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Mesas de debate, demostraciones culinarias con recetas y alimentos emblemáticos de Galicia, una muestra de 17 panes gallegos y visitas a productores y enpacadores de frutos de mar y vinos conformaron la agenda del Foro, que reflexionó sobre el sabor de la galleguidad en el contexto post boom de la cocina como espectáculo y vanguardia, del que quedaron algunos elementos y otros no.

Un producto de temporada como la lamprea, otro atemporal como el pan, y dos propuestas indispensables del recetario gallego fueron el foco de tres demostraciones culinarias y dos sesiones de degustación, encabezadas por especialistas en producto y cocineros de dos generaciones, a través de quienes se pudo conocer la identidad más genuina y la evolución de la cocina gallega.

Alimentos icónicos

La lamprea, un pez fósil y de temporada que se pesca en los ríos Ulla y Miño, es una de las grandes señas de identidad del sabor gallego, un producto que no solo se ha vuelto referencia de algunos pueblos donde se pesca, sino que se ha tornado en un reclamo turístico tan importante que incluso ya tiene su propia ruta dedicada que, en el tiempo que lleva de operación, está teniendo muy buena acogida.

Cecilia Cermeño (Casa Calviño, As Neves), y Diego López (La Molinera, Lalín), fueron anverso y reverso del taller que demostró cómo limpiar correctamente una lamprea, y puso frente a frente la receta de la clásica lamprea a la bordalesa y a una versión mucho más ligera y sucinta de este producto, servido con caldo de cocido. Durante la demostración se pudo también conocer sobre mitos del producto, diferentes versiones de elaboración, la lamprea como producto de exportación, y que la lamprea ahumada es una preparación distintiva de Galicia, en cuya preparación se empieza a jugar con diferentes tipos de madera, como el roble o el sarmiento de las cepas de uva.

La caldeirada es un guiso de pescado en que la ajada es uno de los hilos conductores. La ajada es una elaboración con ajo, aceite, pimentón, y vinagre o agua, que es un signo identitario de la coina de Galicia y el distintivo de muchos platos con el apellido “a la”. Mientras Amelia González, matriarca de Casa Solla (Poio) indicó cómo preparar una caldeirada de pura tradición con papa, el pescado cocido y la ajada, Iñaki Bretal (Eirado da Leña, Pontevedra), revisitó casi los mismos ingredientes, presentándolos de forma distinta, incluida una preparación de esa ajada en forma de gel. Un versión innovadora con casi idéntico sabor, pero diferente presentación, uno de los elementos que marca una de las diferencias más importantes de la cocina “tradicional” y la de “vanguardia”.

Gallegidad servida a debate

La convivencia simultánea de la tradición y la vanguardia es lo que hace rica a la cocina gallega y sobre esto cinco de los más influyentes de la más joven generación de cocineros gallegos sostuvieron un intercambio de ideas sobre la galleguidad a la mesa, en el que hubo un consenso sobre la necesidad de hacer hincapié sobre el producto autóctono como columna fundamental de la cocina con que se deleita al visitante, un eslabón entre la vanguardia y la tradición, que deben de convivir.

Pepe Solla (Casa Solla, Poio), reforzó esa teoría planteando que recetas consideradas muy gallegas no necesariamente se elaboran con ingredientes de Galicia, mientras que algunas creaciones con condimentos o influencias del mundo se construyen alrededor de materias primas gallegas.

Miguel Angel Campos (A Gabeira, Ferrol), remarcó la importancia del producto, que es un cimiento de la suya, en la que no hay distinción entre tradición y vanguardia, un binomio que deben dominar por igual las nuevas generaciones de jóvenes cocineros. Campos abogó por la necesidad de potenciar la producción de temporada en la cocina de cara al visitante, y por la sinceridad a la hora de ofertar a los visitantes calidad de producto, sirviendo solo recetas cuya materia prima esté en su óptimo punto de calidad.

María Varela (A Parada das Bestas, Palas de Rei) se atrevió con esa filosofía del producto, invitando a poner en valor aquellos no suficientemente valorados por su microidentidad regional o de temporada, como el queso de nabiza. Rafael Centeno (Maruja Limón, Vigo) abordó las posibilidades de potenciar la cocina tradicional perfeccionando su elaboración e invitó a los cocineros a rebuscar en su propia experiencia para recuperar sabores y olores de su niñe, convirtiéndose en transmisores de la herencia cultural a través del plato. En este sentido, Javier Oleros (Culler de Pau, O Grove) insistió en la necesidad de rebuscar en la despensa de ideas y recetas que el pasado olvida con el fin de recuperarlas en la construcción de un futuro gastronómico. Con esto en mento sugirió la deseabilidad de que los cocineros trabajen con equipos multidisciplinarios de antropólogos, historiadores para construir ese nuevo formato que trascienda el actual binomio de cocinero-producto.

Una despensa inédita

Diecisiete panes gallegos protagonizaron un túnel del pan coordinado por la Cátedra del Pan y el Cereal que la Universidad de Santiago de Compostela tiene en su campus de Lugo, un despliegue que permitió ver y probar panes más tradicionales o más creativos, elaborados por toda la geografía gallega, pudiendo descubrir sus propiedades órganolépticas, textura o formas distintivas. Asi, de Carral hubo un Pan do Camiño, elaborado por panificación de Da Cunha, alargado y con un delicioso punto de acidez, o un Pan do País, de Lugo, delicioso por su miga, o una Bolla de Centeno de Sarria, con diferentes matices de sabor. Un total de 17 referencias escogidas por la dirección de esta cátedra, fundada por el Grupo Panificadora Da cunha, que persigue la promoción, docencia e investigación sobre la materia prima. Para ensalzar aún más este producto pletórico de complejidad en su sencillez, el restaurante Filigrana, del Relais & Châteaux Quinta da Auga, realizó una comida de degustación con el pan gallego como protagonista.

Otra experiencia degustativa fue de la camelia, flor de temporada incorporada en un menú de frutos de mar que elaboró el chef Bretal en el Pazo Quinta da Cruz, un jardín botánico en el que hay también una bodega que elabora vinos de albariño. Su visita fue parte de la jornada complementaria de visitas al origen del producto como patrimonio de la cultura gastronómica gallega, durante la que también visitó una conservera de frutos de mar y otra planta de procesamiento de percebe.

La típica empanada gallega no pudo faltar en las jornadas que contaron también con un taller dedicado a esta receta emblemática, así como otra sesión dedicada al protagonismo de la sala en la restauración actual.

 

29 de abril de 2018. Todos los derechos reservados ©

 

 

 

La experiencia gastronómica como elemento de la experiencia turística adquiere cada vez más peso al momento de escoger un destino de viajes. No es la excepción Galicia, que en su tradición culinaria exuda una raíz auténtica que distingue lo propio y se inserta en los fenómenos territoriales con trazabilidad de origen. Excelente materia prima, talento creativo para transformarla, historias para sazonarla y una geografía donde disfrutarla forman parte de una oferta con larga trayectoria.

Por aquello de que el progreso está en el regreso, el Centro Superior de Hostelería de Galicia rebuscó en las posibilidades gastronómicas para el turismo e identificó al recetario tradicional gallego como fulcro alrededor del cual hacer pivotar su Tercer Foro Gastronómico de Turismo de Galicia, que recientemente se celebró en Santiago de Compostela con el objetivo de conocer, degustar, reflexionar y potenciar la rica esencia de sabores autóctonos, o al menos identificados con la Comunidad, como fuerza motriz de un turismo de calidad, que aspira expandir su peso en el territorio.

 

Gastroforum Turístico de Galicia

Rosa Maria Gonzalez Lamas. Fotos: Viajes & Vinos  (C)