expandir su producción. Así, con la colaboración de la Fundación San Zeno, se creó una nueva sociedad a la que también se adhirieron socios de Tanzania, dando vida a la Central Tanzania Wine Company, una empresa que, además de vino, pretende crear empleo, estimular el empresarismo local y gestar nuevas capacidades agrícolas para la población.
Entre 2004 y 2005 y la asesoría de un enólogo italiano, se reconstruyó una estructura para transformarla en bodega con los más modernos equipamentos.
A las cepas tintas originales de marzemino y teroldego que se habían introducido en el proyecto inicial, se añadieron otras como la syrah, la aglianico, la chardonnay, la chenin blanc. Gracias a la canalización de las tierras en la década de 1990, Hombòlo se tornó una tierra fértil, donde se producen dos vendimias al año en una producción procedente de cultivos biológicos. CETAWICO compra uva de viticultores locales, a los que, en conjunto con agrónomos italianos, ha brindado apoyo para mejorar sus cultivos.
Casi una decena de vinos monovarietales y ensamblajes componen una producción de anual de unas 100 mil botellas, primordialmente destinadas al mercado de Africa Oriental, pero también exportadas a Europa y Estados Unidos.
Grover Vineyards
India
Bollywine:
India
El incipiente surgimiento en el país de una clase media ávida de signos de distinción, el crecimiento de llegadas de turismo extranjero y la exposición de la población a nuevas influencias internacionales hizo que en las décadas de 1980 y 1990, en India, como otros países de nuevas latitudes, resurgiera el interés por elaborar vino nacional. Una etapa para la que fue punta de lanza Château Indage, una bodega fundada en 1982 el estado de Maharashtra, al centrooeste del país, con el apoyo de bodegueros franceses y la sociedad de la casa de champán Piper-Heidsieck.
Las principales regiones productoras de India son Cachemira y Punyab, al norte, y Goa, Maharashtra y otras dos más al sur del país, que son las zonas más aptas para cultivo, porque el resto del país es muy húmedo y caliente, con temperaturas que pueden alcanzar los 50 grados C. En la India también se suceden dos cosechas al año, y es de resaltar que el sistema de castas se mantiene en el manejo de viña y bodega.
Aunque en la India hoy hay bastantes más bodegas, Indage, Sula y Grover representan aproximadamente el 90% de la producción vinícola nacional.
Château Indage cultiva cepas de chardonnay, syrah, ugni blanc, cabernet sauvignon, malbec, viognier y pinor noir, importadas de Francia, con las que elabora una gama de vinos tranquilos y espumosos, siendo la primera bodega de Asia en elaborar vinos espumosos fermentados en botella. También han sido pioneros en el empleo de variedades ancestrales indias como la Arkesham y la Arkawati, además de emplear uvas menos conocidas como la Thompson seeles y la Bangalore purple. Con éstas elaboran vinos plurivarietales y dos monovarietales, uno el Château Indage Ivy Malbec y otro de viognier.
Junto con Indage, otra de las bodegas top en India es Sula Vineyards, una empresa fundada por un ingeniero indio que dejó Silicon Valley en 1993 para responsabilizarse de las fincas familiares en el país. De ahí nacen los vinos de esta bodega ubicada en Nashik --considerada la capital vinícola de India---, que se ya se comercializan hasta en lujosos hoteles asiáticos y hasta tienen un bar de tapas españolas en Bombay.
Nashik es la mayor zona de cultivo de uva en India, aunque tradicionalmente no para elaboración de vino, no empece la aptitud de su clima, similar al de otras regiones productoras. El ingeniero determinó regresar a California donde contrató a Kerry Damskey como consultor enológico.
Así, en 1997 procedió a plantarse sauvignon blanc y chenin blanc, que en 2000 vieron la luz con las primeras botellas, muy bien acogidas y valoradas por el mercado.
Pronto empezó a expandirse la infraestructura de producción y de viña, pasando en poco tiempo de unas 12 hectáreas a más de 600. En propiedad y bajo contrato, la viña se extiende por Nashik y Dindori, considerada zona vitivinícola emergente en el país. Hoy, además de las sauvignon blanc y chenin blanc iniciales, hay plantadas cabernet sauvignon, zinfandel, syrah, merlot, viognier, riesling y garnacha.
Sula produce blancos, rosados, tintos, un espumoso brut método champañés, y un cosecha tardía de postre de chenin blanc.
Por su parte, Grover Vineyards ---la bodega familiar más grande de la India--- cuenta con un asesor muy reconocido: Michel Rolland. Un francés para quien esta experiencia vitivinícola en tierras indias ha sido la primera en territorio tropical, algo que define como de mucho descubrimiento y mucha prueba.
Grover nació del entusiasmo de un empresario hindú que hizo fortuna vendiendo equipos de alta tecnología, programas espaciales, maquinaria y equipo de defensa, muchos de los cuales se importaban de Francia, lo que le llevó a moverse entre India y este país, donde recorrió muchas bodegas que le incitaron a crear una industria similar en su país natal.
Años después el empresario entró en contacto con el director de viña de Champagne Mumm y a partir de 1983 empezaron un proyecto para estudiar el terroir indio y seleccionar las mejores variedades francesas de uva para plantar en India. Así, en 1988 determinaron establecer los cimientos de Grover con las nueve variedades que mejor se expresaron de aquella selección experimental.
Grover Vineyards
India
Antaño destino veraniego para los británcos, Nandi Hills es una región a unos 40 kilómetros de Bangalore, en el estado de Karnataka, que hoy se reconoce por la producción de vid. Al pie de las laderas de las montañas hay un microclima único con temperaturas que oscilan entre los 11°-21° C en invierno y los 23°-29° C en verano, contraste térmico entre día y noche, buena insolación y lluvias moderadas, gracias a que las montañas protegen el valle, permitiendo que las uvas alcancen una perfecta madurez.
Al pie de esas laderas están las viñas de Grover, unas 165 hectáreas de suelos calizos donde se cultivan cabernet sauvignon, shiraz, viognier y sauvignon blanc.
La primera cosecha de Grover fue la de 1992. En 1994, durante un viaje a Burdeos, el fundador de Grover conoció a Michel Rolland, a quien supo entusiasmar con el reto de hacer vino en un territorio inédito para el francés, quien se incorporó oficialmente al proyecto un año más tarde, re-estructurando la viña para hacer su manejo más eficiente y natural, y la bodega, donde se ha invertido en equipos punteros.
Con vinos suaves, opulentos y distintivos, Grover produce dos líneas principales: Art Collection, una selección de mono y plurivarietales blancos, rosado y tintos que buscan expresar frescura, delicadeza y elegancia naturales; y La Réserve, elaborado con cabernet sauvignon y shiraz de las viñas más viejas, que se cría medio año en barricas de roble francés.
Rolland es uno que apunta a una importante mejora de calidad en la última década gracias, en parte, a las mejoras que se han hecho en el manejo de viña.
El enoturismo es una estrategia muy importante para cautivar y educar a un nuevo consumidor que apenas empieza a beber vino con lo cual no sólo varias de las bodegas ya disponen de un programa de visitas, sino que incluso hay un wine resort, Tiger Hills, que ofrece numerosas terapias enocosméticas.
Dos grandes retos de la producción de vino en India son la necesidad de proseguir la educación sobre vinos de los consumidores del país, algo que tiene como contraparte el poder brindar una mejor capacitación profesional en enología a los responsables de elaborarlos.
Made in Asia: China y Japón
Aunque en China es popular el vino de arroz, la nueva era para el vino de uva chino comenzó hará unas dos décadas por la curiosa motivación gubernamental de desincentivar el consumo abusivo de espíritus destilados que alegadamente incidía de manera adversa en la salud cardiovascular de los chinos. Para contrarrestar esta situación, se propuso reemplazar este consumo por el de los más saludables vino y cerveza, lo cual, unido a la imagen de glamour del vino entre las crecientes clases media y alta chinas, propició un gran crecimiento en el consumo del vino. Algo que se incentiva aún más con el hecho de que se quiere destinar el cereal para el consumo como alimento, en lugar de para la producción de bebidas.
Con un crecimiento anual de más de un 33%, China es el quinto consumidor global de vino, lo que ha sido un imán al interés de bodegas de todo el mundo por tener una presencia en el país.
Tan reciente como este verano, los Ministerios de Agricultura y de Industria y Tecnología de la China presentaron un plan de cinco años para desarrollar la industria del vino de ese país con el fin ulterior de duplicar la producción de vino chino entre 2010 y 2015. Y mientras eso sucedía en China, en España, una delegación china visitaba la Ribera del Duero para promover la futura Escuela de Enología San Gabriel, en Guangzhou y las rutas de intercambio que se espera genere entre China y esa denominación castellano-leonesa.
Y tan atractivo resulta el mercado que incluso algunas empresas como Bodegas Torres, que tiene una importante red comercial en China, se ha lanzado a producir Symphony Series, un blanco propio de moscatel que se elabora en acuerdo con la bodega local Grace Vineyard, cuyos vinos distribuye Torres en el gigante asiático.
Grace Vineyard ---Yi Yuan en chino--- surgió en 1997 de la mano de socios chinos y franceses y es una de las pocas bodegas chinas que ha adoptado escrupulosamente la tradición vitivinificadora francesa a través de todas las etapas de producción, del cultivo del viñedo al embotellado. En 2001 realizó su primera vendimia, a partir de su viñedo que ubica en el condado de Taigu, que se consideró ofrecía buenas condiciones para el cultivo de uva.
La producción de vino en China ha sido más retante que en otras partes no sólo porque no había una cultura del vino como en otros países, sino porque en el país no hubo un flujo migratorio que estimulara la producción, como sucedió en otros lugares como Argentina o Brasil, con lo que la infraestructura tanto de materiales, como tecnología o mano de obra tuvieron que generarse prácticamente de la nada. Los viticultores, por ejemplo, apenas llevan en el negocio poco más de una década.
Dynasty Wines es también un importante productor chino, aunque sólo un 5% de su producción la componen vinos premium. La empresa es una de las más antiguas de entre los productores de vino asiático, habiéndose formado en 1980 como un joint-venture entre una empresa de Hong Kong y la francesa Rémy Cointreau, que aportó las cepas de uva y el conocimiento elaborador. Rémy introdujo tintas como la merlot y la cabernet sauvignon, para enfocarse en una producción tinta que contrastaría con la producción predominantemente dulce que abundaba antes.
Dynasty Wines tiene un portfolio que abarca un centenar de productos de vino agrupados en vinos tintos, blancos, espumosos, de hielo y brandy. Además de las cepas que introdujo Rémy, también se cultivan moscatel, riesling, chardonnay y cariñena, entre otras.
Otra de las grandes en China es Changyu, una empresa que incluso tiene hasta un Museo de la Historia del Vino. Changyu es una corporación con negocios en diversos sectores, uno de ellos el vino, que ha sabido expandir a industrias ancilares. La empresa se fundó en 1892 como Yantai Changyu Pioneer Wine Company, de la mano de un comerciante chino con negocios en ultramar.
Además de con franceses, China ha contado con especialistas australianos para apoyar el desarrollo de su industria, cuyos vinos a lo largo de los años han mejorado significativamente, en opinión de consultores que trabajan en el país. Una industria a la que favorece el hecho del bajo costo de su mano de obra.
Pero si en China la industria vinícola tiene aspiraciones, las mismas comparte su vecino Japón, que aunque tampoco geográficamente de “nueva latitud”, es uno donde la producción de vino puede considerarse emergente. Al igual que en otros países, la producción de vino no es nueva y ha estado muy atada a una uva, la koshu.
La uva koshu, que llegó a Japón desde el Cáucaso por la ruta de la seda hace más de un milenio, afincándose en la zona de Katsunuma, en la prefectura de Yamanashi a los pies del Monte Fuji, que es donde se cultiva casi con exclusividad. Katsunuma es un valle interior con clima favorable a la elaboración de vides de calidad: muchas horas de sol, contraste térmico entre día y noche, una pluviometría bastante moderada.
La koshu es una cepa de color gris-rosáceo y de amargor no muy agradable, que antaño se vinificaba añadiendo mucho azúcar. Es una cepa híbrida, fusión de vitis vinífera y una cepa silvestre que no ha sido posible identificar. Tiene, como ventaja, una adaptabilidad mayor al clima húmedo que otras cepas, manteniendo una acidez natural al madurar más tarde.
El cultivo de uva koshu se realizó por mucho tiempo para fines medicinales. Hace poco más de un siglo, y a medida Japón recibía más influencias occidentales, se determinó convertir la elaboración de vino en un proyecto nacional, con lo que incluso envió a nacionales a estudiar enología a Francia. A su regreso al país, los nuevos enólogos japoneses intentaron hacer vino con uvas koshu, en aquel momento no aptas para la vinificación de calidad por destinarse a vinos medicinales, con lo cual prosiguieron su empleo como uvas de mesa.
El cultivo de vid, por lo tanto, continuó desarrollándose con ese fin y los viñedos se mantuvieron más bien como destino turístico en lo que se alcanzaban una óptima calidad de vid para elaboración de vino. Un esfuerzo complicado, considerando que muchos viticultores abandonaron el cultivo de la koshu por otras cepas con mayor rentabilidad y que el mercado del vino se abría a los vinos de todo el mundo.
El interés en mejorar su producción resurgió a mediados de la década de los noventa, con resultados muy favorables que hoy cautivan a los enófilos más conocedores, con vinos frescos, secos y cítricos, idóneos para la cocina japonesa.
Como en otros destinos, el renacer de los vinos de koshu surgió de la mano de un importador basado en Tokío, quien convencido del potencial de la uva decidió recurrir a especialistas franceses para extraer todo su potencial. Hoy, más productores trabajan en el país con el mismo fin y el de potenciar los vinos en los mercados internacionales.
En Katsunuma hay varias bodegas entre las que se destacan la homónima, y Grace Winery. Grace Winery ---Chuo Budoshu en japonés--- se fundó en 1923 en Katsunuma. La bodega cultiva cabernet sauvignon, chardonnay, merlot y petit verdot, además de koshu.
Años más tarde, en 1937 se fundó Katsunuma Winery, dedicada a la viticultura y elaboración de vino por varias generaciones. Es reconocida por su vino Aruga Branca, elaborado con koshu, que la bodega ha ido transformando abrazando modernas técnicas de viticultura y elaboración que permitan producir vinos de corte más internacional, extrayendo el mayor potencial de la koshu. Esto ha permitido adecuar las vides y el mosto para largas fermentaciones y crianza en barrica, lo que rinde vinos más estructurados.
Como los chinos, los japoneses han recurrido al espejo europeo y australiano para mejorar sus métodos de producción. Uno de los nombres más célebres que ha laborado en Japón es Dennis Dubordieu, reconocido enólogo bordelés quien fue consultor en varias cosechas en el país nipón.
En el país incluso se han desarrollado nuevas cepas hibridas, como la Muscat Bailey y la Black Queen.
Japón cuenta con su concepto designado “Sello de Origen” (Gensanchi Hyōji), parecido a las denominaciones de origen europeas y áreas viticulturales estadounidenses. No obstante, al no haber organizaciones nacionales que vigilen la elaboración, la regulación japonesa sólo exige que 5% de las uvas de un vino sean realmente japonesas para que la etiqueta pueda indicar que el vino es del Japón.
Bodega Dos Hemisferios Ecuador
Latitudes bolivarianas y cariocas:
Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Brasil
La vitivinicultura en Bolivia data del siglo XVi, cuando monjes agustinos y curas jesuitas se afincaron en el país y plantaron las primeras viñas en el Valle de Tarija, al sur del país, se sugiere que procedentes del actual Perú. La acertada selección del enclave fue más bien algo intuitivo, que con el tiempo la ciencia se encargó de demostrar por la pureza del agua que emanaba de la Cordillera de los Andres, la capacidad de drenaje del terreno, la buena insolación del territorio, y la amplitud térmica entre día y noche tan crucial para la producción de vid.
Parte de esa historia vitícola centenaria se halla en el Valle de la Concepción, a unos 30 kilómetros de Tarija. Allí ubica Bodegas y Viñedos La Concepción, que incluso tiene viña que fue propiedad donada a los jesuitas en el siglo XVIII, de ahí que entre sus cepas, que crecen enroscadas en árboles típicos de la región, haya algunas con más de dos siglos.
En 1949 la hacienda pasó a pertenecer a la familia Pinedo, a la que en 1978 se asoció la Prudencia. Ambas familias construyeron una moderna bodega cerca de los viñedos, para los cuales importaron 20 diferentes variedades de vid desde Estados Unidos y Francia, para marcar, en 1991, una nueva era de vinos varietales en Bolivia.
Hoy Bodegas y Viñedos La Concepción tiene unas 75 hectáreas de viña en propiedad entre 1,700 y 2,500 metros de altura (hay algunos que afirman que Tojo los hay a 2,850 metros), donde el cultivo de vid y la producción de vino no es sólo cuestión de latitud, sino también de altitud.
Así, la ambición, tesón y pasión de Francisco y Sergio Prudencio, propietarios y enólogos, dio paso a un nuevo concepto, los “Vinos de Altura”, que originalmente se acuñó en 1994 para distinguir a los de Bolivia a los que se elaboraban en Chile o Argentina, pero también a unos vinos perfilados por la frescura, que no buscan expresar ni concentración, ni potencia, sino elegancia.
En 1999 la empresa empezó a cotizar en la bolsa nacional, con nuevos socios que aportaron recursos y capacidad empresarial al conocimiento técnico y del vino de los socios originales, elaborando también el primer vino de reserva boliviano. Poco a poco se fueron añadiendo diversas líneas que buscan expresar el terruño boliviano a partir de cepas como la syrah, la sauvignon blanc, la riesling, la colombard, la merlot o la cabernet sauvignon o incluso cepas nacionales, repartidas en vinos blancos, tintos, rosados, además del singani, un destilado de uva añejado por siete anos en barrica francesa, al estilo del coñac.
Fronteriza con Bolivia está Perú, un país donde se inició una industria vitivinícola en época colonial, que se vio arrestada precisamente por su difusión, que inundó de vino peruano el mercado español al punto que la Corona española determinó recargarlo de impuestos para impedir que acabara opacando al vino peninsular.
Con el tiempo, luego de siglos, Perú ha retomado su producción de vino, parece que de tan buena manera que incluso algunos bodegueros chilenos pronostican que el país pudiera convertirse en el próximo hit vinícola internacional.
Eso es lo que piensa Adolfo Hurtado, enólogo jefe de la chilena Cono Sur, quien está convencido del potencial peruano como productor de vino, por las similitudes de altitud e influencias atlánticas que tiene con Chile. Hurtado resalta que Perú no sufre de heladas, goza de buenas amplitudes térmicas, y que su terreno seco y desértico se asemeja mucho al del norte de Chile, lo que le convierte en un país productor con grandes posibilidades, sobre una base más de uvas autóctonas que internacionales.
En Perú hay una superficie cultivada de unas once mil hectáreas de viña, distribuidas en cinco regiones: Costa Norte, Costa Central, Costa Sur, Sierra Andina y Selva. La Costa Central y la Sur son las principales zonas productoras. Una de sus más importantes bodegas es Tabernero.
Un poco más al norte de Perú, Ecuador es otro destino que también ha estado atento a la producción de vino nacional. Éste, no obstante, se elaboró con uva importada hasta no hace demasiado tiempo. En los últimos años, sin embargo, se comenzaron a plantar más vides en el país, primero para consumo interno como uva de mesa y, de manera más incipiente, para la elaboración de vino.
Dos Hemisferios es una de las empresas que cultiva vid para este último fin. El proyecto de bodega comentó como afición en 1999, pero tuvo tan buenos resultados que con el tiempo sus propietarios determinaron tornarlo comercial, con tanto éxito que incluso han ganado premios internacionales.
Su viñedo se encuentra en San Miguel de Morro, en la provincia del Guayas y bastante próximo a la costa. El viñedo reposa sobre suelo calizo, en un clima de días luminosos, noches frías y brisa marina.
En un inicio la bodega plantó uvas de mesa, con tan buenos resultados que en 2004 determinaron cosechar uvas para vino, con lo que trajeron cepas nobles de fuera del país, y contrataron a Abel Furlán, un enólogo de Mendoza, como asesor. La viña se ha plantado empleando espaldera como método de conducción, algo que como indica Pablo Tamarelli, de Dos Hemisferios, a Divinidades, se escogió por su menor costo, mejor iluminación, facilidad en el laboreo de las cepas, fumigaciones y fertilizaciones foliares. La bodega también plantó en parrales uva de mesa, que se han ido reinjertando con variedades de uva para vino.
La bodega elabora cinco marcas ---Paradoja, Bruma, Enigma, Del Morro y Travesía--- etiquetas monovarietales y ensamblajes de uvas como la malbec, la cabernet sauvignon, la chardonnay, la syrah, la pinot noir o la merlot que se trajeron de Argentina y del norte de Brasil. Las uvas se aclimataron muy bien al terroir ecuatoriano donde, como en otras zonas de nuevas latitudes, se producen dos cosechas al año, algo que incrementa los costos de producción. Hoy día la producción total alcanza unas 50 mil botellas anuales destinadas primordialmente al mercado nacional.
Bodega Dos Hemisferios Ecuador
Así, asesorados por franceses, a unos 480 metros de altitud y con una amplitud térmica relativamente buena, empezaron a estudiarse 22 cepas que se injertaron sobre la uva criolla negra haciéndose una selección final de unas ocho, entre las que se cuentan petit verdot y sauvignon blanc de Burdeos, tempranillo de Rioja, chenin blanc del Loira, y macabeo del Penedès, entre otras, con vinos que comenzaron a comercializarse en 1990. En su cartera hay vinos frizzanti, espumantes, tintos y blancos, tanto monovarietales como ensamblajes. La vinculación de Pomar a Cervecería Polar ha sido muy beneficiosa para la comercialización de los vinos.
Pomar ---la primera y única productora de vino en Venezuela--- realiza dos vendimias al año, una en marzo y otra en septiembre. Tiene, además, algunos vinos que proceden de uvas cultivadas a gran altitud, como la sauvignon blanc que se usa para los vinos con barrica, que nace a 1,100 en el piedemonte andino. Las viñas se conducen en espaldera y se realiza riego por goteo.
Bodegas POMAR Venezuelar
Pero el gran gigante productor de nuevas latitudes sudamericanas es Brasil, también primer consumidor de vino en América del Sur.
A Brasil llegaron las vides en 1532 con los portugueses, aunque la industria vitivinícola no se desarrolló sino hasta mucho después, por no haber en el país una cultura local de consumo.
Brás Cubas, un viticultor de Oporto y fundador de la ciudad brasileña de Santos fue quien plantó las primeras cepas en la zona de San Vicente, en la costa. Pero al igual que sucedió con la Tinta de Toro en latitudes caribeñas, el clima húmedo y tropical predominante en Brasil hizo que las plantaciones de vid no prosperaran, afectadas por la botritis y otras enfermedades.
Este primer fracaso llevó a Cubas a moverse hacia el altiplano, donde ubica hoy la ciudad de São Paulo, donde cultivó el primer viñedo productivo de Brasil y empezaron a surgir vinos, que algunos consideraban demasiado “verdes”. Fue realmente a partir del siglo XVII cuando se puede hablar de una conciencia de producción nacional, con la llegada al país de uva criolla desde Argentina, y otras cepas transplantadas desde Portugal.
La llegada de los jesuitas al suroeste de Brasil alrededor del 1626 dio un nuevo impulso a la producción con la plantación de viñas en las misiones. Los intentos de plantar uva continuaron hasta el 1789, cuando, al igual que sucedió en las colonias españolas, la Corona Portuguesa determinó prohibir los vinos brasileños por la competencia que representaban a los vinos portugueses, lo que constriñó la producción vitivinícola en Brasil al ámbito familiar.
Pero mientras esto sucedía, un grupo de familias procedentes de las Islas Azores y Madeira llegadas en 1742 al estado de Rio Grande do Sul, propiciaron un renacer de la viticultura en la zona.
Algo que cobró impulso en la década de 1830 cuando se trajeron de Norteamérica variedades de vitis labrusca y vitis bourquina más resistentes a la humedad, como la robusta y resistente uva Isabel, que pronto proliferaron por todo el estado, razón por la cual esta cepa, y la Concord se tornaron las más cultivadas, al punto que hoy día figuran entre las más plantadas de Brasil.
Décadas después, empezó a llegar al país una inmigración italiana que, además de asentar una cultura y estilo de vida en los que el consumo de vino era un aspecto importantes, también propició su producción, trayendo primero algunas viníferas italianas que no se adaptaron al terreno, para luego pasar a otras cepas americanas como la Isabel, que inicialmente se destinaron a la producción de vino para consumo familiar.
Así, entre fines del siglo XIX y principios del XX surgiría un interés por poner bases sólidas a una producción comercial, algo a lo que daría un importante impulso la fundación de una estación agronómica en Porto Alegre, que importaría diversas uvas viníferas que se distribuyeron en las zonas de Garabaldi, Caxias do Sul y Bento Gonçalves, enclaves de la colonia italiana.
Este primer pilar se fortaleció cuando el gobierno contrató a los hermanos Lorenzo y Horacio Monaco, que trabajaban en Mendoza, lo que fue pie para la creación de varias bodegas entre 1910 y 1913, algunas de las cuales perviven hoy. Un esfuerzo que se vio refrendado por la creación de otras organizaciones enológicas que fortalecieron al sector.
En 1935, la Compañía Vinícola Riograndense lanzó los primeros vinos varietales brasileños. La inmigración italiana hizo que cepas viníferas italianas como la barbera, la bonarda o la trebbiano se popularizaran, dando pie al surgimiento de una producción más seria a la que más adelante también se adherirían otras cepas nobles como la merlot y la cabernet franc y otras más como la sémillon, la cabernet sauvignon o la chardonnay, que se introducirían en la década de 1970 con la llegada de empresas productoras internacionales al país, que dieron ímpetu a una política entablada poco antes en Château Lacave, la de incentivar a los viticultores a plantar vitis vinífera pagándolas a un precio mayor.
Aunque hacia el norte de Brasil se producen vinos en zonas tropicales como el Valle de Rio San Francisco (ubicado entre las latitudes 8 y 9 grados Sur) entre los estados de Bahía y Pernambuco, es en el sur del país donde se concentra la producción vitivinícola brasileña, en estados como Santa Catarina, donde se hacen vinos de corte alemán, São Paulo y Rio Grande do Sul, que alberga la principal zona productora, con un clima invierno/verano bastante afín al de otros países productores de zonas templadas.
A partir de la década de 1990 la industria vitivinícola brasileña cobró un nuevo impulso, lo que responde, en parte, a la apertura de Brasil al mercado internacional del vino y a las nuevas tecnologías de información, lo que estimuló el interés de los consumidores nacionales en la cultura del vino.
Como consecuencia de estas transformaciones aumentaron de manera importante la superficie de viñedo, la producción y, más importante, la calidad del vino, obligando incluso a la creación de organizaciones nacionales para la regulación y promoción del vino brasileño, que tiene en el mercado nacional de 200 millones de habitantes y una economía pujante su principal mercado.
La producción vinícola brasileña también ha visto importantes progresos en mercados de exportación en América Latina, Europa e incluso los Estados Unidos, donde Southern Wines & Spirits, la distribuidora más poderosa de la nación americana, ha incorporado recientemente a su cartera los vinos de varias bodegas brasileñas, una determinación que legitima la calidad de los vinos de Brasil.
No empece a ello, y a que cuenta con el respaldo de su industria nacional de restaurantes, el gobierno de Brasil entiende que la industria debería de explotar aún más su potencial, algo que ha determinado compensar con la imposición de elevadas tasas a los vinos foráneos, a fin de estimular el consumo de los nacionales, una medida que ha encontrado fuerte oposición entre profesionales del sector de hostelería y restauración.
Como en otros lugares, en Brasil se ha democratizado el consumo de vino especialmente a raíz del crecimiento de la economía del país, lo que representa un incremento importante del consumo, que los vinos nacionales han venido acaparando entre un 75-90%, a pesar de que los vinos extranjeros son cada día mejor acogidos. Los tintos representan entre un 60 y 65% de los vinos consumidos en Brasil, seguidos de los rosados y los blancos, estos últimos consumidos muy poco.
La legislación vinícola vigente en Brasil define unas 13 clasificaciones para los vino y destilados de uva elaborados en el país conforme su graduación alcohólica, fermentación, azúcar residual y variedades de uva empleadas.
Brasil se destaca por su producción de vinos espumosos. En 1996 Brasil creó su primera indicación geográfica “Vale dos Vinhedos”, reconocida por la Unión Europea, lo que permite que los espumantes producidos en esta región puedan entrar libremente en el espacio comunitario europeo. La designación Vale dos Vinhedos sólo puede atribuirla un Consejo Regulador a los vinos espumosos elaborados de uvas procedentes de esta región y embotellados en origen.
En 2010 en Bahía se incorporó una nueva región productora, Morro do Chapéu, con clima propicio para la producción de uva para vinos espumosos. Esta región se va a transformar en una zona apta para el cultivo de uva para vino, cuya producción se espera iniciar en 2014.
Empresas como Remy-Martin, Chandon o Bacardi-Martini (que elabora blancos y tintos bajo la marca Baron de Lantier) tienen presencia en Brasil, un territorio en el que también laten con fuerza proyectos nacionales como Salton, Vinícola Aurora, Perini o Miolo, algunos con gran tradición.
La producción de vino en Brasil representa un gran potencial de desarrollo económico, no sólo por lo que concierne al incremento de su consumo, sino por su potencial como recurso turístico.
El perfil de vino brasileño es más bien moderado en alcohol, con mucha fruta y elegancia, acorde con los estilos en boga a nivel internacional. Las principales uvas cultivadas en Brasil incluyen las más conocidas chardonnay, malvasía blanca, moscatel, riesling, prosecco, sauvignon blanc, pinot grigio, verdejo, trebbiano, sémillon, viognier, chenin blanc, gewürtztraminer, merlot, cabernet sauvignon, cabernet franc, pinot noir, syrah, tannat, touriga nacional, petit verdot, sangiovese y tempranillo, entre otras. Alguna cepas han tenido presencia en el país desde la década del 1930, aunque inicialmente se cultivaran de manera experimental. Otras cepas menos conocidas incluyen la Goethe, un híbrido de la moscatel y uvas americanas que produce vinos con delicada floralidad y recuerdos a uva pasa.
Miolo es la empresa líder en el mercado nacional de vinos finos en Brasil, con más de 100 etiquetas producidas en seis diversos proyectos en el país. Es también la mayor exportadora brasileña de vinos y una de las tres principales productoras de vino espumoso en Brasil. Esta empresa familiar lleva dedicada a la viticultura desde 1897, pero fue a partir de 1990 que realmente se dedicó a la producción comercial de vino. Cuentan con más de mil hectáreas de viñedo, todos de vitis vinífera en espaldera.
Salton precedió a Miolo en el comercio del vino. Fundada por inmigrantes italianos llegados al país en el último cuarto del siglo XIX, éstos inicialmente se dedicaron al comercio pero al ver la buena adaptación de algunas vides a la zona emprendieron un negocio de vitivinicultura a inicios del siglo XX en la zona del Vale dos Vinhedos en Rio Grande do Sul, comenzando así una producción de vinos tranquilos, espumosos y vermuts, que pronto comenzó a crecer y cosechar laudos por todo Brasil.
“Campanha y Serra do Sudeste, ambas en Río Grande do Sul son las regiones con mayor potencial tinto, y su equivalente en vinos blancos y de pinot noir es el Planalto Catarinense en el estado de Santa Catarina, en particular las regiones de São Joaquim y Caçador”, opina Arthur Azevedo, consultor en vinos y presidente de la Asociación Brasileña de Sumilleres.
En opinión de Azevedo, el gran desafío del vino brasileño es su relación precio-calidad, que le coloca en desventaja frente a la oferta de otros países. De hecho, ante la determinación del gobierno brasileño de aumentar los impuestos a vinos extranjeros para favorecer a los nacionales, la Asociación determinó suspender temporeramente el uso de vino brasileño en sus degustaciones, si bien los alumnos reciben información sobre éstos en algunos de sus cursos.
Neyba
Republica Dominicana
Fotos Cortesia Diario El Caribe (C)
Vinos de Centroamérica y Caribe
Más trayectoria puede asignárseles a los vinos antillanos de Cuba y República Dominicana, a los que también les vincula un afán por ensamblarse con las respectivas industrias turísticas nacionales.
En Cuba hay dos proyectos, Bodegas del Caribe, un joint-venture cubano-español, y Bodegas San Cristóbal, un joint-venture inicialmente cubano-italiano.
Bodegas del Caribe se fundó en 2001 como un proyecto conjunto entre la empresa cubana Cítricos Caribe del Ministerio de Agricultura cubano y la bodega castellano-leonesa Palacio de Arganza, para el cual se importó desde el Bierzo una buena selección de cepas de uva. Cuatro entre éstas mostraron mayor aptitud para el cultivo en el Caribe, y fueron las que pusieron los cimientos para el nuevo viñedo cubano.
El proyecto se desarrolla en Batabanó, Banao, y Wajay, con viñas plantadas en espaldera que rondan el centenar de héctareas. En éstas hay plantadas tempranilo, viura, monastrell, dona blanca, mencía y cabernet sauvignon.
Bodegas del Caribe incluye, además, una bodega industrial equipada con tecnología española. La producción de la bodega es de cientos de miles de botellas de tintos, rosados y blancos. Su vino más conocido es su Castillo del Wajay, complementado con Marqués de La Habana, un reserva elaborado con mostos cubanos y españoles.
Además de ciclos vegetativos más cortos, un gran reto en Cuba es la temporada de huracanes, que se extiende de junio a noviembre y coincide parcialmente con épocas clave del ciclo vegetativo de la vid, que en ocasiones se ven afectadas por las lluvias y fuertes vientos.
Por su parte, Bodegas San Cristóbal ubica en la provincia occidental de Pinar del Río y se ha surtido con cepas procedentes de Italia de las que nacen vinos tintos, blancos y rosados cubanos. Las vides fueron modificadas genéticamente para ajustarlas al trópico con el objetivo de producir en Cuba los mostos que anteriormente se importaban de otros países.
Fundada en 1998, San Cristóbal se estrenó como una empresa mixta entre cubanos y la empresa italiana Fantinel. Si bien importaban mostos italianos para embotellar en Cuba, cuentan también con viñedos para elaborar vinos verdaderamente nacionales. Fantinel dejó de formar parte del proyecto en 2003.
Bodegas San Cristóbal sobrepasa la producción anual de un millón de botellas, de las cuales algunas se exportan y cuenta con una marca homónima y otras elaboradas de clones de cepas como chardonnay, cabernet sauvignon y sauvignon blanc.
Cuba no es la única de las Antillas donde se han hecho esfuerzos por elaborar vino. También lo ha intentado República Dominicana, en cuya zona de Neyba se instaló una bodega experimental del gobierno, con el objetivo de dar apoyo a viticultores de la zona, donde tradicionalmente se había producido uva de mesa pero se pretendía dar un empuje económico con la producción y comercialización de vino embotellado, concebido con un acomodo importante en la pujante industria turística del país.
El proyecto vitivinícola en Neyba ---que ha recibido extensa cobertura en previas ediciones de Divinidades--- ha pasado por diversos altibajos a lo largo de los años y en este momento, sigue en pie, aunque sin la producción que le había caracterizado en años pasados. El gobierno dominicano y su Instituto Nacional de la Uva, no obstante, confían en el potencial de la uva de Neyba para producir vinos, pasas, mermeladas y jugos, para consumo nacional y de exportación.
Mucha de la producción de vino embotellado en Neyba se ha vendido al Plan Social de la Presidencia dominicana. En adición al propio gobierno nacional, en algunas cosechas una cantidad menor de la producción se ha vendido a granel a comercializadores de España.
Con el fin de poder incrementar la producción se contempla dotar de más cepas de tempranillo y cabernet sauvignon a viticultores de la región. En la provincia de Bahoruco, donde ubica Neyba, hay plantadas poco más de 200 hectáreas de viña con más de 20 variedades de vid.
El gobierno de República Dominicana ha contemplado también expandir la producción de vid a otras provincias del país. Para potenciar la industria, el gobierno ha concretado acuerdos de asistencia técnica con el gobierno y universidades de la región italiana de Marche, dentro del marco de los acuerdos de colaboración entre ambos países para fomentar las industrias de uva, pesca y calzado. Se espera contar con apoyo técnico italiano en las cosechas dominicanas de 2012.
La más pequeña de las Antillas Mayores, Puerto Rico, tampoco ha sido excepción al interés por la producción de vino en latitudes tropicales. Hace un tiempo cuenta con Bodegas Andreu Solé, cristalización del sueño de un valenciano que quiso convertirse en el primer vitivinicultor en Puerto Rico, una aspiración que concretó hace algunos años y luego de mucho estudio su hijo, Juan Ramón Andreu Solé. Un proyecto enteramente privado, a diferencia de los que existen en Cuba y República Dominicana.
En la zona de Guánica, al sur del país, Andreu Solé halló un microclima más apto al cultivo de vid que el húmedo clima tropical que domina en la Isla caribeña y allí mantiene sus viñedos y una bodega que más que para una comercialización voraz ha fungido como atractivo enoturístico, donde muchos enófilos se reúnen para disfrutar de alguna copa de los vinos que allí se producen.
Otras nuevas, viejas latitudes
Más que de “nueva latitud”, hay países y zonas que pueden considerarse realmente emergentes dentro de zonas productoras más tradicionales. Así, en Estados Unidos va consolidándose la producción en estados como Nueva York, y en Norteamérica se esparce también en áreas tan diversas como Canadá, o el propio México. Incluso en Chile hay productores rompiendo fronteras con cultivos al extremo sur del país, a unos 600 kilómetros de la capital Santiago.
Con el desarrollo de la tecnología y la comunicación, en un mundo cada vez más globalizado y próximo, la consolidación de algunas de estas “nuevas” zonas productoras puede concretarse con una celeridad mucho mayor que la que tomó forjar a otras zonas productoras hoy consideradas tradicionales.
Importante a tomar en cuenta el hecho de que muchos de estos nuevos vinos son la base de mercados en los que aún no se ha desarrollado una cultura de consumo de vino, que muy bien podría convertirles en referentes de las nuevas generaciones de consumidores que con ellos se estrenen y la desdoblen.
Esto plantea retos a los sectores productores y comercializadores, pero también al propio consumidor del siglo XXI que, debe de aproximarse al mundo de vino con mente abierta, trascendiendo los encasillados Rioja vs. Ribera del Duero, Chenin Blanc de Loira o Sudáfrica, o Cabernet Sauvignon de California vs. Burdeos, porque se enfrenta a un nuevo atlas en el que la dispersión de cepas de vid se multiplica a diario, la definición y protección del concepto territorialidad se torna un reto cada vez mayor, y el mercado y el paladar de los consumidores desdibujarán las fronteras del vino, quizás antes de lo que muchos anticipan.
Veremos qué cuentan las nuevas latitudes del vino de aquí a una década.
ADVERTENCIA:
Las fotos que ilustran este reportaje son propiedad de Viajes & Vinos y cortesía y propiedad de Diario El Caribe (República Dominicana), INUVA, Tanzania Tourism Board, Wines from Brazil y las bodegas Dos Hemisferios, Grover Vineyards, Hattan Wines, Mae Chan, Nyetimber, Pomar, Red Mountain, Tabernero y Siam Winery. Prohibida totalmente su reproducción.
TORRE DE OÑA:
La cara alavesa de La Rioja Alta
Casi a los pies de la ciudad de Laguardia, la bodega recreaba la mejor imagen de un château francés. Una acogedora casa palacio adyacente a facilidades de elaboración, todo rodeado de viña surtida de diferentes variedades de vid y perfumado incluso por un jardín de plantas aromáticas.
Inmediatamente de su adquisición, el viñedo comenzó a mimarse con mejoras continuas que han pasado por drenajes, nuevas técnicas de poda, agricultura sostenible, o estación meteorológica propia para reducir tratamientos preventivos. Un cuidado que se afianzó con la llegada de Julio Sáenz a la dirección técnica de la bodega en 2005, sometiendo a la finca a un exhaustivo análisis científico para estudiar la composición y personalidad de las tierras, datos que unidos a otros como la propia cepa, su follaje, su edad, la orientación de las parcelas y la experiencia de la bodega, permitieron clasificar el viñedo en tres tipos de suelo diferentes.
De este modo, se apostó por potenciar la personalidad de parcelas diferenciadas que se delimitaron a raíz de ese estudio de varios años que reveló que algunas parcelas de la propiedad ofrecen un potencial extraordinario para vinos de reserva, mientras que otras son más aptas para vinos de crianza, menos complejos. Esto llevó a la bodega a cambiar su filosofía de elaboración para pasar de la elaboración de un único vino con uvas de todas las parcelas, a elaborar un gran vino sólo con uvas de las parcelas más sobresalientes. Y también a transformar el nombre de vino y bodega para pasar, de Barón a Torre de Oña.
De estos tres perfiles surgieron un vino Reserva, otro Crianza y otro destinado al Club de Cosecheros, un vino que se elabora bienalmente, con uvas especialmente seleccionadas y que va destinado a los socios de la bodega.
La estructura de viña y vino
Torre de Oña cuenta con unas 65 hectáreas en las que se cultiva mayoritariamente tempranillo y un pequeño porcentaje de mazuelo. En esta zona de la Rioja Alavesa, el ciclo vegetativo de la tempranillo es más breve que en la Rioja Alta, lo que provoca una mayor concentración de taninos, potencia y color. Por su parte, la mazuelo es una uva muy productiva que precisa de buenas condiciones de temperatura y exposición al sol para su correcta maduración. Es una uva que incita vinos de bajo perfil aromático, color estable, taninos y alta acidez.
El estudio de viña iniciado en 2005 agrupó las parcelas en dos tipos de suelo principales. El arcilloso, predominante en más de la mitad de la finca, y el calcáreo. El primero, que retiene mejor la humedad, somete a la cepa a un menor estrés hídrico produciendo uvas con bayas más grandes, y que la bodega considera más aptos para sus vinos Crianza. El segundo, somete a las cepas a mayor estrés hídrico, lo cual resulta en menores rendimientos y racimos con bayas pequeñas, más aptos para envejecimientos más prolongados.
Así nacieron Torre de Oña, el vino top procedente de parcelas de calidad verdaderamente sobresaliente que se destinan a un vino Reserva, con un volumen de producción mucho menor que su predecesor Barón de Oña, y Finca San Martín, una segunda marca que sigue la filosofía de segunda marca de los châteaux franceses, y que se elabora como vino Crianza.
El Torre de Oña y el Club de Cosecheros proceden de parcelas que como denominador común tienen suelos de alto contenido en carbonatos y poca materia orgánica, lo que redunda vinos con mineralidad, frescor y concentración. Estas viñas tienen poca fertilidad, bajos rendimientos y una alta calidad de tempranillo, que es la uva predominante en estas parcelas. Unas parcelas son de erosión suave y poca profundidad, y otras de suelos replanos de textura limosa fina.
Torre de Oña se prefermenta en frío, realiza su fermentación maloláctica en barricas nuevas de roble francés y americano, y su crianza parcialmente en roble caucásico, todo con el fin de resaltar el carácter del terruño que lo asemeja a un vino de pago. Tanto éste, como el Club de Cosecheros, se crían durante un mínimo dos años en barrica y dos más en botella.
La primera cosecha de Torre de Oña Reserva, la de 2007, un vino con mucha estructura y expresividad frutal. Intenso en nariz, con recuerdos de frutas más oscuras o guinda en licor, aparecen también notas ahumadas de su crianza. En boca es un vino equilibrado, grande, opulento, con un fin especiado. Un ensamblaje de 95% tempranillo y 5% mazuelo que realizó una maceración prefermentativa en frío, y luego realizó en barricas nuevas de roble francés y americano nuevo la maloláctica de la mitad de su ensamblaje, el cual también se sometió a bâtonnage semanal durante este período para lograr una mayor untuosidad en boca. La crianza de 21 meses combinó casi 69% de roble francés, 21% de americano y el resto de roble ruso, componiendo el ensamblaje final en febrero de 2010.
Por su parte, el Finca San Martín es un monovarietal de tempranillo que sigue la línea de segunda etiqueta de los châteaux franceses. El vino fermenta en depósitos de acero inoxidable, un trabajo que se realiza por parcela, y emplea barricas francesas de uno y dos usos, y roble americano nuevo. Su crianza es menor, 18 meses, para rendir un vino un poco menos expresivo en nariz pero donde se dibujan frutos negros y sotobosques envueltos en vainilla, cedro y regaliz, que se deslizan con buena estructura y equilibrio en boca.
La bodega tiene varias naves, una de experimentación con lotes donde se realizan ensayos con diferentes tipos de roble, la de fermentación y otra de crianza en barrica, donde un 70% del total es de roble francés, todo con férreos controles de humedad y temperatura. Además de su botellero y sus propias facilidades de embotellado. Torre de Oña emplea tapones íntegros de corcho, elaborados a partir de alcornoques de Huelva y Extremadura. Un tapón que se espera se ajuste bien al cuello de la botella, pero que también permita una microoxigenación del vino, redondeándolo al polimerizar sus taninos, que quedan más pulidos.
Ambos vinos parten de la filosofía de que el vino no puede ser tan contundente como para convertirse en un plato más, como sucede con más de una etiqueta hoy día, de ahí que tanto Torre de Oña como Finca San Martín sean dos excelentes opciones como complementos gastronómicos.
¿Donde comprar?: El Hórreo de V. Suárez (PR), Felipe Motta (Panamá).
“LOS VINOS DE RÍAS BAIXAS
SON IRREPETIBLES”
dice Juan Gil de Araújo, nuevo presidente de su CRDO
Texto: Rosa Maria Gonzalez Lamas. Fotos: Viajes & Vinos Suministradas (C)
Veterano también él del vino, su asunción al cargo representa el regreso de un bodeguero a las riendas del Consejo Regulador, luego del exitoso desempeño de Marisol Bueno (Pazo de Señoráns) en su presidencia hace un par de años.
“El hecho de que el presidente del Consejo Regulador sea un bodeguero o un viticultor de la propia denominación debería aportar una visión más real y cercana de los problemas del sector. Si además esa persona lleva años como vocal en el pleno, sin duda estará en posición ventajosa para dirigirlo”, le explica Gil de Araújo a Divinidades.
¿Cuáles van a ser sus prioridades como nuevo presidente del CRDO Rías Baixas?
“Es fundamental seguir creciendo en los mercados, tanto interiores como internacionales. Para ello, seguiremos utilizando la promoción conjunta como instrumento para potenciar los mercados actuales y abrir nuevas zonas con potencial de desarrollo, haciendo compatible el desarrollo de las grandes bodegas con la existencia de pequeñas explotaciones, luchando para garantizar su sostenibilidad puesto que éstas aportan a nuestra denominación de origen una singularidad de la que no podemos, en ningún caso, prescindir. La viticultura minifundista es una característica diferenciadora y debe de contemplarse como una virtud por la diversidad y singularidad que aporta a nuestros vinos, sin contar con que miles de familias dependen en mayor o menor medida. Darle estabilidad al minifundio será una de mis preocupaciones desde la presidencia”.
Para el presidente del Consejo Regulador, el reto de Rías Baixas es el mantenimiento de la calidad, que está convencido es la principal característica de los vinos de la apelación, y por ello uno de sus principales compromisos a la cabeza de éste.
“La calidad nace en la viña, donde se ha hecho mucho, pero seguro que se puede hacer más y, desde luego, prosigue en la elaboración. Hoy todos los Rías Baixas son grandes vinos, pero no debemos perder de vista que el objetivo es la excelencia, y es por ella por lo que hay que luchar, mediante la persuasión, mediante la formación, mediante el control del origen y la calidad, utilizando todos los medios a nuestro alcance”, detalla.
La adversidad de la crisis económica en España ha tenido un impacto profundo en el consumo de vino en el mercado nacional, algo que ha obligado a todas las bodegas a redoblar esfuerzos y estimular la imaginación, reforzando sus estructuras comerciales pero también diversificando y potenciando nuevos canales de venta y promoción. Pero lo más importante es que ha sido un gran empuje a la búsqueda de mercados exteriores, cada vez más distantes del terruño gallego.
A pesar de no ser una de las denominaciones con mayor tiempo de trayectoria, la DO Rías Baixas sin duda es una de las denominaciones de origen españolas con mayor trayectoria en menor tiempo. Una apelación que comenzó a gestarse a inicios de la década del 1980 y culminó con su establecimiento formal en 1988, momento desde el cual la potencia vinícola de Rías Baixas no ha dejado de crecer, con una proliferación de bodegas, un dramático aumento de volúmenes de producción, avances sobresalientes en su calidad colectiva, un importante crecimiento de sus exportaciones y la consolidación de su marca en la mente del consumidor como equivalente de blancos de calidad.
Pero aunque no haya sido sino hasta fines de la década del 1980 que la producción de vino en Rías Baixas adquiriese un marco regulador, ya mucho antes de esa fecha algunas bodegas se habían enfrascado en la comercialización de vinos de la zona.
La más longeva quizás es Palacio de Fefiñanes, un palacio del siglo XVII en el corazón del pueblo gallego costero de Cambados donde en 1904 se estableció una bodega que continúa operando hoy. Y es precisamente Juan Gil de Araújo, propietario de esta veterana bodega quien este verano se ha estrenado como nuevo presidente del CRDO Rías Baixas.
“Hoy vendemos en unos setenta países, cosa impensable hasta hace pocos años. Es de agradecer el trabajo desarrollado por algunas bodegas que han servido de punta de lanza para abrir mercados, pero hoy en día son más de setenta las bodegas de todo tamaño las que están participando en planes de exportación. Uno de los éxitos de nuestra denominación radica en el trabajo en equipo y todas las bodegas, en alguna medida, aportan algo a las demás, por sus volúmenes de venta, por su calidad o por su imagen y prestigio”, subraya.
Una suma de circunstancias que Gil de Araújo espera garantice a la DO Rías Baixas una posición de privilegio que a la salida de la crisis permita recuperar lo que se haya podido perder, para lo cual él incluso espera se pueda emprender algún tipo de esfuerzo en conjunto entre el sector vino español con las autoridades para atajar el descenso de consumo de vino en el país.
Rías Baixas fundamentó su identidad en su identificación con los vinos de albariño, pero ahora la albariño está cada día más esparcida por el mundo. ¿Cómo contempla Rías Baixas manejar su posicionamiento en el futuro en vista de esta circunstancia?
“Sin duda nuestra identidad se ha basado durante mucho tiempo en la palabra “albariño”; nuestra palabra fuerza hasta ahora ha sido “albariño”. Sin embargo, llevamos ya años trabajando para asociar esta palabra con “Rías Baixas” y creo que en buena parte lo hemos conseguido. Rías Baixas es el origen del albariño. Y aquí, gracias a nuestro clima, a nuestro suelo, a nuestro sistema de cultivo tradicional, al trabajo artesano de nuestros viticultores, a nuestro minifundio incluso, somos capaces de hacer un vino irrepetible. Por tanto, nuestro trabajo consistirá en comunicar al consumidor esta singularidad, que va mucho más allá de la variedad. Si lo logramos, creo que no tendremos nada que temer de cuantos puedan plantar albariño o cualquier otra de nuestras variedades en cualquier parte del mundo”.
A pesar de que no son los blancos más vendidos en territorio español, durante mucho tiempo los de Rías Baixas ha sido la gran bandera de los blancos españoles en mercados internacionales.
Pero poco a poco se han ido introduciendo otros nuevos blancos de mucha calidad en el mercado. Algo que, por un lado, Gil de Araújo considera positivo porque a mayor oferta de variedades blancas, mayor protagonismo adquirirán sus vinos beneficiando a todos los productores que cimentan su potencial vitícola en estas variedades, pero que, por otro, también le hace consciente de los retos que plantea la nueva competencia mercado considerando que muchas propuestas tienen un precio menor que los de Rías Baixas. De ahí que haga hincapié en la necesidad de que los vinos de Rías Baixas no bajen la guardia en su apuesta por la calidad como ventaja competitiva para mantener el posicionamiento denominacional ante otros vinos que pudieran restarles cuota de mercado.
“Por nuestro clima, por nuestro suelo, por nuestra cultura, no debemos temer que nadie nos supere en calidad; sólo debemos ser capaces de convencer de eso al consumidor para que esté dispuesto a pagar el posible diferencial de costes que podamos tener con aquéllos”, explica Gil de Araújo.
El éxito no ha hecho a Rías Baixas dormirse en los laureles, sino que la denominación de origen es consciente de la necesidad de sacar partido de las oportunidades que ofrece la innovación. Como resultado de ésta, algunas bodegas han lanzado vinos espumosos, otras, como Martín Códax, acaban de lanzar un albariño semiseco, otras los lanzan dulces y otras comienzan a explorar con diversos tipos de crianza en depósito o en barrica ofreciendo un nuevo universo de moldes para la albariño. Una evolución que en el futuro pudiera reflejarse en el reglamento de la denominación para favorecer la inclusión de elaboraciones tradicionales que pudieran no estar suficientemente concretadas en éste.
En materia de viticultura, una adición reciente ha sido la incorporación de la variedad castañal al conjunto de variedades de uva recogidas en el reglamento de la CRDO a raíz de su incorporación el pasado año al registro español de variedades autorizadas. El Consejo trabaja, además, con el Consejo Superior de Investigaciones Científicas en la implantación de un esfuerzo que dotaría a los viticultores de la denominación con una selección de nuevos clones certificados de albariño, de entre los que los viticultores podrán escoger el material vegetal más apropiado para su negocio o las características de su parcela.
Rías Baixas tinta, ¿en qué punto de progreso se encuentra? ¿Le interesa al CRDO potenciarla?
“Al Consejo Regulador no sólo le interesa, sino que tiene el deber de potenciar todos y cada uno de los vinos que ampara. Los Rías Baixas tintos tienen su nicho de consumo y, por supuesto que creemos en ellos”.
Rías Baixas seguirá avanzando e invirtiendo en su estrategia de internacionalización, formando prescriptores internacionales y abriendo nuevos mercados haciendo el mejor uso posible de los recursos limitados del Consejo.
¿Cómo valoraría Rías Baixas una colaboración más activa y regular con las otras cuatro denominaciones gallegas especialmente en materia de promoción?
“Nunca nos hemos opuesto a ir juntos, de hecho, Rías Baixas acude al exterior bajo el paraguas “Vinos de España”, que abandera el ICEX bajo pabellón Español. Lo que no quiere Rías Baixas es parar para esperar al resto. Nosotros estamos haciendo nuestra carrera y no nos importa que nos acompañen en el camino, pero siempre y cuando no se interfiera en nuestro ritmo de trabajo”.
GAL-ENO:
El vino gallego se une para innovar
Martín Códax (DO Rías Baixas), Pazo San Mauro (DO Rías Baixas), Adegas Moure (DO Ribeira Sacra), Rectoral de Amandi (DO Ribeira Sacra), Bodegas Valdesil (DO Valdeorras) y Adegas Valmiñor (DO Rías Baixas) crearon un consorcio para estudiar el potencial vitícola y enológico de las uvas tradicionales gallegas albariño, godello, treixadura, loureiro y caíño blanco (blancas), y mencía, castañal, merenzao y caíño tinto (tintas), con el fin de elaborar vinos de alta calidad y desarrollar una producción más sostenible. Este proyecto busca situar a Galicia en la vanguardia de la tecnología y de la generación de conocimiento en el sector vitivinícola español y se realizará con el apoyo científico del Grupo de Viticultura de la Misión Biológica de Galicia y otras organizaciones.
El estudio, que se desarrollará durante las vendimias 2012, 2012 y 2014, pretende (1) impulsar el cultivo de las variedades menos utilizadas y elaborar, a partir de todas ellas, vinos diferenciados y de alta calidad; (2) rediseñar los procesos de fabricación de dichos vinos para reducir los costes de producción; (3) adaptar los cultivos de cada una de las nueve variedades, a las condiciones climáticas concretas de cada viñedo (castañal en Rías Baixas, Subzona Rosal; albariño en Rías Baixas, subzona Rosal, Salnés y Ribeira Sacra; merenzao en Valdeorras y Ribeira Sacra); (4) prevenir enfermedades y (5) mejorar los márgenes de comercialización.
El Instituto Tecnológico de Galicia monitoreará al detalle las cepas empleando un sistema de redes de sensores inalámbricos que captarán y transmitirán información en tiempo real de múltiples parámetros ambientales, del suelo y de la planta (temperatura y humedad ambiental, del terreno y de la hoja; contenido de agua del terreno; radiación solar, y otros). A continuación, con el Grupo de Viticultura de la Misión Biológica de Galicia-CSIC, se procesarán e interpretarán los datos recogidos y, junto con los datos obtenidos en el estudio de las enfermedades se podrá elaborar un modelo de avisos, adaptado a las distintas zonas de Galicia y a las condiciones particulares de los viñedos objeto de estudio, en cada una de las bodegas. El programa se ha diseñado teniendo en cuenta las líneas de actuación por las que pasa el futuro del sector del vino en Galicia.
“Es fundamental potenciar el valor las variedades tradicionales más representativas e impulsar la utilización de otras poco conocidas, ya que por un lado en el mercado exterior las variedades tienen mucho más peso que las denominaciones de origen y, por otro, la existencia de nuevos consumidores en países sin tradición vitivinícola, hace necesario buscar vinos de menor graduación y de elevada concentración aromática”, explica Carmen Martínez, investigadora científica del CSIC en el Grupo de Viticultura de la MBG e investigadora principal del proyecto.
Por otra parte, en la actualidad las condiciones climáticas exigen incrementar los conocimientos científicos sobre el comportamiento de las variedades con la finalidad de dotar al sector vitivinícola gallego de sistemas de gestión más eficientes. De ahí que el segundo aspecto clave de INNTER GAL-ENO sea rediseñar procesos, con criterios de ecoeficiencia, a fin de conseguir una producción sostenible que contribuya a aumentar la competitividad de las empresas, reduciendo sus costes de producción y los posibles riesgos para la salud derivados de la presencia de residuos potencialmente tóxicos en los productos que comercializan.
“También es importante adecuar el cultivo y la gestión a las condiciones climáticas concretas de cada zona. El consumo de agua en la mayoría de bodegas ha crecido y se impone la puesta en marcha de medidas de ahorro y eficacia en el uso del agua”, destaca Martínez.
El programa se articulará en torno a diversas acciones entre las que se cuentan: (1) el estudio del efecto de la aplicación de distintas cargas (yemas de poda) en cada variedad y bodega participante, sobre la calidad de la uva y del vino; (2) la contabilización de la incidencia y severidad de enfermedades de hongos sobre diferentes variedades, en las condiciones de cultivo específicas de Galicia, estableciendo estrategias de control para lograr un cultivo más sostenible; (3) el análisis del comportamiento agronómico de diferentes variedades gallegas bajo las condiciones de cultivo estudiando el comportamiento de distintas variedades en un mismo viñedo, el de distintas variedades en distintas altitudes y el de distintas variedades en condiciones de riego controlado; (5) la prueba de cómo las distintas prácticas de manejo de cultivo inciden en el mejoramiento de la calidad de la uva y el vino.
LA RECONQUISTA DEL PISCO
Texto: Rosa Maria Gonzalez Lamas. Fotos: Cortesia de Bodegas Tabernero (C)
Aunque hoy día su industria vitivinícola sea poco conocida allende sus fronteras nacionales, se dice que Perú fue el primer país que desarrolló la viticultura luego de la llegada Cristóbal Colón a América. Las uvas llegaron al Perú vía Canarias, como otros productos que se recogieron allí en el segundo viaje descubridor, saltando luego de Perú a Bolivia.
Tan sólida se forjó la industria peruana del vino, que en el siglo XVII su producción empezó a invadir a España en detrimento de lo que ya se producía en la península, con lo que el gobierno español determinó imponer a los vinos procedentes de América un impuesto especial que desincentivara su consumo. Esto fue responsable de que en América Latina la industria vitivinícola no se desarrollara hasta mucho después.
A raíz de esta política fiscal, los vinos peruanos comenzaron a malograrse con lo que la destilación surgió como una opción para compensar las restricciones de exportación, además de cómo una alternativa para prolongar la vida del vino en travesías por mar o tierra, al igual que se hizo con otros aguardientes, o vinos fortificados, como el Oporto.
En ese entonces, había constancia del cultivo de vid y elaboración de vinos y aguardientes en una zona al sur del país denominada Pisco, donde había más de un referente geográfico con ese nombre, además de un puerto y una ciudad.
El Pisco geográfico está cargado de referencias de piscos, pues la palabra “pisco” designa también a una tribu alfarera, a la botija donde se sirve el vino, y a las aves pequeñas en idioma quecha.
Pero sin duda la que más resuena es la que se refiere al destilado, habiendo sido el pisco peruano el primero en América.
¿Que es el pisco? El pisco es el nombre de un aguardiente de uva elaborado en Chile y Perú a partir del destilado de su mosto (y no del orujo, como otros aguardientes) y que no se somete a crianza en madera. Como otros aguardientes y vinos fortificados, el origen de la bebida se ubica en la necesidad de hacerla más perdurable a las largas travesías por mar o tierra. Pisco, con mayúscula, designa también poblaciones en ambos países.
Quizás es en el pisco donde más evidente puede dibujarse el debate por la protección de una bebida basadas en un territorio de origen, restringiendo el uso de su apelativo para la producción de esa zona delimitada, como sucede con otras del mundo como Champagne, Oporto o Cognac.
El pisco peruano procede del aguardiente obtenido exclusivamente por la destilación de mostos frescos de uvas pisqueras recientemente fermentados. La normativa establece cuatro tipos de pisco en Perú: el pisco puro, elaborado de una sola variedad de uva pisquera; el pisco mosto verde, de mostos frescos que no han culminado su fermentación porque ésta se ha interrumpido; y el pisco acholado, que ensambla variedades aromáticas y/o no aromáticas, en formatos que pueden ser de uva fresca, mostos de uvas, mostos frescos enteramente fermentados, o piscos.
La zona de producción del pisco se extiende por la costa pacífica del Perú abarcando desde el departamento de Lima hasta el de Tacna. El pisco peruano cuenta con un Consejo Regulador de la Denominación que se asegura de regular las garantías de origen y calidad del destilado.
El pisco se elabora con un conjunto de uvas designadas “pisqueras”, vitis viníferas, entre las que se encuentran uvas aromáticas y otras que no lo son. Entre las primeras están la Italia, la Moscatel, la Albilla y Torontel, mientras que entre las no aromáticas aparecen la Quebranta, la Negra Criolla, la Mollar y la Uvina.
A excepción del pisco mosto verde, en el que se arresta la fermentación, la destilación del pisco se realiza inmediatamente fermentan los mostos, luego de lo cual el aguardiente debe de reposar por unos tres meses en recipientes que no alteren sus cualidades de aroma y sabor. Al pisco peruano no se le ajusta su grado alcohólico final con agua, rindiendo un contenido promedio de 42 grados prueba.
El re-pisco
La revolución socio gastronómica que en la última década ha vivido el Perú, con repercusiones tanto a nivel nacional como internacional, han incidido de manera favorable en el consumo de pisco, considerada la bebida bandera del país, que ha tenido un resurgir especialmente entre los consumidores más jóvenes.
Ese interés se ha desdoblado en mercados internacionales, que también han visto proliferar el número de restaurantes de cocina peruana, como ha sido el caso de Puerto Rico, donde se han estrenado recientemente los piscos de Tabernero, una bodega centenaria fundada en 1897 en el Valle de Chincha (Ica), a unos 200 kilómetros al sur de Lima y que hoy se considera la más importante de Perú.
La bodega elabora licores derivados de uva, cosechada en viñedos propios que se extienden por unas 300 hectáreas en equilibrio con el medio ambiente.
Fundada por la familia Taboada, Bodegas y Viñedos Tabernero es desde la década del 1930 propiedad de la familia Rotondo, con una larga tradición agrícola y una ascendencia italiana proclive a la elaboración de vino. En la década del 1960s sufrieron la expropiación de sus tierras y es apenas a fines de los setenta, con el fin del gobierno militar, que pudieron reconstruir su proyecto.
La bodega elabora sangrías, vinos generosos, vinos espumosos, blancos secos y semi secos y tintos secos de uvas como cabernet sauvignon, merlot, malbec, chenin blanc, sauvignon blanc, moscatel de Alejandría, chardonnay o la uva borgoña (también de mesa). Y, por supesto, pisco.
De éstos se estrenaron con su marca La Botija y piscos elaborados con uva Italia (Pisco Italia La Botija) y una combinación de uva quebranta e Italia (Pisco Acholado La Botija). Tabernero elabora, además, un pisco de uva quebranta, empleada en piscos más secos.
Aunque los piscos puedes disfrutarse en solitario, su uso principal es la coctelería, donde se han ido imponiendo en muchos lugares como alternativa para reemplazar a otros destilados, como vodka o tequila.
Quizás el trago más reconocido es el Pisco Sour, aunque hay otros como el Pisco Punch, o el Chilcano, que funde pisco, ginger ale, jugo de limón, azúcar y unas gotas de Angostura. Un trago creativo, pisco con vino blanco y uvas frescas.
El pisco solo o como ingrediente de coctelería es también buen completemento para la gastronomía, especialmente algunos platos bandera de la cocina del Perú, como la causa o el ceviche. Y algo interesante, algunos maestros chocolateros, como el inglés Damian Allsop, utilizan el pisco en la elaboración de sus creaciones, a partir también de cacao peruano.
Una receta que, al igual que el pisco, roza las fronteras de exclusividad con Chile, que también elabora pisco, pero con un reglamento, método de elaboración, uvas, clasificaciones y graduaciones alcohólicas diferentes a las peruanas. En los respectivos países está prohibido importar piscos del país vecino para su comercialización como “pisco”.
¿Donde comprar?: La Cava de Serrallés y restaurantes peruanos a través de Puerto Rico.
Uvas pisqueras
Uvina – uva no aromática tinta de origen desconocido, de bayas pequeñas de intenso color y racimos grandes y abundantes.
Italia – uva aromática con rol dual, de uva de mesa o para elaborar vino. Se conoce también como Muscat d’Italie, y se emplea en el Viejo Mundo para elaborar vinos dulces.
Torontel – una blanca con diversos nombres que se emplea en diversos países europeos para vinos aromáticos tipo moscatel y de postre.
Moscatel – reconocida internacionalmente, aunque más en su versión blanca que en esta que tira a tinta, produce exquisitos piscos gracias a su aromaticidad. En Italia se conoce como moscato rosso.
Nuestra Señora del Trago Oliva
Abierto recientemente en O:live Boutique Hotel en la zona turística del Condado, O:liva se convirtió en un destino de peregrinación gourmet, una capilla sibarita erigida para reverenciar no sólo a las aceitunas de Nuestra Señora de la Oliva, sino a un conjunto de tragos de inspiración mediterránea que creó el mixólogo Roberto Berdecía para la plataforma World Class.
La propuesta boutique de O:liva y su chef ejecutivo Nicolás Gómez funde lo tradicional con lo moderno, en una experiencia que recorre los sabores y herencia gastronómica de Francia, Italia, Marruecos y España, buscando volver a memorias tradicionales, pero ejecutadas con creatividad actualizada, pretendiendo además resaltar el patrimonio cultural y el espíritu de celebración y amistad como denominadores comunes de la experiencia culinaria.
Un pulpo a la gallega sobre papas confitadas, unas deliciosas albóndigas de ternera con queso trufado de Italia, un cordero con ragú mediterráneo sobre polenta frita y más ideas que funden pimientos de piquillos españoles con risotto italiano, ñoquis de papa con jamón serrano español y queso pecorino italiano, o pan amb tomàquet catalán con base de focaccia italiana. El local cuenta con una carta de aceites de oliva exclusivos.
Esa misma esencia de frescura y proximidad es la que transpira el nuevo menús de cócteles artesanales que O:liva dio a degustar de la mano de Berdecía, empleando marcas reserva de la cartera de espíritus destilados de Diageo, como los vodkas Ketel One y Ciroc, la ginebra Tanqueray Ten, el tequila Don Julio y el Ron Zacapa, distribuidos por Méndez & Co.
Más que emplear íntegramente algunos de los ingredientes tradicionales de la cuenca mediterránea, el conjunto de tragos creado para O:liva alude a una aproximación de la esencia del Caribe con las sensaciones y espíritu de la mediterraneidad, sobresaliendo en ese puente de sabor las sensaciones de chispa y frescura que los tragos pueden generar para climas cálidos al borde del mar.
Así, a hierbas como el romero, las almendras y frutos como el tomate, el limón o las aceitunas, en el conjunto “nuevo mediterráneo” de Berdecía se añaden los matices frutales y especiados más exóticos del jengibre, la fruta de la pasión o el néctar de agave fusionando las esencias de ambos mares.
Delicioso el Europa 23, elaborado con Ron Zacapa, puré de fruta de la pasión, néctar de agave, jugo de lima, jugo de jengibre y lascas de fresas, con mucha chispa y un aire de brisa fresca que lo hace idóneo para disfrutar en la piscina o el borde del mar. Otro acierto el Don Rouge, confeccionado con tequila reposado, néctar de agave, jugo de lima, mermelada de tomate y rama de romero, también fresco y chispeante, pero con una mayor sensación afrutada e incluso pizcas efervescentes.
También ultra refrescante el Nuestra Señora de la Oliva que funde vodka de limón, brandy, vino blanco, jugo de manzana, té verde y lascas de pera, donde el jugo de jengibre aporta una gustosa e inequívoca nota de exotismo que invita a más sorbos.
Otro trago interesante el Vida Mediterránea, más en la línea de los frutos secos, y que se elabora con tequila, jugo de lima, néctar de agave, jugo de sábila y gotas de aceite de cacao y almendras, que le aportan untuosidad y una sutil dulzura chocolatosa. El trago también lleva nueces rotas.
Además de éstos, un Torna Sorrento, burbujeante cóctel con espumoso prosecco, puré de fruta de la pasión y amapola salvaje; un más seco Martini Deconstruido con vermut blanco seco, y ginebra o vodka, que se decora con una aceituna rellena de jamón serrano, queso de cabra y queso Gorgonzola; y un European Don, con tequila, néctar de agave, y jugos de lima, manzana y pepinillo.
Los tragos concebidos por Berdecía permanecerán en el menú líquido de O:liva, cuyo personal fue capacitado por el mixólogo para proseguir su confección. Al igual que sucede con el menú de platos, el de tragos puede ir modificándose en el tiempo.
Además de con O:liva, World Class y Méndez & Co. han desarrollado alianzas similares con otros restaurantes de San Juan para crear menús artesanales de coctelería con sus marcas de destilados premium.
Cuzcurrita,
los vinos del Castillo riojano
Fotos: Viajes & Vinos (C). Texto: Rosa Maria Gonzalez Lamas
Cuzcurrita de Río Tirón, el pueblo de apenas 200 habitantes, se encuentra a unos 600 metros de altitud en el extremo más noroccidental de Rioja Alta. Una zona vitivinícola en alza, porque su ubicación y altitud hacen que la uva madure más tarde, una salvaguarda en tiempos de cambio climático. De Cuzcurrita destaca su Castillo, con una predominante torre que resalta entre todos los dominios del Señorío, un conjunto arquitectónico de finales del siglo XIV.
De manos en manos nobles y feudales, en 1945 el Castillo llegó a manos de la familia Sáinz de Incháustegui, Condes de Alacha, pioneros en las tareas de su mantenimiento y restauración. En 1970 se compró un viñedo y se registró en la DOCa Rioja, dando paso a una actividad de viticultura en la finca. Y en 1999, el Castillo y sus propiedades cambiaron nuevamente de dueño, una empresa que lo remodeló íntegramente, así como también su bodega.
Así se estrenó un nuevo señorío en botella, la marca de vino Señorío de Cuzcurrita, un proyecto que luego adquirió mucha mayor formalidad con el estreno de una nueva nave de elaboración en 2005.
Una imagen de uvas con firma de Andy Warhol sienta la pauta de la filosofía de la bodega. Arte en botella, como la importante colección de pinturas que enmarca el espacio de ocio y sirve de puente que deja a veces la sensación a veces de fundirse con el área de elaboración. La estructura exterior, con aires antiguos, pero interior minimalista, donde apenas se destacan la madera, la vanguardia y el arte.
En contraste con la torre de piedra, una moderna cúspide donde ubica el laboratorio, acristalado a vuelta redonda con panorámicas del pueblo y la torre del Castillo. Desde allí timonean el vino de Cuzcurrita Ana Martín y José Hidalgo, manos maestras tras muchas otras grandes etiquetas de vino español.
La ruta hacia las entrañas del vino va penetrando las de la tierra, a través de diferentes niveles que testimonian el rol que la gravedad ejerce en la elaboración. Por el más alto entra la uva y se prensa, en una prensa vertical como las de Champagne, uno más abajo halla todos los depósitos de fermentación y en el siguiente una nave de barricas ---todas de roble francés en un marco de roca madre--- con un suelo radiante para también realizar malolácticas. Éstas se realizan todas en barrica, en las que luego permanece el vino realizando regularmente bâtonnage de sus lías durante su crianza. Depósitos también de hormigón, a donde regresan los vinos ya criados para ensamblarse y homogeneizarse antes de embotellar, luego de un pequeño filtrado.
Entre envases una sola habitante, la tempranillo, dueña y señora absoluta de los lindes del Castillo.
El proyecto cuenta con una extensión de viña de 25 hectáreas, toda situada en los confines del pueblo y unas siete hectáreas y media de éstas en los del propio recinto cerrado del Castillo, lo que le convierte en el único viñedo amurallado en la DOCa Rioja. Las cepas tienen una edad media de 35 años ---aunque en alguna viña hay alguna cepa centenaria--- y todas están plantadas en vaso, sobre suelos pobres, y con mayores densidades de plantación. La mitad de la viña es propiedad de la bodega, y el resto se controla mediante contratos de explotación a largo plazo.
De entre éstas salen dos vinos cuyo rasgo más destacado es el valor frutal por sobre los matices de crianza. El primero, Señorío de Cuzcurrita, procedente de parcelas diversas, y el segundo, el Cerrado del Castillo, cuyas vides proceden en exclusiva de la parcela amurallada, que se cultiva de manera ecológica y cuyas cepas datan de 1970.
El Cerrado, que evoca a los amurallados “Clos” franceses, se elabora sólo en años excepcionales, cuando la vendimia alcanza la máxima expresión del terruño y además su equilibrio es perfecto, y se somete a una crianza más prolongada. Una producción que no excede las cinco mil botellas y que destaca por su largura, equilibrio y complejidad organoléptica.
De color granate, su añada 2005 es profusa en frutosidad, con un enjambre que ronda las maduras y oscuras tirando a ciruela, en convivencia con cerezas y grosellas de mayor frescor y posteriores notas licorosas que recuerdan la jalea. Tiene matices a fino café, vainilla, trufas y un fin de canela, por donde se escabullen también notas balsámicas y pizcas ahumadas. En boca es untuoso, sedoso y largo, envolvente y con notas picantes y especiadas. Fino, intenso, armonioso y estructurado. Fresco, complejo y hasta floral. Un vino pletórico en matices que se revelan con la paciencia, con que en Cuzcurrita, se decanta el placer del vino.
DiVINIbriefs
La nueva “Séries” de Rufete
Una de las uvas más fascinantes y desconocidas del panorama del Duero-Douro, la rufete, es la protagonista del lanzamiento de “Séries”, la nueva marca de vinos de Real Companhia Velha, la bodega más antigua de Portugal. “Séries” es fruto de la ruta de innovación, investigación y experimentación vitivinícola de la bodega, que tiene por base un profundo trabajo viticultural para preservar las cepas del Douro, de la que la rufete es una de las más antiguas, y casi extintas.
El “Séries Rufete Tinto 2010” está destinado a beberse fresco y es ideal para acompañar incluso algunos pescados azules. En su elaboración se intentó extraer la personalidad de la uva, pero a la par crear un vino rompedor, con exotismo aromático, mucha fruta, taninos muy pulidos, frescura, viveza y estructura ligera, todo enlazado con gran finura.
“Séries” es una línea de vinos que exploran diversas técnicas, uvas o métodos de crianza, que no se descarta aplicar también a otras líneas de vinos de la bodega.
“DO” Ron de Guatemala
Como otras bebidas internacionales que desean resaltar su origen como manifestación de su distinción y autenticidad, el ron guatemalteco ahora cuenta desde este junio con una norma que establece características de aspecto, aroma, color y sabor que deben de tener los rones del país, para defender el origen y calidad de los productos ante las imitaciones que puedan dañar su prestigio.
El reglamento detalla las normas para el proceso de producción, desde la materia prima, las zonas geográficas de producción de la caña de azúcar, el añejamiento, embotellado y comercialización. La caña para el Ron de Guatemala deberá cultivarse en Retalhuleu y Suchitepéquez, a una altura de 250 metros sobre el nivel del mar, y añejarse en Quetzaltenango, a 2,300 metros de altitud.
Macán
No tiene que ver con las zapaterías Tom McAnn, ni con la agencia publicitaria McCann Erickson, ni muchos menos con el adjetivo argentino macanudo o las macanas que emplea la policía. Macán, dos sílabas contundentes que toman el nombre del macanero, apelativo con que se conoce a las gentes de San Vicente de la Sonsierra, designan al nuevo vino de Bodegas Vega Sicilia en Rioja, que se espera salga al mercado en 2013. Macán tendrá dos etiquetas, Macán y Macán Clásico, que se comercializarán con la cosecha 2009.
Casar de Burbia Godello
La bodega berciana Casar de Burbia lanza al mercado su primer blanco con el nombre de la bodega, un monovarietal de godello, una uva autóctona del noroeste español que está causando sensación en los Estados Unidos. El Casar Godello 2011 destaca por su frescura, volumen, untuosidad y estructura, resultado de su crianza en lías.
“Durante los últimos cuatro años hemos elaborado vinos blancos. En principio el fin era aprender a trabajar las lías y así poder trasladar todo lo que allí aprendíamos al vino tinto,que es nuestra primera vocación. Pero por el camino no hemos podido, ni querido, evitar coger cariño y devoción por la variedad autóctona de blanco del Bierzo. Por todo ello, y debido a las excelentes condiciones de la uva de este año, por fin hemos decidido bautizar al vino con la marca e imagen de la bodega y tras este camino ve la luz Casar Godello 2011”, dijo Isidro Fernández, Director Técnico de la bodega.
Con este vino, la bodega da un paso adelante en su política medioambiental al empacarlo en botella ECOVA de bajo peso, para reducir la huella de carbono.
Olímpico Domaine Chandon
Con motivo de los Juegos Olímpicos de Londres Domaine Chandon, el rostro espumoso californiano de las burbujas francesas de Moët-Chandon ha lanzado una botella de edición limitada de su clásico brut. La botella está decorada con los colores de la bandera de los Estados Unidos. El espumoso se elaboró con pinot noir, pinot meunier y chardonnay, y en su ensamblaje contiene entre un 10 y 20% de los vinos de reserva de la cosecha anterior.
Un vino especial en Washington State
El enólogo Brian Carter fue seleccionado por el Walter Clore Wine & Culinary Center para elaborar el vino con que se celebrará la investidura de los nuevos miembros del Salón de la Fama del Vino de Washington State. Carter es el sexto bodeguero escogido para ensamblar el tinto de este homenaje a las leyendas del vino de ese estado.
Reconocido precisamente por su aguda habilidad de ensamblaje, especialmente con cepas del Ródano, Carter ha elaborado un vino que busca rendir tributo precisamente al Dr. Walter Cloure, considerado padre de la industria vitivinícola de Washington State y con quien Carter laboró en sus inicios en el mundo del vino. Al vino Legends 2012 lo integra un 32% de Counoise, 20% de Mourvèdre (Monastrell), 20% de Syrah, 16% de Cinsault y 12% de Garnacha.
Luego de estudiar en la Universidad californiana de Davis, Brian Carter comenzó a laborar en la bodega Paul Thomas de Washington State adquiriendo pronto reconocimiento como Bodeguero-Enólogo del Año, al cual siguieron muchas otras distinciones. Posteriormente comenzó a laborar como consultor para muchas otras bodegas del estado, hasta que en 1997 determinó crear su propio vino, “Solesce”, en la bodega Apex de la cual era co-propietario. Así comenzó una producción prolífica, la Brian Carter Collection, que ejemplifica su compromiso con la calidad, el sabor y el terruño.
El Walter Clore Wine and Culinary Center es un centro educativo que promueve los vinos y gastronomía de Washington State, el segundo estado productor de vino en la nación americana.
Bodega submarina
Con designación inspirada en la célebre obra del francés Julio Verne, Vingt (veinte) Mille Lieu Sous le Mers, Vin (mil) Mille Lieu Sous Les Mers contempla estrenarse como bodega submarina en Côtes de Bordeaux Cadillac a mediados de 2013.
El proyecto de Château du Coureau se funda en la convicción algunos de que las profundidades del mar ---con temperaturas constantes, ausencia de luz y oxígeno---- son propicias al lento envejecimiento de los vinos. Las botellas se preservarán por una década en las profundidades de las que emergerán cada dos años para catarse.
No es el primer proyecto vinícola submarino. En Chile y en España se han desarrollado proyecto similares aunque quizás con un fin más experimental. Ya a mediados de la década del 2000 el enólogo berciano Raúl Pérez trabajaba con la crianza submarina de su albariño Sketch en las Rías Baixas.
Dauro revalida como mejor aceite
Por quinta ocasión en una década, Dauro ha sido seleccionado mejor aceite de oliva virgen de España en la categoría frutado maduro, una distinción conferida por el Ministerio de Agricultura que cada año valora a los mejores aceites de oliva españoles en diversas categorías, como forma de promocionar los aceites de oliva vírgenes españoles de mayor calidad organoléptica, así como estimular a los productores a obtener y comercializar aceites de calidad.
Elaborado en el Ampurdán, Dauro es el producto estrella de la empresa Rodau, S.L., perteneciente al grupo de Bodegas Roda (D.O. Rioja) y un referente en la alta cocina que ha recibido constates reconocimientos en España y el exterior. Con una gran personalidad, este aceite es el zumo de aceituna en estado puro. Exuberante en la forma y en el fondo, muestra marcados aromas complementarios que acentúan su encanto: tomate, alcachofa, hortalizas, campo, plátano verde, piel de manzana, pistacho y almendra. Presenta un amargor y un picante muy sutiles, lo que resulta de agradecer. Este producto responde a la evolución que Dauro de L'Empordà ha experimentando en los últimos tiempos, pues a la inicial variedad arbequina ha incorporado otras dos –hojiblanca y koroneiki– hasta configurar un estilo que le diferencia de su hermano mayor, Dauro de Aubocassa, elaborado solamente con arbequinas de Mallorca.
Barry Callebaut hará Centro para la Excelencia del Cacao
El gigante chocolatero Barry Callebaut establecerá un Centro para la Excelencia del Cacao en Costa de Marfil, el mayor productor de cacao del mundo. A un costo de un millón de dólares, el Centro, que funcionará a partir de este otoño, incluirá facilidades de adiestramiento para agricultures y una finca de exhibición de 30 hectáreas donde se probarán prácticas para mejorar rendimientos y las más modernas técnicas de inter-cultivos, que permitirán comparar diversos modos de abordar diversos cultivos ---cacao y otros como plátano o coco--- para mejorar la productividad y la biodiversidad, además de la sustentabilidad de las economías familiares de los agricultores a cargo.
El Centro contará también con un salón de clases, viveros de cacao y árboles de sombra, así como facilidades de fermentación y secado.
Manzanilla: Round Trip de sabores Málaga-Nueva York
El cocinero andaluz Dani García, abrió recientemente en Málaga, Manzanilla, un nuevo concepto gastronómico con el que busca trazar un puente de sabores entre España y Nueva York, donde el local abrirá su primera sucursal en América el próximo noviembre.
Manzanilla ofrecerá tapas “de ida y vuelta”, con sabores de llegada y salida inspirados en la cultura andaluza del tapeo (ruta de tapas AGP-JFK), pero también por tapas inspiradas por la culinaria estadounidense a las que brinda un giro andaluz (tapas de vuelta, JFK-AGP).
García está al frente de varios establecimientos, siendo propietario de Calima en Marbella, restaurante de alta cocina galardonado con 2 estrellas Michelin y su proyecto más personal, además de Milmilagros, un Bistró situado en plena Milla de oro de Marbella y Manzanilla Málaga – NYC, además de ser asesor de los gastrobares Lamoraga, cuya sucursal en el aeropuerto de Málaga ha sido escogida recientemente como uno de los mejores lugares del mundo para comer en aeropuertos.
La ruta Málaga-Nueva York en Manzanilla Málaga incluye sopas frías como el gazpacho de cereza, bandera de García, o el ajoblanco malagueño con granizado de higos. Otras propuestas son los boquerones en vinagre con caviar de aceite de oliva, aceitunas de la variedad manzanilla rellenas de salmorejo, yogur de foie-gras, tortilla de papas al whisky, mejillones escabechados en jugo de perdiz o flamenquín ibérico, un rollito de lomo de cerdo al estilo andaluz con setas y queso.
Por su parte, la ruta Nueva York-Málaga refleja la esencia de la cocina cotidiana estadounidense con hamburguesas o hot dogs, a los que García da un giro con variaciones como el rabo de toro (burger bull), hamburguesas de cerdo ibérico o hot dog malagueño donde el kétchup se reemplaza con caramelo de tomate, e incluso cupcakes servidos en taza de café.
Manzanilla Málaga ubica en una bocacalle de la calle Larios, en pleno centro de la ciudad y Manzanilla NYC ubicará en Flatiron District. Manzanilla Nueva York recreará muchas de las recetas servidas en su contraparte andaluz, aunque su propuesta será más abarcadora, más afín con una brasserie de alimentos y vinos de España en la ciudad de los rascacielos.
La Tintorería II
No se lavan vestimentas más que las copas de vino que pueden adquirirse en esta nueva vinoteca que se estrena en el madrileño barrio de Salamanca, en seguimiento al éxito de su primer local, La Tintorería I.
La Tintorería I (Marqués de Zafra 35) y La Tintorería II (Gurtubay 4) son espacios para ver, sentir, degustar, aprender y comprar vinos. Todas las etiquetas se escogen personalmente por el trío de propietarios, hasta un total de 1.200 referencias que provienen de distintos rincones: bodegas familiares de larga tradición, pequeños productores, series limitadas… tanto nacionales como internacionales, con especial hincapié en Borgoña.
Además de tienda, LaTintorería II alberga todo tipo de actividades: desde cursos de iniciación hasta otros que profundizan en esos aspectos que más interesan al cliente, por ejemplo, denominaciones y regiones concretas; catas como ‘A tu manera’, que ofrece la posibilidad de seleccionar las etiquetas favoritas y degustarlas y comentarlas de forma relajada; pasando por un show-cooking con cata guiada y que resulta idóneo como incentivo para empresas. El espacio abre de lunes a viernes, de 10:30 a 14:00 y de 16:30 a 20:30 horas. Sábados, de 10:30 a 14:00 horas.
Regresa Taste Santo Domingo en octubre
Profesionales, estudiantes y entusiastas de la gastronomía de República Dominicana y más de una veintena de países invitados se darán cita en Taste Santo Domingo 2012, un encuentro que tendrá lugar del 18 al 20 de octubre en la capital dominicana, posicionándola como capital gastronómica del Caribe.
El evento, que se celebrará en los hoteles Renaissance Jaragua y Meliá Santo Domingo, iincrementa en duración y tamaño, ocupando más de 5 espacios de manera simultánea para proporcionar una agenda llena de presentaciones y eventos, entre los que este año se añadirán catas, cenas, eventos privados y reconocimientos, así como la participación de importantes figuras dominicanas e internacionales. Asimismo, durante el evento se realizará la Primera Copa Culinaria de las Américas en República Dominicana y el Caribe.
Taste Santo Domingo se estrenó en 2009, y lleva ya cuatro ediciones, una de ellas en Punta Cana. Las entradas del evento están disponibles en preventa desde el 1ro de julio. Para más información: www.tastesantodomingo.com
Angeles de Montes
La chilena Viñas Montes, cuyo símbolo es precisamente un ángel, se ha solidarizado con laFundación para la Fibrosis Quística acordando donar 10% de las ventas para promover la investigación sobre esta enfermedad. La campaña, designada “Ángeles en acción”, se desarrollará a lo largo del próximo mes de septiembre en mercados seleccionados a través de los estados Unidos.
Gastronomía indiana en Cataluña
La gastronomía indiana sería la gran protagonista de la Feria de Indianos que se celebrará en la localidad catalana de Begur del 7 al 9 de septiembre próximos, en un esfuerzo por evidenciar la fusión alimentaria que se creó desde el puente de sabores entre España y otros continentes y la influencia en la cocina catalana de técnicas e ingredientes provenientes de otras geografías y culturas.
Los indianos introdujeron a la cocina española productos como el café, el chocolate, el pimiento, el tomate o la papa. Además, impulsaron la comercialización de productos catalanes como el vino y los aguardientes en América.
Durante la Feria los visitantes podrán degustar platos con influencia indiana, y los restaurantes de Begur ofrecerán menús temáticos con platos elaborados con productos indianos. Se organizarán, además conferencias, talleres de cocina y de degustación, como el de chocolate, el café, la copa y el puro.
La Feria, concebida como una auténtica fiesta popular, hace que los habitantes de Begur y los numerosos visitantes que se reúnen recuerden Cuba y las Antillas con habaneras, bailes de salsa, cantos populares caribeños, feria de artesanía, visitas guíadas por el patrimonio indiano en medio de un ambiente festivo.
Rioja Tapas Fantásticas en Londres
El preludio de las Olímpiadas no fue inglés, sino typically Spanish. Vinos de Rioja y tapas, la más genuina representación de la gastronomía española se convirtieron en uno de los principales atractivos turísticos de Londres, reuniendo a más de 15,000 consumidores para la quinta edición de Rioja Tapas Fantásticas, una cita enogastronómica donde británicos y visitantes del mundo entero disfrutaron de manjares de uva de 40 bodegas de la DOCa Rioja, una demostración gastronómica a cargo del chef español establecido en Londres José Pizarro, y tapas elaboradas por una decena de restaurantes españoles en Londres, a los pies del Tower Bridge.
Hacia un universo con menor alcohol
Las consumidoras femeninas parecen estar tras el aumento en la demanda por bebidas con menos alcohol y bajas calorías conforme los hallazgos de un estudio conducido por el International Wine & Spirits Review, que destaca ésta como tendencia global tanto en las categorías de vino como las de espíritus destilados.
Si bien en algunos mercados, como el europeo, la reducción del contenido alcohólico pudiera atribuirse más a un tema económico y a la necesidad de mantener los precios bajos, ya que muchos impuestos se basan en el contenido de alcohol por volumen, en el resto del mundo esto pudiera atribuirse a un interés por tener alternativas de consumo más saludables, al punto que se han visto versiones más light de rones, tragos como la caipiriña preparadas con endulzadores artificiales o incluso los famosos aguardientes colombianos, con exitosas versiones “sugar-free”.
Lo más visto de www.viajesyvinos.com:
En Junio y Julio: (1) Ribera del Júcar; (2) Calendario del Vino; (3) Panamá Gastronómica; (4) Vendimia en Ribeira Sacra y 20 Años de Charlie Trotter: (5) Todo sobre la sidra; (6) Todo sobre el orujo; (7) Aceite de oliva en metamorfosis con Paco Roncero; (8) Burbujas de cava en tiempos revueltos; (9) Sabor de vendimia y Panamá; (10) Vendimia 2009 y Alain Ducasse
En 2012: (1) Calendario del Vino; (2) Vendimia en Ribeira Sacra y 20 Años de Charlie Trotter; (3) Todo sobre la sidra; (4) Panamá Gastronómica; (5) Todo sobre el orujo; (6) Burbujas de cava en tiempos revueltos; (7) Grandes del Duero; (8) Alejandro Fernández y DO Valdeorras (9) Sabor de vendimia y Panamá; (10) Vendimia 2009 y Alain Ducasse
Viaje de Cata
Áster
Anguix es una pequeña zona de la Ribera del Duero de terreno arcilloso-calcáreo donde ubica Áster, la cara de La Rioja Alta en esa denominación castellano-leonesa. Por años y con asesoría de gran experiencia, La Rioja Alta estudió y analizó tierras, uvas y climatologías de las diferentes subzonas de Ribera, hasta determinar que la de Anguix era ideal, comprando una finca en 1990 y plantándola un año después. El viñedo, situado a 830 m. sobre el nivel del mar, se encuentra en los términos de La Horra y Anguix y abarca 95 hectáreas, de las que 76 se plantaron en 1991 y actualmente están en plena producción.
Luego de varias cosechas vendiendo uva y una cosecha poco halagüeña, fue en 2002 que finalmente se bodega construyó una nueva bodega, Áster, una propuesta que busca expresar la elegancia de Ribera del Duero.
Aster Crianza 2006
Un 100% tempranillo de parcelas situadas en suelos franco limosos que emplea barricas nuevas de roble francés y americano en su crianza de cerca de 20 meses. Embotellado en julio de 2009, este Áster tiene mucha fruta negra, recuerdos de cera, vainilla, tostados, y su pase por boca es muy untuoso, potente, con buena estructura, taninos sedoso, pero una inequívoca personalidad de Ribera del Duero.
Aster Finca El Otero 2009
Un vino que nace de la parcela El Otero, en Anguix. El vino se fermentó en barricas de roble americano nuevo y francés de dos usos y realizó maloláctica con bâtonnage semanal de lías. Luego se realizó una selección de las mejores barricas que pasaron a criarse en roble francés nuevo durante un año. Tras una nueva selección y homogeneización, el vion se embotelló a inicios de 2011.
100% tempanillo, El Finca El Otero es más expresivo en fruta, con mayor madurez, tras la cual aparecen notas de vainilla y toffees y una pizca de astrongencia que no desagrada. Sus taninos son firmes, en boca es más estructurado por su trabajo de bâtonnage de lías, manifestando mayores recuerdos de su crianza y un fin especiado. Es un vino mucho más complejo, para disfrutar con más calma. La del 2009 fue una de las mejores cosechas de la parcela El Otero.
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El loco corazón de vino de
Andrés Iniesta
Aunque no se sabe si Andrés Iniesta será uno de los jugadores que participen en el partido amistoso que el próximo 15 de agosto pondrá frente a frente a las selecciones nacionales de fútbol de España y Puerto Rico, lo que sí es importante conocer es que la estrella de sóccer está muy vinculada al mundo del vino desde hace mucho a través de un proyecto familiar de bodega que empezó a cobrar forma en 2000 y cuajó finalmente como Bodegas Iniesta en 2010, año cuando el jugador dio el gol de la victoria a España en la Copa Mundial de Fútbol.
Contrario a otros futbolistas que han invertido en el mundo del vino más como un asunto de negocios e imagen que de verdadera vocación, Iniesta viene de una familia que ha vivido apasionadamente la esencia del vino desde la década de 1970, cuando se estrenó formalmente como viticultora. Posteriormente, en 1990 el padre del jugador del Fútbol Club Barcelona plantó en 1990 unas diez hectáreas de viñedo, que hoy día alcanzan ya las 120. El proyecto vitivinícola ubica en Fuentealbilla, en la provincia de Albacete, de donde es oriunda la familia, y está sirviendo para potenciar una de las denominaciones de origen españolas menos conocidas: Manchuela.
La DO Manchuela se delimitó como zona productora en 1966 pero hicieron falta varias décadas para que terminara de cuajar como tal, una vez viticultores y bodegueros empezaron a invertir en dotar a las producciones de una mayor calidad técnica y enológica, algo que se concretó, primero, en una indicación geográfica de Vinos de la Tierra, y posteriormente como denominación de origen en 2000, la séptima de la comunicad de Castilla-La Mancha.
La denominación se extiende a través de unas 72 mil héctareas de viña a unos 600-1,100 metros de altitud, enmarcada por los ríos Júcar y Cabriel, entre Cuenca y Albacete. Sus suelos son arcillosos con base calcárea y recogen y retienen el agua de lluvia, útil para cuando ésta escasea entre mayo y septiembre, período clave en la maduración de la vid.
Los viñedos de Bodegas Iniesta y su Finca El Carril están ubicados a unos 800 metros y esparcidos por un radio máximo de dos kilómetros de la bodega, algo muy importante para minimizar el tiempo transcurrido entre el momento en que se vendimia la uva y se encuba en el depósito, que en general no excede la media hora. La bodega sigue una filosofía de poca intervención y su viña se maneja de manera respetuosa con su entorno, empleándose sólo abonos naturales.
Como otras bodegas de la región manchega, Bodegas Iniesta reparte su viña entre cepas internacionales y otras más autóctonas como la bobal, la macabeo (viura) o la graciano, para un total de 12 variedades de vid.
El proyecto de bodega quiere ser un referente que sirva para potenciar la DO Manchuela, pero también fungir como un proyecto de compromiso con la sustenibilidad ambiental y ecónomica de la comunidad de Fuentealbilla, mostrando un respeto por la tradición, pero empleando dotando a la bodega de equipo de avanzada.
Los vinos de Bodegas Iniesta persiguen reflejar el perfil del propio jugador, un vino de calidad, pero de fácil acceso. La bodega produce tintos y blancos y dos etiquetas, Finca El Carril y Corazón Loco. Finca El Carril abarca las variedades autóctonas de la zona, reflejadas en vinos de media crianza hasta vinos de viñedos muy viejos y largas crianzas con gran potencial de guarda que se comercializan con la DO Manchuela. Los vinos de Corazón Loco están amparados en la indicación geográfica Vinos de la Tierra de Castilla y son una línea más dinámica, joven e internacional.
El mercado nacional español es destino principal para los vinos de Bodegas Iniesta, cuya más reciente andadura internacional les ha llevado a Brasil, donde acaban de ser presentados en sociedad en el restaurante D.O.M. de São Paulo, de la mano del líder de los cocineros brasileños, Alex Atala.
Marieta, primer albariño semi seco
Bodegas Martín Códax ha lanzado Marieta, el primer albariño semi seco de la DO Rías Baixas, con 14 gramos de azúcar residual, que ha sido creado para satisfacer un nicho no explotado de mercado que demandaba un producto de perfil similar a éste, como resultado de nuevos gustos del consumidor y el interés de atraer a consumidores aún poco habituados al vino, como los jóvenes, que buscan nuevos saboresy sensaciones.
Para lograr su carácter semi seco, la fermentación alcohólica se arresta de manera natural aplicando frío. El vino contempla elaborarse de manera anual y se ha estrenado con una producción de 200 mil botellas de 750 ml/75cl, aunque no se descartan nuevos tamaños de considerarse conveniente. El costo promedio de venta al público es de 7 euros (USD $ 8.60). La etiqueta de Marieta es sumamente atractiva, con un diseño joven, coloridom fresco y alegre, reflejo del espíritu del vino.
Marieta se ha estrenado en el mercado español, aunque también está disponible en mercados internacionales, donde encaja perfectamente con las preferencias de consumidores en destinos como los Países Bajos, el Reino Unido, Alemania y el Sur de América. Martín Códax contempla tener Marieta disponible en más de 50 países en la próxima campaña.
Habemus Grande Dame
Veuve-Clicquot ha lanzado su La Grande Dame 2004, el primer cuvée de prestigio que la casa de champán comercializa desde 1998. La bodega determinó no sacar al mercado su cosecha 2002 por considerar era demasiado concentrada y no representativa del perfil de La Grande Dame, además de por entender de que había un excedente de añadas anteriores aún disponibles en el mercado.
Con la añada 2002 Veuve-Clicquot buscó un perfil que resaltara la mineralidad, la pureza, la untuosidad, pero a la par la frescura y ligereza en el paladar. El vino es elaborado predominantemente con pinot noir de parcelas con categoría grand cru. El restante tercio del ensamblaje lo componen chardonnays de parcelas de idéntico rango.
La próxima cosecha de La Grande Dame será la de 2006, que saldrá al mercado en 2015.
En el silencio de la torre de piedra y la oscuridad de la noche catamos el vino. Brillante como el manto de estrellas que iluminaba la profunda oscuridad de fin de jornada, así se revelaba el Cerrado mientras sus matices iban abriéndose con prodigalidad y paciencia en la copa.
Dice Marcos Chacón, celador del castillo de vinos, que el mejor decantador es la paciencia y que para entender un vino primero hay que emborracharse con él. Y es precisamente con la paciencia de siglos que el Castillo de Cuzcurrita ha ido transvasando un relevo de propietarios que han terminado por verter en copa y botella una historia interpretada en moderna clave de uvas.
¿Irrespetuoso santoral? Nunca menos irreverente la aceituna que en Nuestra Señora de la Oliva.
Ingrediente sagrado de la dieta mediterránea, popularizada en los últimos años gracias a sus cualidades saludables que por siglos han contribuido al bienestar de los habitantes de la cuenca del Mar Mediterráneo siguiendo un estilo de vida con ingredientes frescos y próximos, la aceituna, en su versión sólida y su líquido oro verde, se ha vuelto un producto reverenciado por cocineros y gastrónomos en el mundo entero por lo que no sorprende que sea protagonista en O:liva Dieta Mediterránea, un restaurante que comparte con la cocina del arco mediterráneo sus pilares de pan, aceituna y vino.
El aceite de oliva también se ha incorporado como ingrediente en coctelería, para aportar textura y potenciar sabores. Una forma interesante de emplearlo es añadir sferificaciones de aceite de oliva a los tragos.
Muchas uvas pisqueras son producto de mutaciones y se consideran autóctonas de Perú.
Quebranta – una variedad no aromática, resultado de la mutación de la uva negra introducida por los españoles, adaptadas a suelo y clima de la provincia de Pisco. Es una uva rústica, de abundante producción, hollejo duro y grueso y pulpa carnosa y dulce.
Negra criolla – uva tinta no aromática con bayas medianas y abundante producción. Según algunas referencias de viticultura es una equivalente de la criolla chica argentina, uva misión en California.
Mollar – uva no aromática mutación de la quebranta, de tonalidad cobriza, con bayas de tamaño medio, dulces y racimos grandes.
La bodega databa de inicios de la década del 1980s, cuando la fundó Leandro Vázquez, un empresario cubano que en una visita a España decidió apostar por un negocio tradicional, como el del vino, adscribiéndole la grandiosidad de un château francés. Así nació Barón de Oña, con ilusión, que poco a poco encontró de frente con la realidad de que el negocio de hacer vino no es tan romántico como algunos creen, con lo que al final optó por cederle el paso a una experimentada empresa vinícola.
Así, en enero de 1995, Barón de Oña se incorporó a la sombrilla de vinos de La Rioja Alta. No se trataba de algún recién llegado al mundo del vino gracias a un efímero éxito en la construcción u otras industrias, sino de una de las más sólidas construcciones de vino riojano con una trayectoria que se remontaba a fines del siglo XIX.
Por eso una apuesta firme por una proyecto adicional en la Rioja Alavesa, que es donde ubicaba la nueva bodega, en plena Milla de Oro riojana, abrigada por la Sierra Cantabria y la Sierra de la Demanda, un lugar donde altura y microclima se confabulan para crear vinos modernos que explotan la personalidad del terruño.
Divinidades tiene constancia de que ya a inicios de la década de 1970 en Puerto Rico había plantada vitis vinífera, aunque con fines ornamentales.
Hace un tiempo hubo rumores no confirmados de que algunas bodegas francesas habían estado comprando terreno en Guatemala para lanzar allí nuevos proyectos vitivinícolas. Lo que sí se ha confirmado no hace demasiado tiempo es que la vecina nación centroamericana de Costa Rica, pronto sí contará con su primera bodega comercial, un proyecto al que se ha lanzado Kerry Damskey, enólogo en Napa Valley y también del proyecto Sula, en India.
Jugando con la ecuación altitud-latitud, Damskey plantó a fines del pasado año cuatro hecáreas con sauvignon blanc, pinot noir, syrah y garnacha en Copey, al centro de Costa Rica, y a unos dos mil metros de altitud. El bodeguero y su equipo contemplan lanzar al mercado su primera cosecha en 2015, a la par que continúan experimentando con otras variedades, como la zinfandel y la merlot.
En el mismo istmo centroamericano, Panamá hizo ya un intento por cultivar uva y elaborar vino en la región de San Carlos, en la costa Pacífica del país, que no fructificó, aunque la empresa Vino Istmeño, que elabora bebidas fermentadas de fruta, explora también tierras aptas para el cultivo de uva en Panamá y posterior elaboración de vino.
Neyba
Republica Dominicana
Fotos Cortesia Diario El Caribe (C)
Donde también se elabora vino con uvas cultivadas en el país es en Colombia, como lo hace Viñedo y Marqués Villa de Leyva, una población colonial de Boyacá.
El proyecto nació en la década del 1980, cuando la idea de hacer vino en nuevas latitudes comenzaba a no parecer tan disparatada, para lo cual se realizó una investigación conjunta entre el vivero Ritcher, de la francesa Montpellier, y la Universidad de Davis.
La bodega elabora blancos y tintos a partir de Chardonnay (Reserva y Gran Reserva), Merlot, Sauvignon Blanc y Cabernet Sauvignon (Reserva, Gran Reserva y Reserva Especial).
Al otro lado de la antigua Gran Colombia, en la latitud 10 grados norte, en el estado venezolano de Lara, en la década del 1980 Empresas Polar decidió hacer vino. Polar, emporio venezolano de malta y cerveza, se asoció con la francesa Cognac Martell para hacer vino. Así nació Bodegas Pomar en 1985, un joint-venture franco venezolano que tomó su nombre de la primera sílaba de cada empresa, PO de Polar y MAR de Martell, y cuyo objetivo es crear una cultura nacional de aprecio al vino en Venezuela.
En la década del 1980, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial concibió un proyecto para usar al vino como motor de desarrollo de algunas zonas, introduciendo la vid como una estrategia de diversificación de cultivos tradicionales, incluidos el café o la hoja de coca. Un reto en aquellos momentos porque en ese entonces la zona estaba sumida en un caos social, político y económico en el que abundaba, además, la violencia.
“El proyecto iba a iniciarse en Perú, pero coincidió con el avivamiento del grupo terrorista Sendero Luminoso y por no haber seguridad mínima para emprenderlo, se trasladó a Bolivia”, dice María Isabel Mijares, la enóloga que a su cargo. La decisión de mudanza la tomó el jefe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), oriundo de Boliva, un país entre las latitudes 20 y 23 sur, donde había fincas con viñedo, pero sin desarrollarse. El primero en ceder su terreno para el proyecto fue el propio jefe del PNUD y el reto de Mijares fue convencer a otros propietarios a incorporarse al mismo. Con su sabiduría, instinto y un equipo de colaboradores cuidadosamente escogido, completó la tarea encomendada, declarándose el boliviano, proyecto modelo de las Naciones Unidas.
Bodega Dos Hemisferios Ecuador
Bodega Dos Hemisferios Ecuador
Hace un tiempo tuvimos la oportunidad de degustar en varias oportunidades el Sula, un sauvignon blanc que resultó ser una inesperada sorpresa en el mapa del vino. En una ocasión tuvo algunos toques vegetales, pero en otras se expresó con una muy buena calidad, aromas, chispa y elegancia que no hubieran hecho sospechar que se había producido en la India.
Sula es un magnífico ejemplo de la evolución de una industria que hace unas dos décadas se ha venido desarrollado, en parte por el interés que genera satisfacer las necesidades de un sector de consumo que ha venido creciendo a un ritmo de entre 25 y 30% anual, algo que con su población de más de un billón de habitantes, convierte al de la India en uno de los mercados con mayor potencial para el sector vino.
Si bien los vinos importados van ganando terreno, es el vino nacional el que domina el mercado del vino en India. Pero no empece a unas cifras tan prósperas en vino, en la India aún se produce poco vino nacional.
Lo interesante es que en India, como en otros países de nuevas latitudes, la viticultura no es una novedad. Se cree que las vides se introdujeron hace ya cinco milenios. Siglos después la producción vitivinícola cobró impulso gracias al estímulo de los colonizadores portugueses e ingleses, hasta que al igual que sucedió en otros puntos de Europa, la filoxera atacó las viñas indias a finales del siglo XIX.
Esto coincidió con un cambio en la sociedad, que se inclinó a la prohibición de bebidas alcohólicas, con lo que una vez India obtuvo su independencia del Imperio Británico toda la viña se destinó a la producción de uva de mesa y pasas.
CETAWICO
Tanzania
La teroldego es una cepa que produce vinos rubí con mucha concentración, aroma, fruta e intensidad, notas de pimienta, tanicidad poco acentuada, equilibrio y estructura media.
En Fogo se elaboran tintos y blancos, y estos últimos son muy apreciados por residentes y visitantes. Los vinos de Chã se caracterizan por su elevado grado alcohólico que promedia un 14%.
Red Mountain Winery Myanmar
En Tailandia, la añada del vino sigue el calendario budista, que empieza en el año 543. Algunas botellas, incluso, indican dos añadas, la budista y la cristiana.
Así, a finales del siglo XX surgió el concepto “vinos de nuevas latitudes”, un nuevo mundo del Nuevo Mundo vinícola, zonas revolucionarias de producción donde clásicamente no se elaboraban vinos por no considerarse aptas para ello, pero que gracias a la voluntad de quienes les hacen, una nueva visión de su potencial, un apoyarse en la tecnología vitivinícola, y la introducción y creación de nuevas variedades de vid han hecho posible que hoy se pueda disfrutar de vinos lo mismo del trópico que de las tierras más gélidas, próximas a los círculos polares. Un ejercicio que discurre entre genialidad y locura y que, de manera muy interesante, ya se había estrenado hace siglos aunque no se había proseguido por motivos diversos.
Pero “vinos de nuevas latitudes” es también un apelativo que se emplea ocasionalmente para referirse a zonas productoras emergentes, que aunque quizás geográficamente no conforman una nueva latitud, nunca desarrollaron el potencial de sus industrias vitivinícolas nacionales, que cobran un nuevo impulso conjuntamente con la propulsión de zonas productoras inéditas. Así, por ejempolo, la incorporación de nuevos países a la Unión Europea ha favorecido que se haya propiciado el desarrollo de algunas industrias vitivinícolas nacionales, al admitirse a nivel comunitario la producción de vino en nuevos países, muchos de los cuales no tienen que someterse a restricciones como los socios comunitarios más viejos. Algo que pudiera proliferar aún más de concretarse la liberalización de los derechos de plantación que se promulga para dentro un par de años en el espacio comunitario.
La vitis vinifera es una especie de vid que se extiende desde la región mediterránea hasta Irán. Su fruta es una baya que se conoce como uva y se emplea para la producción de vino. Casi todas las variedades más conocidas de vid pertenecen a esta especie, cultivada en todas partes del mundo a excepción de la Antártida.
La vitis labrusca es una especie de vid en forma de arbusto trepador (salvaje) originaria de América del Norte, especialmente la costa este de los Estados Unidos y sus raíces, resistentes a la filoxera, fueron las que se usaron como pie en los portainjertos con que se trató de erradicar la plaga de este insecto en Europa.
Cuando se mezclan ambas especies, surgen híbridos, como la uva Seyval Blanc.
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