En esta edición:
Ribeira Sacra, hechizo de vinos
Ikarus, con alas de sabor
Forjando un mar de vinos en Rías Baixas
Casino Nights, un retorno al sabor de los fifties
Pabellón del Vino de V. Suárez en Puerto Rico
Viaje de cata por la Ribeira Sacra:
Dominio do Bibei, Guímaro, Ladredo, Regina Viarum, Proencia, Régoa, Algueira Merenzao, Ladeira da Mata, Ponte da Boga Merenzao, Viña Caneiro, Pena do Lobo, Almalarga, Verdes Matas, Vía Romana Barrica
DiVINIbriefs:
Rumores de restauración, Mejor sumiller dominicano, Gastro-coke, Malos augurios en Borgoña, Puerto Rico Coffee Fair, Sabor criollo rumbo a Taste, Acuerdos entre Chile y Bizkaia, Copa Jerez
Rieles entre viñas
Mágica Ribeira Sacra
Texto: Rosa María González Lamas. Fotos: Viajes & Vinos (C)
Situada entre el sur de la provincia de Lugo y el norte de la de Orense, Ribeira Sacra deriva su nombre de las ermitas y monasterios que abundan al final del río Sil, en cuyas riberas se enclavan muchas viñas de la denominación.
A los romanos se atribuye el inicio del cultivo de la vid y la producción de vino, que desde allí transportaban a Roma para consumo de los emperadores. Al declinar el imperio, también lo hicieron las viñas, que volvieron a florecer con el arribo de monjes a la zona y la evolución del Camino de Santiago, que hizo proliferar los monasterios, donde se introdujeron nuevas técnicas de cultivo y elaboración.
A fines del siglo XIX, la filoxera cambió el panorama, extinguiendo muchas vides y ocasionado una fuerte crisis económica que provocó una gran emigración. La producción de vid se restableció en la primera mitad del siglo XX, viéndose nuevamente interrumpida por la guerra civil española (1936-39), y una posguerra que hundió a muchos viticultores en una profunda pobreza, generando una nueva emigración que volvió a sumir en el abandono y hermetismo a muchas de las viñas de Ribeira Sacra.
La región se caracteriza por su topografía de montaña, que discurre en torno a los ríos Miño, Sil y un más escondido Bibei, y la distingue de otras denominaciones gallegas, obligando a practicar una viticultura extrema, con vides plantadas en escarpadas pendientes que bordean el curso de los ríos y son dominadas por minifundios.
Ribeira Sacra tiene unas 2,500 hectáreas de viñedo, que representan el 5.2% del suelo dedicado a la vid en Galicia. En 1993 se acogió a la indicación de Vinos de la Tierra y en el 96 se convirtió en denominación de origen. Tiene cinco subzonas: Amandi, Chantada, Ribeiras do Miño, Ribeiras do Sil y Quiroga-Bibei, cada una con perfiles demarcados.
Al contrario de las otras denominaciones gallegas, la mayoría de los vinos de ésta son tintos, primordialmente a base de mencía, una cepa que comparte con el Bierzo y que es de personalidad acusada que ofrece delicadeza y mineralidad. La mencía produce vinos perfumados de intenso color frambuesa, muy afrutados y florales, buenas dosis alcohólicas, posibilidades de crianza, y mucha seducción. Hay también blancos, donde se lucen la godello, la dona branca, la treixadura o la albariño, en mono o plurivarietales.
Hasta muy recientemente los vinos de Ribeira Sacra se hacían con un consumo local en mente, pero el arribo de una nueva generación de hacedores gallegos y de fuera de Galicia ha cincelado una nueva estirpe, con un nuevo enfoque que extrae todo el potencial de la mencía y otras cepas autóctonas gallegas, como las tintas brancellao, mouratón, sousón o merenzao, ensambladas en vinos de alta gama, mucho más complejos, estructurados, longevos e indiscutiblemente expresivos de su terruño y de quienes los elaboran. Muchas viñas viejas se han ido recuperando, protegidas precisamente por el aislamiento en que se sumergió la zona en la posguerra civil.
Aunque muchas bodegas aún se enfocan en volúmenes, cada día aumentan las que se decantan por menores rendimientos, pero mayor calidad. Podas en verde, selección de uva, despalillados cuidadosos y frecuentes remontados son algunos de los cuidados artesanales que empiezan a proliferar en las bodegas, al igual que más crianzas sobre lías, en barrica y en botella, y menos filtrados, que proporcionan a los vinos mayor estructura y potencial de envejecimiento, creando propuestas que combinan raigambre gallega, con calidad e innovación, y visión cosmopolita. Algo interesante es que el incremento productor de vinos con crianza en madera ha repercutido en una mejoría notable de los vinos jóvenes, sin madera, que componen el grueso de los elaborados en la denominación.
Han pasado varios años desde que pisé por primera Ribeira Sacra y han sido ya un par de vendimias las que he transitado en ascenso y descenso esos épicos bancales para recoger con mimo racimos de vid, seleccionar bayas y vivir en directo el proceso de su transformación en vino. Cada día me apasiona más esta tierra mística, que me sedujo para siempre con su divino hechizo de vinos.
Una bodega con marca
La cuenca del Bibei recorre algunas de las montañas más elevadas de Galicia lo que lo hace fluir casi escondidamente encajonado durante la mayor parte de su recorrido. Entre esas montañas conduce con certeza la enóloga Laura Lorenzo, acariciando a su paso por la carretera paisajes de vid colgados del cielo. Por que así es como describen a Dominio do Bibei quienes, como Laura, miman las uvas y dan vida a sus vinos. Como a un trozo de tierra único enmarcado en un paisaje, que quiere transfundirse en botella.
La bodega, fundada en 2002, nació por iniciativa de gente con orígenes en ese terruño y una vocación por volver a dar una vida en el siglo XXI a un espacio ancestral y perdido, del que nacen vinos elegantes, con vocación de guarda y carácter de frescura atlántica, que buscan transmitir no sólo el carácter de la uva, sino de todo su entorno y circunstancias. Desde el suelo donde se plantan las cepas hasta el cielo que las cubre.
“Ahora ya se puede elaborar, compramos cada vez menos uva”, explica con pausa y pasión la enóloga y bodeguera al comparar una viña actual con mayor producción a la limitada de los inicios, que generaba apenas pocos cientos de botellas de algunas etiquetas, impidiendo dar al proyecto demasiada difusión que generase una demanda que no se pudiera satisfacer. Además intentaban conocerse, lo que podían dar en la viña y en bodega, explorando incluso territorios ignotos de cepas y elaboración.
Un arcoiris de color marca a los tutores que identifican las variedades en viña para facilitar su identificación por tipo de cepa. Garnachas viejas en azul. Mencías en rojo. Mouratones en gualda. Y entre cepas, un suelo verde sin podar, plantas silvestres, una especie de ecosistema biodiverso en el que los microorganismos que moran entre hierba y raíces benefician a la vid. La agricultura es razonada y prescinde de herbicidas, prefiriendo productos de contacto y, en lo posible, los aprobados por la agricultura ecológica.
Un poco más distante y elevado a 650 metros, precedido de un lentísimo ascenso por la carretera de casi un hilo de espesor, un jardín de uva godello intercalado con un suelo verde por el que se escapan sonrisas florales blancas y amarillas, incluso algunas comestibles, como la muruxa, que pincelan de color y alegría la viña. Y el rumor del río Bibei, siempre en el trasfondo rompiendo el silencio, en un marco apacible de castaños, encinas, alcornoques y freixos, árbol que da nombre a una de las viñas.
Además de la albariño y la godello, de la que se plantarán más cepas, en las viñas en blanco también dona branca, colgadeira y palomino. Y pronto treixadura. En la altura, alguna vaca atravesada en el horizonte y, más cerca, solitarios lagares antiquísimos que van surgiendo por entre el viñedo, y que es posible que la bodega restaure y utilice en el futuro para facilitar la vida a los trabajadores en la viña. Un contacto con tradiciones ancestrales que casi rememora los territorios de los hobbits cinematográficos.
En descenso trepidante, otra viña. Como las nuevas, plantada en espaldera para facilitar el trabajo entre las pendientes de bancales. Se trata de Eiros, con tres añitos, donde se cuecen brancellaos. Una tinta de ciclo largo, que da vinos con mucho grado, poco color y buena acidez que regalan notas especiadas en boca y exotismo oriental.
Además de esta cepa aún escasa, sousones, mouratones, caíños tintos, garnachas tintoreras, gran negro (vella da caxata) y mencías, procedentes de diversas subzonas de la denominación, y, por ende, con expresiones diversas. “Lo que queremos dar a la gente es un pedazo de tierra. El futuro es elaborar con mayor especificidad por terruño. Vinos que expresen un lugar”, indica Lorenzo.
Entre ese paisaje de viñas sobresale un “lagar” mayor, estructura minimalista integrada en el paisaje y concebida, como los bancales, en niveles que descienden, pero que desde el suelo parece erigirse como una moderna fortaleza blanca colgada en las alturas. Una estructura que sigue el concepto de los bancales, por terrazas, para poder trabajar y trasladar al vino, suavemente, por túneles y escaleras que conectan los niveles, de arriba a abajo. Y una especie de fuente sobre la nave de blancos, para que el agua ejerza un efecto refrigerante.
La arquitectura interna pasa por un espacio de vinificación, íntegramente en madera, y otros de crianza divididos en dos alas, la blanca y la tinta. La primera incluso con huevos de hormigón que dejan la sensación de nave espacial. Allí, bajo la asesoría enológica de Sara Pérez y René Barbier, hijo, han ido naciendo y consolidándose diversas etiquetas y experimentando en la vinificación de algunas uvas, de cuya evolución hemos sido testigos privilegiados a lo largo de los años. Un proyecto con una familia más grande, que en bodega conforman Laura, Suso, el viticultor, Ali, capataz de la viña o Javier, el propietario.
Una cata con raíz
Un paseo por las barricas para una cata en día raíz, recorre blancos del 2009 procedentes de diversas parcelas que todavía se crían por separado. Contrastes entre cada barrica, godello de O Freixo con notas a piña, muy meloso y redondo; otra barrica, menos frutal y con mayores residuos de crianza; godello de O Navallo que resalta matices más a pera y a plátano, que a miel; albariño de O Freixo donde los recuerdos son más herbáceos; colgadeira, con una interesante nariz de pera, pero boca un poco plana. También criándose el godello que dará vida al Lapena, y al que aún le falta al menos un año de recorrido. Todo trabajado con pie de cuba.
En el ala tinta reposan en penumbra barricas de mencía de la pasada cosecha. La de la finca O Navallo, fermentada en fudre y criándose en barricas de quinto año, mucha frescura de fruta roja, turrón y almendra en boca. La de la finca Galga, un suelo más ferroso, mucha más potencia. Mencías de más de seis décadas de la zona de Mendoia, a unos 700 metros de altitud, con una boca menos expresiva.
Y después otras curiosidades del 2009, el mouratón, en solitario, una variedad muy delicada con buena acidez y bajo alcohol, que se percibe menos concentrado que la mencía, pero que en boca se expresa más frutal, con mayor cuerpo y redondez.
La bodega no persigue vinos de alto grado, con mucha madera nueva o sobre extracción, sino que busca la elegancia, la complejidad que otorgan las crianzas, la mineralidad, la frescura y la fluidez. Entre 60 y 70 mil botellas de producción anual.
En lo más bajo, en sus entrañas, un espacio silencioso e imponente, de reducida iluminación, techos catedralicios y líneas rectas donde se cata y se guardan con solemnidad las botellas de vino. Un cultivo de historia para el porvenir.
Bodega Dominio do Bibei
Subzona Quiroga-Bibei
Lapola 2007
Una cosecha en que se ensamblaron dona branca y godello, y pizcas de loureiro, y que entrega una deliciosa nota almendrada en nariz, una buena acidez, boca grasa y mucha estructura.
Lapena 2007
Un ensamblaje de 90% godello y 10% albariño, que se cría en madera vieja y está concebido con vocación de guarda. Muestra una mayor complejidad organoléptica con notas más melosas y a plátano, intercalados con registros de flan y regaliz. Es fino y graso, con una excelente acidez que aporta la porción de albariño.
Dominio do Bibei Mouratón 2006
Una estructura muy borgoñona con tonalidades menos intensas, más translúcidas y una nariz con marcada fruta roja, notas torrefactas más evidentes, mucha redondez, personalidad y mayor peso en boca que su contraparte de Brancellao. Sólo 300 botellas.
Por ser sólo uva autorizada y no preferente, el monovietal del mouratón debe de embotellarse como vino de mesa.
Dominio do Bibei Brancellao 2006
Apenas 600 botellas de esta añada cálida de estructura ligera y finura en nariz con recuerdos florales, y menta y fruta fresca en boca. Apenas 300 botellas en la cosecha 2005.
Lalama 2008
Una añada fría y con poca cosecha. Una nariz potente, con notas a frutas y a inciensos, finos recuerdos a madera y taninos aún con algo por pulir.
Lalama 2006
En el ensamblaje de la primera cosecha de esta etiqueta, la del 2002, había más garnacha y también una presencia de mouratón, que a partir del 2005 menguaron para dar un mayor paso a la mencía. La añada 2006, muy calurosa y seca, procedente de suelos de texturas pizarrosas, arcillosas y graníticas con cepas de entre 15 y 100 años, es balsámica y frutal, con finos ahumados, notas tostadas y recuerdos especiados a curry. 85% mencía, 7% garnacha tintorera, 6% brancellao y 2% mouratón.
Lacima 2006
Mencías de tres viñas de entre 50 y 100 años de suelos con marcada mineralidad, regalan un vino potente en boca que surgió de una muy cuidada selección de uva, grano a grano, fermentación en madera y crianza sobre lías en barricas de roble francés nuevo durante 20 meses. 18 meses adicionales en botella.
¿Dónde comprar? Lavinia, El Club del Gourmet de El Corte Inglés; Terroir Santo Domingo (Republica Dominicana).
Adegas Guímaro
Subzona de Amandi
Los pinares escoltan hasta el pedazo de bosque donde se esconde una bodeguita llamada Guímaro. Entre cinco y seis hectáreas de viña propia de las que surgen unas 70 mil botellas, de las que unas cinco mil pasan por barrica.
Pero lo realmente interesante son los impresionantes viñedos de donde nacen los vinos a orillas del Cañón del Sil, viñas en pendientes escalofriantes conducidas en bancales ancestrales, y que pronto se ampliarán con tres nuevas hectáreas de viñedos que se destinarán a plantar variedades autóctonas gallegas y que construirán quienes dieron forma al Priorato. Un proyecto con planes de completarse este mes de junio.
Guímaro se refiere a los primeros ciudadanos que tuvieron que pagar impuestos al Conde de Lemos, una figura asociada a Monforte, no lejos de los dominios de la bodega. Eran rebeldes e inconformistas, buen descriptivo para las manos que elaboran vinos en el marco de la bodega.
Porque además de los propios, que con excelencia tiene a su cargo Luis Buitrón, en Guímaro hay espacio para albergar a otros grandes hacedores como Dirk Niepoort (Ladredo) o Raúl Pérez (El Pecado), cada uno con su parcelita, una mirando a la otra (Ladredo orientada a naciente y El Pecado aponiente) y vinos cotizadísimos a nivel internacional.
“Estáis contemplando dos mil años de historia”, señala Pedro Rodríguez, dueño de Guímaro, en una de las espectaculares viñas que dan vida a sus vinos.
La producción de Guímaro se mueve en blanco y tinto. Un muestra de tinto en rama del 2009 sacada de depósito manifiesta un intenso color magenta, frambuesa, potencia y mucha estructura. Es un vino limpio en nariz y que únicamente pasa por acero inoxidable. Otro, fermentado en madera y destinado a crianza, tiene también intenso color, mucha estructura, incluso notas tostadas.
Pedro y Luis piensan que el futuro de la Ribeira Sacra pasará por potenciar más los vinos jóvenes, puesto que los barricas, por su costo, hacen la competencia entre vinos más dura. “Los jóvenes son los que dan de comer; los barricas son apuestas a largo plazo”.
Guímaro 2007
80% Godello, 15% treixadura y 5% dona branca procedente de suelo pizarroso y que se fermenta y cría en madera. La bodega utiliza roble francés y americano. Tiene buena acidez y persistencia aunque las notas tostadas opacan un poco la fruta.
Guímaro 2009
Un fantástico mencía joven ensamblaje de varias parcelas y que se ha macerado por un tiempo más prolongado para lograr mayor extracción. Recién embotellado muestra una discreta nota inicial ahumada que da paso a una explosión de frambuesa y una estructura ligera y muy fácil de beber.
Guímaro Barrica
Un vino elaborado con cepas antiguas y en el que se busca la identidad de la parcela. Más intenso de color, destaca por sus notas balsámicas y a eucalipto.
Guímaro B1P 2007
Otro mencía sobresaliente que es un equivalente a otro tinto de postín, El Pecado. Uvas procedentes de suelos pizarrosos en que 40% de la uva entra entera. Se somete a una larga fermentación con vinificación en madera. Destaca por sus tostados y notas animales. Un vino para guardar.
El Pecado 2007
Dice Raúl Pérez que de todos los lugares donde elabora en la Ribeira Sacra es donde se siente más cómodo. En las facilidades de Guímaro elabora un mencía que para los que prestan atención a las puntuaciones vale señalar que en más de una ocasión ha recibido 98 puntos de The Wine Advocate siendo uno de los vinos españoles mejor puntuados. Se trata de un vino muy personal El Pecado, un proyecto que empezó hace unos años como una afición experimental y que hoy está considerado una de las mejores expresiones de la región. El vino conjuga fruta y terruño con notas a mora, a tierra y trufas eslabonadas con finura. Para “purgar” El Pecado, La Penitencia, la nueva etiqueta que Pérez comenzará a elaborar en otra bodega, Cha do Couso, en la subzona de Quiroga Bibei, donde se elabora otra interesante etiqueta, Alcouce, en versiones tinta y blanca.
Viñas en el Cañón del Sil, desde Regina Viarum. Foto propiedad de Viajes & Vinos. (C)
Adega Proencia – Tomás Arias Fernández
Subzona Amandi
Un trayecto plagado de ovejas, de viñas viejas aún sin podar, y ancianas casas de piedra con tejados derruidos conduce al hogar de Proencia, en Sober, enclavado en una de esas casas antiguas a orillas de la carretera que se ha convertido en el espacio tradicional de muchas bodegas gallegas. Muy representativa de lo que era la denominación Ribeira Sacra en sus inicios, una bodega familiar de capacidad media.
Aunque desde hace décadas elabora vinos de sus propios viñedos, Proencia se fundó como bodega en 2000. Sus propietarios habían adquirido viña porque tenían amigos y conocidos en Madrid que gustaban del vino de Amandi, con lo que decidieron emprender un proyecto de elaboración comercial. Recuperaron viejos bancales y los replantaron con mencía. El símbolo de la bodega reproduce unos petroglifos hallados en la finca Proencia.
La bodega tiene dos hectáreas en propiedad y 90% del vino procede de uva propia, toda mencía, cultivada entre 300 y 400 metros de altitud, vinificada en una especie de ala garaje y criada en un sencillo espacio de piedra en los bajos de la casa familiar.
Contrario a otras de la denominación, Proencia sólo elabora tintos. La producción de 17 mil botellas de vino joven y barrica la moldea el enólogo Luis Buitrón, a cargo también de otros proyectos en la denominación.
Proencia es una de las últimas bodegas en vendimiar en Ribeira Sacra. La filosofía de vinificación es buscar una mayor extracción fenólica, estabilidad y vinos de más largo recorrido.
De esta bodega de Amandi se destaca un sobresaliente Proencia joven, que en su cosecha 2009 es potente y frutoso. Cabe destacar la mejora significativa que los jóvenes sin crianza en madera de la denominación están manifestando, tendiendo a unos vinos más estructurados.
Interesante por demás que comparado con este joven, el Proencia Barrica 2007 no manifieste de manera remarcada esa crianza. Los Barrica pasan entre año y año y medio en contacto con la madera.
Regina Viarum
Subzona Amandi
Al dorso y costado de Regina Viarum se disfruta de una de las panorámicas más impresionantes del Cañón del Sil. Desde la altura en Amandi, las viñas se van deslizando por la montaña hasta volverse minúsculas hileras en lontanza, más o menos frondosas según la época del año.
Regina Viarum toma su nombre de la vía regia, apelativo con el que los romanos se referían a uno de sus más importantes caminos, la Via Appia. Galicia es el destino del 98% de la producción de esta bodega capacitada para procesar 300 mil kilos de uva.
Pablo Ibáñez es su enólogo, quien, al igual que sus colegas, es tan apasionado por lo que produce la denominación que es indistinto que sea él quien presente sus vinos, como que lo hagan los otros. Así de fluida es la relación entre elaboradores. “El vino da sentido a la vida en medio de un entorno que ha sufrido tanta escasez”.
El objetivo de la bodega es elaborar vinos que sepan transmitir la esencia histórica de la elaboración y terruño que les da carácter. Para ello dos tipos de elaboración contrastante, una que propende a vinos con mayor color, extracto, estructura y persistencia en boca, y otro de vinos con menor intensidad de color, aromas más afrutados, cuerpo y estructura más ligeros, como los vinos tradicionales de la denominación. De este modo surgen varios estilos que varían en grado alcohólico, con un promedio de 13.5 grados.
Pablo no tiene preferencia en materia de levaduras, y le es indiferente si se usan o no levaduras autóctonas. En cuanto a uvas, plantea un reto en la denominación: “En Ribeira Sacra, la materia prima es muy cara y no toda equiparable en calidad. Para coger uva buena, también hay que comprar uva que no lo es tanto”. En el futuro, preocupa el envejecimiento de la población de viticultores.
A partir de los criterios de vinificación, Regina Viarum elabora una etiqueta blanca, el Regina Viarum Godello y cuatro tintas a base de mencía: Via Appia, Via Imperial, Regina Viarum y Regina Expresión.
Los dos primeros son vinos que buscan expresar mayor frutosidad y de tonos más intensos. Los Regina tintos pretenden mayor complejidad organoléptica y notas minerales.
El Regina Viarum 2008 es fresco, frutoso, estructurado y de trago fácil. Su contraparte, el Expresión 2007, se elaboró con uvas que proceden de pizarra descompuesta sobre roca madre. Tuvo una crianza de nueve meses en roble francés, que entregó un vino no demasiado expresivo, y más tendiendo a la sedosidad y ligereza.
Reto regulador
La DO Ribeira Sacra acepta varias categorías especiales en sus etiquetas. Ribeira Sacra Summum responde a los blancos y tintos elaborados, respectivamente, con al menos 85% de las variedades blancas o tintas preferentes. En el caso de éstas últimas al menos 60% debería consistir de la variedad mencía.
Los vinos podrán usar también el término Barrica cuando permanezcan al menos seis meses en barricas de madera que no sobrepasen los 500 litros, en el caso de los tintos, y tres meses en barricas que no sobrepasen los 600 en el caso de los blancos.
Algunos bodegueros de la denominación piensan que la legislación no está respondiendo al trabajo que realizan muchas bodegas ---especialmente las que apuestan por los mercados internacionales--- para intentar extraer todo el potencial a los vinos de la Ribeira Sacra. Una de estas limitaciones atañe a los envases utilizados para las crianzas, restringida sólo a envases de madera que no excedan los 600 litros. Esto, para poder utilizar el término “barrica” en la etiqueta.
Así, conforme lo estipulado en el reglamento, no se pueden contabilizar los tiempos de crianza que los vinos pasen en otros envases, como pueden ser los de acero inoxidable, hormigón, fibra de vidrio o madera en exceso de 600 litros, lo que induce a una desinformación del consumidor que está recibiendo una información sobre tiempos de crianza que no se ajusta a la realidad de lo que elaboró una bodega. De esta manera si un vino se crió en envases de madera de dimensiones mayores a los 600 litros autorizados por el reglamento del Consejo, su tiempo de estancia no podrá contabilizarse como crianza, para los efectos de la clasificación “barrica”. Tampoco podrán considerarse crianzas en otro tipo de envases que no sean barricas ni botellas, cada vez más habituales en otros países productores. De ahí que ya haya algunos elaboradores que han preferido retirar sus vinos del amparo del marco regulador del Consejo, para comercializarlos como “vino de mesa”.
Por otro lado, el uso como monovarietal de uvas autorizadas para mezclas, pero que no son preferentes, impide a algunos elaboradores sacar sus vinos bajo el amparo denominacional, con lo que las bodegas se ven obligadas a comercializar estos vinos como “vinos de mesa”. El reglamento del CRDO considera como variedades preferentes la loureiro, treixadura, godello, albariño, dona branca y torrontés en el caso de las blancas, y la mencía, brancellao, merenzao, sousón, caíño tinto y tempranillo en las tintas. También están autorizadas las variedades tintas mouratón y garnacha tintorera (alicante bouschet).
Un reto importante que han planteado algunos enólogos es lograr crear para la comunidad un centro validador que evite el que los bodegueros tengan que enviar sus muestras a centros fuera de Galicia en caso de requerir de validaciones de organismos oficiales.
1985 El Origen 2007
Adega Pincelo
Subzona Chantada
Un mencía sin pretensiones pero redondo, con buen corte, estructura, sedosidad y fruta. Destaca la facilidad de su trago.
Vía Romana Barrica
Bodega Vía Romana
Subzona Chantada
Mencía con siete meses de barrica que refleja una nariz fina, cremosa, con notas de vainilla, fresa y cereza. Su estructura es ligera y su acidez un poco marcada.
Ponte da Boga Merenzao 2007
Adega Ponte da Boga
Subzona Chantada
Primera añada de un monovarietal de esta uva que muchos descartaban por no aportar color ni taninos. El Ponte da Boga Merenzao es muy logrado, un vino muy goloso, con aromas a confitura de frambuesa y una buena estructura en boca, y un fin potente, largo y especiado.
Ladeira da Mata 2008
Adega Alfer
Subzona Quiroga Bibei
Este mencía que procede de suelos pizarrosos es de denso color púrpura y destaca por su mineralidad con notas de talco y grafito y por su intensa potencia a pesar de no haber pasado por madera. Evoca incluso aromas cenizos. El vino no se filtra. Su potencia lo hace un vino más propicio como acompañante de comida que para beber sólo.
Castro Caldelas, en la Adega Ponte da Boga,
En ruta de la vendimia 2009
Colaboración de: Dominique Roujou de Boubée, enólogo
El 16 de septiembre del 2009 comenzó la vendimia en Adega Ponte da Boga, DO Ribeira Sacra (Orense) con 10 días de antelación respeto al año anterior. Lo más insólito es que son tres variedades que invitamos el mismo día a entrar en el baile: la blanca y temprana albariño procedente de suelos arcillosos de Quiroga, la tinta y no menos temprana merenzao de nuestros bancales de esquistos de Costa de Alaïs, y la tinta, y normalmente más tardía, mencía de un pago precioso en Amandi, en unos de los viñedos más vertiginosos que existen.
Después de un frío y lluvioso invierno, como hace años que no se había visto, llegó una primavera notablemente más lluviosa de lo normal (sobre todo junio que recibió más del doble de los valores habituales) pero también más cálido. Aquí es donde se ve la superioridad de estos suelos de esquistos que tenemos por la zona. Son suelos muy drenantes que evitan el encharcamiento del agua. Aún así, la suma de tanta agua y las escorrentías que creó se llevó mucha tierra y dañó varias de estos preciosos muros que delimitan los bancales. Era curioso ver viñas del borde del bancal con las raíces al desnudo, mantenidas como por magia en el aire. Nunca la denominación “vino del cielo”, famosa para el vino de Ribeira Sacra del sector de Amandi, había sido tan real con unas viñas literalmente suspendidas en el cielo. En nuestros viñedos, la instalación de una cubierta vegetal hace algunos años nos permitió entrar en los bancales en (casi) todo momento, hecho imposible antaño con semejante pluviometría.
El principio de verano fue desgraciadamente conforme e incluso peor a lo que conocimos el año previo, lluvia, temperaturas no muy altas y poco sol, nunca más de tres a cuatro días seguidos. El mes de julio fue más frío, 2ºC menos que de costumbre, y el más lluvioso del último periodo de 1973 al 2003 (¡73 L contra 13,5L!). La presión de enfermedades y plagas era menos intensa que años anteriores, entre otras cosas por el invierno frío que hizo, pero este tiempo perturbado nos dejaba preocupados, además de atrasar algunos trabajos pendientes en el viñedo (trabajos en verde, empalizamiento de viñas nuevas o jóvenes, cuidado de la cubierta vegetal, mantenimiento de bancales). Pero a final de julio se instaló el sol definitivamente, como por la mayor parte de España, pegando fuerte.
Agosto fue cálido (pero no más de lo normal) y más seco (cuatro veces menos precipitaciones que en los últimos 30 años). Lo que se podía convertir en una (relativa) pesadilla para zonas más meridionales se convertía en un regalo para nosotros. Obviamente, no vamos a negar que tuvimos algunos racimos, los menos protegidos por el lado del poniente, quemados por el caluroso sol de agosto. Pero en una DO donde otros años el denominador común había podido ser una madurez un poco límite, añadido a un estado sanitario no siempre perfecto, sólo podemos alegrarnos de estas condiciones.
En la segunda semana de septiembre, era muy interesante probar las uvas de mencía con todo el abanico de maduración que ofrecía este año, desde el grano todavía turgente, el grano reblandecido, el grano un poco arrugado hasta el grano pasificado y luego seco. La uva mencía, como la gran mayoría de las uvas de vinificación, no tiene el carácter del vino. Aún así, sólo hablando del aroma y del sabor, se percibían muchas diferencias entre los distintos estados citados más arriba. El grano turgente, pero maduro, era un poco soso (llegamos a percibir unos matices a frutos rojos tipo frambuesa) pero con muy buena frescura, con su acidez refrescante. Al refractómetro, solió tener de media unos 12,5º de alcohol probable. El grano reblandecido tuvo un poco menos de acidez pero todavía buen equilibrio entre azúcar y acidez, con una pulpa que parece más concentrada. Además del discreto aroma a frutos rojos, teníamos toques especiados. Subimos a unos 13-13,5º de alcohol probable. El grano arrugado tenía un sabor más intenso a mermelada de fresa e higo fresco y le empezaba a faltar la acidez. Es más agradable de comer pero expresa menos tipicidad de la variedad y, por tanto, distante de lo que consideramos apto para elaborar un vino de terroir. Este grano sube a los 14,5º-15º de alcohol probable. Por fin, en el grano pasificado ya no se detectaba nada de tipicidad. Sólo destacaban los aromas a higo seco, ciruela seca, a pasa y a frutos secos. Era empalagoso. Tenía de 17º de alcohol probable por arriba.
Como los grandes vinos sólo nacen de una uva perfectamente madura, lo que es muy distinto de sobre-madura, en nuestro pago de Costa de Alaïs donde nace nuestro vino de 100% merenzao y nuestra apuesta más sofisticada y elegante por la mencía, un vino llamado Alaïs, tuvimos que adaptarnos al estado de la vendimia de este año. Primero formamos los vendimiadores para que removieran los granos pasificados dentro de un racimo. Luego, les pedimos dejar las uvas más deshidratadas en la cepa, para sólo vendimiar lo que se encontraba a madurez óptima y obtener la expresión más pura de la mencía y de la merenzao. Variedades en estado puro. Este sacrificio nos supuso una pérdida del 20% para la merenzao y del 8% para la mencía. Creemos que es el precio que hay que pagar por hacer el vino que se merece este terroir.
Después de estas parcelas más tempranas, el 19 y 20 de septiembre vendimiamos la godello de suelos arcillosos y de esquistos de Quiroga y también la de las laderas de esquistos de Abeleda. Temíamos que un mes de agosto cálido y seco hubiese podido “quemar” el discreto aroma de esta uva, pero no fue así. El inicio de fermentación adelantó un aroma fresco, floral y bastante intenso. La uva no presentaba nada de dilución, todo lo contrario, y la piel ya no era tan espesa como cuando vendimiamos. Sobre todo, había mantenido una buena acidez, en cantidad comparable a otros años, que nos permitió elaborar un vino blanco con esta vivacidad que firma su identidad.
Ese mismo fin de semana, del 19 al 20 de septiembre, vendimiamos la mencía de dos viticultores muy especiales. Ambos tienen en común de mantener el cultivo de la viña en unas zonas “olvidadas”, unos bancales preciosos, difíciles de trabajar. Uno con viñas relativamente jóvenes que está reformando en parcelas caídas en el olvido, cuando todo el mundo les abandona para irse más abajo, hacía el fondo del valle más fértil, más productivo y más rentable. Otro con viñas muy, pero muy viejas (nos habla de algunas cepas de 150 años, ya que tanto él como antes su padre siempre les han visto aquí y que nunca se replantaron), como un desafío a la lógica actual de ir a lo más fácil. Con ellos y con otros más adelante, queremos apoyar los esfuerzos de estos hombres y mujeres que hacen posible que todavía existan verdaderas joyas vitícolas. A cada uno queremos aportar una ayuda específica en función de sus necesidades, que sea técnica, humana o material, para que cada uno encuentre la fuerza de seguir adelante y que no perdamos el patrimonio que hace la fuerza y la belleza de nuestro viñedo. Este es el punto inicial de un proyecto nuevo que estamos desarrollando en Adega Ponte da Boga y del que tendremos oportunidad de hablar más adelante.
El 23 de septiembre cosechamos nuestra nueva plantación de brancellao procedente de pequeños bancales preciosos de una o dos filas, nada más, por culpa de la pendiente tan pronunciada de esta zona. Esta uva autóctona, que por desgracia se está perdiendo, es capaz de dar vinos finos y muy elegantes, con mucha personalidad. 2009 marcará la primera cosecha de esta plantación (producción escasísima de 300 g por cepa) y el arranque de otro proyecto que nos importa mucho: la recuperación de variedades autóctonas. Después de nuestra apuesta por la merenzao hace ya varios años, la brancellao y la sousón vienen a completar, de momento, nuestro catálogo ampelográfico. La sousón es una variedad muy tardía y también de poco rendimiento, 300-400 g por cepa también. Si nuestras invitadas de este año, brancellao y sousón, nos reservan buenas sorpresas, a lo mejor tendremos un vino nuevo para presentaros en 2010, un nuevo capricho en forma de revancha del terroir de Ribeira Sacra.
Texto: Rosa María González Lamas.
Foto superior propiedad y cortesía de Hangar-7. Prohibida su reproducción.
IKARUS, con alas de sabor
En tierras de vals y las prodigiosas notas de Mozart, surge una maravilla arquitectónica en la que los sabores del mundo constituyen un pilar fundamental con alas mágicas para emprender un periplo por lo más selecto de la cocina internacional, en tierra, pero entre artefactos aéreos.
Se trata de Hangar-7, una impresionante construcción vanguardista de cristal y acero en forma de ala ubicada en el aeropuerto austríaco de Salzburgo, donde conviven arte, pasión, tecnología, un refinado estilo de vida, y una inusual colección de aeronaves, la de los “Flying Bulls”, que congrega piezas históricas restauradas, de las décadas del 1940 y 50. Estas instalaciones, que forman parte del complejo aeronáutico de Red Bull, se crearon por el deseo del presidente de la compañía, Dietrich Mateschitz, de promover y fomentar las actividades lúdicas y de ocio en consonancia con los valores que Red Bull representa.
Pero además de este museo aéreo, Hangar-7, es un espacio con vida, donde también hallan cabida un espacio para exposiciones de arte contemporáneo y uno de arte más efímero para sibaritas, Ikarus.
En alta cocina, Ikarus pretende volar tan alto como los míticos sueños que inspiran su nombre. Ikarus es un restaurante de funcionamiento singular, asesorado por el gran cocinero Eckart Witzigmann y su pupilo Roland Trettl, que se guía por un concepto único en el mundo: ser anfitrión cada mes de un cocinero invitado de renombre internacional. Así, desde su creación en 2003, por las cocinas de este singular aeropuerto gastronómico aterrizan y despegan todos los meses cocineros de los cuatros continentes, de la talla de Jean-Georges Vongerichten, Grant Achatz, René Redzepi, Alex Atala, Carlo Cracco o Ken Oringer, quienes exponen su particular interpretación de la alta cocina, en un decorado con una flota de aviones históricos. De este modo, el comensal puede realizar un tour gastronómico alrededor del mundo, a través del hacer de los prestigiosos chefs invitados. A su vez, el equipo culinario del restaurante se expone a una experiencia académica extraordinaria, sin tener que salir de Salzburgo.
Para este programa verdaderamente cosmopolita, el chef ejecutivo Trettl visita de antemano los restaurantes de cada uno de quienes serán chefs invitados, a fin de empaparse de su filosofía y estilo culinarios. En conjunto se seleccionan quince de los platos más emblemáticos del cocinero, quien viaja a Salzburgo al estrenarse cada mes para guiar a Trettl y a su equipo en la preparación de los menús, a fin de comunicar cómo transmitir las sutilezas gastronómicas y culturales de sus platos. Con los cocineros invitados llega también un equipaje de ingredientes locales, que ponen al comensal en contacto con los productos que podrían comer si estuvieran en los establecimientos de cada cocinero invitado.
Así, el español Marcelo Tejedor (Casa Marcelo, Santiago de Compostela) llevó un bagaje de materias primas de la geografía gallega, como las algas, la merluza del Puerto de Celeiro, la vieira, hortalizas, carnes, quesos y verduras con indicación geográfica de calidad, así como vinos de su entorno con los que se armonizaron sus confecciones. Incluso la harina para que en Ikarus pudiera confeccionarse a diario el pan, a la usanza de su propio restaurante.
El programa de cocineros invitados para 2010 incluye, además de a Tejedor, a los españoles Joan y Jordi Roca, cuyo El Celler de Can Roca recientemente obtuviera su tercera estrella Michelin; el suizo Heiko Nieder; el sudafricano David Higgs; Aven Elverfeld y Cornelia Poletto, de Alemania; Nicolas Schneller y Supanut Khanarak, de Tailandia; el holandés Sergio Herman; Mauro Colagreco, de la Côte d’Azur francesa; los austríacos Heinz Reitbauer, Thomas Dorfer y Joachin Gradwohl; y el finlandés Hans Välimäk.
Ikarus cuenta también con un menú de creaciones propias de Trettel, una chef’s table para VIPs y huéspedes especiales, y libros de cocina con las recetas de los cocineros invitados. Cerca del fin de cada año se congregan los doce cocineros invitados de ese año, para confeccionar en conjunto un menú para unos 250 comensales, con un plato de cada cocinero. Este evento, Ikarus Night, se ha vuelto toda una tradición, en que además de la cocina, se realizan otros espectáculos alrededor de las aeronaves. El evento se realiza a beneficio de la Fundación Wings for Life, que dona los recaudos para investigación en lesiones de la espina dorsal.
Además de Ikarus, en el primer nivel del Hangar-7, el complejo tiene el Mayday Bar, como la clave de salvamento, donde aviones en miniatura interpretan acrobacias alrededor de copas y vuelan mensajes alrededor de los clientes; el Carpe Diem lounge; y el Threesixty, un bar que cuelga del techo y a través de cuyo suelo de cristal puede verse toda la colección de los Flying Bulls.
Forjando un mar de vinos en Rías Baixas
Allá en Galicia conoció a Rodrigo. Y a sus uvas. Les presentó un amigo en común y le empezó a comprar uva para Sketch, un albariño inventivo, de garaje, que Pérez decidió crear bajo el mar gallego, para lo cual incluso aprendió a bucear. Poco a poco se fue estrechando la relación con Rodrigo hasta que llegaron a un acuerdo de colaboración en el que forjaron en el Salnés una fusión de erres e inquietudes y, como las dos de Rolls-Royce, una bodega literalmente de garaje: Forjas do Salnés.
“Raúl empezó este proyecto con pavor. Yo tenía cepas de caíño tinto y estaba empeñado en elaborar tintos, no albariños, porque al fin y al cabo Rías Baixas siempre fue tierra de tintos; los albariños sólo despuntaron hace unos 30 a 40 años. Todos me decían que arrancara la caíño para replantar albariño, pero yo quería tintos y Raúl creía mucho en ellos”, recuenta Rodrigo, quien antes disponía de las uvas de su abuelo, en parte para consumir en casa y el resto para vender a terceros.
Así determinaron colaborar a dúo en este exclusivo sueño tinto que empezó entre 2003 y 2004, y al que posteriormente también se adicionaron vinos blancos.
Los vinos al borde del mar
“Hay gente que compra etiquetas y bebe etiquetas. Me parece más divertido comprar y beber vino”, dice Pérez. Quizás por ello el inquieto enólogo no para. Muchas a su haber en diversos puntos de España y otros lugares de Nuevo y Viejo Mundo. “No son vinos que siempre dejen dinero, pero sí generan mucho placer”.
En el caso de este proyecto, para gestarlo usaron viñas con aires casi de novela histórica, ejemplares del minifundio gallego, que lo mismo arrulla la salinidad marina que se sumerge en el cacareo de gallos y gallinas en el patio de casa. Unas viñas familiares y otras escondidas que sólo se dejaron ver gracias a la maña e ingenio de quienes añoraban poseer sus uvas para moldearlas en formas de vino poco habituales para la zona.
Los de Forjas do Salnés se nutren de cepas de nueve fincas y cuatro productores esparcidas entre la vera del mar y un poco más adentro, con suelos predominantemente graníticos, entre el ras de tierra y los 200 metros de altitud.
Una de suelo granítico y arenoso de poco más de una hectárea plantada a mediados del año pasado donde la mitad es albariño y el resto uvas menos abundantes pero muy autóctonas como la caíño blanco, y las tintas espadeiro, caíño tinto y loureiro tinto. Otra, A Telleira, apenas a 50 – 80 metros del mar, de donde salen las vides de entre 20 y 30 años de albariño para dos albariños diversos. Clima fresco y con brisa, que ayuda a contener la humedad, siempre que el viento no sea excesivo, pues secaría en extremo el follaje. Una madurez más pronta de la que luego apenas saldrá una barrica de cada uno de los dos vinos que de allí surgen.
Una tercera finca, de cepas prefiloxéricas de albariño de entre 80 y 100 años, que dan vida al Leirana barrica y que fueron plantadas por el bisabuelo de Rodrigo, en el patio de una casa donde hoy conviven con crestas de gallos paseándose por la viña. Y otra más allá, de tintas, también con espadeiro, caíño y loureiro tintos.
De la albariño no se sabe todo, pero de la caíño tinto se sabe menos. Conocida también como Borraçal en Portugal, son el norte de ese país y Galicia sus lugares de albergue. De perfil aromático evocador de la Pinot Noir, ésta era una de las variedades existentes hace 500 años en Galicia, cuando los vinos gallegos eran predominantemente tintos, pero que por la dificultad de su cultivo, no tenía muchos antecedentes de elaboración. Es de racimos pequeños y hollejo grueso, una variedad de ciclo largo que brota temprano y madura tarde. Tiene taninos que pueden ser herbáceos y vegetales que atenúa su crianza en madera. Hoy se utiliza en ensamblajes, siendo Forja de Salnés quizás el único proyecto que la elabora como monovarietal.
En ese tinto renacer gallego, más esporádicas la espadeiro y la loureiro tinto, otras dos uvas de la zona, escasísimas y empleadas primordialmente en mezclas, pero que la bodega también elabora en solitario. La espadeiro produce vinos con cuerpo, aromáticos, de color intenso y buena acidez. La loureiro tinta se caracteriza por su aromaticidad.
Forjas do Salnés elabora tres marcas: Leirana, en blanco, Bastión de la Luna, en tinto, y, en ambos tonos, los Goliardo, nombre que en la edad media se daba a los estudiantes que se dedicaban a recorrer bares y tabernas cantando canciones sobre vino.
Raúl no canta, pero sí compone. Es un viticultor que juega con las imperfecciones, al punto que algunas pueden servirle de inspiración para vinificar con el espíritu de libertad que permite alterar frecuentemente las reglas y convertirlo en un hacedor lleno de sorpresas. “Antes la enología era tecnología, pero España está regresando a elaboraciones más naturales”. Con sus vinos no hay una historia definida, sino que de un año a otro pueden cambiar por entero los pasos de la elaboración, conforme se comporten las vides y lo vinos que serán. Una historia impredecible.
Le apasionan los espacios secretos, escondidos en el tiempo donde el vino aún se elabora como en épocas vetustas y de manera rudimentaria, con toneles viejos y enormes para atenuar el aporte de la madera, incluso de castaño en lugar de roble, pero con sabiduría ancestral. Como en O Casal, una finca longeva en Valiñas, una esquina escondida en el Salnés donde a sus setenta años la señora Lola todavía cuida las gruesas cepas de albariño y caíño que plantaron sus bisabuelos, hace quizás más de dos siglos. Una finca encerrada entre aromas de eucalipto y una plétora de pozos y estanques con ranas, y donde también hay pollos y gallinas paseándose por una estructura que data del 1800, mientras su ama poda viñas y recoge huevos del día, escoltada por un perro fiel en un helado atardecer.
“El mundo del vino en España no es sólo Rioja y Ribera del Duero, y en Galicia hay muy buenas parcelas de las que pueden hacerse tintos diversos”, señala Rodrigo.
Un garaje de vinos e inventos
En Meaño, depósitos y barricas repartidas por una bodega pequeña, pero no minúscula, literalmente de garaje, donde se cocinan las más creativas confecciones de vinos. Raúl tiene una obsesión por la maduración de vides, cuyo extracto luego se envejecerá en madera. Busca incluso puntos de resequedad para lograr una mayor concentración de azúcares y otros elementos del vino como los terpenos que brindan aromas. En bodega se trabaja sin controles de temperatura y se trasiega en barricas sólo en casos excepcionales.
Aunque originalmente el proyecto se concibió para tintos de mar, los blancos luego incursionaron la bodega para mostrar el lado camaleónico de la albariño, una uva que lejos de la imagen fresca, ligera y juvenil en que la encasillan algunos mercados, ofrece un catálogo de registros y matices que la bodega busca potenciar de una manera equiparable a como se hace con la Riesling.
De las marcas que elabora la bodega, varias etiquetas. Los Leirana, blancos de albariño, en versión joven, otra en barrica, y una singular, A Escusa. El Bastión de la Luna, tintos más jóvenes y frescos. Los Goliardo tienen un albariño, el A Telleira, y tres monovarietales tintos más complejos, un espadeiro, otro loureiro tinto, y otro caíño tinto de cepas que pueden fluctuar entre los 30 y los 200 años de historia.
Las producciones de algunas etiquetas son tan escasas que casi rayan en lo anecdótico. Pero la bodega mantiene su ilusión por los inventos, con posibilidades de hacer otros monovarietales y quizás elaborar más vinos de parcela. Es en los tintos y en el Leirana joven donde Rodrigo asienta el crecimiento del proyecto.
De momento, en el garaje se cuecen más inventos y creaciones conceptuales, que según se desarrollen verán la luz. Por ahora una ya abundante lista para disfrutar de estos vinos originales y de alto nivel, una cara diversa de las Rías Baixas que ha cautivado el paladar y a la crítica estadounidense.
Goliardo Caíño 2008
Un tinto de mar, etiqueta que ha sido uno de los empujes de los tintos de nueva hornada en Rías Baixas y que deja el listón altísimo. El Goliardo es un vino elegantísimo, con una atractiva complejidad aromática. Un carrusel de finos aromas evocadores de la madera, vainilla, caramelo, incienso, cedro, envolviendo golosas fresas y grosellas frescas y recuerdos del huerto mediterráneo con un bouquet garni de salvia y tomillo, y notas a aceite de oliva. Con buena acidez, el vino entra con finura, especialmente luego de reposar un tiempo en copa, y mantiene un posgusto que no niega su crianza. Se fermenta en depósito de acero inoxidable abierto, y se cría un año en barricas de cinco y seis usos. Ejemplo del gran potencial tinto en Galicia.
De la añada 2009, aún en crianza al momento de la cata, el Caíño se destacó por su frescura y nariz de fresa, el Loureiro por la intensidad de sus matices púrpura profundo y el Espadeiro, por anunciarse casi como un Pinot Noir de Rías Baixas.
¿Dónde comprar?: La Vinoteca de Xabi y Tienda Valladares (Santiago de Compostela). Próximamente: Bodegas Compostela (Puerto Rico)
Casino Nights, un retorno al sabor de los fifties
Los asistentes a Casino Nights disfrutaron además de la música de Pablo Elvira y sus Violines y el gran show de Ran Can Can Cabaret & Burlesque. También hubo torneos de póker y Black Jack para principiantes. “Fue una noche divertida en la que recordamos una década que sentó las bases para la industria turística que tenemos hoy”, destacó Jiménez.
El evento Casino Nights benefició al Fondo Educativo de la Asociación de Hoteles y Turismo, que apoya económicamente esfuerzos de mejoramiento profesional de empleados de la industria a través de educación continuada, certificaciones y cursos de inglés, entre otras oportunidades. Unos mil empleados de la industria han obtenido certificados de educación continua gracias a la ayuda de este Fondo.
La Asociación de Hoteles y Turismo de Puerto Rico es la organización que representa el sector turístico privado en Puerto Rico. Fundada en 1950, representa a hoteles, restaurantes, líneas aéreas y de cruceros, proveedores de productos y servicios e instituciones universitarias que componen la industria turística en Puerto Rico.
Mejor sumiller en Dominicana
Simone Pinton, maître del restaurante Sale Fino en Santo Domingo se ha alzado con el título de mejor sumiller de la República Dominicana en la segunda edición de este certamen. Pinton se destacó por su original y detallada selección de vinos para el maridaje, así como por su impecable decantación del vino de guarda, con comentarios explicativos, que le aseguraron también el premio Mejor Decantación de un vino de guarda.
Pinton superó dos etapas de pruebas en las que las féminas tuvieron una presencia importante. La última de éstas consistió en un cuestionario, dos catas, un maridaje y la prueba de descorche de un vino espumoso, que permitió la selección de cinco finalistas.
En el certamen se distinguieron también María José González, Mejor Preparación Teórica; Luis Enrique Peña Nival, Mejor Descorche Vino Espumoso; Iris Dendekker, Mejor Cata Sensorial; y Fausto Santana, Mejor Maridaje.
Del 11 al 18 de octubre República Dominicana será anfitriona del Concurso Mejor Sommelier del Mundo.
Premian a los mejores cafés en el Puerto Rico Coffee Fair
Hacienda San Pedro y Casablanca se alzaron con los galardones en los certámenes que el Departamento de Agricultura llevó a cabo como parte del Puerto Rico Coffee Fair, que se celebró a fines de mayo durante el Plaza Food Fest.
“Lo que comenzó como una alianza entre el Departamento de Agricultura y Plaza Las Américas se convirtió en el primer encuentro de caficultores puertorriqueños y una oportunidad única para los visitantes de Plaza de conocer y disfrutar de algunos de los mejores cafés que produce Puerto Rico”, indicó el Secretario de Agricultura de Puerto Rico, Javier Rivera Aquino.
El Café Hacienda San Pedro obtuvo el primer lugar en la cata profesional, denominada “Cup of Excellence”. Mientras, Café Casablanca resultó ser el preferido del público en el “People’s Choice Coffee Award”.
Café Finca Cialito obtuvo el segundo lugar en la cata profesional, en la que también fueron premiados el Café Cuatro Sombras (tercer lugar) y los cafés Pomarrosa y Safra, (ambos con Mención Honorífica).
Para escoger a los ganadores en esta categoría, el panel de expertos evalúo la apariencia del café pilado (grano verde) el tueste y las características de la taza. Esta última debía estar sana, libre de olores y sabores extraños al café.
“Es importante recalcar que ni los catadores ni el público conocían la procedencia del café que estaban evaluando, ya que entregamos las muestras asignándoles un número”, destacó Rivera Aquino. Además, “para garantizar que la competencia fuese lo más precisa y justa posible, el mismo catador se encargó del tueste del grano, al mismo punto”, añadió el titular de Agricultura.
El Café Campo Rey obtuvo el segundo lugar del “People’s Choice Coffee Award”. Seguido por Café del Alba (tercer lugar) y Café Hacienda Isabel (Mención Honorífica).
“Esta iniciativa del Departamento de Agricultura tuvo como objetivo promover el café 100 % puertorriqueño y al que comúnmente no tenemos acceso a nivel comercial, así como reconectar al agricultor con el consumidor”, manifestó el Secretario.
Los cafés que participaron de este evento fueron: Café del Alba, Café Hacienda San Pedro, Café Campo Rey, Café Cuatro Sombras, Café Hacienda Isabel, Offeecay, Café de la Torre, Café Pomarrosa, Café Safra, Café Lucero, Café Casablanca, Café Cibales y Café Finca Cialito.
Arriba, Vicente Suárez, hijo, Waleska Rivera, Primera Dama del Municipio de Bayamón, Hon. Ramón Luis Rivera, Alcalde de Bayamón y Diego Suárez, hijo. A la izquierda, Claudia Schreiner, Edwin Alfonzo, José María Rojas y el chef Augusto Schreiner. Abajo, Richard Alonso, Santos Alonso, de Supermercados Mr. Special, Wilkins, cantante y bodeguero, y Debbie Alonso.
Abajo, Andrea García, Maritere Labadie, Beatriz Vázquez
Y además de dar a conocer los vinos que elaboran, los bodegueros de visita para el Pabellón Internacional del Vino también se preocuparon por conocer los rones que produce Puerto Rico y aprender sobre su elaboración. A la derecha, Charles Rodríguez, anfitrión en Casa Bacardí, Vicky Mareque, propietaria de Pazo de Señoráns (DO Rías Baixas), Antonio Moral, enólogo de Bodegas AAlto (DO Ribera del Duero) y Joe Gómez, Master Blender de Bacardi.
Por tercera ocasión, El Hórreo de V. Suárez celebró su Pabellón Internacional del Vino, un evento bienal que congrega en Puerto Rico a numerosos enófilos y representantes de bodegas internacionales en la cartera de distribución de V. Suárez.
En la edición 2010 participó casi un centenar de bodegas de Viejo y Nuevo Mundo, con nombres tan destacados como los de Leroy, Taittinger, Mumm, de Francia; Antinori o Frescobaldi de Italia; Domaine Carneros, Hess, Joseph Phelps o Marimar Estate de Califonia; y una larga lista de bodegas españolas como AAlto, Pazo de Señoráns, La Rioja Alta, Terras Gauda, Protos, Miguel Torres, Carmelo Rodero, Luis Cañas o Matarromera.
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Gastro-Coke
El uso gastronómico del refresco Coca-Cola como ingrediente culinario no sólo llegó para quedarse, sino que continúa expandiéndose fuera de los espacios de alta cocina que le brindaron impulso. Hoy, desde la cocina tradicional a la más vanguardista, pasando por las tapas ---una opción que Coca-Cola ha venido mercadeando agresivamente en congresos gastronómicos--- bares y restaurantes se apuntan a la cocina con chispa.
El conjunto más reciente, un conglomerado que bajo los lemas “El secreto del chef” y “Fusión Coca-Cola” ha realizado en Zaragoza una acción promocional durante este mes de junio en la que sobre 30 restaurantes y medio centenar de bares dan a conocer sus creaciones culinarias que combinan especialmente bien con los distintos tipos de Coca Cola, desde la tradicional a la Zero, pasando por la “Light”.
El espacio gastronómico La Gastroteca encabeza la iniciativa para la que ha encargado al cocinero investigador aragonés Raúl Ruiz estudiar en su laboratorio y banco de pruebas, distintas recetas, salsas, tapas, texturas varias que o bien están elaboradas con Coca Cola, o combinan muy bien con una de las bebidas carbonatadas más consumidas y famosas del planeta después del agua. Ruiz ya realizó una serie de clases bajo el sugestivo título de “Aulas GastroCoke”.
Chile y Bizkaia en investigación agroalimentaria
La Facultad de Ciencias Agronómicas de la Universidad de Chile y la empresa Biolan Microbiosensores del parque tecnológico de Bizkaia firmaron un acuerdo de colaboración para realizar un trabajo de investigación, destinado a mejorar las mediciones de calidad y seguridad en agroalimentación, mediante la medición de la relación de contenido de ácido glucónico en uvas de mesa con su afección de botrytis cinerea y la calidad del fruto para exportación. Los índices de ácido glucónico determinan la sanidad de la uva durante su maduración.
La creación del biosensor para la detección de ácido glucónico gracias a Biolan ha supuesto un hito en el ámbito enológico. Esta tecnología permite a las bodegas mediciones precisas, repetibles, desechables y económicas. Biolan busca ahora nuevas aplicaciones para el microbiosensor.
El ensayo se realizará en el Laboratorio de Microbiología del Departamento de Sanidad vegetal de la Facultad de Ciencias Agronómicas de la Universidad de Chile, la más prestigiosa de este País. Se utilizará el equipo BIOLAN diseñado para medir presencia de ácido glucónico en uva de mesa del tipo Thompson Seedless.
Se rumora…
Que el espacio que dejó en el Museo de Arte de Puerto Rico el chef Wilo Benet con el traslado de su restaurante Pikayo al hotel Condado Plaza próximamente pudiera estar ocupado por proyectos de los chefs Roberto Treviño o Mario Pagán, y que el Delirio que dejó Alfredo Ayala en Miramar lo podría llenar un nuevo proyecto del chef Franco Seccarelli o un favorito de la Plaza del Mercado de Santurce, José Enrique.
Mal augurio en Borgoña
No ha sido la única región víctima de un crudo invierno, pero las heladas invernales que vivió Borgoña han tenido como resultado una importante mortalidad en las viñas, donde en junio hay cepas donde aún no han brotado las hojas, porque no retomaron su ciclo vegetativo luego de las temperaturas excepcionalmente bajas que se registraron alrededor del 20 diciembre y que rondaron los -20 C°. Algunas zonas que han tenido pérdidas importantes incluyen Vosne-Romanée, Morey-St-Denis o Clos Vougeout.
Tras un largo recorrido de más de dos años que enfrentó a numerosos restaurantes por toda la geografía española, el restaurante murciano Casablanca resultó vencedor con su propuesta de maridaje gastronómico con Vinos de Jerez en la 4ta Copa Jerez nacional de España.
La competición tuvo en Jerez de la Frontera, en la Escuela Profesional de Hostelería de Jerez. El chef Cayetano Gómez y el sumiller Juan Luis García, del restaurante Casablanca, presentaron de primero, ostra a la brasa escabechada, maridada con La Bota de Amontillado nº 9 Navazos de la Bodega Sánchez Ayala, un plato considerado exquisito por el jurado; de segundo, paletilla de cordero lechal glaseada sobre una crema de almendra tostada, acompañada con Oloroso Dulce Solera 1842 VOS de Bodegas Valdespino; y de postre, sorbete de cacao y menta y rocas de café sobre crema cuajada de dátiles con Pedro Ximénez VOS de Bodegas Tradición.
El menú creado por el equipo del restaurante Casablanca será la apuesta española para alzarse con el título de ganador de la 4ª Copa Jerez, que premia la mejor propuesta de maridaje gastronómico con Vinos de Jerez a nivel internacional. La cita enfrentará a los vencedores de España, Alemania, Bélgica, Dinamarca, Holanda, Estados Unidos, Japón y Reino Unido.
Copa Jerez es un concurso internacional de maridaje de Vinos de Jerez y Manzanilla, que se celebra cada dos años y en el que participan equipos de cocinero y sumiller de seleccionados restaurantes de ocho países.
El concurso Copa Jerez, organizado por Fedejerez y el Consejo Regulador de las DDO “Jerez-Xerès-Sherry” y “Manzanilla-Sanlúcar de Barrameda”, tras sus tres ediciones anteriores, ha alcanzado un reconocido prestigio y notoriedad internacional, tanto por la elevada calidad de las recetas y los maridajes presentados, como por la certificación que reciben por parte de los miembros de los jurados, todos ellos reconocidos profesionales del mundo gastronómico como Josep Roca, Juan Mari Arzak, Juli Soler, Heston Blumenthal, Doug Frost o Makoto Abe.
Sabor criollo rumbo a Taste
A todo vapor se encaminan los entrenamientos que el Equipo Culinario Nacional de Puerto Rico realiza en preparación a su participación en las competencias regionales A Taste of the Caribbean, que se realizarán en Puerto Rico el próximo mes de septiembre.
Las elaboraciones preparatorias se realizan intentando sacar máximo partido de los ingredientes que mejor representan la esencia gastronómica de la región, y que se anticipa puedan integrar las canastas misteriosas que se dan a los contendientes para que elaboren los platos durante la competición.
Pastel ciego de masa con ensalada tibia de bacalao con fritura de pez dorado en salsa criolla; croqueta de arroz mamposteao, roulade de pollo empanada con almendra y coco, y un guiso de cerdo desmenuzado acompañado de un demi-glace de café y ron; y un postre de bienmesabe con helado de nougatine, mermelada de plátano maduro, cilantro y papaya, acompañados de un sabayón de naranja y coco fueron algunas de las propuestas confeccionadas por los cocineros Elvin Rosado (entrenador), Ernie Reyes (Copamarina Beach Resort), Lucía Merino (Instituto de Banca de San Juan), Luis Castillo (La Concha – A Renaissance Resort), María Germania Díaz (Conrad Condado Plaza). Xiomara Rotger (Augusto’s Restaurant) es la chef pastelera, en un equipo que completan el bartender Ded Chazulle (Inter-Continental San Juan) y el chef Ariel Rodríguez (Augusto’s Restaurant) como su gerente.
Desde el inicio de estas competencias regionales en la década del 1990, los equipos culinarios nacionales de Puerto Rico han recibido numerosas medallas y distinciones, entre ellas las de mejor equipo culinario del Caribe, mejor bartender y mejor chef repostero. Los chefs Jeremy Cruz, Fernando Parrilla, Carlos Portela y Mark French se alzaron, en los respectivos años que compitieron, con el título de mejor chef de la región.
Entre los tragos servidos durante Casino Nights, el Mai-Tai Casino (jugo de limón, ron añejo, triple sec, granadina y sirope de almendras, el Greta Garbo Caribe (ron blanco, ron con sabor a parcha, anís y jugo de limón verde), el Knickerbocker Tropical (ron blanco, ron con sabor a parcha, piña, sirope de fresa y jugos de limón y naranja), el Juracán (ron blanco, ron añejo y jugos de piña, lima y limón) y Bolero (ron oro, ron añejo y jugos de naranja y limón).
Las míticas noches de casino que coronaban el entretenimiento turístico cuando la industria hotelera de Puerto Rico empezaba su boom, fueron la inspiración para Casino Nights, uno de los eventos con que la Asociación de Hoteles y Turismo de Puerto Rico conmemora sus 60 años de vida.
El evento buscó destacar la importancia de la industria de casinos, ingrediente esencial de la oferta turística de Puerto Rico, y su contribución a la economía y sector educativo del país.
El Conrad Condado Plaza fue el hotel anfitrión donde su chef ejecutiva, María Germania Díaz desarrolló un menú representativo de los años cincuenta. Éste se estrenó con crostini de salmón ahumado, y queso y setas, copas de hojaldre con cebolla caramelizada y finas hierbas.
Las estaciones de comida incluyeron un desfile de queso Roquefort para acompañar aceitunas negras y tallo de apio, los populares huevos sorpresa, carne asada, jamón Black Forest caramelizado, un amplio surtido de quesos y ensaladas y vegetales, como la Waldorf, la Caesar, o la ensalada caliente de papas, además de zucchini asados y batata a la parrilla. La porción dulce incluyó ensalada de frutas, merengue y bizcocho Red Velvet.
Un ingrediente esencial de la velada fue la oferta de coctelería, con reminiscencias tropicalísimas de la era que sentó las bases para la industria hotelera local.
Leirana Barrica 2008
Casi por salir al mercado, su nariz apunta a una presencia de madera mayor a la que se halla en boca, donde el vino es fino, complejo y aterciopelado, evocador del perfil y estructura de vinos de los grandes Borgoña blancos. El vino se creía en fudre de segundo año.
Leirana Barrica 2009
Cepas viejas de albariño de cuatro diversas fincas que pasarán un año en fudre y que aún en evolución y sin terminar regalan un vino fino, mineral, complejo y largo.
Sketch 2007
Un proyecto personal que el enólogo elabora en Forjas do Salnés. Los primeros Sketch, cuya primera cosecha fue la de 2003, se vinificaron en barricas con ocho usos y se criaron en el mar. Esta añada no ya no surge del reposo en las profundidades, sino de la crianza de un año en barrica y un denominador común, casi ninguna intervención en el vino. En nariz es pura miel y acusa alguna nota oxidativa, pero es grato en boca. Sus uvas proceden de las fincas A Telleira y O Casal.
Goliardo Loureiro 2008
Un vino cuyas con viñas entre mar y eucaliptos, que siempre se cría en barrica usada y se destaca por su redondez y aromaticidad donde predomina intensamente la lavanda, pero también hay recuerdos de laurel e influencias marinas.
Goliardo Albariño Finca A Telleira 2007
Un albariño que pasa por barrica pero cuyo tránsito por ésta no se manifiesta en notas tostadas, sino más bien en melosidad, y recuerdos a fruta sobremadura. Sultanas, sutiles higos atacan en nariz en este vino que en boca es muy fresco, con recuerdos yodados, un poco cremosos y persistencia en boca.
Goliardo Espadeiro 2008
Aún sin embotellar, es una explosión de fresa y fruta fresca que aún necesita pulir algo sus taninos.
Bastión de la Luna 2007
Un tinto de las Rías Baixas, mezcla de caíño tinto, loureiro tinto y espadeiro, que es fresco, afrutado y fácil de beber. Su ensamblaje se compone de las uvas que no llegan a alcanzar el nivel exigido para destinarse a alguno de los Goliardos monovarietales, con lo que cada año la mezcla del Bastión podrá cambiar su composición, o incluso no llegar a elaborarse, si la calidad de la uva es tan excepcional que se destine toda a los Goliardo.
Leirana 2009
Aún en depósito al momento de la cata, es un vino que resalta por su frescura y sus recuerdos a rosa y anís.
Leirana 2008
Un vino que destaca por sus notas cítricas en nariz, que luego se acompañan con manzanas en boca. Pero también por su salinidad, un derroche de notas yodadas en el paladar, con profunda frescura y larga persistencia. Un vino fresco, complejo y muy frutal. Uno de los más sobresalientes ejemplos de la nueva hornada de blancos de las Rías Baixas.
Leirana 2005
Un vino que tuvo crianza en depósito y que regala un vino con matices aromáticos a miel, compota, manzana, guineo (plátano),pero que en boca es muy fresco y con una buena acidez.
Leirana A Escusa 2008
Un vino que surgió de un depósito cuya fermentación se detuvo, reteniendo azúcares residuales. De tono claro y matices casi verdosos, el vino es un poco comedido en nariz, pero fino, freco, delgado en textura. A pesar de haber retenido azúcares en boca es seco, mineral, inequívoco de su suelo granítico y muy persistente. pero un depósito que quedo parado con azucares residuales.
Leirana Barrica 2007
Vino delicioso que remarca su golosidad y melosidad con notas de membrillo, compota, manzana y albaricoque envueltas en una buena capa de acidez. La bodega piensa en el futuro elaborarlo únicamente con pase por madera vieja.
Arriba, Rodrigo Méndez, propietario de Forjas do Salnés con cepas muy viejas de albariño. Abajo, en una finca con cepas viejas de caíno tinto.
De cata en cata, de viña en viña, por un vaivén de zonas y países transita Raúl Pérez a un ritmo de vértigo por la ruta de la vida. Rara avis, sui generis, lo mismo puede estar el lunes en Sudáfrica, el miércoles en León, el viernes decidir irse de cata a Manhattan y otro día grabar su capítulo en la nueva serie “Un país para comérselo” que conducirán Imanol Arias y Juan Echanove por Televisión Española. Su amigo y socio Rodrigo Méndez admite que es difícil seguirle el ritmo, que es tan apasionado que hay días en vendimia que no duerme, pero que no concibe a Raúl haciendo otra cosa que vinos. “Nació para eso”.
Quizás, además de para ese “eso” que es hacer vino, también lo hizo para dar vida a uno de sus vides. Unas familiares, añejísimas y tintísimas, con las que Rodrigo quería hacer algo en Galicia, pero parecía tan cuesta arriba que hasta le sugerían que tirara la toalla. Hasta que en una intersección del destino se cruzaron las inquietudes de Raúl y la obstinación de Rodrigo.
Berciano de origen, Raúl llegó un día a las Rías Baixas en una especie de retiro inspirador. A la de la denominación la veía como una viticultura complicada, guiada quizás más por la producción de volúmenes. Un reto para alguien que ha hecho del garaje la morada de sus vinos, y de la experimentación sin temor, su enseña.
Texto: Rosa María González Lamas. Fotos: Viajes & Vinos (C)
Régoa 2007
Subzona Amandi
Siete meses de roble francés Allier en depósito troncocónico regalan un vino delicioso y con mucha personalidad que conjuga mencía y brancellao y tiene recuerdos muy frutales, de frambuesa y evocaciones muy expresivas de la mencía. Es goloso desde la nariz, donde chispean vainillas, balsámicos, lavandas, tomates y hierbas mediterráneas. Un vino elegante y con un final largo, potente y que es consistente botella tras botella.
Algueira Merenzao 2007
Adega Algueira
Subzona Amandi
Expresivo en nariz, con recuerdos a fruta, mineralidad, vainilla, seguidos de recuerdos a notas ahumadas, en boca también es fino, aunque especiado.
Pena do Lobo 2008
Bodegas Losada Fernández
Subzona Ribeiras do Miño
Producto de cepas de mencía de más de 80 años procedentes de suelos de pizarra, y sin pase por madera es este vino de color magenta, intensamente aromático con recuerdos florales a violeta, frescura, buena acidez, notas minerales e incluso recuerdos a astilla. ¿Dónde comprar?: Bodegas Compostela (Puerto Rico)
Vina Caneiro 2008
Bodegas Losada Fernández
Subzona Ribeiras do Miño
También producto de cepas de más de 80 años cultivadas cerca del río y procedentes de suelos de pizarra y laja, que confiere una mineralidad de notas oscuras. Tampoco tiene crianza en madera. ¿Dónde comprar?: Bodegas Compostela (Puerto Rico)
Almalarga 2008
Adega Pena das Donas
Subzona Ribeiras do Miño
Un monovarietal de godello de la tradicionalmente más tinta denominación. El vino se estrena con notas cítricas y minerales a tiza en nariz, para pasar a una expresión afrutada y a flores blancas de jazmín y azahar. De cuerpo liviano, pero sin ser un vino simple, en boca manifiesta una excelente acidez, con chispa y frescor, siendo frutoso y con un fin mineral. ¿Dónde comprar? El Club del Gourmet de El Corte Inglés (España). Próximamente Cien Vinos (Puerto Rico)
Verdes Matas Mencía
Adega Pena das Donas
Subzona Ribeiras do Miño
Difícil auscultar la evolución de este vino que no indica su añada en la etiqueta. Este monovarietal de mencía abre con una nota un poco reductiva para luego manifestar balsámicos. En boca es de estructura ligera, pero con una sensación alcohólica un poco acentuada que opaca la fruta. Luego se ensambla y redondea para ser de trago más fácil, sin ser simple, ofreciendo recuerdos a frambuesa y una interesante nota a tocineta (bacon). ¿Dónde comprar? El Club del Gourmet de El Corte Inglés (España). Próximamente Cien Vinos (Puerto Rico)
Pedro Rodríguez en la bodega y las viñas de Guímaro, en Amandi. Abajo, suelos de pizarra y la bodega.
Ladredo 2008
Subzona Amandi
Un día visitando la Ribeira Sacra, el gran elaborador portugués de descendencia holandesa, Dirk Niepoort, quedó tan cautivado por el paraje, muy evocador de su entorno del Douro, que decidió elaborar un vino en la denominación. Le pidió un pedazo de tierra a Pedro Rodríguez, de Guímaro, y así nació Ladredo, vino denominado como la parcela en Amandi que le da vida.
Hay “vinos” y hay “vinos”. El Ladredo es de los vinos vinazos que no admite más descripciones que la de impresionante, aún cuando todavía le faltan algunos meses de reposo en botella. Entre seis y ocho meses pasa en ésta luego de una crianza en madera de 12 meses. Un 30% de la uva se vinifica con raspón. El vino se macera durante 45 días y se fermenta en barrica de roble.
Ladredo es un vino con raza que revela en todo momento la pericia y personalidad de sus hacedores, pero también expresividad inequívoca de sus uvas mencía y garnacha tintorera, de su terruño y de su origen entre bancales en el Cañón del Sil. El enólogo portugués Luis Seabra trabaja con Niepoort en este proyecto en que una botella se hace breve. Cada sorbo se apetece interminable. Y apenas hay 1,200 botellitas de su primera añada que aún no sale al mercado… Para peleárselas.
De intenso color frambuesa, el Ladredo cautiva desde la nariz. Para utilizar palabras precisas, anestesia. Fragante hasta la médula, es profundamente floral, con prolíficos e intensos aromas a rosas y a violetas entretejidos con recuerdos a hierbas, como la lavanda que abunda por las montañas del Cañón del Sil, y a frutas como la propia frambuesa o la grosella.
Pero lo que realmente anestesia de placer y seducción es su persistente mineralidad, que emerge sutil y luego se traslada a matices como la pólvora o la punta de un lápiz, en conjunción con el exotismo oriental de una orquesta de perfumes y especias que casi es como si trasladara el vino al estudio de un perfumista o a los obsequios de los Tres Reyes Magos al Niño Jesús. Incienso, mirra, almizcle que luego dan paso a sutiles notas chocolatosas o de fino caramelo. Una verdadera ofrenda de penetrantes especias en copa, que persiste en un vino muy complejo, estructurado, intenso, pero profundamente fresco, fino, elegante y algo crítico en estos días, una acusada personalidad. Sin lugar a dudas entre lo top top de la Ribeira Sacra. Sobresaliente. Chapeau!
Viñas con altura
En los altos y remotos dominios de Bibei hay viñas en todas las orientaciones y con un distintivo, una cubierta verde. Entre ellas se desplaza literalmente a paso de tortuga el todo terreno, atravesando, como en un safari, una estrechísima y accidentada ruta de suelo altamente irregular y repleto de piedras. A unos 550 metros de altitud, el terreno es tan accidentado que según trote el vehículo la viña se ve desde diferentes perspectivas de inclinación, como si se hiciese de una machina giratoria. La orientación de la imagen no es ni portrait ni landscape. De momento puede ser casi panorámica horizontal, otras veces mostrar una perspectiva inclinada en 45 grados o más de 90. Según brinca el todo terreno.
La viña se distribuye entre los 200 y 700 metros, lo que brinda condiciones óptimas de cultivo para todas sus cepas, jóvenes y centenarias, y un verdadero cóctel de variedades autóctonas en un mismo trozo de tierra, algunas casi abandonadas, que se fueron recuperando de viñas viejas, incluso centenarias, para respetar la visión de ensamblaje de los antiguos viticultores que las plantaron en conjunto y en desorden.
Los de las viñas de Bibei en la alta montaña son suelos variopintos. Graníticos, zonas con arenas con esquistos, otras con arcillas y pizarras, y otras con predominancia de minerales. Los de la parcela O Freixo, muy arcillosos. Allí hay cepas de albariño de las que empiezan a surgir incipientes brotes verdes que anuncian el inicio de un nuevo ciclo vegetativo, hojitas diminutas que empiezan a enseñar los deditos de la viña como si se tratase de un bebé que sale del vientre de la madre.
Aquel vino que me había hechizado en aquel restaurante madrileño se llamaba Lalama. Y en la etiqueta decía que lo elaboraba la bodega Dominio do Bibei. Tan impresionada había quedado con aquella botella que me obstiné con ir tras la búsqueda de su origen, con pocas referencias, pero con toda la pasión y el tesón de llegar al destino que me había propuesto. Como si se tratara de una visita a elBulli o a otros tres estrellas Michelin, Bibei, para mí locomotora de la Ribeira Sacra de alta gama, merecía un viaje.
Llegué allí con curiosidad y casi por gravedad, como se mueve todo dentro de la bodega. Supongo que estaba escrito en mi destino. Porque la ruta no estaba rotulada y era sumamente compleja. Descriptivamente era “en el fin del mundo”. Un espacio recóndito en las alturas a la que en aquel entonces sólo podía accederse con suerte y tenacidad, porque era un recinto casi vedado a la mayoría de los mortales.
En verano, en otoño, en invierno o en primavera, el camino sigue siendo igual de tortuoso. Cuatro años y varias otras visitas más tarde, cuando el proyecto está más consolidado y el acceso menos restringido, las constantes curvas siguen igual de pronunciadas, mientras se sigue una ruta en ascenso en el marco de un día luminoso que se acompaña con un trasfondo del sonoro rumor del río Bibei.
Además de los viticultores con vocación familiar que ya la habitaban, han llegando otros nuevos héroes, titánicos duendes que se han dado a la tarea de rescatar no sólo viñas y bancales, sino también pueblos extintos, tesoros escondidos y salvajes para revitalizarlos alrededor del vino. Así, han surgido proyectos como el electrificante Dominio do Bibei, que ha estado bajo la tutela enológica de Sara Pérez y René Barbier hijo, y vinos como el Lalama, el Lapola o los rutilantes Lacima y Lapena; la monumental Finca Míllara, un pueblo fantasma recuperado para la vid y los vinos que con ella elabora Alejandro Luna Beberide con el apoyo de Roberto Mosteiro; los más tradicionales pero refinados tintos jóvenes de Bodegas Losada Fernández; el repertorio variopinto y autóctono de Ponte da Boga, que crea con pasión el francés Dominique Rojou; o los vinos de personalidades como Raúl Pérez, enólogo de moda, y que en Ribeira Sacra elabora los de Algueira y también su cotizado tinto El Pecado, 98 puntos Parker. Y otras etiquetas excepcionales como Régoa, Alcouce, de Cha do Couso, que pronto también elaborará Pérez, los de bodegas Guímaro, el blanco Almalarga de Pena das Donas, o los de otras bodegas como Vía Romana, Abadía da Cova o Peza do Rei.
Por ello, al igual que en otras regiones, como el Douro portugués o el Priorat catalán, las uvas se cultivan en bancales, un método de plantación para terrenos en declive que se remonta a los romanos que habitaron la zona y que busca contener la tierra de derrumbes, aprovechar el agua de la lluvia, y maximizar los reflejos del sol en la tierra, proporcionando calor y luz a la vid. La topografía influye en la exposición al sol, por lo que la maduración y graduación alcohólicas dependerán de la orientación solar de las viñas y de su mayor o menor altitud. Clima, suelo y la protección de la propia montaña otorgan a este mundo por descubrir un microclima atlántico-mediterráneo especial y único, ideal para la producción de uva de alta calidad y vinos de carácter fresco.
La vendimia es el gran reto de la zona, pues sus empinadas pendientes, algunas con 80 grados de inclinación, y un terreno eminentemente agreste imposibilitan mecanizar el cultivo y la recolección, convirtiéndolos en un ejercicio heroico, que históricamente incluso ha obligado a usar burros, raíles para mover la vid de un extremo a otro de la montaña, o transportar las vides por vía fluvial. Apenas en 2009 fue que se autorizó la admisión de algunos viñedos que no están en pendiente, en la zona de Sober.
Cada subzona de la denominación tiene características climáticas particulares. Los suelos son eminentemente pizarrosos y graníticos, con buena fertilidad y elevada acidez.
Como si entrara en una escena de duendes y hadas, cuando primero traspasé el umbral de la Ribeira Sacra percibí una magia tan indescifrable y me invadió una emoción tan sobrecogedora que tuve que detenerme a admirar aquel entorno sublime.
Fue como entrar a un mundo encantado, perdido en el tiempo, a una epopeya fílmica abrigada por un silencio mayúsculo inundando un paisaje majestuoso y enmudecedor en que asombraba la pequeñez del hombre ante la naturaleza, pero también su heroicidad en conquistarla. ¿Cómo era posible que en aquellas espeluznantes pendientes pudiera hacerse vino?
Días antes de mi primera visita a esa región de Galicia, hace ya casi un lustro, atravesó mi camino un tinto inolvidable. Aunque los vinos de la más desconocida entre las cinco denominaciones de origen gallegas habían mejorado sustancialmente, jamás imaginé tan dramática evolución. El tinto en botella era absolutamente espectacular. Tenía ante mí la nueva era de Ribeira Sacra, la región de vinos por venir, que a partir de aquellas copas se me adhirió como magnético imán.
Hoy, aquel futuro es presente. En poco menos de una década, Ribeira Sacra ha pasado de patito feo a cisne, y sus vinos comienzan a acaparar la atención de la crítica y prensa internacionales. No sólo sí se puede elaborar vino en aquellas inclinaciones de escalofrío. En esos recónditos parajes hoy se producen algunos de los más cautivadores vinos de España.
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