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Porque fue en Can Roca, una casa de comidas con menús a diez euros timoneada aún por Montserrat, donde el trio de hermanos Roca  ---Joan, Josep y Jordi---  dio sus primeros pasos en el mundo de la restauración, ayudando en el servicio y colaborando con sus padres desde muy jóvenes en el bien hacer de su negocio familiar, que hoy sigue dando de comer a todos y, especialmente, al equipo de trabajo del Celler de Can Roca, el ultra laureado restaurante que siguieron los hijos, permitiendo a Montserrat también extender su calor maternal a sus muchos “hijos adoptivos” por todo el mundo.

A éstos, Fontané los mima y aconseja como a cualquiera de los propios. Porque si algo hay que resaltar en el tránisto de un local a otro es precisamente que la cocina tiene un componente que trasciende la ténica.

“Además de técnicas y recetas es igualmente importante transmitir valores, conocimiento, lo que se hacía en el restaurante, estando siempre abiertos a que eso es también una extensión de la casa, parte de lo que tenemos que comunicar”, detalló un emocionado Joan Roca.

Para ilustrarlo, el chef y su madre escogieron una sopa de hierbabuena. Roca relató que éste es un plato reconfortante y sencillo, balsámico al espíritu, que se elaboraba en su casa, lanzando una invitación a recuperar la cocina de la sencillez, el “comfort food” de pocos ingredientes y preparaciones poco elaboradas que provocan gran placer al comensal.

Agua, sal, pan, aceite de oliva, huevo y hojas de hierbabuena construyeron la ecuación de esta receta con textura como de cuajada. “La cocina siempre me ha dado tranquilidad”, afirmó la madre mientras forjaba su receta.

La generosidad de subir a la tarima para explicar recetas materiales y espirituales de la cocina de Fontané se vio reciprocada por el ingenioso cariño de su hijo Joan, quien redondeó el homenaje con una pequeña muestra de bocados que el Celler de Can Roca creó en un homenaje a la matriarca, inspirados en algunas de las recetas que ella elaboraba para ellos en casa, platillos predilectos de la madre y algunos ingredientes indispensables en su cocina. Un retrato de vivencias familiares que pasó de la mera emoción que provocan cosas sencillas como la sopa de hierbabuena, a la reflexión sentida de una cocina tecnoemocional, en que las sensaciones más básicas se redimensionan y eleven a un nuevo nivel con técnica.

Así sofisticaron la tradicional y sencilla receta de los canelones, creando un relleno de escabeche de mejillones inyectable en formato tapa, entre varias propuestas que presentaron en una especie de carrusel, una escenografía comestible de afectos con vocación de emocionar y sorprender.

 

Enero 2018.

 

Quizas uno de los más estrellados es precisamente Joan Roca, quien lejos de exponer en la tarima de Madrid Fusión lo que ha hecho con los ingredientes más exóticos hallados en las tournées del Celler de Can Roca BBVA Tour, o la última elaboración creada con el penúltimo artilugio técnológico que ha patentado, prefirió transformar su ponencia en un emotivo homenaje a su madre, Montserrat Fontané, el más sólido pilar de su carrera profesional como lo han sido tantas otras madres cocineras a quienes la ponencia abrazo imaginariamente.

Aunar a madre e hijo con chaquetillas de cocinero alrededor de un mismo espacio de trabajo fue uno de los momentos más únicos y mágicos de todo el programa del Congreso, un retrato irrepetible de afectos, no solo entre dos generaciones de cocineros, sino entre el dúo y la audiencia, convertida también un poco en familia extendida del Can Roca y del Celler de Can Roca.

 

Antes de quedar claro que el futuro de la gastronomía parece pasar por el pasado y la búsqueda de sabores perdidos y de antaño, ya era diáfano que en la alta gastronomía contemporánea los sabores de casa, de las madres y las abuelas eran una fuerte plataforma para explayar la creatividad en el plato.

Las recetas de toda la vida y de la tierra, las cosas que se comían en familia precedieron a los viajes por el mundo o a la ciber comunicación como fuente de inspiración para los cocineros. Son un vehículo de transporte imaginario hacia la esencia y las emociones, como las que quedaron plasmadas de manera más que elocuente en la inolvidable escena en que el crítico Anton Ego caía rendido a los pies de una ratatouille que le transportaba prístinamente a sus recuerdos de infancia.

Muchas han sido las madres cocineras que han gestado y criado hijos cocineros, que han aprendido al calor de su ejemplo y sus fogones, que han servido de fundamento para alcanzar las estrellas.

Joan Roca y Montserrat Fontané: la cocina de mamá

Rosa Maria Gonzalez Lamas. Fotos: Viajes & Vinos y Madrid Fusion  (C)