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Y así, el 3 de octubre de 1910 se inauguró el hotel, ubicado en un enclave privilegiado de Madrid, cercano al Museo del Prado, la Plaza de Neptuno y el Parlamento, con 200 habitaciones iluminadas y salones, 100 cuartos de baño, porcelana de Limoges, cubertería de plata de Golsdsmith, cabinas telefónicas  junto a los ascensores de cada piso, sistemas de calefacción a vapor y, por supuesto, también con el Rey Alfonso XIII como invitado de honor.

En su momento fue un no va más de la hostelería, el primer hotel en Europa en tener servicio de habitaciones, que pronto se convertiría en uno de los grandes hoteles clásicos del mundo, por cuyo vestíbulo y estancias desfilarían desde espías como Mata-Hari que hizo del Ritz madrileño su hotel predilecto, hasta célebres artistas, políticos, diplomáticos, nobles, príncipes y Reyes que colmaron de prestancia y glamour a la hospedería, que tuvo una gran actividad durante la Primera y Segunda Guerras Mundiales gracias a la neutralidad española durante dichos conflictos.

En la Guerra Civil Española (1936-39) sirvió también de hospital, aunque sin interrumpir sus operaciones como hotel. Un conflicto tras el cual se renovó y continúo recibiendo huéspedes ilustres como los Duques de Windsor, Bill Clinton, Fidel Castro, el Rey Hussein de Jordania o Eva Perón. Apenas algunos nombres de una casi interminable lista que se dejó ver por su histórico vestíbulo y escalera, y en la que también hay alguna figura que prefirió pasar de incógnito en su visita a la ciudad.

Para mantener su vigencia, hace unos años cerró para una reforma integral que este verano refulgirá con renovado lustre cuando el emblemático hotel Ritz de Madrid reabra sus puertas como Mandarin Oriental Rita Madrid, tras la mayor restauración en sus 110 años de historia. La reforma supondrá una mejora significativa de las instalaciones y servicios del hotel, manteniendo a la vez su carácter único, propio del estilo Belle Époque del edificio original.

Rafael de La-Hoz, arquitecto español, ha proporcionado el contexto para la restauración histórica y el estudio de diseñadores franceses Gilles & Boissier ha tenido a su cargo el interiorismo, manteniendo el espíritu original del hotel, pero con prestaciones punteras.

El esplendor de las áreas comunes que eran punto de encuentro social o empresarial mientras huéspedes o visitantes disfrutaban alguna bebida o escuchaban relajadamente las notas musicales de su piano de cola se ha mantenido, incorporando valiosas piezas artísticas de la colección del Ritz, como candelabros de cristal, pinturas clásicas y esculturas.

Las habitaciones ascienden aún más peldaños en la escalera del lujo, con 153 habitaciones donde lo clásico y contemporáneo están en perfecta simbiosis. De ese total, 53 son suites de extra lujo que incluyen varias suites únicas con inspiración en las conexiones del hotel con Madrid, el arte y cultura española. A destacar dos nuevas suites, la Suite Real y la Suite Presidencial, con vistas al Museo del Prado, y unas nuevas suites en el piso superior, las Suites Mandarin, con balcones privados y vistas al Museo y a la Plaza de la Lealtad.

Pero además del componente estructural, quizás una de las piedras angulares de la renovada hospedería será la oferta gastronómica, que pasará a estar tutelada por el chef Quique Dacosta, quien tendrá bajo su responsabilidad la dirección gastronómica del hotel, incluido el desarrollo de los conceptos y operación de cinco restaurantes y bares del hotel.

Dacosta es un chef multiestrellado, con un restaurante que ostenta tres estrellas Michelin en su restaurante Quique Dacosta en Dénia, Alicante, y otro que tiene dos en El Poblet, en Valencia, además de otros espacios más casuales en esta ciudad y también en Londres, además de un catering que ofrece servicio en toda España. Como director gastronómico del nuevo Ritz perseguirá convertir a la hospedería en un referente español e internacional.

Como parte de la restauración de la propiedad se ha rescatado la cúpula cristal original del hotel, oculta por ocho décadas, bajo la cual se sitúa el Palm Court, un espacio que ahora albergará un restaurante de cocina clásica y en cuya parte alta que ha ganado notablemente luminosidad, trasfondo idóneo para servicee el  té en la tarde como era tradición en el Ritz.

En el bar del hotel, que a inicios de siglo XX hiciera célebre el barman Perico Chicote, se podrá disfrutar de la coctelería con el ambiente más cosmopolita de la ciudad. En el famoso y renovado jardín del hotel, el Ritz Garden, al que se podrá acceder desde la calle, el chef ofrecerá su versión más desenfadada, fresca y dinámica.

Uno de los puntos más exclusivos será el Champagne Bar para tan solo doce comensales. El restaurante insignia del hotel ofrecerá la propuesta más comprometida con el arte culinario que ha marcado el estilo de la cocina del cocinero, una oferta totalmente diferenciada a la que anualmente se crea en el restaurante tres estrellas Michelin de Quique Dacosta en Dénia.   

Una nueva piscina cubierta climatizada, otra de relajación, un gimnasio y una sala de tratamientos de belleza y masajes son algunos otros ingredientes del nuevo menú de facilidades y servicios del renovado hotel, que dispondrá también de salones para eventos, que también han sido remozados y para los cuales Dacosta también ha diseñado menús diversos para cada ocasión.

El Mandarin Oriental Ritz Madrid ubica en el “Triángulo de Oro del Arte”, un área definida por los museos más importantes de la ciudad: el Prado, el Thyssen-Bornemisza y el Museo de Arte Moderno Reina Sofía.

 

18 de enero de 2020. Todos los derechos reservados ©

 

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El jardín del Ritz Madrid tuvo casi por mascota un búho, que llegó a ese espacio con el objetivo de ahuyentar a los pájaros que acostumbraban comer la paella de los comensales en el jardín.

 

 

 

 

 

 

El Rey Alfonso XIII cenaba diariamente con Moët & Chandon y era un fanático de las papas fritas. Por eso no era inusual que disfrutara de las papas fritas con champán.

 

Entre las «ías» le gustaban la gastronomía, la cinematogafía y dicen que también algo de pornografía. Charmant, bon-vivant, comelón y gourmand, viajero y, además, Rey, tras haber recorrido extensamente Europa Alfonso XIII se había empeñado en convertir a la capital española en una metrópoli moderna y, como tal, también se había antojado de un «Ritz» para Madrid.

Muchas circunstancias económicas y sociales se confabulaban para ello, pero quizás la más importante era que en aquella Belle Époque de fines del siglo XIX e inicios del XX en que empezaba a moverse el monarca, los turistas adinerados de Europa del Norte y América empezaban a viajar a climas más templados, convirtiendo a Madrid en uno de sus destinos predilectos y uno donde pronto se hizo evidente que no había hoteles del postín de sus encopetados visitantes, lo que reforzó el convencimiento del Rey de que un gran hotel era imprescindible para hacer también grande a la ciudad.

Hombre de mundo, regeneracionista y un visionario sibarita muy al tanto de los problemas de su país, en 1908 Alfonso XIII encomendó al marqués de Guadalmina constituir una empresa para construir el hotel, la Compañía de Desarrollo Ritz, así designada porque su principal objetivo era «la construcción y explotación de un hotel de primera clase en Madrid, de importancia similar a la del Hotel Ritz de Londres y la del Ritz de París».

Fue una época en que tras la repatriación de capitales tras la Guerra del 98 y el rol de la banca en las primeras décadas del siglo XX la economía española empezó a recuperar a la par que iban desarrollándose tensiones en la sociedad y la metaformosis de Madrid estaba en plena ebullición.

No demasiado tiempo antes, el legendario hotelero César Ritz había empezado a revolucionar la escena hotelera internacional en tándem con el chef Auguste Escoffier, ayudando a consolidar el nombre Ritz como un referente de máxima hospitalidad. Calidad, exquisito servicio, aspiración, glamour, lo mejor de lo mejor y justo lo que quería el Rey para la ciudad, era lo que representaría el establecimiento, para el que que también se propuso traer al propio César Ritz para regentarlo, aunque no sería él, sino su equipo, el que asumiría el timón de su administración.

Así comenzó a forjarse el nuevo proyecto destinado sobre todo a la realeza y la aristocracia (su casi vecino Palace abierto dos años después se concebiría para una clientela con dinero, pero no necesariamente con títulos nobiliarios), con una importante inversión en mobiliario, en decoración, también en algo entonces innovador como la publicidad, siendo el primer hotel con presupuesto dedicado a las relaciones públicas.

Una nueva era para el Ritz de Madrid

 

Fotos: Ritz Madrid (C)